viernes, 30 de agosto de 2013

A la española



(La columna de Martín Ferrand en el XLSemanal del 18 de abril de 2010)

El protagonismo mundial de nuestros grandes cocineros ha desmitificado en buena medida la gloria pasada de la cocina francesa, que sigue siendo grandiosa y, para los aficionados españoles, constituyó durante un siglo la versión laica del paraíso terrenal. No sólo los menús de los salones y hoteles más nobles, incluido el Palacio Real, se redactaban en francés, sino que le llegamos a llamar 'consomé' al 'consumido' que ya anotaban nuestros recetarios monacales de la baja Edad Media. 

El papanatismo ante el modo francés de comer suscitó críticas jocundas entre muchos españoles lúcidos del XIX Y el XX. Luis Fernández Valdés era un comerciante gijonés, popular y castizo, que en 1915 publicó Un kilo de versos, un jugoso libro de poesía satírica. Notable su parodia en francés macarrónico de un almuerzo parisién: «Comemos trés bon marché. / Aquí te sirven: ragoût, /un peu de pollo, bisté, / fromage y marron glacé, / todo por catorce sous». El sou, por cierto, era la vigésima parte del franco, cinco céntimos. 

El bistró, la quintaesencia del comer parisién, ha sido superado en estos pagos por el modelo que encarnan en Madrid Sacha Ormaechea, Sacha (Juan Hurtado de Mendoza, 11), o Juanjo López, La Tasquita de Enfrente (Ballesta, 6), en donde por algo más de «catorce sous» se vive el apunte de la innovación sobre las bases más clásicas de la cocina española y, lo que es más singular, un trabajo titánico por conseguir, antes y mejor, las primicias nutridas que nos trae el calendario. […]. Eso también es cocina.

miércoles, 28 de agosto de 2013

Un Whisky de gran reserva antártica



(Un artículo de Alberto C. Molina publicado en el suplemento Crónica de El Mundo el 22 de agosto de 2010)

Poco más de 157 kilómetros separaban al explorador británico Ernest Shackleton de su objetivo. En 1908, jamás un ser humano había estado tan cerca de poner un pie en el Polo Sur. Entonces el frio extremo y la escasez de provisiones le obligaron a desistir. A bordo del barco Nimrod, dejó atrás un camino que el noruego Roald Amundsen culminó tres años después. También un campamento base en el que su expedición abandonó 5.000 objetos. Entre ellos, 19 botellas de whisky y de brandy que [más de 100] años después, han sido encontradas y desenterradas. Una reliquia arqueológica en la más insospechada bodega del mundo: el subsuelo de la Antártida, hasta 30 grados bajo cero. Licores fabricados con una fórmula perdida en el tiempo y en el hielo que podría ser recuperada en un laboratorio para su comercialización. 

Enterradas en cajas de pino, y envueltas en papel y paja para soportar temperaturas extremas, las botellas, el sueño de cualquier coleccionista, se han conservado intactas bajo la cabaña que ocupó Shackleton. Auténtico whisky on the rocks. Un equipo neozelandés de la Sociedad para la Conservación del Patrimonio Histórico de la Antártida (NZAHT) descubrió un par de esas preciadas cajas por casualidad en 2006. El olor que desprendían hizo suponer que se trataba de bebidas alcohólicas. Pero no ha sido hasta ahora cuando se ha podido confirmar qué sorpresas escondían en su interior. Licor de malta congelado. 
 
El hallazgo tuvo lugar en el Cabo Royds de la Isla de Ross, en el litoral antártico más cercano a Nueva Zelanda. Fue el lugar elegido por el irlandés Shackleton y sus 14 hombres para levantar en enero de 1908 este campamento antes de encarar la etapa final de su travesía. Se trataba de contar con un refugio donde resistir los 50 grados negativos del invierno antártico, y en el que almacenar los víveres para no perderlos durante las incursiones en el hielo: jamón york, mostaza, galletas... y whisky para combatir mejor el frío. Un total de 12 cajas de alcohol fueron suministradas por la firma escocesa Mackinlay para la expedición. O eso se creía. Algunas fueron descubiertas en los alrededores del campamento y en el interior de la cabaña del jefe. Incluso botellas, pero todas vacías. 

La sociedad NZAHT, encargada de mantener en buen estado estos restos históricos, realizó unos trabajos de conservación de la edificación en 2006. Era necesario retirar el hielo formado en la fachada y bajo el edificio. Su estabilidad corría peligro. A través del hielo distinguieron un par de cajas que identificaron con el whisky de la expedición. El desenterramiento se postergó hasta 2010 porque el trabajo se limitaba al verano (en la Antártida solo dura un par de semanas entre enero y diciembre) y había que asegurarse de no dañar los cimientos con las excavaciones. 

Entonces el equipo liderado por Al Fastier descubrió no dos, sino cinco cajas en sus respectivos agujeros en la nieve. De whisky y de brandy, para mayor sorpresa. Tres cajas de la primera y dos de la segunda, rotuladas como «Chas Mackinlay & Co» y «The Hunter valley Distillery limited AIlandale». «Fue un momento mágico y excitante», manifestó Al Fastier tras el hallazgo. El hielo que las cubría y ocupaba su interior impidió abrirlas de inmediato y comprobar si guardaban botellas en buenas condiciones. Tampoco podían llevárselas todas, según el Tratado de Preservación Histórica. Firmado en 1961 por las 12 potencias que co-administran la Antártida, establece que nada puede salir de sus fronteras salvo una muestra para su estudio. 

Sólo una caja viajó hasta el Museo de Canterbury, en la ciudad de Christchurch. Dos semanas han estado trabajando en la descongelación de las cajas un equipo encabezado por Lizzie Meek. Se habilitó una sala a una temperatura constante de cuatro grados para evitar cambios bruscos de temperatura y no echar a perder el hallazgo. «Ha sido un proceso lento y delicado, pero estamos en condiciones de confirmar que la caja contiene botellas intactas de whisky», declaró Meek. Un buen estado apreciable incluso en las etiquetas de los vidrios, donde todavía se puede leer «Mackinlay's Rare Old Highland Malt Whisky». Se trata de una fórmula original que desapareció y podría ser recuperada a través de la extracción, el análisis y la duplicación de una muestra en el laboratorio. 

La NZAHT planea trabajar con la destiladora Whyte & Mackay, actuales propietarios de Mackinlay. «Sería un regalo para los amantes del whisky», declara Richard Paterson, la persona elegida para dirigir el proceso. El licuador jefe de la compañía adelanta a Crónica que en estos análisis serán necesarios un mínimo de 200 mililitros. Serán extraídos a través de uno de los tapones con jeringa. Tendrá lugar en Glasgow e lnvergordon a lo largo del mes de septiembre. Cuando esto comience, las botellas originales abandonarán el Museo de Canterbury [donde habrán permanecido expuestas al público durante un mes] para volver a su particular cautiverio helado en el Polo Sur. Pero la fórmula de aquel licor que Shackleton enterró seguirá viva para siempre. Un hito el suyo, el de la superación humana, que bien merece un brindis: Gran Reserva Antártica 1908..

lunes, 26 de agosto de 2013

De gambas



(Un artículo de Caius Apicius en el suplemento gastronómico del Heraldo de Aragón del 22 de junio de 2013)

Confieso no aprendí a apreciar la gamba hasta entrar en mi primera treintena; pasé mi juventud en mi tierra natal, Galicia, en cuyas aguas es especie extraña, y mi contacto con ella se limitaba a esos anodinos ejemplares con los que se adorna lo que el común de los mortales no valencianos conoce como paella. 

Mi camino de Damasco tuvo dos 'caídas de caballo': en el Bajo de Guía sanluqueño, de la mano de los hermanos Bigote, en cuanto a la gamba blanca; en el desaparecido Ca'Sento de Raúl Aleixandre (padre), en Valencia, para la que llamamos roja.

Hoy soy devoto de las gambas; la roja, concretamente, me parece uno de los mejores regalos que ha hecho Poseidón al género humano. Si se lo hubiera ofrecido a los atenienses en su día, estos no hubieran consagrado su ciudad a Atenea.
Hablamos de gamba roja. En realidad, oficialmente (según la FAO) es gamba rosada: hay otra más roja, pero no frecuenta las aguas del Mediterráneo occidental, prefiere nadar por mares turcos. Rosada, pero la seguiremos llamando roja, y seguiremos apreciando las desembarcadas en lugares míticos como Palamós, Denía, Garrucha, Mallorca... 

¿De dónde viene el vocablo? Sabemos de dónde vienen las mejores gambas, pero ¿de dónde viene la propia palabra? Hay que decir que, hasta los años 30 del siglo pasado, gamba significaba sencillamente, como en italiano, la parte del animal comprendida entre la rodilla y el pie. El Diccionario nos dice que esa acepción es desusada, pero el habla juvenil la ha recuperado, y hoy se habla de «meter la gamba» por meter la pata. 

La búsqueda de gambas en los libros de Covarrubias y Corominas nos dirige siempre a la extremidad inferior. Hay que buscar la voz camarón para llegar al fondo de la cuestión. Camarón deriva de cámaro, y éste del latín cammarus, que viene del griego kammaros. En italiano pasó a ser primero gambaro y luego gambero; en castellano dio camarón, pero también cámbaro, que es un cangrejo más parecido a la nécora. 

Gambero, que según Covarrubias viene del hecho de que estos crustáceos tienen muchas patas o gambe, se hizo esdrújula en castellano, y así aparece en el 'Arte de Cozina' de Francisco Martínez Montiño, que fue cocinero de tres Felipes: el II, el III y el IV. 

En ese libro, publicado el mismo año (1611) que el de Covarrubias, dice: «Estos pescadillos de conchas, que se llaman mariscos, como son los cangrejos, pesebres (se refiere a los percebes), gámbaros, almejas y otros muchos, todos son buenos cocidos con agua, sal y pimienta, porque es mucho gusto descascados y comer los tuétanos... ».
En fin, resumiendo: la palabra pasó al catalán como gamba, y de ahí al castellano. Y no fue hasta 1936 cuando entró con el significado actual en el Diccionario, en su décimo sexta edición. 

Hay una cosa que me intriga mucho. En el excelente e interesantísimo libro 'El Gizado Sefaradi', escrito en ladino por Moshe Shaul, Aldina Quintana Rodríguez y Zelda Ovadia y editado a mediados de los pasados 90 por Ibercaja, aparece una 'salata de gambas asadas'. Curioso: los judíos no comen marisco, no tiene escamas. Es una ensalada... de pimientos. 

Cuando los judíos fueron expulsados de España, en 1492, nadie usaba la palabra gamba para referirse a un marisco. Por otra parte, los primeros pimientos los trajo Colón de las Indias Occidentales en 1493. ¿Cómo llegó la palabra gamba a significar pimiento en el castellano de los sefardíes? Una cuestión cuya respuesta ignoro y que me encantaría conocer. 

GAMBAS A LA PLANCHA CON ALBARIÑO. Al grano. Aprovechando la inauguración de una nueva pescadería en el barrio, nos hicimos con unos bonitos ejemplares de gamba roja. Ya en casa, dispusimos una sartén de hierro, cuyo fondo cubrimos generosamente con sal marina. Puesta sobre el calor culinario, esperamos a que estuviese bien caliente. Colocamos las gambas, una junto a otra, sin solaparse; por encima, un poco más de sal gorda. Al minuto las volteamos, y rociarnos las cabezas con apenas unas gotas de aceite perfumado con ajo y guindilla. Un minuto más y retiramos la sartén; dejamos reposar quizá otro minuto, y a la mesa, en íntima relación con un excelente albariño de las Rías Baixas, para unir dos mares. Deliciosa experiencia. 

Dejemos claro que los tiempos son orientativos: se trata de que el interior de la cabeza quede bien jugoso, pero que el caldo que suelte no tenga un color verde negruzco, y la textura de la cola resulte firme, destacando un maravilloso contraste entre rusticidad y elegancia. Vamos, que estén hechas; poco, pero hechas. 

Habrá quien diga que la receta no es la ortodoxa. Pues no. Ni falta que hace. Porque, uno, no creo en la ortodoxia tampoco en cocina, y, dos, esas gambas estaban hechas a nuestro gusto. Y nos supieron a gloria, y más con todas las historias que llevan dentro. Que ya dejó escrito lord Bertrand Russell que cuanto más se sabe de una cosa, más gusta ésta. Qué razón tenía el Nobel de literatura del 50.

sábado, 24 de agosto de 2013

La mejor de las mieles



(Un texto de Marisol Guilasola en la revista Mujer de Hoy del 31 de marzo de 2007)

¿No te gustan las verduras pero quieres asegurarte una buena dosis de antioxidantes? Pon miel en las tostadas, las infusiones, el aliño de las ensaladas, el queso fresco... Nuevas investigaciones indican que es tan eficaz para neutralizar los radicales libres, implicados en el deterioro celular asociado al envejecimiento, el cáncer, el Alzheimer, la enfermedad cardiovascular..., como las espinacas. Según la American Chemical Society (la mayor sociedad científica del mundo), los niveles de antioxidantes en la miel son equivalentes a los que contienen las manzanas, las naranjas, las fresas... 

Existen cada vez más pruebas de los efectos protectores de la miel en el organismo. Desde hace años, sabemos por ejemplo que algunos tipos -sobre todo las más oscuras, más ricas en antioxidantes- combaten los microbios causantes de la enfermedad periodontal (que provoca la pérdida de piezas dentales) y las aftas (úlceras bucales). Otras investigaciones corroboran lo que ya sabían los egipcios: su efecto sanador en heridas infectadas. Incluso, hay estudios clínicos que indican que estimula el crecimiento de células reparadoras de tejidos dañados por ciertas infecciones y que puede estimular la curación de las heridas quirúrgicas... Pero, no todas las mieles tienen el mismo dulzor preventivo. Un estudio del IMIDRA (Instituto Madrileño de Investigación y Desarrollo Rural Agrario y Alimentario), publicado en la prestigiosa revista Journal of the Science of Food and Agriculture, y realizado con 36 tipos de miel de España, ha llegado a la siguiente conclusión: la que ha sido producida por abejas que se alimentan de mielato -secreciones melosas que se observan en las plantas tras la visita de otros insectos, como los pulgones-, conocida como "miel de mielada", tiene mayor capacidad antioxidante que la producida por las abejas que se alimentan sólo de néctar. "La miel es una fuente natural de antioxidantes y, de entre todas las mieles, la miel de mielada es la más rica en ellos", declara Rosa Ana Pérez, autora del estudio.

¿Deberíamos entonces dar luz verde a la miel? En esto, como en todo, la sensatez es la norma, es la respuesta de los expertos. La miel es azúcar (glucosa, fructosa...) en un 80%, por lo que debe ser consumida de forma sensata, por ejemplo en sustitución del azúcar común (que aporta calorías vacías de nutrientes), y siempre como parte de una dieta equilibrada.

viernes, 23 de agosto de 2013

Sencillez en la cocina



(La columna de Martín Ferrand en el XLSemanal del 11 de julio de 2010)

El refinamiento culinario no es, corno muchos piensan, un fenómeno contemporáneo. Siglos antes de los creadores de la nouvelle cuisine, de Paul Bocuse o Michel Gerard, en el convento de San Benito de Alcántara, en la Edad Media, ya clasificaban el caldo y lo llamaban 'consumido'. Igual que el consomé, el lujo líquido del XIX. 

Felipe Fernández-Armesto cuenta en su último libro -1492, el nacimiento de la modernidad- que en uno de los banquetes de Ricardo II, rey de Inglaterra y señor de Irlanda, «se anunciaban pajaritos hervidos en pasta de almendra con clavo y canela, servidos con arroz cocido en leche de almendras acompañado de pollo deshuesado y con aromas de sándalo y sazonado con más canela, clavo y macis». El macis es, para valorar el nivel de la sofisticación en una corte del siglo XIV, la cáscara de la semilla de la nuez moscada secada y prensada. El hambre es un invento pesterior y lo sofisticado estaba a la orden del día en las cortes y en los estamentos y gremios bien instalados. Consta en el catálogo de un mercader londinense de tiempos del rey Ricardo una oferta de más de doscientas especias distintas. 

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