miércoles, 24 de abril de 2013

Pimientos rellenos: uso y disfrute



(Extraído de un artículo de Alejandro Toquero en el suplemento gastronómico del Heraldo de Aragón del 19 de mayo de 2012)

[…] esta preparación culinaria apenas tiene complicación, puedes quedar estupendamente, gusta a casi todo el mundo y es perfecta como aprovechamiento de cantidad de productos. Pescado, marisco, carne, queso, verduras, arroz... En los pimientos rellenos cabe casi de todo y lo bueno, además, es que en función de la época del año «encajan a la perfección con preparaciones frías y calientes», comenta Banqueri. Por ello, ahora que llega el calor, sugiere algo sencillo como abrir una lata de ventresca de atún, picar cebolla de Fuentes, tomate y pepinillo, ligar con un poco aceite y vinagre, y rellenar.

En las preparaciones en caliente, los que se rellenan recurriendo a la elaboración de una bechamel son, sobre todo, aquellos en los que se utiliza pescado y marisco. «Consigues que sean consistentes […] y que no se vacíen cuando los manipulas ». Ligar la carne con una bechamel ligera también es muy habitual, explica Banqueri, «quedan más cremosos, pero también son un poco más pesados».

Para los de carne, Joaquín Muñoz ofrece una receta muy tradicional y que se adapta a cualquier tipo de despiece. La carne picada se prepara sobre un fondo de cebolla, ajo y unas gotas de vino de Jerez, condimentada como si fuera un embutido con pimentón dulce y ligada con un poco de huevo. Claro, luego está la nobleza de la materia prima. Si utilizamos para relleno la carne de guiso rabo de buey, y, como acompañamiento la misma salsa donde lo hemos cocinado, seguro que el nivel de exigencia también tendrá su recompensa.

El relleno, por supuesto, es muy importante, pero tanto o más lo es el pimiento al que se recurre. Un buen piquillo fino, maduro, bien rojo y asado al fuego de leña es a de las mejores opciones, asevera Joaquín, que hace especial hincapié en esto último, en el hecho de que cuando abras la conserva «enseguida te venga a la nariz el aroma inconfundible de la leña». En los que se asan así, siempre suele aparecer reflejado en la etiqueta.

Se puede trabajar directamente con ellos, pero Juanjo recomienda (en el caso de los piquillos) abrir el bote o la lata, limpiarlos bien y terminar de confitarlos en el horno una o dos horas a baja temperatura antes de rellenarlos. «Se arrugan un poco y quizá quedan más feos, pero el sabor se concentra muchísimo», asegura.

En el caso de utilizar el morrón, los dos cocineros desaconsejan recurrir a la conserva y animan […] a asarlos en casa. Es muy sencillo y quedan perfectos. En 45 minutos o una hora los tendremos listos. Primero, con el horno fuerte para que se queme un poco la piel y se pelen más fácilmente, para terminar de hacerlos a una temperatura más baja. Una vez asados, Juanjo Banqueri recomienda envolverlos en una bolsa para que suden durante 15 o 20 minutos y la piel se elimine mejor. Por último, se quitan las pepitas y ya los tenemos listos para rellenar.

«Es un bocado más carnoso -comenta Muñoz- frente al piquillo que es más fino y delicado en el paladar». Juanjo, sin embargo, cree que «no hay muchas diferencias de sabor; en un caso comes menos pimiento y más relleno y, en el otro, al revés». Centrándonos en el morrón, al menos hay dos formas de utilizarlo para rellenar. El jefe de cocina de La Parrilla de Albarracín reconoce que es un pimiento «grandote y con uno que comas ya te quedas bien». Él, sin duda, prefiere utilizarlos enteros, aunque Joaquín Muñoz ofrece una alternativa: «Una vez asados y después de haber quitado la piel y las pepitas, se pueden sacar dos o tres filetes hermosos, y con ellos hacer una especie de rulo que igualmente admite infinidad de posibilidades».

Rebozados y empanados, con una masa orly, también son muy habituales, sobre todo en las barras de los bares de tapas, donde es un producto muy demandado. «Es una manera un poco más pesada de comerlos», explica Banqueri, mientras que su compañero tiene claro que «al que le gusta mucho el pimiento, generalmente no lo come rebozado, ya que oculta bastante su sabor».

La última parte de este relato la vamos a dedicar al acompañamiento, a esas salsas o recursos gastronómicos que habitualmente ponen la guinda a nuestro protagonista. Juanjo Banqueri, por ejemplo, no es muy amigo de la socorrida salsa a base de nata y pimientos triturados. Él, más bien, aconseja recurrir al jugo que queda una vez asados en el horno «porque ahí está concentrado todo el sabor del pimiento». Luego, claro, dependerá del relleno. En el caso del de ventresca reseñado al principio recomienda un poco de mayonesa, salsa rosa o mayonesa de sidra. Y para los calientes, si son de carne, cualquier salsa de carne.

Otras posibilidades pasan por presentarlos tal cual, sin acompañamiento. Muñoz pone el ejemplo de un morrón recién asado que «rellenas con queso de cabra, pimiento caramelizado, parmesano y carne de membrillo, y que al tostarlo un poco en la plancha funde el queso en el interior ligando todos los ingredientes». Otra opción son los balsámicos o reducciones de vinagre de Módena, poniendo simplemente una pincelada, o acompañarlos con cremas como la de puerros o de coliflor.

Aunque los pimientos de piquillo y morrón son los grandes protagonistas de los rellenos, el conocido como italiano, verde, fino y alargado, también es, por decirlo así, 'rellenable'. Juan José Banqueri comenta que no se utilizan tanto como los otros dos, pero tiene sus peculiaridades. «Lo habitual es freírlo más que asarlo e igualmente se pela antes de rellenarlo; lógicamente, uno de sus inconvenientes es que coge bastante aceite». Una opción más es la de los pimientos del cristal, una variedad muy precoz. La delicadeza de su carne hace muy difícil que a la hora de pelarlos se extraigan enteros. Para rellenarlos, se pueden utilizar varias tiras cruzadas y cerrarlos con un palillo. Sencillamente acompañados de queso y anchoa están exquisitos. 

Mucha vitamina C y escaso aporte calórico

El agua es el principal componente del pimiento, lo que hace que sea una hortaliza con un bajo aporte calórico. Como el resto de las verduras, su contenido proteico es muy bajo y apenas aporta grasas. Eso sí, es muy rico en vitamina C, sobre todo el pimiento rojo. De hecho, contiene más del doble de la que se encuentra en frutas como la naranja o la fresa. También es destacable su contenido de provitamina A que el organismo transforma en vitamina A conforme lo necesita.

lunes, 22 de abril de 2013

Oronjas



(La columna de Martin Ferrand en el XLSemanal del 15 de noviembre de 2009)

Sin despreciar las de primavera, grandiosas, son las de otoño las reinas de todas las setas que, para nuestra alegría 'gastrosófica', comemos cada año. […] Amanitas caesareas -oronjas, según el DRAE- que justifican la pasión que por ellas sentía Julio César, aunque su verdaderamente devoto fue el emperador Claudio, que, según cuenta Robert Graves, las hocicaba.

Su especializadada glotonería le costó la vida porque la malvada Agripina, su mujer y su sobrina a un mismo tiempo, le añadió a la cazuela en que se las preparaba una Amanita phalloides -la cicuta verde que decía Cicerón - y se lo llevó por delante.

Puestos a amanitas y al Imperio romano digamos, de paso, que Nerón - ahijado y colega de Claudio- gustaba de comerlas en crudo acompañándolas de dulces uvas de moscatel. […] La amanita es siempre Un gozo que sólo tiene un inconveniente, su condición tremendamente efímera. Ninguna otra seta, ni las de su peligrosa familia --desde la muscaria hasta la vaginata-, mantiene su textura durante tan poco tiempo después de cazarlas... Porque las setas se cazan y son indigestas, su único inconveniente.

sábado, 20 de abril de 2013

Huevos estrellados



(La columna de Martin Ferrand en el XLSemanal del 29 de mayo de 2011)

Una de las primeras tertulias literarias que tuvo Madrid la creó Nicolás Fernández de Moratín, en 1771, en la que entonces era Fonda de San Sebastián, en la calle del mismo nombre, entre Atocha y la plaza del Ángel. Allí acudían José Cadalso, Gaspar Melchor de Jovellanos, Francisco de Goya, Juan Meléndez Valdés, Félix María de Samaniego... y todos los intelectuales de la época de marcado talante liberal.

En ocasiones solemnes, como la presentación de alguna obra traducida de los grandes europeos -parece que en la de una de J. J. Rousseau -, el dueño del local, un italiano llamado Gippini, les preparaba a los reunidos unos huevos estrellados que sorprendieron a uno de aquellos ilustres contertulios, Tomás de Iriarte, que les dedicó una fábula que arranca de este modo:  «Más allá de las Islas Filipinas / hay una que ni sé cómo se llama, / ni me importa saberlo, donde es fama / que jamás hubo casta de gallinas». Según el poema, un buen día llegó a tan ignota isla un viajero con su propio gallinero y se implantaron los huevos cocidos. Después «... un habitante / introdujo el comerlos estrellados».

Es la primera referencia escrita que conozco a una preparación de los huevos con patatas que muchos creen actual, contemporánea, y que Lucio (Cava Baja, 35), un restaurante que en Madrid hace las veces de la Plaza Mayor -lugar de encuentro para ver y ser visto-, los tiene como enseña de la casa. Su versión finolis es la que prepara Iñaki Camba en Arce (Augusto Figueroa, 32, Madrid): la yema de un huevo, sobre una cazoleta de patata frita, aderezada con polvo de trufa. Pero que conste, la cosa empezó con Moratín.

jueves, 18 de abril de 2013

Consejos para preparar paella



(Un texto leído en El Magazine de El Mundo del 11 de julio de 2010)

Recomendaciones

1. CALIDAD y CANTIDAD. Use una paella para el doble de comensales de los que va a tener, porque cuanto más fina sea la capa de arroz, mejor será el resultado. Deben emplearse, y en cantidad suficiente (porque no hay nada peor que una paella sin tropezones), verduras de temporada, carnes o pescados frescos y, por supuesto, un aceite que no se haya utilizado antes.
2. FUEGO. Gas o leña, es indiferente, pero lo que sí es fundamental es que el calor se distribuya por todo el fondo de la paella para que la ebullición sea homogénea. Si se hace con madera, los cánones mandan que debe ser de naranjo u olivo (la de pino no vale por ser muy humosa). Así, cogerá el sabor de la leña y quedará más sabrosa, pero hay que tener en cuenta que es más difícil de preparar.
3. CUIDAR EL TIEMPO. Mínimo se requieren 35-40 minutos si se hace con gas y casi una hora y media si es con leña. Primero hay que sofreír a fuego lento y, sólo cuando se añade el caldo, dar un golpe de fuego. Con gas, desde que se inicia la ebullición, la cocción tarda unos 18 minutos: los 10 primeros debe cocer a fuego fuerte y los ocho últimos a un ritmo más suave.
4. PROPORCIONES. Aceite, arroz y agua. Si encuentra la proporción ideal entre estos elementos es difícil que la paella le salga mal. Pero no es tarea sencilla. Si falta aceite, el arroz puede quemarse; sí sobra, quedará muy pesada. Si se pasa de agua, el arroz se deshará y si no llega, estará duro. ¿Y cuál es la medida? No hay respuesta porque depende de la intensidad del fuego, del diámetro de la paella (a mayor superficie, mayor evaporación), la dureza del agua... A modo orientativo: un kilo de arroz requiere unos cinco litros de agua.
5. LIMPIEZA. La tradición manda comer de la paella con cuchara o tenedor paellero para potenciar el sabor. Concluido el festín, la paella se limpiará por ambas caras: primero con arena y limón y, después, con jabón. Por último, se impregna con un poco de aceite. 

Prohibiciones 

l. NO TODO VALE. Existen multitud de arroces secos, que admiten casi cualquier alimento. Pero hay cosas que no se pueden añadir a una auténtica paella: chorizo, salchichas, huevos y aberraciones similares están vetadas por mucho que haya quien las utiliza con el pretexto de que el arroz casa con todo. Y nada de pan, al menos en Valencia, donde no se permite ni para rebañar...
2. NI VITRO NI HORNO. Si un secreto tiene este plato es el arte que debe tener el paellero para regular el calor en función de la velocidad a la que se vaya consumiendo el caldo, algo que es muy difícil en una vitrocerámica. Otro pecado es meter la paella en el horno antes de que se haya terminado la cocción para que el arroz se haga más rápido. El sabor no es el mismo y la textura, tampoco.
3. EN SU PUNTO. Una vez que el caldo rompa a hervir, no se debe remover el arroz, tampoco añadir caldo frío si la  evaporación ha sido demasiado rápida (en todo caso, caliente). Además, es vital ir probando: el arroz estará listo para reposar cuando haya perdido su dureza central, pero aún ofrezca cierta resistencia. Y una vez retirado del fuego, nunca se debe tapar porque se pasaría.
4. DE GRANO CORTO. Aunque el grano largo no se pasa, tampoco absorbe el sabor del resto de los ingredientes. En cuanto al caldo, para la paella valenciana, puede ser de carne (con espinazos, trozos de pollo...), pero si el pollo y el conejo utilizados son de calidad puede añadirse simplemente agua. Por último, hacer este plato usando sólo colorante es casi pecado. Los expertos recomiendan el azafrán (sin pasarse, porque en cantidad genera un regusto a cloro) y, en todo caso, añadir una pizca de colorante para mejorar el aspecto.
5. MIXTA Y SANGRÍA. Los expertos paelleros respetan, pero no recomiendan en ningún caso esta combinación tan a gusto del paladar extranjero. Es preferible tomar de primero una paella de pescado o marisco, de segundo una de carne, y maridar con vino.

martes, 16 de abril de 2013

País de arroz y paella



(Un texto leído en El Magazine de El Mundo del 11 de julio de 2010)

España es un país arrocero: somos el segundo productor europeo sólo por detrás de Italia; la producción nacional (que procede fundamentalmente de Andalucía, Extremadura, Comunidad Valenciana, Cataluña y Aragón) ronda las 800.000 toneladas, y el consumo aproximado es de cerca de 6 kilos de arroz por persona y año. 

Ni que decir tiene que el arroz cocinado en paella es una de nuestras formas preferidas de paladear este alimento rico en hidratos de carbono (cada ración contiene unos 100 gr. de arroz y las mejores variedades para cocinarla son Bahía, Bomba y Senia). 

Tres son las Denominaciones de Origen Protegidas que existen en nuestro país: Arroz de Valencia (que cultiva las variedades senia, bahía y bomba); Arroz del Delta del Ebro (bahía, gleba, tebre y bomba), y Calasparra (bomba y bajilla x sollana).

 l. BAHIA. Arroz de grano medio muy cultivado en la D.O. Delta del Ebro. Cocido, presenta una textura cremosa y garantiza la completa absorción de los sabores. Precio: 1.5 euros/kilo. 

2. BOMBA. De grano redondo, no se empasta después de cocido, ofrece una consistencia adecuada y garantiza una completa absorción de los sabores. Precio: 3 euros/kilo. 

3. SENIA. Sólo se cultiva en algunos humedales de la Comunidad Valenciana. De grano medio, es más difícil de preparar, pero resulta muy sabroso. Precio: 1,5 euros/kilo.
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