martes, 30 de julio de 2013

¿Cuánto tiempo puede vivir un ser humano sólo con cerveza?



(Un texto de Ana Sánchez en el suplemento dominical de El Periódico publicado el 5 de octubre de 2008)

La fantasía de los cerveceros tiene base vitamínica: una pinta aporta "numerosos micronutrientes", como vitamina B, fibra, minerales y antioxidantes naturales, apunta el Centro de Información Cerveza y Salud (www.cervezaysalud.es), y ha estado vinculada desde la antigüedad a fines terapéuticos. El griego Herodoto decía que era muy apropiada para los dolores estomacales y la picadura de escorpión. Y hasta el siglo XII, era un "complemento alimenticio para peregrinos y enfermos". Pese a sus antecedentes, "no existen evidencias científicas" de que sea posible sobrevivir a base de cañas, añade el Centro, y "no parece muy adecuado realizar este experimento".

martes, 23 de julio de 2013

Consejos para elegir fresones



(Leído en el suplemento gastronómico del Heraldo de Aragón del 4 de mayo de 2013)

A la hora de elegir los fresones hay que fijarse en que los frutos estén firmes, sean gruesos, brillantes y su apariencia sea fresca, ya que se trata de un alimento delicado y perecedero. No hay que dejarse influir por el hecho de que pesen poco o porque los extremos de sus pedúnculos sean más claros. 

Deben comprarse con los tallos intactos y no se han de retirar hasta que se hayan lavado. Se conservan mejor si se guardan en el frigorífico o en un lugar fresco, oscuro y ventilado, a ser posible esparcidos en una fuente o en un plato llano. En estas condiciones se pueden conservar hasta 4 o 5 días, si es que no los hemos comprado muy maduros.

sábado, 20 de julio de 2013

Duelos y quebrantos



(Un artículo leído en la revista del concesionario hace unos meses. No ponía quién era el autor)
Una de las expresiones que mayor polémica ha suscitado entre los cervantistas en la mesa de D. Quijote ha sido "duelos y quebrantos". Del contenido del plato, por qué en sábado su consumo, por qué su denominación y la actitud popular, son las materias de las que trata el siguiente artículo.

“Una olla de algo más vaca que carnero, salpicón las más noches, duelos y quebrantos los sábados, lentejas los viernes, algún palomino de añadidura los domingos, consumían las tres partes de su hacienda”. (Cap. 1)

He aquí, la consabida descripción que de la despensa de Alonso Quijano el Bueno nos presenta Cervantes. Acerca de ella cabe hacer dos consideraciones. La una, que el repertorio de víveres era ciertamente cumplido y satisfactorio para un hidalgo de la época; en una España famélica de la inmensa mayoría –puches, gachas y gazpachos-; frente a la opulencia  de la inmensa minoría: la Corte, alta nobleza y cúspide eclesiástica. Para estos últimos la superabundancia y la ostentación constituían factores decisivos de su mesa, pues el rango social adquiere su más alta expresión en el yantar. En este contexto la cocina del hidalgo se nos muestra sobria, digna, variada, suficiente y sin alardes.

La otra observación inmediata es el sistema rotatorio de los platos según los días de la semana; aspecto éste que ha pervivido y aún se mantiene en modestas casas de comida, residencias e internados. ¿Quién no recuerda en su experiencia de colegio mayor, residencia estudiantil o "patrona" los platos que correspondían a cada jornada del ciclo semanal?

Este modelo rotativo y rutinario es fórmula habitual de la época; así un autor coetáneo, Quiñónes de Benavente, en su "Entremés del Mayordomo" nos muestra los diferentes platos y su correspondencia con los días de la semana:

... jueves y domingo, manjar blanco,
torreznos, jigotico, alguna polla,
plato de yerbas, reverenda olla,
postres y bendición...
los viernes lentejillas con truchuela.
Los sábados, que es día de cazuela,
habrá brava bazofia y mojatoria,
y asadura de vaca en pepitoria
y tal vez una panza con sus sesos
y un diluvio de palos y de huesos.

Pero, sin duda, de los menús de Alonso Quijano el que mayor misterio encierre es el que se refiere a "duelos y quebrantos". Ríos de tinta, entre ilustres cervantistas, se han vertido en la polémica por intentar averiguar el contenido del plato y su peculiar denominación.
Para desentrañar los ingredientes y composición de tan afamado condumio la primera pista se nos ofrece en que es "comida de sábado”. La pregunta surge de inmediato: ¿y qué se comía en Castilla los sábados en el siglo XVII?, Numerosas son las referencias de diccionario, citas literarias y testimonios de extranjeros que nos visitan, en torno a la ingesta de ese día. Así, el “Diccionario de Autoridades", primero de la Real Academia de la Lengua, registra el significado del vocablo "sábado", en los siguientes términos: "...día dedicado a la Virgen Nuestra Señora, por lo cual en las más partes no se come carne en ese día, o sólo se permiten los extremos, despojos o grosuras de las carnes".

Covarrubias, por su parte, en “Tesoros de la lengua castellana", al referirse a grosura, indica: "...Ilaman en Castilla a lo interno y lo extremo de los animales,...cabeza, pies y manos, y asadura, ..."

La literatura de la época es rica en referencias a las viandas sabatinas. En el “Lazarillo de Tormes" el avaro clérigo manda al protagonista a comprar a la carnicería el citado día y éste relata: "Los sábados cómense en esta tierra cabezas de carnero y enviábame por una que costaba tres maravedises".

Si la literatura del Siglo de Oro atestigua cumplidamente acerca de la "comida de sábado", -despojos, asaduras, livianos, vísceras, patas, sesos- lo que hoy denominaríamos casquería o trapicallería; y como plato principal la pepitoria; los extranjeros que nos visitan muestran su extrañeza por tal consumo de carnes, precisamente en sábado, día que para ellos es plena abstinencia de vianda. A modo de ejemplo el noble bohemio León Rosmithal, viajando por Burgos, deja su testimonio "...los cristianos comen los sábados las entrañas o asaduras de los animales y se abstienen de otras carnes; y preguntándoles nosotros la causa de esto, nos respondieron que aquello no era carne aunque estaba en ella... , en estos lugares encontramos por primera vez cristianos que comían carne los sábados".

Parece ser que los castellanos-leoneses están exentos de la abstinencia el sábado. ¿Por qué y desde cuándo comen ese día sólo "partes extremas, despojos y grosura"? El padre Mariana da la respuesta: " ... desde este tiempo, batalla de las Navas de Tolosa, se introdujo en España la costumbre que se guardaba de no comer carne los sábados, sino solamente menudos de los animales". Es decir, según Mariana, Castilla en acción de gracias por el trascendental triunfo de Alfonso VIII frente a los musulmanes en las Navas de Tolosa hizo voto y se autoimpuso la abstinencia menor de no comer carne magra, perniles, lomos y chacinas; pero sí mantiene el consumo de grosura y despojos.

Junto a estas razones de índole histórico-religiosas, cabe argüir también factores geográficos y políticos peculiares de nuestro país, bien diferentes del resto de Europa, tales como: aislamiento de la Meseta, carestía del pescado fresco por la dificultad del transporte desde la costa cantábrica y gallega -más de ochenta leguas-, pobreza interior, ríos poco caudalosos sujetos periódicamente a fuerte estiaje, menguada fauna fluvial, fragmentación económica y política peninsular, y por último, ser el único país de Europa en permanente Cruzada contra la "errada e perversa secta de Mahoma". En virtud de este tan denodado esfuerzo y sacrificio se instituyó, como es sabido, la "Bula de la Santa Cruzada", por la que mediante la satisfacción del correspondiente estipendio el rigor de la abstinencia quedaba sensiblemente atemperado y el consumo de carne ampliamente permitido.

En la búsqueda de la explicación de la expresión "duelos y quebrantos" no ha faltado quien no viera la patente dualidad religiosa manifestada en la intensa pugna entre cristianos viejos y nuevos conversos que se vive en los siglos XVI y XVII en el seno de la sociedad española. En el ámbito alimentario el cerdo en general y particularmente el lardo y el torrezno, marcan la línea divisoria entre la antigua y la nueva fe, carente ésta de cualquier prescripción en tal sentido. Según esta teoría en los cristianos nuevos se provocaría, con la preparación e ingestión de este plato, un doble duelo por quebrantar dos veces la ley mosaica: cocinar en sábado y comer torreznos. A su vez, el consumo fruitivo del tocino, quebrantaría el dolor que produce la mala conciencia del consumidor por haber abjurado de la ley vétero-testamentaria. He aquí la justificación denominativa de esta comida. Desde otra perspectiva, a lo mejor no es necesario remontarse a contenciosos entre viejos y advenedizos cristianos. La causa del nombre, probablemente, haya que ponerla en relación con el sentimiento profundamente humano de solidaridad ante la fatal desdicha y la respuesta que dan las gentes humildes desde su escasa despensa.

La composición del plato y las descritas condiciones de su ingesta cuadran perfectamente con la secular costumbre de la Mancha, hasta hace unas décadas. Ante el dolor (duelo) provocado por la pérdida de un ser querida o calamidad sobrevenida en la hacienda o bienes materiales de un familiar, vecino o amigo -y con tal motivo la súbita pérdida del apetito-, era habitual socorrer al afligido con una comida de improvisación, y nada más a mano que unos torreznos y huevos de corral. La materialidad de tan modesta vianda muta, en esas precisas circunstancias, su nombre por el de la finalidad coyuntural a la que va destinada; la cual es, auxiliar y acompañar en su "duelo" a quien ha padecido una gran pérdida. Y es tan poderosa la identificación de la víctima en su desconsuelo, que el alimento con el que se la socorre acaba tomando el mismo significado que el motivo que lo provoca. En "duelos y quebrantos" el motivo y su remedio, la causa y su efecto, la aflicción y su vianda -por maravilla del lenguaje popular- reciben igual denominación. Con tal ayuda se muestra, no sólo conmiseración, sino la decidida voluntad de partir y compartir el sufrimiento; esto es, "quebrar el dolor". He aquí, la razón de ser misma del plato y de su nombre. Con "duelos y quebrantos", pues, nos hallamos, en presencia de una comida de improvisación para la solidaridad.

Este condumio, abierto su consumo a múltiples circunstancias y desprovisto ya de su cuasi preceptiva, por rutinaria, ingestión en sábado debía de prescindir de sesos, pues por su misma naturaleza se hacen de imposible conservación, lo que contrasta con la durabilidad anual del tocino o el torrezno obtenidos de la doméstica matanza del cerdo.

Tal expresión prosperó y el pueblo, sin necesidad de que mediara muerte o desgracia, la hace propia y la aplica en "sensu lato" como se refleja. Y lo que se nos presenta es un manjar suculento, satisfactorio, gustoso, de fácil preparación, bajo coste, de ingredientes en el hogar y susceptible de ser elaborado en cualquier tiempo o circunstancia; de ahí su popularidad.

No es ajeno a la explicación de la pervivencia del término la "jocundidad del hecho gastronómico", que con harta frecuencia propende a crear o utilizar expresiones recurriendo al juego de palabras o a metáforas para dar un sentido figurado a múltiples aspectos concurrentes en la sociabilidad de la mesa. Así, por ejemplo, en el vocabulario común abundan expresiones tales como: "que no te la den con queso", "dar queso por liebre", "ropavieja", "hacer buenas migas", "empinar el codo". etc. En esta línea duelos y quebrantos es una locución del alma de las gentes, chusca, simpática, y que en el Barroco con su realismo y su tendencia a la metáfora y al sentido figurado y traslaticio la incorpora en las obras literarias de ambiente o personajes populares. Pues, ¿quién no teme a menudo, al dolor (duelo) físico, psíquico o moral, y quién no busca remedio para quebrarlo o quebrantarlo? En la sociedad famélica de los siglos XVI y XVII nada produce más cotidiano dolor y a más gente que el hambre; y nada mejor para "quebrantarlo" que el recurso más común: torreznos y huevos. Tan habituales ingredientes recibieron, asimismo, en el habla popular la denominación de "la merced de Dios", como se constata en muchas obras literarias como: la Celestina, el Guzmán de Alfarache o el Quijote de Avellaneda. Pues ante la presencia de un imprevisto huésped ambos alimentos de consumo, tan socorridos ellos, sirven para atender, aunque de improviso gustosamente, al recién llegado y ellos se valora como un regalo de la Providencia.

Así pues, "'duelos y quebrantos" significan lo mismo que la merced de Dios. He aquí, tres locuciones para una misma realidad culinaria en función de las circunstancias, ¡que alarde, que espléndido virtuosismo del lenguaje!: huevos con torreznos es la denominación que recibe el plato cuando, acorde con su pura identidad material, cumple con la mera necesidad biológica del apetito que se trata; duelos y quebrantos, cuando se hace preciso recalcar el ejercicio de solidaridad ante la desdicha; y la merced de Dios, cuando se presta la debida atención al comensal inesperado. Con esta merced se satisface con gusto el hambre, se amengua el dolor del infortunio y se festeja la amistad. ¿Cabe expresión del genio popular más bella y agradecida para celebrar la vida y mitigar los efectos de la muerte? ¿Y con qué mejor obsequio podemos finalizar la lectura de estas líneas, en homenaje al Quijote, que con la degustación de unos "huevos con torreznos" que son al mismo tiempo "duelos y quebrantos" y "a la merced de Dios".

miércoles, 17 de julio de 2013

Popeye tenía razón: las espinacas refuerzan los músculos



(Un texto publicado en el suplemento económico del Heraldo de Aragón del 6 de febrero de 2011)

Un estudio científico ha demostrado que Popeye tenía razón al jactarse de que su fuerza le venía de las espinacas. El famoso marinero, personaje de películas de dibujos animados, engullía el contenido de un bote de espinacas cada vez que tenía que emplear sus músculos para salir de un aprieto. Ahora, los investigadores han descubierto que comer un plato de espinacas diariamente aumenta realmente la eficiencia muscular. El consumo de 300 gramos de espinacas reduce un 5% la cantidad de oxígeno necesaria para el funcionamiento de los músculos cuando se hace ejercicio, según un estudio publicado en 'Cell Metabolism',

El secreto no está en el hierro sino en los nitratos, muy abundantes en esa hortaliza y que vuelven más eficientes las mitocondrias, que son las que dan energía a las células, «Es como si pusiéramos combustible en los músculos. Hace que funcionen con mucha mayor suavidad y eficacia», afirma el autor del estudio, el doctor Eddie Weitzberg, del Instituto Karolinska, de Estocolmo. El científico dio a un grupo de voluntarios durante tres días suplementos puros de nitratos, equivalentes a un plato de espinacas. Al comienzo y al final del experimento les hizo pedalear en una bicicleta estática mientras se medía su consumo de oxígeno, que fue entre un 3 y un 5% menor al final del mismo. Conclusión: Popeye tenía razón

lunes, 15 de julio de 2013

Fish&chips: el plato más inglés cumple cien años



(Es un reportaje de Gonzalo Ugidos del 16 de mayo de 2010 en El Magazine de El Mundo, así que más que 100, son 103 los que cumple)

En una tierra que no es famosa por su riqueza gastronómica, una receta a base de pescado rebozado y patatas fritas se ha convertido en emblema nacional. Surgido hace 150 añoscomo alimento para pobres, hoy se venden 300 millones de cucuruchos de fish and chips al año, y algunos se despachan en los restaurantes más cool de Reino Unido. 

Cuenta Casanova en sus memorias que, "de todas las gastronomías de Europa, sólo la inglesa se me resistía". El fish and chips, sin embargo, es otra historia, como refieren los clásicos. No en vano, en Oliver Twist, de Dickens, está la primera referencia a esta fritura de pescado, pero aún no lo servían con patatas. El plato apareció en los medios populares en 1860, de modo que la receta más famosa del Reino Unido cumple 150 años convertida en emblema de lo british al mismo nivel que Shakespeare, el cricket o la Torre de Londres. De hecho, ha dejado de ser pitanza proletaria y los restaurantes más chics del West End lo proponen en sus cartas. El año pasado los 10.000 chippies británicos (establecimientos que venden pescado con patatas fritas) sirvieron 300 millones de raciones y hay ocho veces más de estos locales que de McDonald's, lo cual acredita que la pareja culinaria más famosa al otro lado del Canal no tiene visos de divorciarse. 

Hasta 1860, el pescado y las patatas fritas existían por separado, pero el empresario judío Joseph Malin los reunió en un puesto del nº 13 de Cleveland Street, en el East End londinense y, poco a poco, se convirtieron en el matrimonio más célebre de Gran Bretaña. El aniversario ha resucitado un viejo debate entre el norte y el sur del país, que pleitean por la paternidad del invento. En el condado de Lancashire, al noroeste de Inglaterra, aseguran que el primer puesto de fish and chips lo abrió, en 1863, un tal John Lees en el Tommyfield Market de Oldham. La cosa empezó cuando Mr. Lees añadió a su menú tradicional de manitas de cerdo y sopa de guisantes, el pescado frito con patatas. De hecho, para evitar suspicacias se cuidó de poner en el escaparate de su local: "Primera tienda de fish and chips del mundo". 

En cualquier caso; lo que es seguro es que el concepto de Fish Restaurant se debe a Samuel Isaacs, que abrió en Londres su primer local en 1896, ofreciendo fish and chips con pan y mantequilla. Tenía servicio de camareros, manteles, flores, porcelana y cubertería a precios que hicieron posible, por primera vez, que la clase trabajadora pudiera disfrutar de los placeres de un restaurante. 

Su popularidad aseguró una rápida expansión de la cadena por Tottenham Court Road, St. Pancras, The Strand, Hoxton, Shoreditch, Brixtony otros barrios de Londres, hasta que alcanzó un total de 30 restaurantes. El eslogan de Sam Isaacs era un juego de palabras: This is the Plaice, cuyo doble sentido se pierde en español porque literalmente significa"ésta es la platija" (el pescado que se servía), pero que en inglés suena como "éste es el sitio". 

Desde entonces los retruécanos son habituales en los nombres de los chippies y no es raro que los llamen, por ejemplo, The Batter Plaice que, aunque significa "la platija rebozada" suena también como "el mejor sitio"; o The Codfather, que suena como "el padrino", pero significaría "el bacalao padre". 

La patata la trajo a Inglaterra sir Walter Raileigh en el siglo XVII; pero las chips tardaron un siglo en nacer; el Oxford Dictionary of English refleja que el uso más antiguo de la palabra, con la acepción de barritas de patata fritas al estilo francés, se encuentra en Historia de dos ciudades, de Dickens (obra publicada en 1859). La moda llegó a Escocia y luego se extendió por el sur de Gran Bretaña; en Londres, fue el inmigrante belga Edouard de Gernier el primero en venderlas en el Greenmarket. Y las freía en ollas llenas de grasa de buey o manteca de cerdo. 

Cuando Malin y Lees empezaron a freír también pescado, cierto olor fétido impregnó el aire y las autoridades sanitarias tildaron a los primeros chippies de "mercadeo insalubre". La combinación de patatas con pescado frito se consideró durante décadas un disparate culinario. En 1876, el Dr. Ballard, inspector de salud pública, escribió en su informe: "Es un comercio mezquino y una fuente de considerable incordio. En algunos barrios, el ofensivo olor del pescado frito se extiende por todas las calles". Henry Mayhew, en su libro London Labour and London Poor (El Londres trabajador y el Londres pobre, 1851), tampoco se mostraba muy partidario: "Los vendedores de pescado frito viven en callejones e incluso los más pobres encuentran dificultades para encontrar alojamiento por causa del hedor de sus frituras". Todavía a principios del siglo XX, había una literatura médica y social que denigraba el plato como una dieta ominosa. 

Según John Walton, autor del libro The Fish and Chips and The British Working Classes (Fish and chips y las clases trabajadoras británicas, Ed Leicester University Press, 1992), todo se debía a un silogismo cínico: los obreros no sabían apreciar lo bueno, y puesto que les gustaba el fish and chips, tenía necesariamente que ser malo. ''Pero justo lo contrario es lo cierto: una ingesta moderada suministra un suplemento de proteínas, vitaminas y carbohidratos", escribe Walton. La asociación de locales que venden este clásico lo suscribe, y asegura que tiene un 42% menos grasa que, por ejemplo, el kebab turco. Sin embargo, sus cerca de 1.000 calorías convierten al fish and chips en una parejita contundente. "Digamos que es la más sana de las comidas insanas", dicen en la cadena Harry Ramsden. 

El estigma, en cualquier caso, duró hasta que la grasa animal usada para freír se sustituyó por el aceite de cacahuete -aunque, todavía hoy, en el norte de Inglaterra se usa manteca, que da un sabor diferente al pescado, pero lo vuelve imposible para los vegetarianos y los fieles de ciertas confesiones religiosas- . También ayudó a que el escarnio se convirtiera en respeto el hecho de que, entreguerras, fue uno de los pocos platos excluidos de la cartilla de racionamiento por el gobierno británico, que consideró que de no hacerlo así, el daño a la moral a los obreros sería difícil de asumir. 

Después de aquello, su popularidad creció como la espuma. Como sabe todo el mundo, para comer bien en Inglaterra, lo mejor es desayunar tres veces al día. Y aunque hay pocas alternativas, una de ellas puede ser un fish and chips hecho como Dios manda. El secreto está en el rebozado. Los chippies ingleses más tradicionales usan una masa de agua y harina, añaden bicarbonato o soda y unas gotas de vinagre para darle ligereza y crear burbujas. Otras recetas emplean leche o cerveza El dióxido de carbono de la cerveza da una textura ligera al rebozado, además de su característico color naranja. Del tipo de cerveza resultan sabores diferentes: algunos prefieren la lager; otros, la stout o la bitter; en todos los casos, el alcohol se evapora y casi nada queda en el producto. 

El know how de la receta lo exponen en los locales de la cadena Harry Ramsden, que abrió su primer local en Bradford después de la Primera Guerra Mundial. Ésta es la fórmula: el pescado rebozado se sumerge en aceite hirviendo con la piel hacia abajo. Después de dos minutos y medio justos, se le da la vuelta y se fríe durante otros dos minutos y medio. Sal y vinagre a discreción del consumidor aliñan el plato al tiempo que se sirve. 

En Harry Ramsden sólo usan bacalao, que es la especie más común en los chippies (61,5%). Según datos de Seafish (organismo inglés de control de calidad de pescados y mariscos) el haddock (25%), es la segunda especie más consumida; otros pescados como merluza, platija, cazón, abadejo y lenguado agotan el catálogo. Resumiendo el mapa del gusto, en el norte prefieren el haddock, la merluza o el cazón, y en el sur, el bacalao. El área comprendida entre Keighley, Bradford y Halifax es conocida como el Haddock Triangle (triángulo de Haddock) porque muy pocos sitios usan bacalao. 

La crisis económica y la subida del precio del pescado han planteado un desafío con dos soluciones: unos han bajado los costes utilizando panga vietnamita, en lugar de bacalao del Atlántico; otros, han aumentado la calidad creando un estilo de tiendas boutique. También han cambiado las patatas: hasta los años 60, la variedad más popular era la Maris Piper; pero de un tiempo a esta parte se van imponiendo la Marquis y la Cabaret. En cualquier caso, la crisis ha impulsado el sector, dado que los chippies son un refugio frente a otros restaurantes más caros. 

La empresa de investigación de mercados NPD ofrece los siguientes datos de consumo anual de take away (comida para llevar) en Reino Unido: 748 millones de hamburguesas; 569 millones de diferentes comidas chinas e indias; 333 millones de raciones de pollo, 300 millones de fish and chips y 249 millones de trozos de pizza. El popular plato ocupa, por tanto, un más que honroso cuarto puesto, aunque en esa lucha por salvar su nicho ha perdido buena parte de su esplendor: en 1929, había unos 35.000 chippies y eran tan esenciales en la dieta que una tienda de Bradford tuvo que contratar a un empleado para controlar la cola. 

Sin embargo, en el camino también se ha hecho más señorial. Aunque nació en el arroyo, el fish and chips es ahora interclasista y algunos restaurantes posh (pijos) lo tienen en sus menús, como Le Pont de la Tour o The Dorchester, el favorito de Liz Taylor. Los más humildes chippies también se pavonean de atraer celebrities, y así, la cadena Harry Ramsdem proclama que Jeffrey Archer, Margareth Thatcher, John Major y Jimmy Saville han comido en sus mesas. Por su parte, Ahmet Ziyaedin, que regenta el chippy más antiguo de Londres, el Rock& Sole Plaice, se ufana de tener como clientes a Anthony Hopkins o a la cantante pop Lilly Allen. Y el famoso científico Magnus Pyke cuenta que, una vez, enYorkshire, vio cómo una dama con abrigo de visón hacía detener su Rolls Royce para entrar en un take away de fish and chips. Con esta anécdota ilustraba cómo el plato, que fue tan denostado en otro tiempo por los snobs y censurado por las autoridades alimentarias, se había convertido en respetable. 

Como hace 150 años Reino Unido era un imperio, el invento pronto se hizo popular en Australia, Nueva Zelanda y Canadá. En todas partes se servía envuelto en papel de periódico, pero las normas de higiene prohibieron la tradición en los años 80. Ahora utilizan papel para alimentos que a veces simula en su exterior el formato de la prensa. Son viejas noticias, pero por tres libras (unos tres euros y medio), qué más se puede esperar. 

También es un plato popular en las tierras habitadas por judíos. De hecho, Claudia Roden, en su Enciclopedia de la comida judía, atribuye a los "marranos portugueses" (judíos forzados a ocultar su condición) la introducción del pescado frito en Inglaterra, adonde llegaron como refugiados en el siglo XVI. Antes de ocupar la Casa Blanca, Thomas Jefferson escribió sobre el pescado "a la manera judía", que degustó mientras fue embajador en Gran Bretaña a finales del XVIII. Y el primer recetario de cocina judía publicado en Inglaterra en 1846 incluía una receta para el pescado frito. Para cerrar el círculo, tanto Joseph Malin como John Lees y Sam Isaacs, a quienes se atribuye la apertura de los primeros chippies, eran judíos. 

Pero los belgas han entrado en la disputa y aseguran que, aunque con otro nombre, el invento les pertenece. El historiador Jo Gérard asegura que los belgas freían las patatas y el pescado antes de 1680 y aporta como prueba un manuscrito familiar de 1781 en el que se dice que los habitantes de Namur, Andenne y Dinant, sobre todo los pobres, tenían la costumbre de pescar morralla en el Mosa y freírla para mejorar su mal sabor. Cuando el río se helaba y no se podía pescar, cortaban patatas en forma de peces y los freían como si se tratara de pescado. Por eso los belgas protestan porque en el mundo anglosajón se llame french fries a lo que debería llamarse belgian fries.
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