(La columna de Martin Ferrand en un XLSemanal de no sé cuando -de antes de 2015 seguramente)
Los banquetes, excepción hecha de los que celebran bodas y fastos parecidos, han pasado de moda. Hoy, en Madrid, se llevan los desayunos. Distintas organizaciones promueven, en hoteles de postín, reuniones madrugadoras cuyo atractivo principal, sobre el café con leche y la tostada, se centra en el discurso de algún político de moda. En otros tiempos, el banquete propiamente dicho era de uso frecuente. Incluso, con frecuencia, se convocaban banquetes de desagravio cuando algún notable era públicamente ofendido o menospreciado.
Es famoso el que se celebró en el hotel Palace de Madrid el 13 de octubre de 1918. Se convocó por la revista Los Aliados, que dirigía Carlos Micó, para desagraviar a Benito Pérez Galdós, Miguel de Unamuno y Mariano de Cavia y acudió lo que el chotis Madrid define como «la crema de la intelectualidad».
Los tres grandes escritores citados eran, durante la Primera Guerra Mundial, claros partidarios de las potencias aliadas. Algo en contra de lo común en la prensa y la sociedad'españolas, claramente germanófilas. La censura, vieja compañera del pensamiento español, había destrozado textos de los tres y, muy especialmente, de Galdós, que llegó a escribir una carta al director de El Sol, Manuel Aznar —abuelo de José María—, para señalar que «en cincuenta años de escritor» nunca había sido tan maltratado por los censores.
En el banquete, para reforzar su condición aliadófila, se sirvió un panaché de verduras y un roast-beef. El vino fue de Rioja y, durante el almuerzo, en la puerta del Palace, un centenar de manifestantes coreaban vivas a Alemania. El 11 de noviembre, menos de un mes después, Alemania firmó su rendición.
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