domingo, 30 de agosto de 2015

Zumos



(Leído en la revista Consumer Eroski de junio del 2013)

Desde la Antigüedad, la fruta ha sido considerada un alimento para los dioses. Si la fruta era el manjar, su zumo no lo era menos. Tanto es así que a lo largo de los siglos, distintas civilizaciones se han servido de ambos elementos para hacer ofrendas en templos, ceremonias, rituales... Misticismos y leyendas aparte, lo cierto es que cada día bebemos más zumo. Tanto en España como en otros países, el consumo de estas bebidas no cesa de aumentar. Mientras que en 1987 cada español tomaba aproximadamente 115 ml semanales de zumo (poco más de medio vaso), en 2006 la cifra se multiplicaba casi por cuatro (400 ml semanales, unos dos vasos). Datos más recientes, provenientes de la “Encuesta Nacional de Ingesta Dietética” (ENIDE), publicada en 2011 por la Agencia Española de Seguridad Alimentaria, revelan que los adultos españoles beben aproximadamente medio litro semanal de zumo. Las propias cifras del sector no andan muy lejos: en nuestro país, el consumo de zumo anual per cápita se aproxima a los 23 litros. Entre todos, el de naranja es el rey de la categoría, concentra el 25% del mercado total, según Asozumos (Asociación Española de Fabricantes de Zumos).

El consumidor tiene a su disposición una amplia oferta de zumos, todos aparentemente iguales pero cada uno con sus particularidades: zumos de una o varias frutas, néctares, concentrados, recién exprimidos, los que necesitan refrigeración, los que no, zumos con o sin pulpa... En muchos hogares, juega en la misma liga que alimentos tan omnipresentes como la leche, el café o el pan y es que para muchos, el día no empieza hasta probar el primer vaso de zumo. Pero, ¿son todas las opciones iguales? Y lo que es más importante, ¿este hábito es tan saludable como tomar una pieza de fruta?

Fuente de nutrientes

Los zumos son alimentos vegetales. Por ello, están exentos de colesterol y su contenido en grasa (total o saturada) y sodio (sal) es casi nulo. Curiosamente, todos esos nutrientes los consume en exceso la población española.

Desde un punto de vista legal, un alimento es fuente de una vitamina o mineral si aporta el 15% (o más) de las Cantidades Diarias Recomendadas del nutriente en cuestión. Los zumos son “fuente” de ácido fólico (vitamina B9, contribuye a la función del sistema inmune y al crecimiento del tejido maternal durante el embarazo) y vitamina C (incrementa la absorción de hierro, ayuda a formar colágeno y al normal funcionamiento del sistema inmune y nervioso). La vitamina B9 es bastante deficitaria en la población española y, de hecho, se aconseja suplementar con ella a todas las mujeres embarazas para prevenir problemas neurológicos en el bebé. Si el fabricante ha añadido en el proceso de elaboración determinadas vitaminas o minerales (en especial vitamina C y E en los zumos envasados) también serán “fuente” de estos nutrientes con los que han sido enriquecidos.

La cuestión del azúcar

Existe evidencia científica de la relación entre un elevado consumo de alimentos azucarados, una mala salud bucodental y la obesidad. Sin embargo, tan importante como saber esto es conocer que los estudios se refieren, sobre todo, al elevado consumo de azúcar a través de la ingesta de alimentos ricos en azúcar adicionada. Esta puntualización resulta fundamental ya que permite establecer que el verdadero problema reside en un patrón de consumo de alimentos con azúcar añadido, y no recae sobre un elemento concreto, en este caso el propio azúcar o en los alimentos que son ricos en azúcar de manera natural, como las frutas. Por tanto, el azúcar o los alimentos azucarados de manera natural o artificial no son malos: es su patrón de consumo el que puede ser o no adecuado.

Desde el punto de vista dietético, el consumo recomendado de azúcar o hidratos de carbono simples se establece en torno al 10% de la energía total que cada uno de nosotros debe consumir a lo largo del día. Aunque esta cantidad es variable en función de la actividad de cada persona, lo cierto es que en nuestro país, según datos de la Sociedad Española para el Estudio de la Obesidad, se superan las recomendaciones: el consumo de azúcar simple se sitúa entre el 16% y el 36%.

Por su parte, los zumos contribuyen al aporte de azúcares simples. En este punto, resulta importante tener en cuenta que la Organización Mundial de la Salud (OMS) diferencia entre los azúcares naturalmente presentes en las frutas y las hortalizas frescas y enteras de los que están presentes de manera natural en los zumos. Es decir, cuando las autoridades sanitarias aconsejan reducir los azúcares de nuestra dieta, no incluyen en ese consejo a la ingesta de frutas frescas, pero sí la de zumos de frutas. Pero de nuevo hay que recordar que el azúcar o los alimentos azucarados de manera natural o artificial no son malos: es su patrón de consumo el que puede ser o no adecuado.

Frecuencia de consumo recomendado

Con todo, el lugar que ocupan los zumos en la conocida pirámide de los alimentos estaría junto al de las frutas y hortalizas; de consumo diario, dos raciones de verduras y tres piezas de frutas. Eso sí, ello no quiere decir que haya barra libre para los zumos de fruta. En primer lugar, el Comité Científico “5 al día”, asociación sin ánimo de lucro cuyo fin consiste en fomentar el consumo diario de frutas y hortalizas frescas, recomienda que el consumo diario de zumo de fruta no exceda los 175 ml, o lo que es lo mismo, casi un vaso, siempre y cuando no contenga azúcares añadidos.

El mismo comité reconoce que una dosis de zumo puede sustituir a una de las tres raciones diarias de fruta, pero en el mismo documento recomienda que “no debe inducirse al consumidor a sustituir sistemáticamente el consumo de frutas frescas sólidas por el de zumo de frutas”. En niños de hasta 10 años la recomendación es aún más estricta: no debe sobrepasar los 100 ml diarios de zumo (medio vaso o la mitad de un brick monodosis). Su aporte en azúcar simple y el escaso poder saciante de esta bebida son las principales razones que explican estas recomendaciones.

¿Zumo en lugar de frutas?

Uno de los argumentos más nombrados por los comités de nutrición para desaconsejar el consumo de zumo por encima de lo recomendable está relacionado con su papel en los mecanismos que controlan el hambre y la saciedad. En el ámbito científico es sobradamente conocido que las calorías líquidas son menos saciantes que las sólidas. Es decir, masticar un alimento sacia más que “beberlo”, aunque aporte las mismas calorías, algo que comprobó en noviembre 2007 un equipo de investigadores de la Universidad de Purdue (Indiana, EEUU). De nuevo, el Comité Científico “5 al día” confirmó en 2010 que el zumo no ejerce los mismos efectos fisiológicos que la fruta entera (masticada) ya que sacia menos aunque el zumo sea recién exprimido y con toda su pulpa, tal y como pudo constatar una investigación publicada en abril de 2009 en la revista Appetite.

En este mismo sentido, la Academia Americana de Pediatría establece que “kilocaloría por kilocaloría, el zumo de fruta puede ser consumido de forma más rápida que la fruta sin exprimir”. Es lógico si se tiene en cuenta que para conseguir un vaso de zumo de naranja casero hacen falta unas tres naranjas medianas. El tiempo necesario para beber tres naranjas es mucho menor que el necesario para masticar y tragar tres naranjas. Además de todo ello, hay un componente en la educación de los paladares de los más pequeños que no debe obviarse: dar zumos a los niños de forma sistemática, por encima de las recomendaciones, y en sustitución de las frutas es educarles en lo fácil, mientras que ofrecerles piezas de fruta fresca es educarles en hábitos más saludables.

En calorías

Cabe preguntarse si la fruta y el sabor elegidos tienen algo que decir en el número de calorías del zumo. Lo cierto es que el aporte de energía no difiere mucho en función de la fruta escogida ni tampoco en comparación a la pieza entera de fruta. Por ejemplo, un vaso de unos 175 mililitros de zumo de naranja contiene de media, unas 75 kilocalorías, el equivalente al de una naranja grande, de unos 200 gramos. Los valores nutricionales entre una naranja y un zumo de la misma fruta se mantienen iguales, salvo si se retira la pulpa, en cuyo caso la fibra disminuirá bastante.

En concreto, las calorías vienen determinadas por el contenido natural de azúcares de la fruta. Los zumos contienen un 10% de azúcares (glucosa, fructosa y sacarosa), mientras que sus proteínas y grasas no representan siquiera el 1% del zumo. El 89% restante es agua, con sus correspondientes vitaminas y minerales.

Con respecto a sus versiones caseras, los zumos industriales aportan algunas calorías más, y los néctares, a su vez, aportan mayor número de calorías que el resto de zumos. De entre todos los sabores y frutas, los zumos de zanahoria y tomate (hortalizas) son las opciones menos calóricas.

Además, un trabajo elaborado por esta misma revista en 2008 sobre zumos de naranja envasados demostró que no hay diferencias sustanciales, siempre desde un punto de vista nutricional, entre los zumos concentrados de naranja y los refrigerados (que se elaboran a partir de naranjas exprimidas y que se conservan en frío). En todo caso, estos últimos aportan algo menos de vitamina C, ya que solo contienen la propia de la fruta, mientras que en los concentrados la suele añadir el fabricante.

Clasificación

Según el proceso de elaboración, los ingredientes y el tratamiento de conservación aplicado, los zumos se pueden dividir en:

Concentrados. Se elaboran a partir de un concentrado de zumo que se obtiene tras eliminar gran parte del agua del zumo y posteriormente se refrigera o congela. Es una práctica frecuente con ciertas frutas como la naranja, piña y algunas tropicales. Después, en el momento de su envasado final, se incorpora el agua extraída. La legislación permite que en esta reconstitución se añadan sustancias aromatizantes y vitaminas que provengan del concentrado del propio zumo de fruta o de otro zumo de frutas de la misma especie. Hasta el año pasado se permitía la adición de azúcar, aunque dicha práctica se ha prohibido por la Directiva 2012/12/UE, y por ello a partir del 28 de octubre de 2015 ningún zumo de frutas contendrá azúcares añadidos. Los zumos concentrados deben indicar en su etiqueta “zumo a base de concentrado” o una expresión similar.

Exprimidos (refrigerados o ambiente). El zumo de naranjas exprimidas utiliza como materia prima el propio zumo, y no recurre a concentrados ni se somete a evaporación alguna. Para eliminar y prevenir la aparición de bacterias o mohos, se aplican tratamientos térmicos, similares a los de la leche. En función del sistema elegido, los zumos pueden ser refrigerados o ambiente (no requieren frío). Los primeros se han pasteurizado, es decir, se calientan durante un breve intervalo de tiempo y han de conservarse en el frigorífico hasta su consumo. Los ambiente han recibido un tratamiento térmico algo más intenso (más calor durante más tiempo), UHT, que garantiza su esterilización (ausencia de microorganismos) y consigue que el envase no requiera frío. Hay que aclarar que “refrigerado” no es sinónimo de “zumo de naranjas exprimidas” ya que hay zumos de concentrado que también son refrigerados. El zumo refrigerado debe permanecer en el frigorífico, mientras que el ambiente solo lo requiere una vez abierto el envase. De este modo, mantienen sus propiedades nutritivas y cualidades gustativas entre 2 y 6 días después de abiertos.

Néctares. A veces, se confunde el término zumo con el de néctar, pero las diferencias nutritivas entre ambos productos son significativas. El néctar de frutas es el producto obtenido a partir de frutas trituradas (hechas puré) a las que se les ha añadido agua, azúcar (miel u otros edulcorantes) y ácidos de fruta, por lo que aportan más calorías. La adición expresa de azúcares a esta bebida, que no debe ser superior al 20% del peso total del producto acabado, ha de tenerse en cuenta especialmente por personas diabéticas y por quienes deben controlar su peso. Desde el punto de vista nutricional, se trata de la opción menos recomendable para un consumo frecuente.

Con o sin pulpa. Al zumo, una vez elaborado, tanto si es concentrado, ambiente o refrigerado, el fabricante puede decidir añadirle la pulpa que haya perdido después de la extracción. Si es así, es obligatorio que esto figure en la etiqueta. Siempre es mucho más recomendable un zumo con pulpa añadida (sea envasado o casero) ya que ello aumenta la cantidad de fibra dietética ingerida. La fibra de los alimentos, además de contribuir al normal funcionamiento del intestino, se ha asociado en diversos estudios a potenciales beneficios para la salud del corazón.

Zumo con leche. Es frecuente que los zumos envasados se complementen con leche. De esta manera, se incrementa su contenido en varias vitaminas y minerales, sobre todo calcio, aunque también aumentará el contenido en grasas, salvo que la leche sea desnatada. Muchas veces, la publicidad de estos productos hace que el consumidor contemple estos productos como sustitutos del desayuno en caso de falta de apetito, prisas o para niños a quienes no les gusta la leche o la fruta. La realidad es que no equivalen a una ración de lácteos y otra de fruta, como se puede pensar, ya que en la composición media de estas bebidas destaca el zumo de frutas a base de concentrado con un modesto o incluso escaso contenido en leche. Además, la mayoría de estas bebidas son una mezcla de zumos de diferentes frutas. Esto, junto a la leche, genera una la mezcla indefinida de sabores que puede condicionar la educación del paladar de los niños.

Preguntas y respuestas

¿Se pierden las vitaminas al exprimir el zumo? Existe la errónea creencia de que la vitamina C del zumo de naranja casero es poco estable, cuando sólo las condiciones extremas (por ejemplo, calentarlo a 120 o C) la disminuyen de forma considerable. La vitamina C se conserva en el zumo durante varias horas, aunque con el paso del tiempo, el sabor puede hacerse más amargo. Esto es válido para el resto de vitaminas o minerales de los zumos.

¿Se utiliza la cáscara de la naranja en los zumos industriales? La Directiva 2001/112/CE, que regula a los zumos industriales, indica que “en el caso de los cítricos, el zumo de frutas procederá del endocarpio”, es decir, lo que se conoce como “la carne” de la naranja. Dicha directiva, no obstante, hace una excepción en el caso del zumo de lima, ya que “podrá obtenerse a partir del fruto entero”.

¿Sustituyen al agua? La primera Conferencia Española de Prevención y Promoción de la salud en la Práctica Clínica (2007) señaló que, en la actualidad, el consumo de bebidas con alto contenido en azúcares, como refrescos o zumos de frutas, “han desplazado al agua como la bebida habitual”. Aunque el zumo de fruta es una fuente natural de vitaminas y minerales y pese a que contribuye a la hidratación, también presenta ciertos riesgos. Los más destacables son la caries y la obesidad, aunque este riesgo solo es destacable si el consumo es frecuente y elevado. Aunque los zumos contribuirán sin duda a una correcta hidratación, no se aconseja sustituir el agua de maner asistemática por zumos.

¿Se pueden tomar con medicamentos ? Estudios recientes han sugerido y constatado que determinados zumos de frutas afectan a la farmacocinética de ciertos medicamentos. Una revisión de ensayos clínicos indica que los zumos de pomelo, naranja y manzana reducen la biodisponibilidad oral y, por tanto, los efectos paliativos de la fexofenadina, un medicamento antialérgico que se engloba en el grupo de antihistamínicos. En una de las investigaciones, los autores confirmaron que estos zumos reducían además la absorción de ciertos betabloqueadores usados para prevenir infartos y tratar la hipertensión, como atenolol, celiprolol, talinolol, y algunos antibióticos como ciprofloxacino, levofloxacino e itraconazol. Aunque la situación es compleja y son necesarios más estudios clínicos que diluciden todas las dudas, es prudente evitar el consumo de zumo de cítricos mientras se toman medicamentos.

lunes, 10 de agosto de 2015

Arte y misterio de la cocina japonesa: cómo comer correctamente el sushi

(Un texto de Héctor G. Barnés en elconfidencial.com del 1 de septiembre de 2014)

Desde que se ha producido el boom de la comida japonesa en España, es habitual que compartamos con nuestra familia o amigos una mesa cuyo plato principal sea sushi, el alimento estrella de la cocina nipona gracias a su facilidad de preparación y polivalencia. Se trata de un sencillo plato conformado por arroz cocido adobado con vinagre de arroz, azúcar y sal, y que se acompaña de ingredientes como las verduras, el pescado (crudo o cocinado) o diferentes mariscos.

¿Sabemos realmente cómo debemos consumir el sushi? ¿Estamos cumpliendo con la tradición? ¿Por qué se nos desmorona siempre? ¿Existe alguna manera de utilizar los palillos (hashi) y no quedar en ridículo delante de esos amigos a los que intentas dejar boquiabiertos explicándoles lo que es el hashi oki (el soporte de cerámica donde se depositan los palillos)? A continuación explicamos qué es lo que debemos hacer y qué no (y qué deberíamos hacer sólo a hurtadillas) a la hora de comer sushi.

Antes de la comida

En España, llegas a un restaurante, te sientas, pides la bebida y la comida, te sirven, te alimentas, haces la sobremesa y te vas. En Japón es un poco más complicado, puesto que existen ciertas peculiaridades culturales que se desconocen en Occidente. Una de ellas es preguntarle al cocinero (itamae) qué sushi recomienda, incluso obviando al camarero. Es más, se considera una falta de respeto no pedir consejo al itamae y relacionarnos únicamente con el servicio. Una alternativa es el omakase, una cena en la cual el chef elige el sushi que será consumido y el orden con el que se presentará al cliente. Es recomendable puesto que ello garantizará, por lo general, que comamos el pescado más fresco, aunque también puede ser que no todo el sushi que se sirva guste a todos los comensales, ya que estos no pueden elegir.

Se deben evitar el vino o los refrescos, puesto que su sabor es tan intenso que probablemente hará que el pescado y el marisco pierdan su gusto
 
La bebida también tiene su propio código. Lo normal es comenzar por el sake, la bebida alcohólica tradicional preparada a partir de arroz, y seguir con cerveza o té verde, que debe ser servido en una pequeña taza sin asa. Se debe evitar el vino o los refrescos, puesto que su sabor es tan intenso que probablemente hará que el pescado y el marisco pierdan su gusto cuando los introduzcamos en la boca.

Además, no se debe pedir más que un plato de sushi a la vez, sino que es preferible terminar el plato y volver a llamar al camarero. Una alternativa, en caso de que tengamos prisa, es pedir sushi que se cocine de forma rápida, como el chirashi sushi (“sushi esparcido”), cuyos ingredientes se sirven en un plato y no en un rollo o canapé.

Durante la comida

Ahora que tenemos el sushi en la mesa, debemos conocer el orden con el que se come. Por lo general, el sashimi (marisco o pescado crudo cortado finamente) ha de ser lo primero. A continuación, es el turno del nigiri, que es la carne del sashimi acompaña por arroz, y que debe ser bañado en aceite de soja; y del makizushi, que se sirve en forma de rollo. Por último, es el turno de otros rollos más elaborados, así como de la tempura y del temaki, sushi enrollado a mano en un cono formado por una hoja de nori.

Aunque lo ideal es utilizar los palillos que seguramente nos habrán proporcionado los camareros, también se acepta que comamos el sushi con las manos. De hecho, es preferible a desparramar el alimento por toda la mesa, el plato o nuestra camisa. Ciertas comidas como el maki, el nigiri o el temaki se comen tradicionalmente con la mano, especialmente este último, puesto que resulta casi imposible agarrarlo con los palillos. Hoy en día, no obstante, la mayor parte de los japoneses los utiliza para coger la comida del plato, aunque también se proporciona una toalla caliente para los que prefieran utilizar sus extremidades superiores.

Hay que tener cuidado con los palillos, y dejarlos en el hashi oki entre trozo y trozo. Podemos frotar un palillo con otro para eliminar las astillas que pueden pincharnos la boca, pero siempre de manera discreta, puesto que es una forma de sugerir que son de mala calidad. Algo que suele desconocerse es que, cuando nos sirvamos de la fuente, debemos utilizar la parte ancha de los palillos, y cuando cojamos el sushi del plato, utilizar el extremo más delgado. Jamás, ni por casualidad, debe pasarse comida de un plato a otro con los palillos, puesto que es una imitación del rito funerario japonés (en el cual se trasladan los huesos del fallecido de persona en persona) y resulta extremadamente ofensivo. Otras peculiaridades de los palillos es que jamás debemos señalar con ellos a otra persona, ni separarlos. Si uno se rompe, hemos de solicitar otro par, no uno suelto. Y, claro está, jamás debemos pinchar la comida con ellos.

En la boca

Llega el momento de ingerir la comida, algo que también tiene su arte. Las piezas de sushi han de comerse de un único bocado. Así que nada de partirlas o comer un trozo para depositar el resto en el plato mientras masticamos. Tan sólo se permite, si no podemos abarcar toda la pieza en la boca, aguantar el resto con los palillos para comerlo acto seguido. Además, debemos tener cuidado si el sushi viene preparado con alguna salsa, puesto que es probable que no necesitamos mojarla más o poner wasabi, ya que está pensada para ser consumida así.

Debemos intentar introducir en nuestra boca el sushi de forma que el pescado entre en contacto con la lengua
 
Las salsas también tienen su intríngulis. Si mojamos el sushi en soja, debemos hacerlo por el lado del pescado y no por el arroz, puesto que este se mojará y la pieza se deshará en el plato (¿entiendes ahora por qué se te desmorona todo?). Además, también debemos intentar introducir en nuestra boca el sushi de forma que el pescado, la parte más sabrosa, entre en contacto con la lengua.

Tampoco debemos servirnos una cantidad desmesurada de soja en el plato preparado a tal efecto, puesto que pareceremos unos ansiosos egoístas. Cuidado con el wasabi, y no sólo por su sabor. Nunca lo mezcles con la salsa y pon muy poco en la pieza, puesto que, de lo contrario, estarás sugiriendo que la comida está tan sosa que necesita ser aderezada con toneladas de este condimento.
En muchos restaurantes, se ofrecen rodajas de jengibre (gari) para acompañar. Su función no es depositarlas encima del sushi, sino limpiar nuestro paladar entre trozo y trozo para que los sabores no se mezclen. En último lugar, intenta comértelo todo, especialmente el arroz, o los susceptibles itamae pueden sentirse insultados.

martes, 4 de agosto de 2015

¿Necesitas un vino para...?

Para cualquier comida y cualquier ocasión, aquí recomiendan algunos...

http://www.fansdelvino.com/es/recomendaciones.php

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