martes, 26 de diciembre de 2023

Cómo preparar bien el café con una cafetera de émbolo

 (Un texto de Gonzalo de Diego Ramos en elconfidencial.com del 2 de agosto de 2018)

Es una de las maneras más fáciles, económicas y efectivas de preparar la bebida. Conseguir con ella los mejores resultados requiere, con todo, de una buena técnica. Te explicamos cómo sacarle el mayor rendimiento.
 
En cápsulas, en máquina exprés, en cafetera italiana, en olla, en sifón japonés... Los métodos para preparar el café en todo el mundo son innumerables. Con el tiempo, unos pocos se han ido imponiendo y, entre todo el elenco, la elaboración de la bebida a través de la cafetera de émbolo (también llamada francesa o de pistón) ha conseguido en los últimos años no pocos adeptos.

Se trata de un artilugio que ofrece dos ventajas. Por un lado, lo único que se necesita es agua caliente y grano ya molido. Por la sencillez que conlleva el proceso, en muchas oficinas que no disponen de máquinas de cápsula, es cada vez más corriente encontrar trabajadores que, para la pausa de rigor, se sirven de una de estas cafeteras.

Por otro, el método de prensa francesa es de los más versátiles ya que permite modificar el sabor del café a través de una serie de variables. ¿Más virtudes a destacar? Las cafeteras de émbolo son muy baratas y el precio de un paquete en comparación con las cápsulas es más que notable. ¿Tener listo un buen café con una inversión tan pequeña? Es posible si sigues los consejos que a continuación te proponemos.

Consideraciones preliminares
La mecánica con la que funciona esta cafetera es particularmente sencilla. De hecho, la máquina está constituida solo por dos piezas: un vaso de cristal y una tapa con un pistón dotado de un filtro que separará durante el proceso los posos del líquido.

Como sucede con cualquier otro procedimiento para hacer café, resulta fundamental disponer de una buena materia prima. Altamente recomendable huir, por consiguiente, de la tan criticada tradición española del torrefacto. En caso de duda, mejor el café natural 100% arábiga y si se opta por las mezclas, una óptima opción es recurrir a la experiencia de los fabricantes italianos. 

Uno de elementos con el que podemos experimentar en el caso de la cafetera francesa es la molienda. Resulta, por este motivo, especialmente recomendable comprar el café en grano y emplear un molinillo que permita regular el grosor del triturado. Comenzando con un molido de tipo medio, podemos variar en sucesivas preparaciones en función de si nos gusta el café más amargo e intenso (polvo más fino) o más aguado (polvo más grueso).

Preparación en caliente
La máquina de émbolo permite dos formas de elaborar la infusión. La que vamos a ver ahora es la que más se suele utilizar:
- Precalienta el vaso vertiendo solo agua a alta temperatura. Déjala reposar unos pocos minutos.
- Tira el agua y añade el café molido. La cantidad es otro factor con el que puedes jugar dependiendo de la intensidad de sabor que desees. Como medida estándar, se aconseja una proporción de una cucharada sopera por cada 100-120 mililitros de agua.
- Vierte primero un poco de agua hasta que cubra el café molido. La temperatura ideal del líquido se sitúa entre los 92 y los 96 grados, nunca en ebullición. Remueve con una cucharilla y deja reposar la mezcla entre 30 segundos y un minuto con la tapa puesta.
- Añade el resto del agua y remueve de nuevo. Vuelve a colocar la tapa y deja que repose otra vez entre tres minutos y medio o cuatro minutos. Si permanece más tiempo, el sabor se volverá también más fuerte.
- Presiona el émbolo. Si en esta operación no ofrece mucha resistencia, lo más probable es que la molienda que has utilizado era demasiado gruesa. Si la fricción es, sin embargo, excesiva, significa que el polvo de café era demasiado fino.
- Nada más acabar, vierte el contenido en la taza, de otro modo el agua seguirá absorbiendo el aroma del grano y el sabor amargo 6. acabará aumentando.

Preparación en frío
Menos conocida es esta otra técnica que da como resultado una bebida más dulce y delicada. Por contra, el proceso es mucho más lento. La ausencia de altas temperaturas en el agua impide que se extraigan ciertas grasas del café que causan en algunos sujetos dolor de estómago. Los pasos son parecidos a los del primer procedimiento:
1. Se vierte el cafe molido en el vaso de cristal.
2. Se vierte el agua a temperatura ambiente.
3. Con una cuchara se agita la mezcla y se cubre con la tapa.
4. Se deja reposar la cafetera durante al menos 12 horas. Si quieres servir el café frío, puedes dejar la máquina durante todo ese tiempo dentro del frigorífico.
5. Pasado ese tiempo, basta presionar el émbolo y verter el líquido en una taza.
 
Si quieres experimentar aún más, con este método puedes obtener un 'caffelatte' muy especial sustituyendo el agua de la infusión directamente por leche.

domingo, 24 de diciembre de 2023

La cena de Nochebuena en Aragón: ritos y costumbres

(Un reportaje de Ángel González Vera en el Heraldo de Aragón del 16 de diciembre de 2017)

La tradición mandaba comer cosas ricas poco habituales en la dieta diaria y comerlas en las mayores cantidades posibles.

Acudiendo a manifestaciones realizadas por el profesor Antonio Beltrán en los años en los que preparaba la publicación del 'Gran libro de la cocina aragonesa', podemos abrir este artículo con su afirmación de que la proverbial frugalidad de los aragoneses era pura necesidad. Eran sus escasos ingresos los que le obligaban a comer con parquedad, aprovechando todas las partes comestibles de cada alimento, hecho que motiva la existencia de un sinfín de guisos y platos aragoneses prodigio de economía doméstica e ingenio culinario. Las chiretas, las tortetas elaboradas con la sangre del cerdo y harina, las migas, los crespillos, las farinetas y el muy singular guiso elaborado con las colas de las ovejas rabonas, conocido como `Espárragos montañeses', que uno de nuestros más insignes cocineros, Teodoro Bardají, sirvió a la Tubau, destacada artista española, con tal éxito que tuvo que incluirlas en su menú durante el resto de jornadas que la señora estuvo hospedada en el hotel donde Bardají trabajaba de cocinero, son un buen ejemplo de ello.

Esta frugalidad en el comer y en el beber, el pueblo llano la compensaba saciándose con alimentos más suculentos que los del yantar diario, en las ocasiones en las que se celebraban acontecimientos familiares o fiestas eclesiásticas como la que aquí nos ocupa, la víspera de la Natividad del Señor, la Nochebuena, comiendo, o mejor, devorando hasta hartarse. El consejo del pobre, 'antes reventar que sobre' o `a lo que vale dinero, pásale el dedo', ha hecho que no sea fácil determinar con precisión o método lo que los aragoneses solían comer en la noche previa a la Navidad. Los productos han variado y varían con las modas, los lugares y la facilidad de conseguirlas, predominando, eso sí, la siguiente norma: comer cosas ricas y poco habituales en la dieta diaria, y comerlas en las cantidades más grandes posibles.

LA TRADICIÓN. No obstante, podemos citar unos cuantos productos que desde un relativo escaso número de años, se consideran los más tradicionales y adecuados en la cena de Navidad: el cardo, el apio, algún tipo de sopa elaborada con carne de pollo o gallina y los pescados -fundamentalmente el besugo o el salmón- y ello por el hecho de no ser alimentos habituales a lo largo del año, su transporte hasta los mercados locales de nuestros pueblos resultaba difícil. Recordemos la famosa y documentada hazaña de los habitantes del pueblo de Alagón, que en las proximidades de la Navidad interceptaron y se apoderaron de un cargamento de salmones que venían desde Navarra acondicionados por las nieves fáciles de encontrar en aquella época del año en el camino, para suministro de las despensas de las más nobles familias zaragozanas. Enterado del hecho el corregidor del Rey, determinó por aplicar un ejemplar escarmiento a los autores del delito obligándoles a pagar un doblón por cada salmón robado. En investigaciones no lejanas se encontraron fincas grabas con censos destinados a devolver el préstamo al que algunas familias tuvieron que acudir para pagar la multa.

FINAL DE LA CENA. Sustitutivo del pescado o como tercer plato de la cena aparecía el pavo, en las casas pudientes aderezado con trufas, costumbre más francesa que española, pues a pesar de la fertilidad que las tierras aragonesas mostraban con este hongo, la prohibición de consumirlo impuesta por la Inquisición había dejado prácticamente en el olvido la singularidad y calidad gastronómica de este complemento culinario. Más usual era servir capones o pulardas y en las mesas más humildes junto con uno de los platos más representativos de nuestra cocina, él pollo a la chilindrón.

Los postres y dulces eran quizás la parte más importante de la cena, pues debían de aglutinar a los asistentes en la tertulia y los cánticos navideños hasta antes y después de la misa del gallo. En el Alto Aragón se consumían las empanadas y empanadones de calabaza o espinacas endulzadas con azúcar, pasas o miel. El turrón es, sin duda, uno de los principales componentes de las comidas de Navidad. De su origen morisco aún conservamos los componentes y las formas en su elaboración. Se considera típicamente aragonés el guirlache, elaborado con almendra, azúcar y miel, aunque en el siglo XIX ya se consumían el blando y el duro procedente de tierras alicantinas.

Un producto particularmente curioso eran las obleas, muy consumidas en tiempos pasados y que podemos considerar antecedentes de las neulas, pastas que más en Cataluña que en Aragón son golosina navideña.

Nuevamente es el doctor Beltrán el que nos ha dejado constancia de este villancico que se cantaba en Lécera para la Navidad:

Y dice Melchor / castañitas, pestiños, sonajas / almendras, confites / pasas y turrón.

Y estos salmos del Alto Aragón se recitaban al tiempo de estigmatizar el tronco o tronca con las tres cruces que el amo de la casa trazaba con el vino del porrón. La tronca era un grueso leño que en las casas del Pirineo se encendía la noche de Navidad, manteniendo ardiente el calibo hasta la Candelaria o incluso hasta el equinoccio de primavera, con el fin de ahuyentar los males que, como de todos es sabido, entraban por la chimenea o por la puerta de la casa, también sacralizada con las cruces. Buen tizón, buen vino, buena casa, buena brasa/ Dios bendiga a todos los que vivimos en esta casa. Era costumbre en Nochebuena que los niños pegasen golpes a la tronca para que cayesen dulces, pilongas, higos secos, pasas y almendras, que la abuela o el abuelo sacaba disimuladamente de un capazo vecino.

Entrados en los años cincuenta y sesenta del pasado siglo, encontramos que en los hogares aragoneses se continuaba degustando prácticamente los mismos manjares y guisos que comían los antepasados, lo que nos permite decir que la cena de Navidad de hace 70 años consistía fundamentalmente en cardo, o sopa roya, besugo, pularda, capón y de postre turrones y frutos secos, con el fin de facilitar el buen beber y mejor cantar, así como higos, pasas, dulces y golosinas.

Y a propósito de beber y cantar, decir que salvo el tradicional ponche o poncho del Alto Aragón, elaborado para consumirlo junto a la tronca de Navidad, con vino tinto en el que se han cocido a fuego lento, sin ebullición, trozos de manzana, higos secos, membrillos asados al horno, orejones de melocotón, pasas, canela, azúcar y licor de anís, quemando parte del alcohol antes de consumirlo, no encontramos una bebida típica que distinga las cenas navideñas aragonesas. Vinos tintos, blancos y claretes en la cena y vinos dulces y licores en los postres. Los champanes, cavas, espumosos y sidras dulces o secas se convierten en bebidas casi exclusivamente navideñas en muchos hogares aragoneses des de hace relativamente poco tiempo.

MÁS VARIEDAD. Hoy nos encontramos que en las cenas navideñas se ha introducido el marisco y un surtido mucho más amplio de pescados, así como los fiambres de cerdo o ternera, y el ternasco. Los turrones han multiplicado sus sabores, texturas y especialidades dejando el guirlache paso a los mazapanes, pastas de chocolate y otras muchas variantes, como el tronco de Navidad realizado con bizcocho de chocolate y nata, y decorado como un tronco de árbol, recuerdo de la tronca de la que antes hablábamos.

Es digno resaltar como cada vez es mayor el número de familias que se reúnen a celebrar la cena de Navidad, la más hogareña sin duda de todo el año, en un restaurante.

'Fiesta donde se pasa, la Navidad en casa' era un dicho muy extendido en el Alto Aragón, pero es seguramente el deseo de que todos participen por igual de la cena y la compañía de familiares y amigos sin que ninguna o ninguno tenga que entrar y salir del comedor para los obligados servicios de mesa y mantel, lo que está prodigando esta nueva costumbre.

TRES CURIOSIDADES

Villancicos. No se tiene noticia de la existencia de villancicos (canción de villanos, o sea, del pueblo) propiamente aragoneses, solamente se cita el que se cantaba en 1966 con aire de jota: 'De esplendor se visten los aires'.

Calendario. En el año 1350 Pedro IV Rey de Aragón emitió una pragmática por la que se determinaba que el año que hasta la fecha comenzaba 'ab encarnacione', es decir, el 21 de marzo (equinoccio de primavera), lo hiciese en la Natividad, es decir, el 21 de diciembre, solsticio de invierno. Posteriormente, Felipe II estableció que el inicio del año fuese a primeros de enero.

Tragones. Tenemos noticia de una cena de Navidad, en el año 1267, en la que se dio buena cuenta, no sabemos entre cuantos comensales, de: 31 carneros, 350 huevos, 30 pares de conejos, 36 parel de capones, 5 pares de ocas, 12 pares de perdices, 5 cuarterones de pan, 228 cuartos de vino, 10 sueldos para oblea, curiosa nota sobre la composición de la única parte dulce de la cena.

martes, 19 de diciembre de 2023

Zumaque: de curtidos y cocina

(Un texto de Francisco Abad Alegría en el Heraldo de Aragón del 1 de febrero de 2020)

Recuerdo los arbolillos de ramas retorcidas que alegraban el talud circular que rodeaba la Facultad de Medicina y Ciencias de mi querida Universidad de Navarra, ya hace casi medio siglo. Eran zumaques.

En la España clásica, el zumaque era de uso casi exclusivo como curtiente: era el agente curtidor más empleado por los zurradores, trabajadores de las tenerías en que se elaboraban cueros resistentes, finos y delicadas badanas, aunque su prensado y dilución en agua daba un olor tan desagradable que ya Cobarrubias (1611) afirma que «es como el de sentina de barco», originando ordenanzas de aislamiento muy estrictas. La plaza de Tenerías de Zaragoza se encuentra al lado del río y en el vértice virtual de la antigua judería cesaraugustana, donde laboraban numerosos zapateros y guarnicioneros. Me llamó la atención encontrar en la monumental ‘Historia de la economía política de Aragón’ (Asso, 1798), referencias al zumaque, lo que me hizo reflexionar sobre la secular y aún viva zona zapatera de la comarca del Aranda (Brea, Illueca). En Teruel, declinó el gremio de zurradores de tenería, de modo que hubo que importar cueros de Cataluña y al tiempo aumentó el mercado de los cordobanes de cabra de Priego de Córdoba.

La introducción del cultivo del zumaque en la España invadida se rastrea ya en el ‘Calendario de Córdoba’, del siglo X, aunque ya se daba una subespecie espontánea en nuestras tierras, como en Asia Menor y Sicilia; su cultivo como agente de curtiembre se extendió muy pronto por la Península, especialmente por terrenos de Guadalajara, Cuenca y zonas de Andalucía, y llegó a tributar como el vino y el aceite desde el siglo XV hasta finales del XVIII. Su empleo no se limitaba a las tenerías, sino que incluso se ampliaba a la tinción de tejidos, la cosmética (especialmente del cabello), la medicina y, según recientes estudios, el perfeccionamiento de algunos vinos (Jumilla) como ha sido estudiado por la doctora Zalacaín (tesis doctoral dirigida por los catedráticos y amigos Dr. Gonzalo Alonso y Dra. Rosario Salinas, en 2001). La progresiva irrupción de las tóxicas pero más baratas sales de cromo en la curtiduría ha hecho desaparecer prácticamente el cultivo de esta planta, ya marginalmente ornamental.

MEDICINA Y COLOR. Ampliando algo de lo que cita la doctora Zalacaín, se puede decir que el zumaque tenía restringido empleo en medicina, por su toxicidad, que no permitía descuidos o excesos en su dosificación. Se utilizaba como astringente en diarreas graves, infecciones rebeldes de la piel, heridas con sangrado persistente y como antidiabético, por su demostrado efecto hipoglucemiante.

La capacidad colorante de los frutos y vainas frutales del zumaque se ha empleado desde viejos tiempos con dos fines: colorear el atuendo humano y simular cromáticamente el imposible retorno juvenil. En el primer caso, es bien conocido el término de ‘cordobán’, que remite a la confección en regiones cordobesas de una forma de curtido de pieles finas de cabra tratadas con una mezcla de taninos de hojas de zumaque y de extractos tintóreos de sus capítulos florales, obteniendo un color rojizo elegante y llamativo, muy imperfectamente imitado en las pieles curtidas magrebíes teñidas con cártamo. Algunos tejidos admitían la roja tinción de los capítulos florales, tanto algodón como lana o seda, en asociación con sal y alumbre. Por fin, el extracto en caliente de los frutos del zumaque servía para ennegrecer (no enrojecer) los cabellos que ya blanqueaban, en un baño complejo de sulfato de cobre y alumbre, como atestiguan documentos cedidos por Hernando Colón, hijo del descubridor.

ZUMAQUE EN LA COCINA. Salvo en zonas de Oriente Medio, donde se emplea como mero complemento de segundo orden, con alguna excepción, el zumaque viaja desde allí, de forma casi anecdótica, a la Grecia y Roma clásicas. En el área mesopotámica se empleaban los frutos maduros, secos y pulverizados, para colorear y saborizar kebabs y platos de cereales ya hace unos 35 siglos y se generalizó, siempre como especia no dominante, en las zonas de Siria, Líbano, Iraq y Turquía con la misma forma de utilización hasta nuestros días. Difundió desde allá muy discretamente a la Grecia antigua e incluso quedó de modo casi testimonial en la Roma imperial.

Cuando llegó a la España ya invadida, lo hizo mucho más como agente de curtición que como especia; ni Ruperto de Nola (siglo XVI), ni Martínez Montiño (siglo XVII), ni Juan de la Mata (siglo XVIII) ni confiteros aragoneses del siglo XIX mencionan el empleo de zumaque en sus preparaciones.

Se dice que en la Grecia clásica los frutos inmaduros se encurtían como las alcaparras, pero no he logrado confirmar el dato ni en Ateneo. Sin embargo, en textos griegos del siglo IV a.C., como los de los comediógrafos Alexis y Antífanes, el zumaque se cita entre una veintena de especias importantes para la cocina, sin especificar su empleo.

Tampoco he encontrado en Apicio (siglo I) datos de frutos de zumaque encurtidos como alcaparras, que tampoco he conseguido hallar. Sí he encontrado dos únicas salsas para pescados que contienen zumaque, utilizadas para la morena y la anguila (libro X, apartado II) entre las 438 recetas totales del ‘De re coquinaria’, que en realidad son idénticas; está clara la irrelevancia de la especia en la cocina clásica romana. En la España musulmana ocurre lo propio, de modo que el zumaque es un complemento de segunda división. Por ejemplo, el murciano Ibn Razin allfugibi menciona de pasada un par de veces el zumaque, junto con el cardamomo, ajedrea, galanga y laurel.

Pero dos confecciones con zumaque perviven con fuerza en la tradición medio-oriental y se van introduciendo paulatinamente en las cocinas exóticas que van permeando nuestro panorama gastronómico: el ‘zaatar’ y la ‘summaqiyya’ palestina, que culturalmente son próximas a nuestros gustos.

El ‘zaatar’ se cita en escasos textos sueltos andalusíes induciendo a confusión, puesto que su base es el empleo de aromáticas labiadas como el orégano o a la ajedrea, mas la fórmula actual siria se basa en el tomillo. A veces la preparo para sazonar algunos kebabs o espolvorear tortas de pan ácimo hechas al horno, con las que acompañar un ternasco aragonés asado. Se tuesta ligeramente una parte de semillas de sésamo, añadiendo otro tanto de zumaque en polvo y tras unos segundos de calor, se incorporan tres partes de tomillo seco, se deja todo a calor suave unos segundos, se enfría y luego se muele con mortero o con un molinillo antiguo de café destinado a las especias. Debe predominar el aroma del tomillo y el color y leve acidez del zumaque matizará el conjunto.

UNA SALSA. Otra fórmula en la que el zumaque tiene relieve, aunque no protagonismo, es la ‘summaqiyya’ palestina, que se sigue confeccionando también en Siria, Líbano y Egipto. Su traducción sería ‘enzumacado’ y alude a la salsa que impregna el guiso final: un finísimo desmigado de pan leudo humedecido teñido con generosa cantidad de polvo de semillas de zumaque, que se deja reposar. Previamente, se hará un estofado de carne de cordero un poco grasa, por ejemplo tajo bajo, previamente dorado y cocido con abundantes puerros picados, sal, avellanas molidas y, finalmente, tiras de berenjena frita, de modo que quede el conjunto poco caldoso; de esta forma admitirá el salseado denso del pan con zumaque. Está cercano al ‘tharid’, antecedente de las migas.

martes, 12 de diciembre de 2023

Aromas de Navidad en las calles de Rute

 (Leído en la revista nº77 del Club Renfe, en 2022)

En esta localidad cordobesa ya están listos para endulzar las próximas fiestas. Mantecados, turrones y mazapanes son parte importante del menú navideño que elaboran con maestría.
El belén de chocolate de Rute es el más grande de los que se elaboran en España. Se utilizan más de 1.500 kilos de este dulce manjar y se dedican a distintos países del mundo. El de 2022 tenía a Italia como escenario navideño. 

Rute está en el corazón de Andalucía, en pleno Parque Natural de las Sierras Subbéticas. Forma parte del núcleo montañoso denominado Sierra de Rute y Horconera; y cuenta en sus alrededores con parajes de una gran belleza paisajística, que la convierten en zona para amantes de las aventuras en la naturaleza. Hay para todos los gustos: en bicicleta, en parapente o andando; escalando agrestes picos o descendiendo a las entrañas de la tierra. Y arropando a estos paisajes, un mar de olivos, que son palabras mayores en la provincia de Córdoba. 

Aquí vamos a hablar de la Navidad de Rute, que puede ser la Navidad más dulce que uno se pueda encontrar. A su rica gastronomía local, con ese remojón de naranja y bacalao o el pizporrete, que entusiasman a quien los prueba, o las sabrosas chacinas, sin olvidar los populares flamenquines, hay que añadir su tradicional dedicación a la repostería. Los dulces imprescindibles en cualquier mesa navideña.
Museos con sabor En este pueblo, que fue declarado municipio turístico desde 2020, se vive la repostería en plenitud. Roscos fritos, pestiños, piononos, hojaldres, mantecados y turrones. Alegría para los paladares más golosos. El viajero que se deje caer por sus calles descubrirá que en Rute existen, además de la industria repostera, museos consagrados a sus dulces más típicos. Lugares dedicados a enseñar cómo se hace los productos que hacen famosa la Navidad de Rute. 
 
La excursión gastrocultural puede empezar en el Museo Artesanal del Turrón, Mantecado y Mazapán, donde se ve cómo ha evolucionado la elaboración de estos productos. Viejos utensilios conviven con la más moderna maquinaria, pero aunque hayan pasado muchos años, más de 50 en el caso de la empresa Productos Garrido, la meticulosidad, el cariño y el esmero son los mejores ingredientes emocionales para tratar materias primas tan sutiles. 
 
Otra visita obligada es el belén de chocolate más grande de España. Lo construyen a base de chocolate en Galleros Artesanos, empresa familiar dedicada desde hace más de 90 años a la elaboración de dulces. En él se recrean calles, templos, personajes y escenas relacionadas con el nacimiento de Jesús, pero ubicadas en distintas localizaciones, por ejemplo, Italia y sus símbolos arquitectónicos más conocidos turística mente. Los siete maestros pasteleros que lo construyen cada Navidad utilizan más de 1.500 kilos de chocolate. Se tarda cuatro meses en levantarlo sobre una superficie superior a los 50 metros cuadrados. 
 
Una de las materias primas fundamentales para elaborar tan dulces manjares, el azúcar, también cuenta con museo propio, como no podía ser menos. La empresa de mantecados La Flor de Rute ha consagrado un espacio expositivo al ingrediente que da sentido a toda la industria de dulces ruteña. La exposición Andalucía en azúcar permite descubrir dulcemente cómo son los monumentos más importantes de las provincias andaluzas cuyo 'hormigón' es el azúcar. Lo completan figuras de personajes famosos o cuadros tan conocidos como Las Meninas o el Guernica.

Un brindis muy dulce 

Una copita de anís marida a la perfección con estos bocados. Los anisados y licores locales son clásicos acompañamientos de los dulces. El anís es la bebida típica de la villa. Cuenta con monumento propio desde 1995: un viejo alambique representa toda la tradición de los ruteños en la elaboración de este licor. Y, además, en el Museo del Anís, el viajero se adentrará en el mundo de las destilerías. Hay salas dedicadas a los alambiques de cobre con los que se elaboran los licores; otra consagrada a la maceración de frutas, hierbas y semillas; la comercialización también tiene su sitio y se finaliza en la sala de degustación donde se descubren esos mágicos sabores a canela, hierbaluisa... Solo falta brindar. Chinchín y felices fiestas.
Más información: www.cordobaturismo.es 

www.turismodelasubbetica.es/rute

 
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