miércoles, 27 de junio de 2018

Cazón, tintorera y marrajo: tiburones a la mesa

(Extraído de un texto de Alejandro Toquero en el suplemento gastronómico del Heraldo de Aragón del 24 de febrero de 2018)

Muy pocas especies de la gran familia de los escualos se capturan y llegan a las mesas de los consumidores. El cazón, la tintorera y el marrajo son las más conocidas en la mesa.

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[Hoy nos hemos] animado a hablar del tiburón como argumento gastronómico –aunque no del zorro, cuya pesca está prohibida– sino de aquellos ejemplares que forman parte de la amplia familia de los escualos –se calcula que existen alrededor de 225 especies– cuya captura está permitida, se ofrecen en los mercados, se cocinan y se sirven a la mesa.

Resulta muy raro ver un tiburón entero, sin trocear, en el mostrador de una pescadería. Habitualmente este pescado se vende fileteado a rodajas; se ultracongela en alta mar y de esta forma se comercializa: directamente congelado o como un producto descongelado y refrigerado. Fresco es mucho más difícil conseguirlo. Además, no se utiliza la denominación genérica de tiburón para su venta, por lo que puede que en alguna ocasión nos hayamos llevado a casa un filete sin haber sido conscientes de ello.

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Si establecemos un ranquin de los tiburones más conocidos en España, en el primer puesto seguramente debería aparecer el cazón. Es bastante apreciado y habitualmente es el que más se ve en las pescaderías. Eso sí, su consumo está arraigado, fundamentalmente, en el sur de España, desde Despeñaperros hasta la costa de Cádiz, siendo una de las señas de identidad de la cocina andaluza.

El cazón en adobo y el guiso de patatas en amarillo son las dos recetas más populares. La primera, también conocida como ‘bienmesabe’, es una elaboración típica del tapeo andaluz que no falta en los bares y tabernas especializados en esta gastronomía.

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"La carne de este pescado tiene una textura parecida a la del rape, que para el adobo resulta magnífica, pero la salsa verde también le va muy bien", explica. Como el resto de escualos, su esqueleto está formado por un cartílago en lugar de hueso, así que "resulta muy fácil sacar los lomos y filetearlos, o hacerlos a tacos con la garantía de que no nos vamos a encontrar espinas". La diferencia más notable respecto a otros pescados es que tiene que estar algo más de tiempo cocinándose, "alrededor del doble de lo que puede costar hacer una merluza en salsa verde".

José Ferrández asegura que, tanto al cazón como a otras especies de escualos, "hay que aportarles un toque de magia; casi piden a gritos la presencia de una salsa que anime su degustación porque, además, otra de sus características es que absorben muy bien los sabores". Y es que se trata de un pescado semigraso, un tanto insípido, que bien acompañado gana mucho.

Este escualo también recibe la denominación de caella. En los dos casos, a pesar de ser los tiburones más renombrados, su consumo es bastante escaso en Aragón.[...] Prácticamente no tiene desperdicio.

Desde el punto de vista culinario, hay otros dos tiburones que en España también tienen su cuota de protagonismo, aunque algo menor que la del cazón. Son el marrajo y la tintorera.
El primero es uno de los parientes más voraces de los mares. De hecho, pertenece a la familia del gran tiburón blanco, aunque es de inferior tamaño. "Su carne es parecida a la del emperador", asegura Eloy Iglesias, e incluso puede recordar a la del mero. Este pescadero incluye en el mismo grupo al pez vela, "que tiene un parecido razonable a los anteriores".

La tintorera, también denominada tiburón azul, es de la misma familia que el cazón. Tiene el hocico puntiagudo y entre sus rasgos distintivos destacan las grandes aletas con forma de hoz. Como el resto de sus parientes, es un pescado cuya degustación mejora con la compañía de una salsa. Para prepararlo a la plancha puede resultar un poco insípido y se corre el riesgo de que quede seco a poco que esté al fuego unos minutos más de la cuenta.

Otras aplicaciones
Pero no solo la carne de estos y otros tiburones da mucho juego. Hay investigaciones que han revelado numerosas aplicaciones del cartílago vinculadas a la medicina. En ellas se ofrecen interesantes datos sobre sus propiedades anticancerígenas, antiinflamatorias o para combatir infecciones y la psoriasis.

La fabricación de cuero es otro aprovechamiento del tiburón, ya que una vez eliminados los dentículos dérmicos se obtiene una piel de singular belleza y muy resistente. Con la piel de los tiburones se pueden fabricar todo tipo de artículos de marroquinería, zapatería y vestidos.

domingo, 24 de junio de 2018

El gran revival de los fermentados

(Un texto de Marisol Guisasola en la revista Mujer de Hoy del 3 de diciembre de 2016)

A pesar de llevar miles de años con nosotros, es ahora cuando se están convirtiendo en tendencia. ¿La razón? Sus beneficios van mucho más allá de lo que te imaginas.

La gente habla de los fermentados como si fueran una novedad, olvidando que llevamos miles de años fermentando alimentos para conservarlos. Lo que sí es tendencia es consumirlos como fuente de probióticos. ¿El objetivo? Repoblar el intestino con bacterias beneficiosas y mejorar así la flora intestinal reduciendo, de paso, el riesgo de obesidad, osteoporosis, diabetes tipo 2, cáncer, enfermedad coronaria, ictus, depresión, acné y, como indican nuevos estudios, frenando el envejecimiento. 

"Una pequeña cantidad de fermentado en cada comida contiene 100 veces más probióticos que un suplemento", asegura la neuróloga rusa Natasha Campbell-McBride, autora de Gut and Psychology Syndrome [El síndrome Intestino-Psicología]. "Aún más, si alternas fermentados diferentes te aseguras una variedad de bacterias beneficiosas mucho mayor que la que consigues tomando un suplemento", añade. ¿Debemos entonces consumir sopa miso a diario? Para ver el tema con perspectiva, hay que preguntar a los coreanos, chinos o japoneses, que llevan siglos fermentando verduras, pescados y legumbres.

Por ejemplo, cuando los coreanos quieren elaborar kimchi (col fermentada) al modo tradicional, remojan primero la col en agua salada para matar las bacterias perjudiciales. Las bacterias que sobreviven (en este caso los lactobacilos), convierten los carbohidratos de la col (azúcares y almidones) en ácido láctico, que conserva la verdura, mejora su calidad nutricional y le da ese toque que gusta a tanta gente.

"La fermentación permite que los nutrientes de los alimentos se absorban mejor porque están predigeridos por las bacterias", explica Jill Nussinow, nutricionista y autora del exitoso libro The new fast food [La nueva comida rápida].

Los lactobacilos y otras bacterias presentes en los fermentados son probióticos, lo que significa literalmente, "a favor de la vida". Cuando colonizan el intestino, combaten a las bacterias nocivas, recuperando el equilibrio del sistema inmunitario (el 85% de dicho sistema está localizado en el endotelio intestinal). De hecho, nuevos estudios indican que los probióticos ayudan a prevenir o combatir enfermedades autoinmunes como la artritis.

¿Desequilibrio intestinal?

"Muchísimas enfermedades crónicas, físicas y mentales, tienen origen en un sistema digestivo disfuncional", nos explicaba recientemente el dr. Vincent Pedre, instructor clínico en la Escuela de Medicina Mount Sinai de Nueva York. Este experto asegura que detrás de muchos de nuestros problemas está la disbiosis o desequilibrio entre microbios intestinales buenos y malos. ¿Causas de ese desequilibrio? Una dieta altamente procesada y factores del entorno, como, por ejemplo, el abuso de los antibióticos. Una sola tanda de estos fármacos puede alterar la flora intestinal durante un año.

"En mi caso, mis problemas de disbiosis remitieron y mi energía perdida regresó cuando pasé, de una dieta rica en azúcares y harinas blancas, a otra compuesta por alimentos orgánicos y fermentados", asegura el dr. Pedre. Kéfir, miso, natto, kimchi, kombucha, tempeh... son alimentos fermentados exóticos, pero cada vez más populares. Junto a ellos están "los de toda la vida": yogures, pan de masa madre, quesos y encurtidos fermentados no pasteurizados, chucrut... Un dato crucial es que los probióticos se "alimentan" de prebióticos, y que, por tanto, estos también deben figurar en nuestra dieta habitual.

¿Y dónde se encuentran los prebióticos? Pues hay que buscarlos en la fibra vegetal, en especial en la inulina. Los plátanos, las cebollas, los espárragos, los ajos, los puerros, las alcachofas, el centeno, la cebada... son vegetales ricos en inulina. Pero para que los probióticos produzcan los efectos esperados tienen que sobrevivir a los ácidos del sistema gastrointestinal hasta llegar al colon. La única manera de conseguirlo es consumir fermentados de forma regular y en cantidades considerables. El esfuerzo merece la pena porque cuando, finalmente, conseguimos un buen nivel de probióticos en el intestino se producen todos estos beneficios.

Como resume el dr. Vincent Pedre, "si tu intestino es feliz, tú te sentirás más feliz".

Beneficios
  • Por su riqueza en vitamina K2, que contribuye a prevenir la formación de placa arterial, los probióticos ayudan a prevenir la enfermedad cardiovascular. Apenas 15 g de natto aseguran la dosis diaria necesaria de K2.
  • Favorecen la producción de ácidos grasos de cadena corta, que mantienen el equilibrio del sistema inmunitario y evitan que reaccione exageradamente.
  • Ayudan a prevenir alergias y benefician a las personas con sistemas inmunitarios debilitados.
  • Tienen efecto detox. Las bacterias beneficiosas ayudan a eliminar toxinas y metales pesados.
  • Mejoran el síndrome de intestino irritable y otras enfermedades inflamatorias intestinales.

Microbioma y microbiota
  • El microbioma humano es el conjunto de los microbios y sus genes que pueblan nuestro cuerpo. La microbiota es la población microbiana presente en diferentes ecosistemas del cuerpo (intestinos, piel, vagina, boca...).
  • Al contrario que los genes, que no podemos cambiar, el microbioma puede manipularse en nuestro beneficio a través de cambios en la dieta y el estilo de vida

Los dos tipos básicos de fermentación son la alcohólica y la láctica. Fermentar en casa no es difícil. Una col puede convertirse en chucrut cortándola con una mandolina, añadiéndole sal (15 g por kg de col), metiéndola en un tarro hermético y dejándolo a oscuras un mes. Si prefieres dar a tus platos un toque exótico, apúntate a los alimentos fermentados.  
 
Natto: son semillas de soja fermentadas. 
Tempeh: soja fermentada que se presenta con forma de cake.  
Kimchi: col coreana fermentada. 
Kombucha: bebida fermentada de té negro, azúcar y hongo kombucha.  
Miso: pasta de soja fermentada con sal marina que se emplea en sopa.  
Kéfir: funciona como el hongo kombucha, pero en este caso los nódulos de kéfir fermentan la leche.  Chutney: es fruta fermentada. Hongeo: pescado fermentado.

jueves, 21 de junio de 2018

El brócoli, una 'superverdura'

(Un texto de Alejandro Toquero en el Heraldo de Aragón del 11 de noviembre de 2017)

En Aragón se cultiva mucho brócoli, sobre todo en la comarca de Valdejalón. Su consumo ha crecido en los últimos años por sus propiedades saludables.

Al restaurante El Patio de La Almunia de Doña Godina, que regentan los hermanos Fernando y José Carlos Martín, acuden habitualmente a comer trabajadores de la empresa navarra SAT 2000, que se dedica a la producción y comercialización de frutas y hortalizas en el valle del Ebro. En ocasiones llevan un buen surtido de brócoli recién cogido del campo y José Carlos, el cocinero, se lo prepara como más les gusta: hervido y con un refrito de ajos por encima.

Esta escena muestra dos realidades: que en La Almunia, pero también en localidades cercanas como Épila, Alfamén o Calatorao, se cultiva mucho brócoli, y que la sencilla receta reseñada anteriormente es una de las más populares, para esta y para otras muchas verduras.
Cándido Lite es socio de SAT 2000, empresa ubicada en Tudela pero que tiene la mayoría de sus campos de cultivo en Aragón. "Aproximadamente el 90% de toda nuestra producción sale de tierras aragonesas –asegura–; por lo que respecta al brócoli, unas 800 hectáreas". Se mire por donde se mire, muchísimas. Tantas, que la mayor parte de la producción se exporta a los mercados europeos, sobre todo a Reino Unido, Alemania y Holanda.

En estos países la tradición de su consumo está muy arraigada, sobre todo como guarnición de carnes y pescados. En España, sin embargo, no tiene tanto protagonismo, aunque Cándido Lite comenta que "es donde se está produciendo un crecimiento más grande en los últimos años, aunque, claro, veníamos de unos niveles de consumo muy bajos".

La presencia de esta verdura de la familia de las crucíferas, que también incluye coles y coliflores, también está muy asociada a la cultura gastronómica de Estados Unidos, donde su condición de ‘superverdura’ saludable ha encajado a la perfección. Barack Obama, por ejemplo, confesó hace tiempo que es uno de sus alimentos preferidos. Y está tan introducido en el estilo de vida americano que no hay seguidor de la serie ‘Los Simpson’ que no sepa que el brócoli es la verdura que consiguió matar hasta en dos ocasiones a Homer Simpson.

"Un plato con un buen bistec, puré de patatas y unos cuantos ramilletes de brócoli representa la imagen de una típica comida o cena americana", comenta Pedro Moreno, jefe de cocina del restaurante La Bella Lola, [...]

Un alimento saludable

De forma parecida a una pequeña coliflor, el brócoli tiene los pedúnculos menos prietos y más separados que esta. Puede ser de distintos colores: verde, morado, rojizo o blanco, aunque el más frecuente es el primero. Su rico aporte de minerales y vitaminas, sus propiedades antioxidantes y los análisis científicos de sus compuestos fitoquímicos, que sugieren efectos preventivos ante diversos tumores, son los argumentos más valorados a la hora de explicar lo mucho que se consume en todo el mundo.

Cándido Lite no tiene la certeza de que esto sea así, pero lo que comenta sobre su ingesta es una impresión bastante generalizada: "En nuestro país cuesta probarlo porque no existe una cultura gastronómica asociada a su consumo, pero en cuanto notas lo bien que te sienta y lo digestivo que es, no puedes dejar de comerlo".

En cualquier caso, lo que él hace, sobre todo, es producirlo. Explica que a partir de noviembre y hasta marzo "es el mejor momento de la temporada" para acercarse al que se cultiva en la mitad norte de España. Otra parte muy importante de la producción llega desde Murcia durante el resto del año. "No es un cultivo complicado –asegura el socio de SAT 2000–, lo que la planta más necesita es agua en abundancia".

El brócoli en la cocina

Desde el punto de vista culinario, donde está más presente es en el ámbito doméstico. En la cocina del día a día su relevancia es cada vez mayor, compartiendo protagonismo con otras crucíferas. En la restauración, sin embargo, no es tan fácil adivinar su presencia. Eso sí, el cocinero José Carlos Martín suele incluir, "al menos un día a la semana", una receta de brócoli, más que nada porque en La Almunia lo tiene a mano y muy fresco.

Para su colega Pedro Moreno, el acercamiento a esta verdura ha sido, hasta cierto punto, "un descubrimiento", porque no la utiliza habitualmente. Es por ello que ha querido hacer un pequeño homenaje al plato más tradicional: el brócoli con patatas. A la hora de trabajarlo, recomienda "un escaldado fuerte durante poco tiempo; en Asia, antes de cocerlo, lo suelen tener durante una hora con un vinagre especial para que se ablande".

Pedro comenta que lo que aporta el escaldado "es una textura como de crudité y así se puede consumir, como un ‘snack’ para degustar con distintas salsas, igual que la zanahoria o el pepino". Con esta cocción ligera asegura que "se consigue mantener la intensidad de su tonalidad verde y potenciar su frescura".

Las cocciones del brócoli

En cualquier caso, el brócoli comparte los diferentes tipos de cocciones que habitualmente se emplean para las hortalizas: hervido clásico, vapor, wok asiático, microondas, salteado en aceite...
La cocción al vapor es, sin duda, una de las más naturales. Los cocineros de El Patio y La Bella Lola aseguran que de tres a cinco minutos son suficientes. De esta forma se mantienen prácticamente inalterables sus nutrientes y los compuestos fitoquímicos tan interesantes para la salud. En este sentido, hay estudios que inciden en que los tiempos de cocinado largos, como los del hervido tradicional o el empleo de agua en el microondas, complican la retención de los bioactivos de las crucíferas.

Gratinado, formando parte de una tortilla, acompañando distintos tipos de pasta, elaborando un carpaccio, en arroces o aportando mucha vistosidad a ensaladas. Así se puede preparar el brócoli después de haberlo cocinado previamente, hervido o ligeramente escaldado. Pero no son las únicas: en calderetas, cremas, rollitos, tempuras, chips... A José Carlos Martín una ensalada que le gusta mucho es la que lleva brócoli, tomate, queso fresco, orégano, albahaca y un buen aceite de oliva virgen extra.

Además, una de las formas más interesantes de prepararlo es salteado con aceite. Aunque esté muy caliente, en el interior de los floretes de la crucífera no se alcanzan temperaturas demasiado altas, así que sus propiedades se respetan bastante bien. Para una ración de unos 150 gramos se recomienda utilizar dos o tres cucharadas soperas de aceite.

Consejos para su consumo

La asociación +Brócoli, que desde hace años promueve el consumo de esta verdura, ofrece algunos consejos a tener muy en cuenta. Por ejemplo, relacionados con su apariencia. Y es que debe tener un color verde intenso. Si se compra fresco, en cuanto empieza a amarillear es síntoma de que ha perdido vitaminas y minerales. Si está congelado es importante no romper la cadena de frío para que mantenga todas sus propiedades.

Por otra parte, se aconseja guardarlo en el frigorífico, preferiblemente en bolsas de plástico grandes o perforadas, si no está protegido por un film. Por último, como la mayoría de las verduras, no debe lavarse antes de meterlo en la nevera, ya que el exceso de humedad favorece la aparición de moho. También se recomienda consumirlo entre tres y cinco días después de comprarlo, y en caso contrario, congelarlo.

lunes, 18 de junio de 2018

Mandarinas y clementinas, mucho más que un postre

(Un artículo de Alejandro Toquero en el Heraldo de Aragón del 25 de noviembre de 2017)

Aunque son frutas parecidas, las clementinas son las que más se consumen por la irrupción de muchas variedades híbridas.

En general, al hablar de mandarinas, se tiende a pensar que hay dos productos claramente diferenciados: uno dulce, de calibre mediano, que se pela fácilmente y muy aromático. Y otro de mayor tamaño, en el que la presencia de semillas en los gajos es habitual, en cuyo sabor predomina la acidez y que tiene la piel muy pegada al gajo.

Este último fruto es el que más se parece a la naranja y el que mejor responde a la idea de lo que es una mandarina. Al otro, que de forma mayoritaria está presente en las fruterías y en los lineales de los supermercados, se le conoce con la denominación genérica de clementina. Sin embargo, no hay una sola variedad. Son múltiples las variedades híbridas de clementinas que se han desarrollado para intentar garantizar su presencia en el mercado durante prácticamente todo el año, desde septiembre hasta principios de verano.

La frutera Ana Cameo, que tiene su tienda en el barrio de Casablanca, lo sabe bien. Las primeras clementinas que recibe son las satsumas japonesas, y las últimas de la temporada, las orri, una variedad híbrida que hace cuatro años se desarrolló en Israel. Destaca por su presencia de azúcares y un contenido ácido muy compensado. La pulpa es de color naranja, de textura fina y jugosa, así que su degustación proporciona una sensación organoléptica especialmente agradable. "Es una de las variedades que más les gusta a los clientes y prácticamente se puede encontrar hasta el mes de junio", comenta Ana.

La historia de estas frutas

Para entender el protagonismo que hoy en día tiene la clementina hay que retrotraerse a finales del siglo XIX, cuando el hermano Clemente, un religioso que trabajaba en una granja agrícola en Argelia, tuvo la idea de fecundar con el polen de un toronjo (árbol que produce frutos amargos) las flores de un mandarino.

De aquel experimento surgió una variedad totalmente nueva; un fruto más bien dulce, sin apenas semillas y con la piel fina, por el que se volvían locos los niños del orfanato en el que vivía este religioso. Su cultivo se extendió por el Mediterráneo y fue algunos años después, en 1929, cuando este descubrimiento recibió la denominación de clementina.

Desde entonces hasta hoy se han desarrollado decenas de variedades de este híbrido o cruce natural entre especies. Lo sabe bien Agustín Gomis, socio de www.naranjasdelicia.com, que desde Riola (Valencia) distribuye esta fruta por toda España vendiendo cítricos a domicilio por internet. Agustín comenta que la clemenrubí y la clemenules "son dos de las que más aceptación tienen entre los clientes".

La primera es más tempranera. Se empieza a recolectar entre finales de septiembre y principios de octubre. Tiene un tamaño de pequeño a mediano y es de excelente calidad, muy similar a la variedad oronules. De hecho, se originó por mutación espontánea de yema en un árbol de clementina oronules en 1996.

La clemenules es más grande. "Tiene forma achatada, como si fuera un platillo volante –explica Agustín Gomis– y su color es de un intenso naranja, además de ser bastante dulce y apenas tiene estopa, por lo que el gajo es muy jugoso".

En cualquier caso, hay que decir que el mercado y los gustos de los consumidores son muy caprichosos a la hora de decidir qué tipo de mandarina o clementina triunfa cada temporada. Lo sabe bien este productor valenciano: "Hay años en los que llueve bastante y el fruto es más grande y lo que demanda la clientela son variedades más pequeñas, y otros años, por lo que sea, se ponen de moda las de mayor calibre".

En general, para la mandarina suelen establecerse tres tamaños. De esta forma, a la hora de hacer la selección, se obtienen las categorías extra, primera, segunda y destríos. Los fruteros recomiendan decantarse por los intermedios. En este sentido, la vista no es una buena consejera, ya que las de tamaño grande, además de que normalmente tienen más estopa, suelen estar más secas.

En la cocina...

El consumo mayoritario de esta fruta es en fresco y de ella, lo que más se valora, es lo cómoda que resulta de pelar y de comer gajo a gajo. Por eso es un tentempié ideal para tomar entre horas que, sobre todo, se ha adaptado estupendamente a los gustos de los más pequeños de la casa.

Más difícil resulta verla como ingrediente de primeros y segundos platos, aunque no tanto a la hora de elaborar postres de todo tipo, [...]

A Sergio Ortas le gusta utilizar esta fruta incluso más que la naranja. "Me parece que es muy perfumada y tiene los azúcares más bajos; además, aunque esté dulce, la parte cítrica siempre destaca bastante", afirma el cocinero. También sugiere que su presencia, con su frescura y dulzor, puede contrarrestar el protagonismo graso de otros ingredientes.

Mucha versatilidad 

A la hora de trabajarla se refiere a la posibilidad de convertirla en zumo, sopa, mermelada, gelatina, espuma, mousse... Además, en prácticamente cualquier ensalada va a encajar bien la presencia de frutos secos y de unos gajos que van a aportar carácter, además de color y vistosidad, al plato. O, por ejemplo, en un carpaccio de langostinos marinados con cítricos, donde el jugo de la mandarina y su ralladura resultan muy interesantes.

Para elaborar un ceviche también se puede recurrir a nuestra protagonista, cuya presencia contribuye a refrescar esta receta. Esta idea, precisamente, la de un producto muy refrescante, está detrás de lo bien que combina con las carnes grasas e, incluso, con la caza, pudiendo elaborar una salsa ligera o un chutney más contundente.

sábado, 16 de junio de 2018

Espárragos trigueros: explosión de color y sabor en el plato

(Un texto de Alejandro Toquero en el Heraldo de Aragón del 12 de mayo de 2018)

El espárrago triguero de temporada se puede disfrutar hasta junio. Es un producto versátil, sabroso y colorista, que encaja en preparaciones frías y calientes.

Aunque la temporada del espárrago verde o triguero parece no acabar nunca porque durante todo el año está visible en supermercados y fruterías, lo cierto es que es ahora, en primavera, cuando se pueden consumir los más cercanos. En España, la mayoría se cultivan en Córdoba, Granada y Jaén, y a finales de mayo y junio empiezan a llegar de Guadalajara y Ciudad Real. Durante el resto del año, Perú y Chile son los mayores exportadores.

En Aragón también están presentes. Eso sí, pocos y para un consumo muy local. En el valle del Ebro su producción es simbólica, ya que casi todo el protagonismo lo acapara el espárrago blanco. [...]

Jesús Aranda es el propietario de Frutas Jesús (c/ Mayor, 59. Zaragoza) [...] Jesús destaca su finura y el hecho de que no haya que pelarlos. Él tiene una preparación favorita, que sirve para cualquier triguero. "Los lavo, los pongo en un plato y los tengo un minuto y medio en el microondas para que queden tiernos; luego, se terminan de hacer a la plancha, un poco de sal gorda por encima y listos; por fuera quedan crujientes y por dentro de una textura muy agradable al paladar".

En Fuendejalón, las hermanas Blanca y Mari Carmen Rodríguez, propietarias del restaurante Rodi  [...] reconocen que los trigueros cada vez tienen más protagonismo en el campo. "El espárrago blanco lleva mucho trabajo –explica–, hay que estar muy encima de él y recogerlo a diario, porque si el agricultor se descuida y se pone un poco morado se deprecia bastante; el verde, en cambio, no es tan exigente".

Al cocinarlos, Blanca comenta que "son bastante versátiles y se puede aprovechar todo". Para la crema que se reseña en estas páginas, por ejemplo, ella reserva la parte más dura del tallo. Esos trozos también pueden servir para reforzar un caldo de verduras.

Los de principio de temporada apenas hay que pelarlos, aunque a medida que avance la primavera y entremos en junio, sí que es aconsejable. Ya lo dice el refrán: los espárragos de abril, para mí; los de mayo, para el amo y los de junio, para el burro.

Esta cocinera comenta que encajan en todo tipo de preparaciones, frías o calientes. En caso de cocerlos, aconseja un breve escaldado de apenas un minuto y medio o dos. Y para que su verdor no pierda fuerza se recomienda ponerlos inmediatamente en agua con hielo. Así cocidos se pueden degustar directamente o incluir en ensaladas.

Su amplia versatilidad admite desde la ya clásica presencia en revueltos o tortillas, a acompañamientos de un nivel mayor, como podría ser con foie y con trufa negra ‘Tuber melanosporum’ rallada por encima y sal maldon. Eso sí, después de haberlos marcado en la plancha.
El recetario tradicional aragonés también invita a localizar su presencia en platos como el guiso de jarretes de ternasco. Y si se asa una pierna de cordero, una buena compañía puede ser una salsa elaborada con cebolla, ajo, tomate y laurel, todo bien triturado, a la que después se incorporan unos trigueros y alcachofas troceadas.

[...] Además del espárrago verde de cultivo, el cocinero José Manuel Martínez sugiere pasear por el campo para localizar esparragueras silvestres. "Suelen aparecer en setos, matorrales y montes de encinar; tienen una planta de tallos leñosos que puede llegar a medir metro y medio", comenta.
En cuanto a sus características, explica que los brotes tiernos de la esparraguera silvestre –los llamados espárragos trigueros– "son más finos que los de las fruterías, pero más sabrosos; encontrarlos y recogerlos es entretenido y tiene la recompensa de que un manojo se convierte en un manjar para hacer una tortilla o un revuelto". También aconseja degustarlos cocidos o salteados con un poco de aceite, y si no tenemos tiempo, "incorporarlos a una lata de cocido o a una ensalada campera de bonito".

viernes, 15 de junio de 2018

La absenta, una bebida para perder la cabeza

(Un texto de Francisco López-Seivane en El Mundo del 26 de febrero de 2017)

Acaba de nacer, en las montañas del Jura, la Ruta de la Absenta, un recorrido que comienza en Pontarlier (Francia) y finaliza en Couvet (Suiza), o viceversa. La ruta atraviesa bellos paisajes alfombrados de ajenjo y recorre los principales lugares relacionados con el advenimiento y elaboración del controvertido espirituoso, sobre todo la Maison de l'Absinthe, en Môtiers, autentico museo de la historia de este licor lechoso que hoy está de nuevo de moda, pero que fue hasta hace poco una bebida maldita, prohibida en medio mundo y fuente de inspiración de la bohemia parisina.

Muy pocas bebidas han generado la histeria y mala fama que rodeó a la absenta a finales del siglo XIX, comparable a la que generó el LSD en los años 60. A su adicción se le atribuían males sin cuento e incluso supuestos daños mentales y degenerativos que habían afectado a la mayoría de los artistas y escritores de la bohemia parisina. Incluso dicen que Van Gogh se cortó la oreja para regalársela a una prostituta bajo el influjo de la absenta. Es verdad que tanto él, como Rimbaud, Baudelaire, Gauguin, Toulouse-Lautrec, Oscar Wilde, Manet o Picasso, entre otros muchos, eran bebedores empedernidos de absenta, a cuyos efectos alucinógenos se atribuían todo tipo de conductas depravadas. También podríamos incluir en esa lista a Hemingway, quien, como es bien sabido, no se perdía nada que pudiera beberse, con tal de que no fuera agua.

El mejunje nació en Couvet, en el Val-de-Travers, en la frontera entre Suiza y Francia. Recorrí ese valle no hace mucho, camino de Chaux-les-Fond, la capital mundial de la relojería. Es un lugar desolado, cubierto de praderías y rodeado de montañas calizas, conocido en la comarca como La Siberia Suiza por su clima extremado. Sin embargo, debido a su altura y climatología, allí se da muy bien el ajenjo, ingrediente básico de la absenta.

La fórmula original se le ocurrió a un doctor local, llamado Pierre Ordinaire. El preparado se vendía en un principio en farmacias como medicina natural y el ajenjo aún se vende en muchos herbolarios. El médico, alquimista y astrólogo Paracelso ya aseguraba en el siglo XV que es una planta que produce insomnio y alucinaciones. El también astrólogo, físico y farmacéutico, Nicholas Culpeper, escribió en el siglo XVII que «limpia el cuerpo de ira, provoca la orina y ayuda cuando se siente el estómago lleno». Y recetaba: «Tómense las flores de ajenjo, de romero y espino negro, todas ellas en la misma cantidad, y la mitad de azafrán. Hiérvase todo en vino, pero no añada el azafrán hasta que esté todo prácticamente hervido. Esta es la manera de mantener la salud corporal de un hombre».

Los legionarios franceses llevaban un preparado en su equipo para combatir el cólera, ya que el ajenjo siempre ha sido tenido por un gran tónico del tracto digestivo, así que estamos ante una planta de grandes propiedades, que lo mismo sirve para entonarse que para curar. Lo importante en ambos casos es tomarla con medida, lo que no siempre ocurría entre los legionarios franceses. Alejandro Dumas llegó a afirmar en el siglo XIX que la absenta había matado a más soldados franceses en el norte de África que las balas del enemigo.

En 1797, Henri-Louis Pernod construyó la primera destilería en Pontarlier, al otro lado de la frontera, ya en Francia, y para finales del siglo XIX ya había convertido la absenta en la bebida de moda entre los intelectuales parisinos de l'art nouveau. Montse Kassamakov, catalana a pesar de su apellido y directora de la Casa de la Absenta de Moitier, opina que «también ayudó a la liberación de la mujer, que en el siglo XIX, e incluso en la primera mitad del siglo XX, no gozaba de la libertad que tiene ahora. El discreto color blanco lechoso de la absenta le daba un cierto aspecto respetable que animaba a ciertas mujeres a sentarse en la mesa de un café y beberla tranquilamente a sorbitos como si tal cosa, mientras charlaban muy serias de las nuevas tendencias. Durante la Belle Epoque ya era muy común que las mujeres de la intelectualidad y del mundo del espectáculo se despacharan sus lingotazos de absenta con la mayor naturalidad, igual que lo hacían sus pares masculinos».

En 1915, un tal Leopoldo Marín escribía en El Correo de Valencia que muchas tanguistas confesaban su debilidad por la absenta porque «es verde como las pupilas de la lujuria y tiene una borrachera dulce y sin escándalo que adormece perezosamente». Si bien, como ha confirmado un reciente estudio, parece que ya entonces las mujeres bebían mejor y sabían mantenerse en la zona de seguridad, sin traspasar esa línea en la que se pierde el control.

El punto álgido de la «locura de la absenta» se alcanzó en 1905, cuando Jean Lanfray, un alcohólico de nacionalidad suiza, disparó en estado de embriaguez a su esposa y a dos de sus hijas. El hombre declaró en el juicio que lo hizo porque su mujer se había negado a limpiarle los zapatos. AI parecer, ese día había bebido grandes cantidades de vino, coñac, brandy y crema de menta, pero la culpa recayó sobre las dos copas de absenta que también había tornado. A esto siguió un vendaval de ira antiabsentista que consiguió prohibir la bebida en Estados Unidos y en la mayor parte de Europa, con la excepción de Gran Bretaña, tan amiga siempre de circular a contramano.

En Suiza se prohibió en 1910 y en Francia en 1915, lo que supuso el inicio de una etapa de clandestinidad, que añadió leyenda a su consumo. «Parece que las iglesias (católica y calvinista) tuvieron mucho que ver en la prohibición, ya que las distintas órdenes se financiaban principalmente con sus viñedos y licores, y la absenta era una amenaza comercial, así que es plausible que presionaran al gobierno de turno para que la prohibiera con cualquier pretexto», asegura Montse Kassamakov.

Como resultado de la prohibición, los sótanos de las casas del Val-de-Travers se convirtieron en destilerías clandestinas camufladas con mucha maña y la absenta pasó a ser una droga prohibida, conocida como la Fée Verte (la musa verde), por sus supuestos efectos alucinógenos. Su ingrediente principal, ya se ha dicho, es la absenta o ajenjo, aunque también puede contener anís, regaliz, hinojo, melisa, menta, enebro..., pero los tres principales, la llamada Santísima Trinidad, son la absenta, el anís y el hinojo. A partir de ahí, cada maestrillo tiene su librillo.

Es bien conocido en Suiza un hecho real que ocurrió cuando Miterrand visitó el país en época de la prohibición y el chef del restaurante donde cenaba aquella noche en Neuchatelle preparó un postre a la Fée Verte, que era el nombre en clave con que se conocía la bebida en los años de la clandestinidad. AI presidente francés le encantó, naturalmente, pero el chef terminó detenido, juzgado, multado y deprimido. No hace falta añadir que también perdió su trabajo. En un pequeño restaurante de carretera probé el postre a la musa verde, que ahora se ofrece abiertamente, y descubrí su secreto: un helado de vainilla con un pocito lleno de absenta. Muy bueno, por cierto.

Donde más auge alcanzó la absenta fue en Francia, de la mano de Pernod. Allí era conocida como Verte (Verde) en contraposición con la Bleu (Azul) que se tomaba en Suiza, o la Bohemia checa, que solo tenla alcohol y ajenjo. En Alemania, en los años de la clandestinidad, se llamaba Hausgemacht (hecha en casa) y aun se sigue vendiendo con ese nombre y un tufo de clandestinidad interesada que va muy bien para el marketing, a pesar de que ya es legal también allí. lncluso en España se hacía un tipo de absenta, más dulce, al que se le añadía anís y cítricos.

Antes de la aparición de la absenta, el ajenjo ya era un ingrediente popular para dar sabor a las bebidas alcohólicas. El vermut, por ejemplo, se inventó en Italia a finales del XVIII y debe su nombre al alemán wermut (ajenjo). Muchas marcas siguen incluyéndolo en sus recetas: Punt e Mes, Chartreuse verde, Benedictine...

La absenta -que se mueve entre los 65 y los 89 grados- se toma en unas copas muy especiales, abombadas en su base, que suelen ser transparentes como el agua o incluso un poco verdosas, dependiendo de las hierbas que la compongan. Después, en un ritual característico, se coloca sobre la boca de la copa una cuchara perforada, se pone un terrón de azúcar y se echa agua sobre él, en una proporción de 3 a 5 partes de agua por una de absenta, según se prefiera más o menos fuerte. Los azucares y el agua le dan a la absenta su color lechoso y le sacan los aromas de las distintas plantas, además de matar el amargor.

Los interesados en conocer esta ruta y esta bebida deben saber que ya es legal de nuevo en Suiza desde 2005, y en Francia, desde 2011. Como queda dicho, el centro/museo principal y más interesante esta en Motiers, justo al lado de la casa donde vivió, voluntariamente exiliado, Rousseau, que tampoco le hacía ascos al licor.

martes, 12 de junio de 2018

Cocinando al ‘ast’



(Un texto de Francisco Abad Alegría en el Heraldo de Aragón del 20 de enero de 2018)

Al 'ast', el espetón o espeto, una guía de metal o caña en la que se ensarta la vianda que se asa girando ante la fuente de calor. 

El espetón se llama así por herencia de la espada o estoque; también por el instrumento metálico que emplea el herrero para ayudarse y el metalúrgico para iniciar la colada de hierro fundido, rompiendo la boca del alto horno. Ensartar en un palo una pieza de carne o un pescado tiene el problema de que el instrumento es combustible y por eso no aguanta una prolongada exposición al fuego o la brasa. La excepción es el andaluz espeto de sardinas, que es un ensartado de sardinas en una tira aguzada de caña, que sirve porque el pescado se asa antes de que se pueda quemar la madera.

Se rastrea esta forma de asar desde muy antiguo; no me refiero a las películas de batallitas medievales, que siempre tienen una ternera asando al espetón en medio del campamento y un zafio y grasiento criado dando vueltas a la manivela. Por ejemplo, el romano Apicio, en el siglo I, ya habla de asados al espetón, que compagina con recetas de asado al clíbano, pequeño horno semiportátil de tierra cocida en el que se basa el asado «entre dos fuegos» que luego se difundiría en nuestras cocinas gracias a ollas cerámicas y de hierro fundido con cobertera. El libro catalán que recoge a principios del siglo XV, además de otras fuentes, el conocido 'Sent Soví (Llibre d'aparellar de menjar)' anota bastantes recetas de asado y casi todas se confeccionan con espetón, incluidas las aves pequeñas. El clásico español de cocina, el ítaloaragonés Ruperto de Nola (primer tercio del siglo XVI) refiere fórmulas de asado mayoritariamente hechas con espetón, a menudo tras dorar previamente la pieza por asar (perdigar), aunque también emplea el horno común y el asado en olla con cobertera con brasas en la base y sobre la tapadera («entre dos fuegos»); Domingo Hernández de Maceras copia en buena medida a Nola a principios del siglo XVII y el cocinero real Martínez Montiño transcribe muchas de las recetas de Nola, además de incorporar otras de raíz italiana y francesa por la misma época. El testimonio de nuestro Altamiras (siglo XVIII) certifica que el espetón acaba cediendo su protagonismo con la victoria del horno, pequeño o grande, o el asado entre dos fuegos; es evidente que el espetón, salvo algunos mecanismos de relojería que movían espetos adecuados a piezas de tamaños pequeños o medianos, requiere una dedicación muy alta de tiempo, imposible si no se dispone de manos serviles de bajo precio y se reserva para piezas excepcionales.

LAS FÓRMULAS CLÁSICAS

La técnica de asado al espetón es muy simple: se fija la pieza al hierro, inmovilizándola para que no se mueva al girar, y se asa volteándola sin cesar, pacientemente. Para mejorar el resultado se emplean tres técnicas: el perdigado o dorado previo, que mantiene cierta jugosidad interior además de dar un hermoso color superficial; el albardado, que preserva del exceso de calor exterior mediante lonchas de tocino u hojas de papel engrasado, permitiendo que el calor difunda suavemente hacia el interior; y el relleno, que además de enriquecer el conjunto de asado, dándole más materia y aromas adicionales, favorece una difusión más homogénea del calor por toda la pieza.

No tiene sentido detenerse en el detalle de las diversas fórmulas. Se encuentran ejemplos interesantes de asado simple tras perdigar en manteca o aceite, cuidando la duración del proceso según la cualidad del producto, siendo necesariamente breve para aves pequeñas, que quedan secas y astillosas con calor prolongado; el asado se suele servir con un salseado generalmente acuoso, algo ácido y generalmente alegrado con zumo de naranja o limón. Martínez Montiño mejora el resultado de la paloma torcaz asada, de carne muy dura, haciéndola incompletamente, para luego cocerla con tocino y cebollas y una picada de almendras, agraz y azúcar. El mismo Martínez Montiño ilustra la preparación de asados rellenos de cabrito, conejo, perdiz y pechugas de pollo, elaborando el relleno con higadillos, tocino, algunas hortalizas, especias y huevo batido, introduciéndolo en el animal, cosiendo la abertura, perdigando la pieza y asándola en espetón tras lardear con tocino o papel engrasado. La práctica más frecuente es el lardeado o recubrimiento de la pieza con tocino y en épocas modernas con papel engrasado; esta práctica ya es patente en la Roma del siglo I, para hacer la liebre al espetón y la encontramos siglos después, por ejemplo en Nola (llama el cocinero del siglo XVI «emborrozar» al lardeado de pavos o capones); en Martínez Montiño un siglo después, para todo tipo de asados, y en nuestro Altamiras a mediados del XVIII, reservándose para piezas de gran tamaño, como una pierna de carnero o ternera.

LAS FÓRMULAS EVOLUCIONADAS

Ya en el siglo XVII encontramos algunas recetas de asado en espetón modificado mediante una envoltura de masa, que no busca simplemente proteger la superficie del asado del calor más violento, sino también un forro o capa crujiente y blanda, empapado en el jugo del asado, que enriquece el resultado final. La evolución de tal variante ha sido paralela a la de algunas 'castradas', preparados generalmente de carne guisada, envueltos en masa y cocidos en un recipiente entre dos fuegos; una empanada jugosa que no admitiría el horno porque se desharía y que llega hasta fechas relativamente recientes.

Martínez Montiño hace un asado de filetitos de ternera ensartados en esperón, envolviéndolos con una plancha muy fina de masa de harina sin azúcar, lardeando después el conjunto y también otro de aves que mientras se asan van envolviéndose en una pasta fina de huevos, leche, harina y mantequilla, semejante a la de crepes, que se adhiere al asado y dora al tiempo.

A la víspera de nuestro tiempo ha llegado una receta de origen verosímilmente bajo-navarro, probablemente de la corte de Enrique IV de Navarra y Francia: el 'gâteau a la broche' (pastel en espetón), que al pervivir como pastel nupcial en la zona navarra de Valcarlos, derivó en 'katalabrox'. Un cono de madera de chopo ensartado en el espetón se cubre con papel fino, que se ata, y puesto ante el fuego bajo se va recubriendo pacientemente de capas de una pasta similar a la de las crepes adicionada con almendras picadas y bastante azúcar (la fórmula exacta, hasta hace años casi perdida, me la dio M.ª Dolores Echeverría, de Valcarlos, pero no tiene mucho interés aquí, porque dudo que alguien se ponga a elaborar el pastel a estas alturas); así se va haciendo un cono hueco de sucesivas capas de pasta que cuajan con el calor. Ese cono, ya frío, se desmolda, poniéndolo derecho sobre una fuente y rematándolo con una manzana dulce bien roja, sirviéndose (hace años) en el banquete de bodas a modo de montañés pastel nupcial; sí lo piensan recuerda a... ¡exacto, eso mismo!
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