viernes, 29 de diciembre de 2017

Recetas populares de funerales, abstinencias y penitencias

(Un texto de Francisco Abad Alegría en el Heraldo de Aragón del 28 de noviembre de 2015)

Morir de amor, morir de pena, morir de ayuno; poesía más o menos realista, pero poesía al cabo. Hasta en los momentos más duros de la vida comemos y bebemos y, en gran parte de las ocasiones, respetando los platos tradicionales.

Líbreme Dios de meter en cenagoso descontento al amable lector con este epígrafe, porque la cosa de comer se asocia generalmente al gozo y la compañía; pero es que en España, la tierra de las mil pasiones, confesas e inconfesas, eso del dolor pesa mucho: hay muchas más Marías de los Dolores y de las Angustias que de la Consolación. Recuerdo a una vieja beata musitar al salir del oficio de domingo de Pascua algo así como "esto se acabó; el año que viene tendremos otra Semana Santa aún más bonita". Si a eso añadimos la férrea disciplina eclesial con que se sujetaba al pueblo llano en medio de preceptos de todo tipo, unidos a las pervivencias paganas del culto a los muertos, se verá que no inventamos nada.

Comidas especiales

El precepto de abstinencia obliga a abstenerse de carne y sus derivados durante los tiempos indicados por la normativa canónica. Los viernes de todo el año, por ejemplo, eran de abstinencia, en recuerdo de la Pasión de Nuestro Señor, y de ahí ha derivado la costumbre de que en muchas casas se siga tomando pescado los viernes, incluso sin motivo religioso o como prolongación de una inveterada costumbre que llega incluso al abasto de las pescaderías, que en viernes suele ser más variado y generoso.

Los alimentos que se identifican más estrechamente con la abstinencia entran en la lista que el Arcipreste de Hita da en su ‘Combate entre Carnal y Cuaresma’ en pleno siglo XIV: espinacas, garbanzos, guisantes secos, habas, lentejas y pan. La asociación entre hierbas (espinacas) y garbanzos y habas con el culto de los muertos y los momentos penitenciales ya se da en la Grecia clásica, de modo que no hay motivo para el asombro.

Uno de los productos propios de tiempos cuaresmales abstinentes por definición son los buñuelos simples, que proceden también de herencia greco-romana. Los garbanzos cocidos con cebolla y un poco de aceite y enriquecidos someramente con unos huevos duros troceados, perejil abundante y, cómo no, ajo picado, son comida de abstinencia de acreditada ortodoxia; la abundancia de perejil tiene también un sentido especial, ya que las órdenes de obediencia franciscana (franciscanos y capuchinos) eran muy dadas a aromatizar con esta hierba aromática sus poco ilustradas pitanzas y de ello tenemos elocuente ejemplo en la cocina de Altamiras (1745).

El bacalao
 
Pasado el tiempo del congrio, se enseñorea del abasto de pescado cecial el bacalao; pescado seco como un asceta de estampa, ubicuo, es el producto de abstinencia por definición. Las múltiples formas de preparación que admite en nuestras tierras, menos ilustradas y amplias que las portuguesas, son generalmente abstinentes: "Alrededor del bacalao ha cuajado un espléndido y católico recetario, del que los pueblos hiperbóreos, noruegos o escoceses, no tienen ni idea.

Lusitanos, españoles, franceses, somos los que sabemos comer el bacalao, nuestras recetas ilustran los grandes compendios de la cocina occidental… en los días cuaresmales es el bacalao el pez obligado en las mesas que guardan la abstinencia de carne", sentencia Álvaro Cunqueiro.

Para que no falte sainetillo, Julio Camba da su versión impía de la abstinencia bacaladera española: "Lo que se ignora generalmente es que, a fin de que los españoles podamos comer bacalao el viernes, manteniendo así íntegras las prácticas de nuestra religión, los pobres noruegos tienen que quebrantar los de la suya, cogiendo cada sábado unas borracheras terribles". Asumido todo lo anterior, la fórmula de garbanzos con bacalao parece la perfección absoluta del espíritu penitencial, consiguiendo la conjunción de honesto placer, cumplimiento estricto de la norma y economía de medios.

El caracol
 
Mas un humilde invertebrado, el caracol, nos interpela en este elenco de preparaciones penitenciales. El caracol tiene una cualidad acuosa perceptible hasta por un inanimado guijarro: baba húmeda. No tiene costillitas, ni garrón, ni espinazo. En conclusión –según razonamientos medievales, no menos arbitrarios que los actuales en demasiadas ocasiones– no es carne ni pescado.

¡Albricias, podemos comer caracoles en días de abstinencia! Y así se creó la costumbre rural, en los biotopos en que era practicable, de tomar caracoles operculados, luego humedecidos y guisados, en la santa Nochebuena; en efecto, hasta las 12 de la noche previa a la Navidad, existía el precepto de abstinencia, que fue abolido, con poco conocimiento de la gente, por la Ley de Abstinencia de 12 de agosto de 1915, anticipando la vigilia de Navidad al anterior sábado de Témporas.

En todo caso, quedó la costumbre de tomar caracoles en Nochebuena, asociando tal pitanza a otra vegetal, cardo, col común o col lombarda y dulces. Aún hoy, en algunas familias de Aragón, no hay Nochebuena completa si falta, aunque sea de modo testimonial, un platillo de caracoles en salsa.

Otras costumbres gastronómicas de Nochebuena se constituyeron sobre la base de la disponibilidad estacional; así la lombarda madrileña o los cardos navarros. Pero en la mezcla de espíritu abstinente al tiempo que festivo, surgieron otros; un ejemplo es el cardo con bacalao del corredor oscense Barbastro-Huesca, que aúna el penitencial pescado con el delicioso cardo estacional cogido en su mejor momento, en la cena de Nochebuena.

Funerales
 
La muerte tiene sus propias celebraciones, prácticamente todas de origen pagano. Pero en la cristianización del inevitable momento, se han decantado algunos rasgos. La asociación idéntica a los tiempos penitenciales con los garbanzos, con el ascético bacalao cecial y con un elemento de alto significado simbólico: el huevo. El huevo está presente ya en las viejas civilizaciones como símbolo de renacimiento, de nueva vida, de resurrección. No hay escape para tan obvio símbolo, pero en la muerte su presencia es sugerencia de esperanza, a diferencia de las cocas tradicionales de Pascua, que lo presentan entero y rozagante.

Por ejemplo, la fiesta de Todos los Santos se celebra (celebraba) en muchos lugares de Andalucía con una comida que tenía como plato fuerte un guiso de garbanzos con col, adicionado de huevo duro picadito.

El día más triste de la liturgia católica, Viernes Santo, además de otros apaños culinarios, se mitigaba con un generoso plato de garbanzos cocidos con bacalao y huevos duros picados (no troceados en anuncio de la inminente Resurrección).

El colmo de las comidas de funeral eran las judías blancas cocidas sin elementos cárnicos, característico de los hogares del Somontano oscense, en contraste con el abundante cocido con mucha carne y embutidos –siempre que el evento no coincidiese con día abstinente– que se ofrecía a los asistentes a los funerales en muchas partes de España.

Para el convite de los familiares y deudos del fallecido, era costumbre variable en distintos lugares de España elaborar bollitos de pan suave, adicionado de un poco de aceite y huevo batido, que se ofrecían al tomar el primer bocado al llegar a casa del finado. De ahí viene el ramplón pero realista dicho de "el muerto al hoyo y el vivo al bollo". De momento, lo nuestro es el bollo.

martes, 26 de diciembre de 2017

Codornices: del campo y de la granja, un bocado exquisito

(Extraído de un texto de Alejandro Toquero en el suplemento gastronómico del Heraldo de Aragón del 2 de septiembre de 2017)

Es tiempo de caza y la codorniz es una de las piezas más deseadas, sin embargo, hoy en día, la mayoría de las que se consumen son de granja.

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Entre las de granja y las salvajes, claro que hay diferencias de textura y sabor. Mientras las primeras son tiernas, suaves y sonrosadas, las de caza tienen la carne más oscura, musculada y compacta, y requieren de más paciencia en la cocina. "A estas últimas es más difícil cogerles el punto de cocción en los guisos porque su carne es más dura y tersa, y el tiempo, más o menos, es aproximado porque no sabes si han volado poco o mucho", explica José Antonio Escartín. Además, suelten tener distintos tamaños y el hecho de que sean machos o hembras también influye a la hora de cocinarlas.

A fuego lento

Eso sí, en los dos casos y, sobre todo, si se escabechan o se elaboran con ellas todo tipo de guisos, la clave está en trabajarlas a fuego lento, con paciencia, que se vayan haciendo poco a poco; un tratamiento culinario que, en general, sirve para toda la caza.

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Juan Carlos Gran también ofrece el paso a paso de su receta preferida: codornices encebolladas. En una cacerola, con una buena base de aceite, pone a sofreír cebolla abundante cortada en juliana. Cuando ya está bastante pochada añade una cabeza de ajos chafada, dos hojas de laurel, unas bolas de pimienta negra y media docena de codornices limpias enteras.

Lo siguiente ya es poner el guiso a fuego lento y que se vaya haciendo poco a poco hasta que la carne se termine empapando del jugo de la cebolla y quede jugosa y tierna. "En aproximadamente 20 minutos, las codornices están listas; se puede mirar un poco antes para ver cómo van, pero no hay que estar constantemente destapando la cazuela porque ese vapor que se va es jugo de cocción", asegura.

Un producto muy versátil

Además de para elaborar platos muy sabrosos, el recetario de la codorniz también puede tener la consideración de saludable, ya que es una de las carnes con menos grasa que hay en el mercado. La versatilidad en la cocina es otra de sus características, ya que además de su protagonismo en escabeches, arroces y ensaladas, admite ser trabajada a la brasa o a la plancha, sencillamente abierta por la mitad. "Luego, se acompaña con una picada de aceite, ajo y perejil y el plato está exquisito", recomienda Juan Carlos Gran.

En salsa cazadora; con bacón al horno; rellenas con hierbas aromáticas y limón y marinadas con distintos productos; con piña, pasas y piñones; estofadas con alubias... En fin, que esta carne de ave, además de agradable al paladar, es tremendamente agradecida.

Por otra parte, tradicionalmente se le han atribuido otras propiedades. En concreto, afrodisíacas. Al menos, así lo considera la escritora Laura Esquivel. Y es que en la novela 'Como agua para chocolate', la protagonista trata de conquistar a su amado preparándole una receta a base de codornices con pétalos de rosa.

Estas mismas propiedades hay quien se las atribuye a los huevos de codorniz, cuya relevancia gastronómica también es notable, sobre todo a la hora de trabajar un recetario en pequeño formato. Pero eso ya daría para otro reportaje.


lunes, 25 de diciembre de 2017

¿Qué es la Aquafaba?

(Como diría Cervantes, "cosas veredes, amigo Sancho". Leído en el www.directoalpaladar.com y aún no asimilado)

El nombre puede sonar algo extraño cuando se escucha por primera vez, pero quien esté familiarizado un poco con el latín sabrá que se define por sí mismo. La palabra no existía hasta que se quiso bautizar el ingrediente en 2015, y para ello se recurrió a San Google. Tras intentar decidir en comunidad un término adecuado, fue el estadounidense Goose Wohlt quien buscó las palabras latinas para "agua" y "alubia", uniéndolas finalmente en aquafaba. Y así nació oficialmente un ingrediente destinado a revolucionar la cocina sin huevo.

Es revolucionario no solo por las posibilidades culinarias que nos abre, sino también porque es un producto que cualquiera puede tener en casa, fácil de obtener y muy barato. Es simplemente el líquido resultante de cocer las legumbres, especialmente garbanzos y alubias o judías blancas. Se puede emplear casero, pero es más sencillo utilizar el de una conserva de calidad, ya que lleva la proporción ideal de agua y es más fácil calcular la cantidad que lleva cada tarro.

Yo he estado usando aquafaba de conservas de garbanzos porque las demás legumbres prefiero cocerlas siempre por mí misma, y porque creo que estos aguantan mejor el envasado y son más prácticos para salteados, ensaladas o platos rápidos. Tan solo hay que poner un colador fino sobre un cuenco y vaciar encima el bote de legumbres, removiendo con suavidad para que caiga todo el líquido posible. Así se obtiene la aquafaba, un líquido viscoso, amarillento y ligeramente espeso, que realmente recuerda a la consistencia de la clara de huevo.

Por mucho que haya gente empeñada en negarse a admitirlo, la cocina vegana no es aburrida, ni sosa, ni repetitiva. Cuando se sigue una dieta con restricciones, sea del tipo que sea, te ves un poco obligado a ser creativo, a experimentar y a ampliar tu despensa y tu recetario todo lo posible. Por eso conozco a veganos y personas con alergias e intolerancias que siguen una dieta mucho más variada y apetecible que alguien que puede comer de todo. La solución a no poder tomar algo no es simplemente eliminarlo, puedes buscar alternativas.

Y la dieta vegana en general no tiene problemas para encontrar sustitutos o equivalentes adecuados de casi cualquier receta, pero el huevo es un ingrediente algo peculiar. Es casi un básico imprescindible especialmente a la hora de preparar dulces, postres y productos de panadería, o para muchas masas y elaboraciones como tortillas, crêpes o tortitas. Ciertamente hay alternativas veganas para todas estas recetas, pero hay una elaboración dulce en la que el huevo parece imposible de eliminar: el merengue.

Ningún producto elaborado ha sido capaz de imitar el poder mágico del huevo en su combinación de agua y proteínas que se convierten en una nube esponjosa al batir las claras. Pero muchos veganos se negaban renunciar al merengue y gracias al auge de los blogs y las redes sociales surgió una comunidad perseverante en busca de un sustituto que funcionara de verdad.

El movimiento comenzó de verdad a dirigirse hacia una posible esperanza en 2010, cuando se fueron dando pequeños pasos en la dirección correcta gracias a los experimentos compartidos por blogueros y usuarios de foros. El agua de cocción de los garbanzos entró en escena, hasta que el ya mencionado Goose Wohlt descubrió que por sí solo podía emplearse como si fuera huevo, sin tener que añadir nada más.

Wohlt es un ingeniero informático de Estados Unidos amante de la cocina que recientemente se convirtió en un vegano aficionado a experimentar. El vídeo de dos cocineros franceses preparando mousse de chocolate con líquido de garbanzos le encendió la bombilla y se animó a probarlo para hacer merengues. Y se dio cuenta de que no hacía falta añadir almidones, gomas vegetales, proteínas ni ningún ingrediente extraño más, como se creía hasta el momento.

Por fin había conseguido hornear merengues 100% veganos usando solo el líquido de cocer legumbres, todo un éxito que compartió en Facebook donde pronto el descubrimiento se extendió por toda la comunidad. Así se creó un grupo específico para compartir conocimientos, recetas y resultados de las experimentaciones personales para aprender colectivamente a usarlo bien. A principios de 2015 se bautizó con su nombre oficial de aquafaba y se registró una página web oficial para continuar recopilando y difundiendo las bondades de este mágico ingrediente.
¿Y cómo se usa en la cocina?

La respuesta es simple: como si fuera huevo, en principio en cualquier receta. Es interesante sobre todo en aquellas elaboraciones en las que el huevo, ya sean las claras, la yema o entero, sea un componente esencial. Merengues, pavlovas, tortitas, macarons, tortillas, nubes, nougat, gofres, mayonesa, mousses, helados... hay muchísimas recetas que son difíciles de dominar sin el huevo.
Se pueden encontrar muchas sugerencias de recetas en la red e incluso empiezan a aparecer libros en inglés dedicados a este producto, pero tampoco es mala idea ir experimentando en casa. Si se usa líquido casero, es conveniente dejarlo reducir hasta que tenga la textura espesa adecuada, y también se puede congelar. La comunidad de Aquafaba ha determinado una medida estándar que suele funcionar bien, aunque puede variar según la consistencia particular del líquido que se use.
  • Para sustituir 1 huevo: 3 cucharadas (45 ml).
  • Para sustituir 1 clara: 2 cucharadas (30 ml).
  • Para sustituir 1 yema: 1 cucharada (15 ml).
[...] La primera vez que empiezas a batir con la batidora el líquido de los garbanzos, y ves cómo cambia su consistencia hasta convertirse en un merengue blanco, esponjoso, espeso y firme, sorprende mucho el resultado. ¿Y qué pasa con el sabor? Obviamente se nota el aroma a legumbre cuando lo manipulas en crudo, pero al mezclarlo con otros ingredientes el sabor se disimula sin problemas. Por eso funciona tan bien con chocolate, y se pueden añadir otros toques aromáticos como vainilla o especias para ocultarlo aún más.

Si te animas a probar la aquafaba en casa, seas o no vegano o alérgico al huevo, puedes colaborar con la comunidad compartiendo tus resultados en las redes o simplemente rellenando el cuestionario disponible en la web. Cuantos más conocimientos y experiencias se tengan sobre el uso de este mágico ingrediente, mayor será el dominio que tendremos para usarlo como el sustituto vegano perfecto del huevo. ¿Quién nos iba a decir que estábamos desperdiciando una joya culinaria al desechar el líquido de cocción de las legumbres?

sábado, 23 de diciembre de 2017

Ortiguillas: sabor auténtico a mar

(Un texto de Alejandro toquero en el suplemento gastronómico del Heraldo de Aragón del 26 de agosto de 2017)

Esta anémona marina apenas resulta visible a los ojos del consumidor. Muy pocos bares y restaurantes la ofrecen. Quienes la prueban aseguran que es el producto más evocador del sabor y la textura del mar.

La ortiguilla no es un producto muy conocido en Aragón. Es una anémona marina que se fija en las rocas del fondo del mar o en los arrecifes de coral. Su apariencia está a medio camino entre una alga, una medusa y un erizo de mar, pero no resulta fácil acceder a ella y conseguirla para su consumo en fresco.

Esta extraña 'delicatessen' pertenece al grupo de los celentéreos. Su presencia llama la atención, ya que despliega hasta 150 tentáculos pardo verdosos, con las puntas de color rosado. El nombre de ortiguilla lo recibe porque es urticante. Esto le permite cazar pequeños peces, cangrejos y mariscos, atrapándolos con los tentáculos que tiene en la parte superior. Aunque en su hábitat natural resulta atractiva a la vista, una vez que transcurren tres o cuatro días tiende a oxidarse, a ponerse fea y a cambiar de color.

Por esta razón, no suele venderse en las pescaderías ni marisquerías. Al tener un periodo de consumo tan corto, se trata de un producto de 'alto riesgo' que solo algunos bares, restaurantes y tabernas especializadas, con una clientela fija, se animan a ofrecer si tienen garantizada su venta rápida.

[...] la delicadeza de esta anémona condiciona bastante su protagonismo culinario, además, por supuesto, de que tampoco se producen grandes capturas como para que su consumo crezca notablemente. Pedro Camacho [...] rememora que "su uso culinario data de la posguerra española; fueron años de mucha necesidad y, a pesar de ser urticantes, al recogerlas del fondo marino y tocarlas vivas, alguien las probó y se llevó una grata sorpresa por su intenso sabor a mar".

Afortunadamente, al pasarlas bajo el chorro del agua del grifo pierden su condición de producto urticante, que definitivamente desaparece en el momento de ser cocinadas. Hay quien también las pone en agua con un poco de vinagre para conseguir este mismo objetivo.

El caso es que, poco a poco, como un alimento básico para el sustento de la población, se fueron incorporando a la dieta en muchas localidades de la costa de Cádiz. Lo siguiente ya fue ir ganando protagonismo y abriéndose hueco por todo el litoral mediterráneo y atlántico hasta llegar, incluso, a la alta cocina española. Debido a su complicada conservación, la mayor parte del consumo se produce pocas horas después de su pesca en restaurantes y establecimientos de las zonas de costa donde se capturan.

[...]

[...] la empresa www.ortiguillas.com, que dirige este gaditano. En la actualidad, las captura en las costas de Cádiz, Málaga, Granada y Almería, "en las zonas rocosas que hay entre la orilla y una profundidad de alrededor de 20 metros". Necesitan luz para su desarrollo, así que es en este hábitat de aguas poco profundas donde suelen encontrarse.

Receta clásica
 
Este empresario las vende para su consumo en fresco pero se ha especializado en la elaboración de ortiguillas de mar precocinadas. Las comercializa siguiendo la receta tradicional, la más conocida y practicada de todas, [...]

sencillamente enharinadas y fritas. Eso sí, Pedro Camacho las prepara levemente prefritas para, de inmediato, ultracongelarlas y venderlas con una fecha de caducidad bastante amplia.
Un tratamiento similar es el que lleva a cabo el afamado cocinero marbellí Dani García, que elabora con esta anémona marina una especie de empanadilla oriental parecida a una gyoza. Emplea el producto fresco, lo enharina y antes de llevarlo a la freidora lo congela el tiempo justo en unas hueveras para que conserve la forma. En el momento de freír las ortiguillas con ese punto de congelación consigue que queden melosas y cremosas por dentro.

Sesos marinos

"Por mi experiencia y las muchas pruebas que he hecho, resulta difícil distinguir las que están prefritas de las que se trabajan frescas", comenta Pedro Camacho. Él mismo asegura que para salvar el inconveniente de ser un producto tan perecedero, en muchos establecimientos compran unos cuantos kilos y los precocinan y congelan "porque no sufren deterioro ni pierden propiedades".

A la hora de degustarlas, Pedro transmite las sensaciones que habitualmente producen entre los consumidores. "Por lo general –prosigue–, lo que más llama la atención es su textura fluida y delicadamente gelatinosa; hay quien compara su degustación con la de unos sesos de cordero joven". En ese sentido, marcan notablemente diferencias respecto a otros productos del mar.
En cualquier caso, se trata de una textura que no es fácil de asimilar. Los expertos consultados aseguran que, entre quienes no las han probado nunca, "suele haber bastante recelo a dar ese primer paso". Eso sí, muchos son los que quedan atrapados de por vida por la intensidad de su sabor a mar.

jueves, 21 de diciembre de 2017

Unas guindillas zamoranas

(Un texto de Francisco Abad Alegría en el suplemento gastronómico del heraldo de Aragón del 21 de diciembre de 2017)

En septiembre del año pasado tomamos en un simpático restaurante informal de la zamorana calle de Balborraz, un plato sencillísimo pero exquisito: pisto ligeramente picante.

Tras apurar una copa de excelente tinto de Toro, nos sirvieron en plato hondo una especie de crema poco triturada, que combinaba el verde suave con partículas rojizas, sobre la que reposaban un par de huevos fritos de deslumbrante yema. Nunca habíamos visto un pisto en el que los componentes vegetales se triturasen así y, al probarlo, se confirmó que era pisto y que era "ligeramente picante": un hallazgo. Quizá por poco viajados, no lo niego. Sometida la camarera a hábil interrogatorio, nos descubrió la fórmula sin reservas, pero añadió la expresión fatídica: "Las guindillitas redondas, de las de aquí".

Paseando por los alrededores de la calle de Santa Clara, dimos a la mañana siguiente con el mercado de abastos y bajo los soportales externos, con unas señoras que exponían su mercancía de luminosas verduras, magníficos tomates (realmente magníficos) y unas barcas de las famosas guindillas redondas que nos mencionaron. Compramos una buena cantidad, que alojamos en bolsas de papel para hacer el viaje de vuelta. Para no fastidiar, les pongo bajo las líneas de este artículo la receta del "pisto ligeramente picante" que hice nada más regresar y que salió estupendo.

¿Sólo zamoranas? No es posible que sean solo de esta parte de Castilla y León, pues todo está inventado. Los descubridores nos trajeron los pimientos o ajíes del Nuevo Mundo, pero no lo hicieron en una sola oleada: Colón depositó las primeras semillas de ajíes o guindillas en Guadalupe, tras el primer viaje, pero luego otros colonos retornaron con más variedades de pimientos y guindillas, siendo paradigmático el caso de las Canarias, que han incorporado chiles pequeños y muy picantes como contribución de las numerosas familias que retornaron tras ‘hacer las Américas’ en la segunda mitad del siglo XIX y principios del XX.

Y sin salir de nuestra tierra, me he topado con los datos del Banco de Germoplasma de la Estación de Aula Dei, donde nuestros investigadores agronómicos hacen una labor meritísima, más reconocida fuera de nuestra comunidad que dentro. El catálogo de pimientos del Banco (M. Carravedo, M. J. Ochoa, R. Gil, ‘Catálogo genético de pimientos autóctonos’, Gobierno de Aragón, Zaragoza, 2005) proporciona datos sobrados para conocer de forma suficientemente representativa la existencia de guindillas redondas similares a las zamoranas en otras partes de España, conocidas entre otros nombres con los de ‘redonda’, ‘bolilla’ o ‘de bola’, semejantes a algunas que se cultivan actualmente en zonas de México, Bolivia o California y Nuevo México.

Y resulta muy interesante que las variedades de guindillas redondas idénticas o similares a las zamoranas se dan fundamentalmente en lugares de Zamora, Extremadura y, con menor representación, otras zonas castellanas y andaluzas; es posible que haya algún tipo afín en Canarias, levante de Aragón y Navarra. Ahora ya sabemos que las guindillas (por favor, no las llamen piparras, que en español se dice guindillas) no son solamente las alargadas, tipo corneta, sino que unas bolitas redondas, de vivo color rojo y unos 3 cm de diámetro alegran la comida de muchos otros compatriotas. ¡Ah! y sepan que este año hay una pequeñísima pero alegre cosecha de tales guindillas en mi pueblo de adopción, San Mateo de Gállego, gracias a la gentileza de mis amigos José Antonio y Gregorio e incluso un macetón en nuestro terrenillo.

Más recetas

Las guindillitas se enristran perfectamente pasándoles un cordel de algodón por el peciolo y se secan como las convencionales, sirviendo para alegrar cualquier plato picante que deseen.

Como son tan aromáticas, la conservación en encurtido resulta muy interesante, especialmente para acompañar las legumbres cocinadas en tiempos de frío. Para encurtirlas, se seleccionan ejemplares de tamaño homogéneo, más bien pequeñas; se lavan bien y se les corta el exceso de peciolo, para que no se hieran entre sí al ponerlas en el frasco; se acomodan en tarro de cristal de los denominados ‘esparragueros’, bien juntitas pero sin apretar; se pone un poquito de sal en el fondo y se cubren con una mezcla a partes iguales de vinagre de vino blanco y agua mineral, hasta el borde; se cierra bien el tarro y se deja reposar en la oscuridad al menos durante un mes; luego se mira si ha mermado el líquido, añadiendo un poco de agua, si es necesario. No es preciso someterlas a calor.
Para los amantes de las salsas picantes y especialmente si hacen platos norteafricanos como el alcuzcuz (cus-cus) clásico u otros preparados afines, se puede poner en el frigorífico una salsa harissa aromática que se conservará muy bien durante meses. Para ello se toman las guindillitas sin rabo ni cáliz, pero manteniendo las semillas y el corazón, que quepan en un pequeño tarro en crudo; se sacan y trituran con un poco de aceite de girasol y oliva a partes iguales, añadiendo además un poco de sal y algo de comino molido al gusto; el triturado debe ser muy concienzudo, hasta hacer un auténtico puré, de modo que el aceite pueda extraer todos los aromas y la capsicina, el agente picante; se devuelve el puré de guindillas al tarro, rellenándose después con más aceite, al gusto.

El tarro, bien cerrado, debe dejarse al menos dos días para que desarrolle bien la extracción. La harissa así obtenida no es solo picante, sino que ofrece aromas sutiles que dan otro nivel al preparado; mejor es poner un poquito de salsa muy picante en el plato, que grandes cantidades de otra que pique muy poco, porque en el segundo caso se deformará el sabor final del preparado.

Si no consiguen estas guindillas, inténtenlo con hermosas cornetas frescas bien rojas, cuidando mucho el grado de picante, de modo que predomine lo aromático sobre lo ‘valiente’, como decimos por aquí.

Cómo hacer un pisto ligeramente picante

Se toma un calabacín tierno, de no más largo de palmo y medio, una cebollita fresca pequeña, una berenjena no mayor de un puño, un pimiento morrón rojo de tamaño mediano y una patata también mediana. Se corta todo en juliana, se saltea en aceite a fuego vivo un poquito y luego se le incorporan un par de las guindillas zamoranas, cortadas por la mitad, eliminando una parte de las semillas pero respetando el corazón, que es donde reside el picante. Se baja el fuego, cubriendo el recipiente y se vigila la cocción, de modo que los vegetales queden hechos pero no en exceso, lo que suele ocurrir en unos quince minutos. En caliente, se sacan las guindillas y una parte pequeña del pisto y se trituran completamente con la batidora; luego se pasa la batidora por el resto, deshaciendo la mezcla pero sin que llegue a hacerse crema; se mezclan bien los dos triturados y se ajusta la sal. Quedará un plato untuoso, sabrosísimo y con un picante suave, además aromatizado con un deje de melón o albaricoque, porque estas guindillas aportan tenues sabores frutales además del puro picante. Los huevos fritos como complemente no son obligatorios pero sí muy convenientes.

martes, 19 de diciembre de 2017

Pulpo, animal de compañia

(La columna de Carlos Maribona en el XLSemanal del 21 de febrero de 2016)



Decía Cunqueiro que el pulpo «quiere ser comido a la sombra en verano, con un buen pedazo de pan para rebañar en el plato». No es necesario que sea en verano, aunque es cierto que es en esa época estival cuando las pulpeiras acuden a las romerías y fiestas gallegas con sus grandes calderos donde hierven los cefalópodos enteros y los 'asustan' tres veces. Tras un leve reposo los trocean, los colocan luego sobre un plato de madera para espolvorearlo con sal gorda y buen pimentón dulce y picante y regarlos con abundante aceite de oliva.

Aunque no todo el mundo se pone de acuerdo, parece que la única diferencia entre pulpo 'a feira' y a la gallega está en que este segundo lleva debajo cachelos, esas sabrosas patatas tiernas cocidas.

El mejor pulpo es el de roca, con una calidad superior al de altura, que vive en aguas más profundas. Para que no les engañen, sepan que el de roca se distingue por su color, más oscuro; por la cabeza más pequeña, y sobre todo porque tiene dos hileras de ventosas en zigzag en los tentáculos, mientras que el de altura posee una sola fila. Hay muchos sitios, sobre todo en Galicia, donde comer un excelente pulpo, pero resulta imprescindible la referencia a Carballiño, localidad orensana que tiene merecida fama por ser cuna de algunos de los mejores pulpeiros.

sábado, 16 de diciembre de 2017

Salmón: saludable y versátil

(Extraído de un texto de Alejandro Toquero en el suplemento gastronómico del Heraldo de Aragón del 9 de septiembre de 2017)

La condición de alimento saludable es uno de los argumentos que más lo avalan. Además de la bondad de los ácidos grasos Omega 3, este pescado es uno de los más versátiles para trabajar en la cocina.

El salmón es un pescado azul rico en ácidos grasos Omega 3 que contribuyen a disminuir los niveles de colesterol y triglicéridos plasmáticos y, además, aumentan la fluidez de la sangre, lo que previene la formación de coágulos o trombos. De ahí que se recomiende su consumo habitual, tal y como hacen prestigiosos médicos como el cardiólogo Valentín Fuster, abanderado de iniciativas de salud pública a favor de su ingesta.

[...] un producto saludable". Eso sí, consumido en su justa medida. "No es para tomar tres veces a la semana –prosigue–, para eso ya están los pescados blancos, menos calóricos, que aunque no aportan tanto Omega 3 son una excelente fuente de proteínas de alto valor biológico".

De la mano de estos argumentos relacionados con la salud, hace años que nuestro protagonista irrumpió masivamente en las cocinas de medio mundo vinculado la acuicultura. Muy atrás queda la percepción que se tenía en España allá por los años 30 del siglo pasado de que era un pescado de prestigio. Emilia Pardo Bazán sostenía exactamente eso, que era "un plato de lujo". Hoy en día, sin embargo, su presencia resulta habitual en los menús del día de 10 euros.

La cría del salmón: claves

En Noruega fue donde antes se dieron cuenta de su potencial cuando empezaron a escasear las capturas de ejemplares salvajes, así que hace más de 50 años que se plantearon convertir al salmón noruego en una potente imagen de marca. Y vaya si lo han conseguido, desarrollando grandes producciones en cautividad para abastecer a los mercados durante todo el año.
A lo largo de su costa atlántica, Noruega posee la principal reserva de 'salmo salar', la especie más cotizada. Su cría se realiza con los mismos procesos naturales, pero en ambientes cerrados y controlados. Así se logra disminuir la tasa de mortalidad y una producción de ejemplares de una calidad parecida.

[...] en el mercado hay primeras y segundas calidades. Estas últimas suelen ser piezas que llegan con algún golpe. Esto influye en el precio final, pero lo más determinante es el tamaño. El abanico suele oscilar entre los dos y los ocho kilos, aunque para este profesional lo ideal es el término medio, los ejemplares de aproximadamente cinco kilos. "Con este peso, ya sale una buena rodaja de ración y a la hora de sacar el lomo queda muy lucido". 

Un pescado muy cómodo

La condición de producto saludable hace que su consumo en los hogares sea muy parecido. De eso también sabe mucho el propietario de Pescados Cañete, más que nada por lo que le comentan sus clientes. "Mayoritariamente lo hacen a la plancha –explica– pero cada vez se trabaja más al vapor o sencillamente preparado en el microondas con unas verduras".

En cualquier caso, hay muchas más opciones. Sobre todo, cuando se piensa en el salmón como en un producto gastronómico, analizando el juego que pueden dar de sí su textura y sabor. Y es que a versátil en la cocina no hay muchos pescados que le ganen.

Muy saludable, por ejemplo, resulta utilizar el horno y emplear la fruta. [...]

La preparación  [del salmón a la naranja] es sencilla. Se pelan y se cortan las naranjas a rodajas y se ponen como base en una bandeja de horno. Encima, se colocan salpimentadas las rodajas o filetes del salmón rallando las pieles sobre el pescado. También hay que exprimir media naranja y rociarla. En el horno, precalentado, bastará con diez minutos a 190 grados. Una vez cocinado, se puede añadir un hilo de aceite de oliva virgen extra.

Pero el abanico de posibilidades ha crecido exponencialmente en los últimos años de la mano, sobre todo, de las técnicas que permiten trabajarlo prácticamente en crudo. [...] otras posibilidades que para este pescado ofrece la cocina asiática, preparado en sashimi o en sushi, "cortado en filetes finos, macerados en soja y con un poco de wasabi". Para el tataki, recomienda utilizar la parte del lomo, sin espinas ni piel, que hay que marinar previamente. Para el marinado se puede emplear zumo de lima, salsa de soja, pimienta, aceite de sésamo y especias japonesas. En una sartén bien caliente y con dos gotas de aceite, apenas se necesitan diez segundos por cada lado para que el exterior quede sellado y el interior crudo. Además, se puede presentar en forma de carpaccio, escabechado, confitado o elaborar ceviches con él. La posibilidad de sustituir el bonito por el salmón en un marmitako con patatas también resulta muy atractiva, lo mismo que su presencia en hojaldres rellenos con todo tipo de quesos y verduras.

Nuestro protagonista también ha encontrado en el humo a un aliado. Los mejores salmones ahumados se obtienen a partir de ejemplares grandes, pero no excesivamente gruesos ni grasos. La primera señal de calidad es el color, que debe ser suavemente rosado y no naranja, lo que denotaría un ahumado excesivo. Además, la presencia de gotitas sobre la carne puede apuntar a un almacenamiento deficiente. Con este producto, Manuel Monserrat ofrece en el restaurante El Tartar una tapa tan sencilla como resultona. Utiliza huevo duro, manzana, mayonesa y cebolla tierna, todo bien picado, y lo envuelve en un filete de salmón ahumado. Así de fácil.

[...]

miércoles, 13 de diciembre de 2017

Cerdeña, viaje culinario

(Extraído de un artículo de José Luis Solanilla en el suplemento gastronómico del Heraldo de Aragón del 28 de enero de 2017)

[...] ¿cómo es la cocina de la isla? Por una parte, hay que tener en cuenta que es una parte de Italia y, por lo tanto, vamos a encontrar muchos platos relacionados con esa cultura, como la pasta, especialmente. Sin embargo, siempre será una cocina italiana con una personalidad propia, en gran parte gracias al gran legado que los distintos pueblos pobladores de la isla fueron dejando a lo largo de los siglos.

La gran riqueza agroalimentaria de Cerdeña tiene en los quesos uno de sus productos más típicos, ricos y abundantes, gracias, sobre todo, al gran número de cabezas de ganado ovino que hay en la isla. Hay que probar sin excusa los quesos Pecorino Sardo y la Fiore Sarda (flor sarda).
Como consecuencia de esa gran abundancia de ganado, la carne de cordero es una de sus joyas gastronómicas y se puede comer a la brasa o al horno, como comemos nosotros las costillas y las espaldas de nuestros corderos y ternascos, o también en otras preparaciones, como en steak tartar o en la típica tagliata, roja y semicruda y partida a rodajas, en algo muy similar a los tataki tan de moda en estos días. También se come la oveja, el carnero, el cochinillo a l’ast o la cordura, que son los intestinos y las entrañas del cordero, un plato que recuerda a otro típico que tenemos en el Pirineo, las chiretas.

Como ha quedado dicho, siendo Cerdeña parte de Italia, la pasta tiene un papel muy importante. Muy populares son los malloredus, pasta ovalada que se sirve con tomate, y los culurgioni.
Una alimento especial es la frégula, pasta de sémola en forma de bolitas de diferentes tamaños, que en algunas partes lo utilizan para hacer paellas, de marisco por ejemplo, y el resultado visual es muy similar a las que se hacen con arroz en muchas partes de España.

Exquisitos son los pescados y mariscos que se pescan por doquier en las costas. Y curioso es que la pesca sea una actividad relativamente moderna porque era una actividad de alto riesgo dada la cantidad de piratas e invasores que pasaban por esas aguas. El pulpo, el calamar, la langosta, los langostinos y los mejillones, por ejemplo, son indispensables en la gastronomía de la isla.
Siendo una cocina mediterránea, el pan es un elemento fundamental, junto con el vino y el aceite de oliva. Es muy típico el pan crujiente carasú, también llamado de pergamino por su apariencia. Tiene origen pastoril y se hacía así para que durase mucho tiempo. Se pone al centro de la mesa y se puede regar con cualquiera de los excelsos aceites de oliva virgen que se producen por toda la isla.
Entre los ricos dulces que hay por allí, es inevitable citar la seada, con forma de empanadilla frita y rellena de queso fresco, ricotta o pecorino, y regada con miel o espolvoreada con azúcar. En Alghero también se puede comer crema catalana, otro vestigio del paso de aragoneses y catalanes por esa zona.

Vinos tintos y blancos

En el apartado de vinos tintos, destacan los de la  DOC Cannonau di Sardegna, hechos a partir de la uva cannonau o cannonao, que es decir lo mismo que la garnacha. Este vino, tinto o rosado, tiene un envejecimiento mínimo de 12 meses, de los cuales al menos la mitad deben ser en barrica de roble o castaño. También produce vinos licorosos secos y dulces naturales.

 Otros vinos muy conocidos son los de la DOC Carignano del Sulcis, tintos y rosados y también pasificados. Es otra variedad llegada de Aragón, donde se denomina cariñena. En otras partes de España se llama mazuela.

Los vinos de la DOC Campidano di Terralba, en cambio, se hacen con uva bovale, que corresponde a la bobal española, originaria de Requena.

Pero especialmente atractivos son los vinos blancos, sobre todo el que se hacen con la variedad vermentino, con delicados aromas florales y con un sabor fresco y una acidez increíblemente agradable.

La malvasía y la moscatel dan también vinos muy redondos y agradables de beber.

Y hay licores interesantes, sobre todo el mirto, que se elabora en versión blanca y roja y que se toma como digestivo. Se hace con las bayas del arbusto del mismo nombre y se dice que es una de las bebidas que más contribuyen a la longevidad de los habitantes de la isla.

domingo, 10 de diciembre de 2017

A vueltas con la tortilla



(Un texto de Francisco Abad Alegría en el suplemento gastronómico del Heraldo de Aragón del 20 de mayo de 2017)

Descartadas por inverosímiles las versiones populares del origen de la tortilla en las tropas carlistas de Zumalacárregui o su hospedadora, y el antecedente del origen navarro de la Cuenca de Pamplona […] parece irrefutable el testimonio del Dr. López Linage, que cita la referencia de cómo el párroco Joseph de Tena Godoy, de la localidad de Villanueva de la Serena (Badajoz), instruye, con el apoyo del marqués de Robledo, a la población para elaborar la tortilla de patatas para mitigar la ubicua necesidad. Este es el primer testimonio explícito conocido sobre la preparación de nuestra protagonista ('Semanario de Agricultura y Artes dirigido a los Párrocos', 1798, volumen IY, páginas lll-112). En tiempos recientes, en el movimiento reivindicativo localista que vivimos, el ayuntamiento de la precitada localidad promueve la Feria de la Tortilla de Patatas en el mes de abril desde 2013 y ya toma la iniciativa para inmortalizar con un monumento el gran invento.

Tengo pocos amigos, por mi parte inmerecidamente buenos, algunos además sabios. Me dice mi inmerecido y sabio amigo José María Pisa que me fije bien en lo que dice sobre la patata Joseph Antonio Valcárcel, en su ‘Agricultura general y gobierno de la casa de campo' (original en 10 tomos, digitalizado por la Biblioteca Nacional, tomo 3, página 364, edición de J. Estevan y Cervera. Valencia, 1767), donde se lee, refiriéndose a las patatas manchegas (ojo, no extremeñas): «…en España su regular empleo es en guisados y tortillas, y son de mejor sabor que las de Irlanda; pues de unas, y otras he probado…». A mayor abundamiento, unas líneas antes se lee que la patata «…acostumbrado a este alimento agrada al paladar, en especial si se adereza con un poco de manteca…» y que además se puede «… sacar de la patata una harina mui blanca; la que mezclada con la de trigo forma bastante buen pan».

De modo que nos plantarnos con la constatación escrita de que existen tortillas de patata nada menos que un tercio de siglo antes de la famosa referencia a José de Tena y el marqués de Robledo de Villanueva de la Serena. De lo que no tenemos noticia es de cómo se confeccionaban tales tortillas, pero el tenor de la expresión de Valcárcel indica claramente que no se trata de ninguna cosa excepcional («Su regular empleo es en guisados y tortillas»).

Para más complicar la cosa, hay referencias (Juan Piqueras Haba, 'Revista Cuatrimestral de Geografía', 1992, número 27, páginas 80-89) a la promoción del cultivo de la patata en la asturiana zona de Navia, en 1753; en Galicia, en 1770; en Valladolid, en el año 1786; en 1795 en la aragonesa Maella; en la Mancha, en 1797; y en 1798, en la zona de Zaragoza, por poner algunos ejemplos de cultivo temprano, para utilización en alimentación humana, no como forrajeras o para la pastura del ganado. A tenor de lo explicado por el precitado Valcárcel, está bastante claro que las dichosas patatas se consumirían en guisados, no pequeña parte como ingrediente de panificación según las comarcas, verosímilmente aderezadas con manteca. es decir, fritas, aunque no fuesen en bastoncitos a la francesa (probablemente lo que ahora llamamos 'a lo pobre', con su inevitable ajo) y también en tortilla. Anónima tortilla, popular tortilla, sin fórmula canónica, sin acta de nacimiento, pero que se adelanta al menos seis lustros al acta de nacimiento actualmente aceptada.

sábado, 9 de diciembre de 2017

El origen de la tortilla de patatas

(Un texto de Francisco Abad Alegría en el suplemento gastronómico del Heraldo de Aragón del 20 de julio de 2013)

Probablemente son tres los alimentos que más han contribuido a la conformación de nuestra cultura europea, aparte el vino: el trigo, el cerdo y la patata. Por este orden cronológico. No es posible el crecimiento y manutención de una sociedad en expansión, sin el doble empuje del abasto alimenticio y la especialización social. Y el salto alimentario de la era preindustrial tiene como protagonista a la patata. 

Algunos ilustrados españoles agrupados en las Sociedades de Amigos del País para procurar la promoción y mejora de la población desde arriba, se encuentran con una situación de hecho que van a aprovechar: el cultivo ya establecido de patatas (cachelos) en Galicia desde el primer tercio del siglo XVIII, y algunas plantaciones en Castilla y escasas en el noreste de Aragón. La difusión en Aragón tiene mucho que ver con las figuras de Echeandía y Garay de Oca. Por fin, el hambre consecuente a la Guerra de la Independencia y la atomización administrativa y productiva, hacen que el Gobierno nacional promulgue en 1817 una Real Orden, urgiendo a los gobiernos locales y regionales a promover el cultivo de la patata, que a partir de entonces se expansiona por todo el territorio nacional incluido Aragón.

La patata en la alimentación popular

En los primeros años de la expansión de la patata, la estima en que se tenía al tubérculo era francamente escasa. Resultaba útil para dar de comer a cerdos y pobres (como suena) y podía ayudar en la alimentación humana, especialmente en forma de potajes, sustituyendo o acompañando a los nabos, y resultaba también útil como masa con la que falsear la de harina para hacer pan, como detalla el ilustrado José Pariente en una carta a la Sociedad de Amigos del País de 1781. En resumen, la patata estaba mal considerada: se la tenía como un complemento de segundo nivel o un remedio para el hambre de los más pobres. Cuando ahora nos maravillamos de la españolísima tortilla de patatas, parece que alguien pudo elevar a grado de ingrediente de lujo a un tubérculo que de por sí era bastante despreciable (y lo sigue siendo si se estudian las tendencias de consumo). Así que la tortilla de patata surgió como un recurso alimenticio, una argucia para comer por poco precio y no como una exquisitez gastronómica. Surgió, naturalmente, entre el pueblo llano, el que se alimentaba, mal que bien, con patatas.

El inmediato antecedente Es la tortilla de engaño, pelota, relleno o huevos tontos. Con variantes que se centran en el salseado o no, o en la adición de algunas especias o algún otro elemento vegetal, como el ajo y hierbas aromáticas, ya desde antes del siglo XII se encuentra en recetas marginales de libros de cocina andalusí. La cosa consiste en que se mezcla huevo batido con migas de pan humedecidas, para alargar este, más caro, haciendo un engrudo que luego se cuece o fríe en forma de bolas o croquetas o auténticas tortillas. Hagan la prueba de cenar cuatro personas con dos huevos y una buena cantidad de pan remojado en agua, confeccionando una gran tortilla, aromatizada con ajo y perejil, y verán cómo se llenan realmente, aunque la alimentación sea nutricionalmente defectuosa. Pues eso es lo que supone a partir de finales del siglo XVIII la tortilla de patatas o sus variantes locales.

Controverisa sobre el origen

En algún artículo recogido en la charca de internet, la gloria del origen de nuestra protagonista se atribuye nada menos que al general carlista Tomás de Zumalacárregui o quizá a una buena mujer de la causa, que obsequió al militar con tan excelso producto a su paso por Estella. Dicen por ahí que don Tomás pudo inventar la famosa tortilla como remedio para el hambre de sus tropas en el sitio de Bilbao, en junio de 1835. Resulta raro que el general se dedicase a inventar la tortillita, cuando estaba empeñado en un sitio difícil, al que además era contrario y que le trajo la muerte unos días después de ser allí herido. Lo de la leal estellesa carece también de todo fundamento.

Tenemos para corroborar esto el testimonio de don Benito Pérez Galdós. Sabemos que el escritor, para escribir sus inmortales 'Episodios Nacionales', se documentaba de modo exhaustivo, y jamás relataba anécdotas o citaba lugares o hechos concretos que no estuviesen avalados por la adecuada bibliografía. Pues bien, he revisado entero el tomo de Pérez Galdós referido a Zumalacárregui y no hay ni vestigio de la tortilla de patatas por ningún lado. Eso sí; en el capítulo XVI del libro, se incluye una conversación entre un furriel y un cabo primero, que hablan de la patata como de una alimento despreciable, propio de gente pobre, de monjes penitentes y apto para alimentar cerdos, aunque se va extendiendo progresivamente entre la población española; ni mención de la famosa tortilla y la cosa sí que vendría a cuento. Descartamos a Zumalacárregui, por tanto.

La atribución más conocida de la primera cita escrita de la tortilla de patatas, es navarra. Procede del estudio que José María Iribarren hizo en la revista 'Príncipe de Viana' (1956) de un 'memorial de ratonera'. Los memoriales de ratonera eran documentos que se depositaban de forma anónima o nominal en un gran buzón o ratonera, cuando se celebraban cortes generales del reino de Navarra (a la sazón reino unido a España en la corona, no provincia).

En tales memoriales se podían hacer sugerencias de todo tipo, quejas o declaraciones, en la seguridad de que todos los documentos ingresados en el buzón, absolutamente todos, serían leídos en Pleno, considerados y luego conservados en archivo (eran otros tiempos...). Uno de estos memoriales, fechado el 14 de mayo de 1817, relata la triste vida de los labradores navarros, comparándola con la de los artesanos y para ello detalla la forma de vivir de aquellos. Una frase alude a nuestra tortilla de modo inequívoco: "...dos o tres huevos en tortilla para cinco o seis, porque nuestras mujeres la saben hacer grande y gorda con pocos huevos, mezclando patatas, atapurres de pan u otra cosa...".

Como se ve, la tortilla de patatas no es un plato de receta establecida, sino un remedio de fortuna para remediar la miseria y además se confunde con la fórmula de los huevos tontos o de engaño. Pero ahí está, mostrando que es fruto de la miseria y no una elaboración destilada de la 'cocina tradicional' (ese embuste para señoritos interesados y académicos de medio pelo).


También en Extremadura
Y cuando parece que todo está claro, aparece un investigador del Consejo Superior de Investigaciones Científicas, el doctor Javier López Linage, que al escribir su tratado sobre la evolución de la patata en España, recoge un documento publicado en el 'Semanario de Agricultura y Artes dirigido a los Párrocos' (1789, volumen IV) con una receta bastante imprecisa de la tortilla de patatas en el pueblo extremeño de Villanueva de la Serena. La revista, cuyo nombre parece un poco cursi, fue uno de los instrumentos más importantes que empleó Godoy a la cabeza de los ilustrados españoles, para contribuir al desarrollo rural español, en lo que contaba con el apoyo de la mayoría de los párrocos españoles, más ilustrados y regeneracionistas de lo que se ha hecho creer. Atribuye el artículo el invento a la colaboración de José de Tena y el marqués de Robledo, que de este modo contribuirían a mejorar la alimentación de un pueblo exhausto y económicamente deprimido.

¿Con qué nos quedamos?

Aparentemente, la primera noticia escrita sobre la famosa tortilla de patata española es de 1798 y se sitúa en Extremadura; la cita del memorial navarro es de 1817, luego está claro cuál es la primicia. Sin embargo, la cronología de la difusión de la patata, como se indica someramente al lado, se opone a un argumento tan simplista. La realidad puede ser mucho más sencilla que todo esto. Simplemente, la patata, como el pan, alimento saciante y de poco precio, además de poco valorada, contribuye a 'alargar' el huevo en tortilla, mucho más caro, para satisfacer las hambres familiares. Y esto ocurre a finales del siglo XVIII y principios del XIX. Nadie ha inventado un plato, sencillamente se ha encontrado una fórmula de supervivencia, que con el tiempo irá decantándose en una más estable hasta llegar a ser una de las protagonistas de la cocina popular española. En buena hora.
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