domingo, 29 de mayo de 2022

Damajuanas

 (Un texto de Rosa Molinero leído en el muro de Facebook de La Vanguardia el 14 de enero de 2022)

Es posible que hoy veamos las damajuanas adornando un rincón de la casa, con un ramo de flores secas en su cuello o, tal vez, trajeadas en ganchillo o mimbre, pero desvestidas de su función original: transportar y/o fermentar líquidos. Empleadas como recipiente de agua, aceite, vinagre, licor, chicha chilena y vinos, también han tenido y siguen teniendo un papel activo en la elaboración de vinos blancos, rancios y dulces.

El origen de la damajuana, así como la etimología de su nombre, es un tanto incierta. Pudo haberse inventado en Damghan, a 342 kilómetros al norte de Teherán (Irán) en la Edad Media. La adaptación fonética a los idiomas de las culturas que recibieron el invento gracias al intercambio comercial de la ruta de la seda fueron modificando su nombre: esa garrafa de cristal de Damghan fue la damacana de los turcos, la damagana de los árabes, la damigianna de los italianos, la dame-jane de los franceses y la damajuana, damajana o damajoana en nuestra casa (en los países anglófonos, la masculinizan y llaman demijohn). Se cree que fue en Francia (allí también se la llama bonbonne, es decir, ‘bombona’, según el Diccionario Lexicográfico del CNRTL) donde apareció, en 1701, la Juana/Jeanne: por su forma redondeada y amplia se la equiparó a una mujer de vientre prominente, a una tal Juana (como en España podríamos haberla llamado ‘Pepita’).

Sin embargo, una leyenda concreta quién era esa Juana. Según el ayuntamiento de Saint-Paul-en-Forêt (Provenza), donde supuestamente se inventó, todo tuvo que ver con la reina Juana I de Nápoles. La monarca, que en 1347 huía de su reino, fue a refugiarse en su condado de Provenza cuando le sorprendió una fuerte tormenta que la hizo detenerse en lo que por aquel entonces era llamado como Saint-Paul-La-Galline-Grasse. Allí, se instaló en casa de un soplador de vidrio, al que visitó en su taller, a la mañana siguiente, para ver cómo trabajaba. El hombre, turbado por la presencia de la reina, sopló más de la cuenta mientras hacía un frasco; tanto, que el recipiente resultante era tan grande que podía contener decenas de litros. Decidió comercializarlo y lo quiso bautizar como ‘Reina Juana’ (‘Reine Jeanne’), pero la soberana le dijo que prefería el nombre de ‘Dama Juana’ (Dame Jeanne).

La damajuana se instaló en las bodegas familiares de nuestro país para albergar el vino hecho en casa con las uvas que se cultivaban para consumo propio. Todavía hoy es posible encontrarlas en Italia, Grecia y otros países europeos. Asimismo cruzó el charco y se distribuyó desde California hasta Chile, pasando por Argentina, donde tradicionalmente se ha asociado al vino de baja calidad, y que, contra todo pronóstico, la pandemia la puso tan de moda que los proveedores del recipiente se quedaron sin stock.

La enóloga Sara Pérez (Mas Martinet, La Venus Universal, en el Priorat) cree que el uso de las damajuanas se perdió en cuanto se empezó a renegar de los vinos de pagès, hechos en casa, “y cuando esto del vino pasó a ser más prestigioso y a tener más nivel técnico”. Por otro lado, la enóloga se topó con un problema cuando quiso recuperar las damajuanas: no encontró un soplador de vidrio que pudiera elaborar la damajuana que tenía en mente. “Sentí que había llegado tarde: solo encontraba sopladores que hacían esculturas y porrones para el turista. Hoy ya no tienen los grandes hornos para atemperar el cristal donde caben las damajuanas”. No le quedó más remedio que encargarlas a la napolitana Ambrosio Vetri, donde producen  tiradas cortas de forma industrial.

La misma dificultad encontró Òscar Navas (La Furtiva, en Terra Alta), que compra sus damajuanas al mismo proveedor italiano. El enólogo opina que otro factor que acarreó la pérdida del uso de la damajuana fue la industrialización y la consiguiente entrada del acero inoxidable y el hormigón que, sin embargo, no pudieron con el gusto por la madera. Destaca, además, que las damajuanas también tienen su parte negativa y que de forma transparente, muestran con honestidad: “están hechas de vidrio, un material poco resistente, muy frágil y difícil de transportar”. No en vano se las cubría con el típico abrigo de mimbre o cañizo (que una vez mojado, ayudaba a refrigerarlas) y, posteriormente, con un entramado de plástico que imitaba el antiguo patrón que tejían aquellas fibras naturales.

De acuerdo con Navas, Pérez señala otra de las dificultades que entraña el trabajo con damajuanas, y que tiene que ver, por partida doble, con el volumen. “Mientras que las barricas son apilables y contienen, en el tamaño más empleado, 225 litros, y tenemos fudres que empiezan en los 1.000 litros, el tamaño máximo de una damajuana es de 54 litros. Además, por su fragilidad y forma, es imposible apilarlas. Así las cosas, una damajuana ocupa mucho más espacio, en el que cabe mucho menos vino en comparación con otros recipientes”.

Tal y como los enólogos han relatado, la inexistente disponibilidad de las damajuanas en nuestro país es una de las complicaciones a la hora de elaborar vino con ellas. El Vicepresidente de la Asociación Española de Sopladores de Vidrio, Diego Rodríguez Blanco, nos confirma el dato. Él, a sus 43 años, es maestro vidriero en la Real Fábrica de Cristales de La Granja (en adelante, RFCG) y uno de los pocos que quedan en nuestro país. Desde los 16 en el oficio (su tatarabuelo ya había sido trabajador en la RFCG, confiesa que le enganchó desde el primer momento y se lamenta por el declive del soplado de vidrio artesanal.

“Pese a que el soplado de damajuanas no es una tarea de mi día a día, recientemente tuve la ocasión de elaborarlas para Solán de Cabras, que ha querido recuperar sus antiguas damajuanas, y ha sido una gran experiencia. Por supuesto, podemos hacerlas bajo demanda para los clientes que las soliciten”.

Rodríguez comenta que una de las dificultades del soplado de damajuanas reside en un instrumento esencial para el trabajo de un artesano del cristal: la caña. “Es la herramienta con la que sacamos el cristal fundido por una de sus puntas y lo soplamos por la otra. Este método, que evita que nos quememos, tiene una particularidad: hace efecto palanca. Esto significa que hay una limitación en cuanto a los kilogramos de cristal que podemos soplar, que son entre 15 y 20. Físicamente, es imposible trabajar con más, de modo que tampoco podemos soplar damajuanas que superen los 54-60 litros de capacidad”.

Este maestro soplador afirma que el trabajo artesanal con vidrio se perdió con la industrialización y sabe que el relevo generacional está en entredicho, pero quiere animar a que más personas descubran la profesión. “Pensemos una cosa: el vidrio es el futuro. Cualquier producto de calidad se envasa en vidrio y ya estamos intentando acabar con el plástico. Siempre vamos a tener trabajo. Lo único que se requiere en este oficio es ser buen soplador, ser buen vendedor y tener la persistencia y la resistencia a la frustración para aprender”. Nada mejor para entender de qué habla Rodríguez (e imaginar qué es trabajar con un calor abrasador, un material ardiente y, a la vez, muy frágil), que seguir su recomendación y ver el alucinante concurso de soplado de vidrio, Blown Away (Netflix). “Es un gran retrato de la magia, el arte y el espectáculo del trabajo artesanal con vidrio”.

domingo, 15 de mayo de 2022

Francia gourmet: pequeñas ciudades, grandes sabores

 (Un texto de Pierre Dumas para La Nación -periódico argentino- del 6 de agosto de 2006)

Recorrido en busca de delikatessen como el foie-gras y el nougat, que lleva por sitios alejados del circuito turístico clásico; cuna de especialidades tradicionales y exquisitas.

Gourmet y gourmand . Refinado conocedor, y glotón... En las mesas de Francia hay ocasión de sentirse ambas cosas, de cruzar esa frágil barrera que a veces separa al gourmet del gourmand. Y es que no es fácil resistir a las tentaciones que llegan a la mesa en uno de los países con mayor tradición culinaria del mundo, la patria de Vatel y Bocuse, por citar sólo dos nombres emblemáticos situados en los polos opuestos de la historia.

Si bien Francia, como todo el mundo occidental, está cada vez más expuesta (si no sucumbió ya) a la amenaza de la hamburguesa, las mesas de cada región siguen conservando celosamente sus tradiciones. La complejidad y riqueza de los sabores en sí mismos invitan a conservarlos, perfeccionarlos y transmitirlos.

A desplegar las servilletas, apagar los celulares y concentrar todos los sentidos en un recorrido turístico-gastronómico por lugares alternativos de Francia, fuera de los grandes monumentos, pero dentro de las grandes recetas; lejos de las grandes ciudades, pero en el corazón de las tradiciones culinarias.

Foie-gras de Quercy-Périgord

El sudoeste de Francia tiene la bien ganada reputación de tener una de las mesas mejor provistas del Hexágono, lo que no es poco decir en el país de la bonne chère. Las zonas rurales del sudoeste han legado a Francia algunas exquisiteces como el foie-gras, especialidad realizada a base de hígado de oca que en los últimos tiempos ha estado en la mira de los protectores de animales por el procedimiento de engorde de los mismos, forzados a embuchar grano hasta que el hígado alcanza el grado de gordura deseado. En varios pueblos existen marchés au gras , donde aficionados y especialistas eligen los mejores foie-gras para preparar sus recetas. El producto también se vende industrializado, a base de hígado de oca o de pato, y muchas veces en forma de mousse u otras preparaciones que sobre todo, por no ser puro, lo hacen más accesible, ya que el foie-gras es un plato caro incluso en su región de origen.

Suponiendo que el turista pueda abandonar los placeres de la mesa, en un recorrido por estos lugares de Francia no hay que perderse el pueblo medieval de Sarlat, y no sólo por su célebre mercado de los sábados, muy buscado por las trufas, los quesos y embutidos, sino sobre todo por su centro histórico. No muy lejos se levantan Rocamadour -ciudad fortificada reconocida por su queso Rocamadour, a base de cabra- y las cuevas de Lascaux, una reliquia de la prehistoria.

Angers y les rillauds

Angers es una de las perlas del Valle del Loire, una ciudad que se convirtió en uno de los polos de la electrónica, pero cultiva un orgulloso pasado real. Se la puede integrar dentro de un circuito turístico que pase por Nantes, antigua capital de la Bretaña (a 90 kilómetros), Le Mans (a 89, sólo para fanáticos de Las 24 Horas), La Baule (a 160, una de las playas de moda en verano), y el Mont Saint-Michel, la isla-abadía en el límite entre Normandía y Bretaña. En la ciudad en sí, que fue la cuna de la dinastía de los Plantagenet, se visita el castillo medieval que domina el paisaje y cuya mayor riqueza está en el interior, en la colección de tapices realizados en las postrimerías de la Edad Media. Satisfecho el espíritu, habrá que pensar en el estómago, y los angevinos bien que lo hacen. Sobre todo cuando presentan en la mesa los rillauds d Angers, plato a base de trozos de cerdo, sal y azúcar que se sirve a toda hora, desayuno incluido.

La carne está cocida en su propia grasa, y se consume tibia o fría, a gusto, con vino tinto o rosado. Hay quienes acometen este plato desde la mañana, y su preparación justifica incluso fiestas populares, como la rillaudée de Brissac, el primer domingo de julio.

El nougat de Montélimar

Almendras de Provenza, miel de lavanda, pistachos y azúcar. Un poco de glucosa, claras batidas en punto de nieve... y ya están los ingredientes del nougat de Montélimar, los exquisitos turroncitos que cuelgan por doquier, declinados en todos los colores y sabores, en las vidrieras de esta ciudad encantadora del sur francés. Hasta los más irreductibles sucumben ante la dulzura del sabor de estos turrones blandos que hacen la fama de Montélimar, que le arrebató a Marsella en el siglo XVI el savoir faire y el monopolio del nougat. En gran parte se debió a las plantaciones de almendros que surgieron en torno de la ciudad, y que reemplazaron a las nueces de la receta tradicional.

El nougat actual se elabora de manera industrial o artesanal, en calderos de cobre, y sólo en Montélimar se fabrican unas 3500 toneladas anuales. La fábrica más antigua es la casa Arnaud Soubeyran, fundada en 1837, que puede visitarse. Y otro lugar para no perderse es el Museo Internacional de las Golosinas, que reúne en Montélimar especialidades azucaradas de todo el mundo, en un edificio que tiene la conveniente forma de una caja de caramelos gigante.

Caramelos en flor

No sólo de perfume vive el hombre, y tal vez por eso los caramelos a base de flores son la especialidad de al menos dos regiones francesas. En Toulouse son tradicionales los caramelos y las golosinas a la violeta. Estos caramelos, de elaboración difícil y por lo tanto costosa, se realizan con flores de violeta frescas cristalizadas en azúcar. En pleno Languedoc, a orillas del Garonne, Toulouse invita a visitar St. Sernin, la mayor iglesia románica de Francia, que recibía a los peregrinos en camino a Santiago de Compostela, y el casco histórico erigido en torno de la Place du Capitole. Sin olvidar cierta casa, en la rue Canon d Arcole, que es paso obligado y el mercado de violetas desde donde salen los ramos que tiñen de color toda la ciudad.

Más hacia el Este, en la Provenza, tierra de sol y mar donde abunda la mimosa, esa planta de flores amarillas con cierto aire a la retama, que en Europa se conoce como símbolo del Día Internacional de la Mujer, el 8 de marzo. Los capullos de esta flor también se comen como si fueran caramelos. Claro que llevan cierta preparación antes de pasar del dicho al hecho: las pequeñas bolitas amarillas de la planta se dejan secar y luego se sumergen en una mezcla de agua de rosas y goma arábiga. Se pasan por azúcar y luego de un rato están listas para degustar.

Hay también quienes echan a último momento sus flores como condimento sobre sopas o ensaladas de frutas, pero recomiendan no consumir las mimosas compradas en floristerías, ya que podrían tener conservantes. Y existe incluso un cóctel, el Grand Mimosa, que si bien no lleva flores es digno de mención: mezclar un 11% de Grand Marnier con un 22% de jugo de naranja y un 66% de champagne, mezclar... y adentro.

La sal de Guérande

Según un cuento tradicional, el rey que se enojó con su hija porque ella dijo quererlo como a la sal tuvo que retractarse rápidamente después de un régimen a base de platos sosos preparados por la propia princesa. La leyenda bien podría haber nacido en Guérande, no muy lejos de Nantes, que debe su buena fortuna gracias a salinas costeras que dieron al pueblo el nombre de gwen ran (pueblo blanco) en bretón. En forma de fleur de sel (los cristales jóvenes recogidos a mano durante el verano en la capa superior de la salina), sal gruesa, natural, aromatizada o a las algas, la sal de Guérande es un producto que inunda de delicadeza los paladares y todos los platos que toca. Aunque la actividad en los marais salants conoció un declive entre los años 70 y 90, se recuperó y hoy llega a las mesas más selectas del mundo. En el lugar, entretanto, se puede visitar los pantanos salados y conocer las iniciativas de la asociación Terre de Sel, formada por extractores de sal y naturalistas, que muestra la riqueza ecológica de estas tierras y los secretos de la producción de sal. El otro lugar donde probar la fleur de sel es la Provenza, ya que existen grandes salinas en torno de la Camargue, región de salvaje belleza donde vivía el mítico Crin Blanca. 

Datos útiles

Direcciones sabrosas

Angers y les rillauds: un buen lugar donde probarlo es el restaurante Auberge Angevine, que tiene un menú de especialidades medievales, y animación con trovadores (9, Rue Cordelle, Angers; www.auberge-angevine.com ). www.angersloiretourisme.com

Toulouse: en www.toulouse.fr . Un buen lugar para probar violetas cristalizadas y otras especialidades con esta flor es Chocolats Olivier (58, Chemin de Baluffet - Bâtiment 4, Toulouse), una tradicional chocolatería y confitería fundada en 1780.

Caramelos de mimosa: en L Epicerie et Confiserie de Provence se elaboran toda clase de jarabes, caramelos y licores de flor, entre ellos la mimosa (Pierre & Anne-Marie Baudequin; 1066, route de Tanneron, 06580 Pégomas). www.epicerieconfiseriedeprovence.com .

Foie-gras: Beyne Frères es una casa de especialidades regionales de la Dordogne (23, boulevard National, 24500, Eymet) que fabrica el foie-gras según el método tradicional. En toda la zona de Quercy-Périgord se puede visitar mercados de ocas, granjas de elaboración artesanal, y comprar foie-gras y sus derivados.

Sal de Guérande: en www.sel.guerande.free.fr se explica la formación de las salinas y el proceso de explotación de la sal marina.

Nougat de Montélimar: en Le Chaudron d Or se fabrica artesanalmente, perfumado y saborizado con productos locales. Queda en 7, avenue du 52ème, 26204 Montélimar.

Caviar, golosinas y fondue de Champagne

Más ciudades y más sabores para descubrir en un viaje al interior de Francia.

Norte de Francia, bétises y poilus. Les bétises son las travesuras que hacen los chicos, pero también unas golosinas típicas del norte de Francia, oriundas de Cambrai. Son caramelos de azúcar batida perfumados a la menta, y terminados con un toque de caramelo puro que les da un sabor característico. Según la tradición, nacieron por un error de fabricación, y de ahí que se los llame betises , que también significa tonterías. En cuanto a los poilus, son las galletitas secas que se cocinaban en las Ardenas para los soldados que peleaban en las trincheras de la Primera Guerra Mundial. Poilus (peludos) se llamaba a los soldados.

Champagne a la fondue. La fondue suiza tradicional es una mezcla de quesos con vino blanco, donde se sumergen trozos de pan duro. Pero en Champagne tienen una versión propia, y sin duda refinada: en lugar de aceite se coloca champagne en el recipiente y se lo hace hervir. Y en esta exquisita bebida se hunden los trozos de queso... al menos mientras se pueda mantener el equilibrio.

Lo que queda del coñac. En el centro-oeste de Francia, donde se cultivan los viñedos con que se elabora el coñac, circula también una especialidad regional muy apreciada. Es el pineau des Charentes , una bebida espirituosa que se destila a partir del vino que queda de lado en la elaboración del coñac. Lo que resulta es un aperitivo muy dulce, tinto o blanco, que se utiliza también de postre.

Papas andinas. En la región del Ardèche, la menos poblada de todo el país, se cultiva una variedad de papa especial que fue traída desde los Andes en el siglo XVI. Se la prepara en un plato especial con salchichas.

Mermelada de pétalos de rosa. Desde la Edad Media se prepara, en la región parisiense, una suerte de mermelada de pétalos de rosa que suele comerse en el desayuno. Otra variante con pétalos de la misma flor es un vinagre aromático, que se elabora también en la región.

Caviar francés. En Bordeaux está siendo reintroducido el esturión, un pez otrora común en aguas del Garonne y en la Gironde. Se crían para producir caviar, y en la localidad de Biganos es posible visitar la estación de piscicultura de la Cassadotte.

 

jueves, 12 de mayo de 2022

Claves para elegir bien un melón o sandía

(Leído en el Heraldo de Aragón del 4 de agosto de 2018)

Algunas de las frutas más consumidas durante el periodo estival son los melones y las sandías que, por su alto contenido en agua, sirven para refrescar los días más calurosos del año. Aunque a priori, y desde los estantes de la frutería o el supermercado, todos los ejemplares tienen las mismas probabilidades de salir bien, el problema surge cuando, tras haber seleccionado el más lustroso por fuera, al probarlo en casa no resulta tan sabroso como se esperaba. Para evitar decepciones, puedes seguir una serie de sencillos trucos que te ayudarán a acertar en la elección.

¿Cómo elegir un buen melón o sandía a primera vista?

La picaresca popular dice que hay que hundir ligeramente los dedos en los extremos del melón para saber si está en su punto. Al hacerlo, la piel se destensa y, a la larga, generará una falsa sensación de madurez. Para evitar destrozar esta pieza de fruta, a la hora de seleccionar, es mejor tener en cuenta otros factores. Por ejemplo, las piezas maduras tienen un color verde más oscuro o apagado y, en el caso de los melones, la cantidad de vetas o estrías suele indicar que está en su punto y que es de buena calidad.

Por otro lado, tanto las sandías como los melones tienen que pesar, ya que esto indica que está lleno de carne y líquido. Si no sabes cuál es el peso adecuado, la mejor opción es comparar con otros de similar tamaño.

Uno de los rituales más extendidos a la hora de elegir una de estas frutas es el método del 'toc toc', fórmula solo aplicable a las sandías. Consiste en darle unos golpes con los nudillos para comprobar si el sonido que produce la fruta es hueco y contundente.

La base de las piezas, donde, tanto los melones como las sandías, han estado apoyados y han ido madurando, presenta un tono más amarillento. Si el color de esta zona es más bien oscuro indica que ya ha alcanzado el punto de maduración ideal. Por último, estas frutas desprenden olor, especialmente en la zona del péndulo. Si huele a fresco significa que su sabor será bueno.

lunes, 9 de mayo de 2022

La zanahoria, humilde y cargada de historia

(Un texto de Alejandro Toquero en el Heraldo de Aragón del 14 de abril de 2018)

No es un producto muy glamuroso pero la zanahoria está en la base de la cocina aportando equilibrio a muchas recetas.

La reina de las raíces comestibles. Así podría resumirse el protagonismo culinario de la zanahoria que, sin embargo, siendo tan popular, ni en la actualidad ni en tiempos lejanos ha gozado de gran prestigio, ni se ha consumido con deleite, a pesar de sus muchas y valiosas cualidades.

Junto a otras raíces, frutos y granos, fue alimento básico de nuestros antepasados antes de que asumiesen la condición de carnívoros. Y ha tenido ilustres defensores, como Miguel de Cervantes, quien afirmó que «la alimentación de un hombre superior debe ser de frutos y raíces comestibles».

En Oriente Medio y en Asia Central fue donde más se conoció su cultivo. También se sabe que los pueblos mediterráneos consumían zanahorias hace más de 2.000 años. Eso sí, muy diferentes a las actuales, de color amarillento o púrpura, y más largas y delgadas. En la Edad Media, se cultivaban variedades moradas y blancas y no fue hasta el siglo XVII, gracias a los injertos realizados por varios agrónomos holandeses, cuando se descubrió la zanahoria anaranjada que retenía su tonalidad durante la cocción.

Este color se debe a la presencia de carotenos, entre ellos, el betacaroteno o provitamina A, pigmento natural que el organismo transforma en vitamina A, necesaria para el buen funcionamiento de la retina y, especialmente, para la visión nocturna o con poca luz. Precisamente, algunos acontecimientos históricos han reforzado el mito de lo buena que esta hortaliza es para la vista. Durante la II Guerra Mundial, los aviadores británicos obtuvieron grandes resultados contra las operaciones nocturnas de los bombarderos alemanes. El espectacular número de derribos fue explicado por la RAF por el consumo masivo de zanahorias.

Según esta versión, la vitamina A potenciaba la visión nocturna de los aviadores británicos y les permitía localizar fácilmente al enemigo. Este argumento, sin embargo, no era más que un bulo para ocultar a los alemanes el descubrimiento de un radar cuyo uso convenía guardar en secreto. Aunque en el haber de esta humilde raíz no cabe anotar semejante proeza, lo cierto es que este argumento caló tan hondo que su consumo se popularizó en el Reino Unido, donde está presente en muchas recetas.

EQUILIBRIO. Más allá de estos detalles, lo cierto es que nuestra protagonista «está en la base de la cocina». El que así lo sugiere es el chef Manolito, del restaurante Quema. Por supuesto, es un ingrediente fundamental de la dieta mediterránea, pero su relato va más allá.

Cruda, se emplea tanto de aperitivo en crudités como formando parte de numerosas ensaladas. También cocida, sola o junto a otras verduras, forma parte de recetas tan populares como el pudin o el cuscús. Además, aumenta notablemente el valor nutritivo de sopas y guisos, y está muy presente en platos de caza, estofados, purés, cremas, menestras o pescados, formando parte de la guarnición. «Tiene ese punto dulzón que equilibra cualquier receta», añade el chef.

Este cocinero recuerda con especial cariño una crema de perdiz. «Hace tiempo qué no la preparo prosigue, pero es una de esas elaboraciones que se quedan en la memoria; tan solo lleva cebolla, zanahoria, ajo y perdiz, todo guisado a fuego muy lento hasta que se deshace la carne, para finalmente triturar y conseguir una crema de una finura espectacular». […]

LAMINERA. En La Clandestina, la tarta de zanahoria es un icono del restaurante que está presente desde el primer día que abrió sus puertas hace casi tres años. Lo que más destaca su autora, Susana Casanova, es «la esponjosidad que le da al bizcocho». «No lleva aditivos ni conservantes prosigue, lo que más le gusta a la gente es que no empalaga y que el punto dulzón se lo aporta, sobre todo, la zanahoria, cuya presencia permite no añadir tanto azúcar como en otras tartas».

Aunque esta es una de sus propuestas más exitosas, repasando la carta esta cocinera descubre tres platos donde, sin ser muy consciente de ello, aparece nuestra protagonista. Por ejemplo, en una receta de chips vegetales donde está presente, cortada muy fina, junto a otros productos como plátano macho, yuca o manzana. «Se pasan por una harina muy fina y quedan espectaculares».

También se incluye en el plato que lleva por nombre Zatahi, una brocheta de pollo con una salsa tailandesa a base de cacahuetes y anacardos, donde se encuentra entre los laminados vegetales. Y, por supuesto, en el ‘orange power' que este establecimiento ofrece en el brunch de mediodía. Lleva una zanahoria grande, dos naranjas, hierbabuena y un toque de lima para dar frescor.

CONSEJOS. En Frutas Muniesa (calle de María de Maeztu, 1), Oscar Llanes tiene a la venta las zanahorias más populares, de la variedad nantesa, cilíndricas y de unos 20 centímetros, además de ejemplares que se comercializan en manojos con las hojas. «Estas son las más sabrosas para su consumo en fresco comenta, mientras que las otras aguantan más y suelen emplearse para cocinar y elaborar todo tipo de recetas». Para este reportaje también las ha conseguido de otros tamaños y colores que recuerdan a las que se cultivaban en el Medievo, blancas y moradas.

En esta frutería están muy acostumbrados a ofrecer consejos a sus clientes sobre cómo utilizar esta raíz. Por ejemplo, en ensaladas de pasta y arroz, o rallando cuatro buenas zanahorias y añadiendo otros ingredientes a modo de pequeños detalles como atún, olivas, lechuga y cebolla. Y para el aliño, un buen vinagre de Jerez o de Módena. Por último, Oscar sugiere dos zumos donde está presente: con naranja, manzana, piña, unas gotas de limón y, a elegir, mango, papaya o melocotón y, por otra parte, con fresas y naranjas, «un gran antioxidante».

A modo de cierre, no está de más una última consideración: la relación entre la carne de la corteza y su corazón interior es la que mejor sirve para determinar la calidad de una zanahoria. Lo ideal es que el corazón sea pequeño y de un intenso color anaranjado, similar al de la corteza. Y que al morderla cruja, por supuesto. Esa es la mejor señal.

RECETAS

Tarta de zanahoria – La clandestina

Ingredientes:

Para la tarta de zanahoria:

4 huevos.

250 gramos de azúcar.

150 gramos de zanahoria rallada.

100 gramos de aceite de oliva.

250 gramos de harina.

Una cucharadita de levadura.

Una pizca de sal.

Una cucharadita de canela en polvo.

Para la cobertura de queso:

200 gramos de queso cremoso.

125 gramos de azúcar glas.

50 gramos de mantequilla.

Elaboración:

Pelar y rallar la zanahoria. A continuación, batir los huevos juntó con el azúcar y el aceite y añadir la zanahoria rallada. Poco a poco, incorporar la harina tamizada, poner la levadura, la sal y la canela.

En un molde, previamente engrasado y enharinado, colocar la masa y hornearla a 180 grados durante unos 30 minutos. Sacarla y dejarla enfriar.

Para preparar la cobertura, dejar la mantequilla en un sitio templado hasta que tenga textura de pomada. Mezclar todos los ingredientes el queso, el azúcar, la mantequilla hasta tener una crema homogénea. A la hora de montar la tarta, cortar por la mitad el bizcocho y cubrir el interior con una capa fina de cobertura. • Finalmente, cubrir el exterior con el resto.

Bizcocho de zanahorias – El Foro

Ingredientes para el licuado:

250 gramos de zanahoria cruda pelada y rallada.

200 gramos de harina.

Levadura.

125 mililitros de aceite de girasol.

4 huevos.

Azúcar.

Para el escabeche de zanahorias:

50 gramos de aceite de oliva.

100 gramos de puré de zanahorias.

50 gramos de vinagre.

Elaboración:

Triturar el aceite con la zanahoria y reservar. Batir el huevo y el azúcar e incorporar la anterior elaboración, seguidamente agregar la harina y la levadura, mezclar bien y depositar en unos moldes previamente engrasados. Meter al horno durante 35 minutos a 180º, dejar enfriar y emplatar.

Nosotros acompañamos con un coulís de plátanos de Canarias y un helado de mango.

Escabeche de zanahorias - Quema

Ingrediente

50 gramos de aceite de oliva.

100 gramos de puré de zanahorias.

50 gramos de vinagre

50 gramos de vino blanco.

Sal y pimienta.

Elaboración:

Cocer las zanahorias, pelarlas y reservar. Triturar todos los ingredientes.
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