(La columna de Martín Ferrand en el XLSemanal del 2 de diciembre de 2012)
El marqués de la Ensenada, Zenón de Somodevilla, fue uno de los pocos y grandes ilustrados españoles del siglo XVIII. Trabajó con Felipe V, Fernando VI y Carlos III. Sus restos reposan, como corresponde a un marino ilustre, en el panteón de San Fernando, en Cádiz. Fue él quien descubrió las virtudes del chorizo, el más genuino de los embutidos españoles, como preventivo del escorbuto. Esa, la carencia de la vitamina C, era el gran enemigo de los marineros de la época. Mientras el marqués repasaba los gastos de las singladuras de los puentes marítimos que nos unían con América, descubrió un consumo desmedido de chorizos extremeños y salmantinos en los barcos. La intuición de los viejos lobos de mar los había hecho ver que el pimentón que colorea y sazona los chorizos es rico en la gran vitamina de los frutos. Ese fue uno de los puntos de fortaleza de nuestra marina.
El marqués era nacido en las cercanías de Santo Domingo de la Calzada, en la actual Rioja, y es posible que llegara a gustar, dado su interés por el chorizo, las patatas a la riojana, uno de nuestros grandes platos regionales y el preferido por el también riojano Práxedes Mateo Sagasta. En Madrid puede degustarse en el Centro Riojano (Serrano, 25), que se instala en el que fue palacio de Tomás Serreta y que en su primera planta tiene un restaurante abierto al público. Donde esas patatas alcanzan su máxima excelencia es en Ezcaray, en plena Rioja. El restaurante Echaurren, uno de los más atractivos de España, mantiene frentes diversos. Uno, El Portal, es un alarde de innovación, y otro, el Echaurren Tradición, mantiene la tradición de la fundadora, Marisa Sánchez, y triunfan las patatas a la riojana.
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