viernes, 30 de octubre de 2020

Alboroques de la catolicidad


(Un texto de Francisco Abad Alegría en el Heraldo de Aragón del 20 de julio de 2019)

Aunque en sentido estricto alboroque es un agasajo basado en comida y bebida con motivo de una transacción comercial considerada provechosa tanto para el comprador como el vendedor, su realidad no deja de ser una forma de rúbrica social mediante el acto social más importante después de la guerra (el matrimonio tiene valor relativo...).

En asuntos de religión, el alboroque se eleva a la categoría de sahumerio de reconocimiento, propiciatorio o de pacto con el mundo espiritual. Quiero decir que si se miran las cosas de este modo, aún mitigadas las formas, no hay diferencia en lo sustancial con la ofrenda de una niña núbil a los dioses en un cenote del Yucatán, proporcionándoles sangre pura para pedir lluvia, o la comida de hermandad en la fiesta de San Licer, cuyas reliquias, itinerantes hacia la gran batalla de las Navas de Tolosa, insistieron en quedarse en la villa zufariense. La comida, acto social de estricta comunión (no excluyamos la bebida, igual de respetable) no se limita a conmemorar fechas dignas de celebración, sino que actúa como una especie de pacto con lo sagrado entre la Divinidad, la gloriosa Maternidad de María y el valor canónico (ejemplar) de los santos que sellaron la alianza matrimonial de la Iglesia con Cristo ofreciendo su sangre o una vida benéfica y ejemplar.

LA COSA VIENE DE ATRÁS. Ya hace tiempo que andan sueltos por ahí un hato de listillos que se dedican a pregonar el origen pagano de las fiestas religiosas católicas: el solsticio de invierno, el equinoccio de verano, la diosa Astarté de las marismas del Rocío, etcétera, y a veces hasta se acercan a la verdad, pero el contexto es inequívocamente anticatólico y como, de momento, hay libertad de expresión en nuestra patria, lo podemos decir y se acabó.

Lo que nos interesa en el campo de la cocina y gastronomía española es de qué modo se come y bebe tradicionalmente en la celebración de las grandes fiestas religiosas españolas, porque ese es el 'modo alboroque' de nuestras fiestas, tanto para creyentes como para ciudadanos solo culturalmente católicos. Podemos decir que las celebraciones populares y familiares con comidas y dulces especiales son de varios tipos.

Algunas que conmemoran a algún santo protector o patrón de una localidad, sin precedentes paganos. Otras, generalmente marianas, destinadas a reforzar el papel de la Virgen María en el calendario litúrgico y la conciencia de los católicos, sentando al tiempo enseñanzas básicas sobre la teología de la Madre de Dios. También están las fiestas religiosas que sustituyen a otras antiguas, en ocasiones buscando claramente borrar las huellas del paganismo fundamentalmente europeo del norte y, finalmente, las que se solapan con fiestas religiosas en un sentido amplio, que proceden del paganismo previo a la romanización, ligadas al culto solar, estacional y telúrico.

Pero tampoco debemos hacer drama del origen de las celebraciones que alrededor de la mesa se organizan en la convivencia social (convivium) porque salvo desviaciones absurdas (como las cenas seguidas de actuaciones de musculosos danzarines en santa Águeda para celebrar el martirio de una santa ejemplar, ya en decadencia), lo importante es que la sana convivencia alrededor de la mesa sirve para vertebrar la sociedad y su entronque con la propia historia, a pesar de manipuladores de diversos municipios y grupos políticos.

LA MESA DE LAS FIESTAS LOCALES. Asunto interminable, porque cada patrón tiene su fiesta y su correspondiente convivio con alguna comida típica, generalmente propia del lugar y la estación. Es raro que existan comidas exclusivas, aunque en muchos lugares ignoran con la seguridad de quien mucho desconoce, que de similares productos e idéntica cultura culinaria solo pueden salir variantes mínimas de preparaciones similares. Cuando les digan eso de «esto es típico y propio de aquí» tengan la certeza de que 'eso' es cierto en un porcentaje mínimo de casos.

LAS FIESTAS MARIANAS. Afortunadamente, tras la promulgación del dogma de la Inmaculada Concepción, las diversas universidades ya no salen a darse de bofetadas a la calle como argumentación teológica a favor o en contra de tal verdad de fe. Pero lo de la Virgen tiene su enjundia, porque antes de ser la Madre del Salvador, ya existía una arraigada creencia en una Madre celeste, difusamente identificada con la tierra madre, la protección, la ternura en un mundo tan duro como el nuestro pero generalmente más brutalmente expresivo, reminiscencias paganas de la Diosa Madre, la diosa fenicia Astarté o la diosa Diana, y se distinguen en el origen porque no tienen una comida asociada peculiar en general, aunque haya variantes locales.

La celebración de la Virgen de Agosto (Asunción de María, 15 de agosto), se superpuso a la pagana de Diana, reina del cielo y protectora de las cosechas y la caza. La Virgen de la Encarnación (25 de marzo), que se conmemora nueve meses antes del Nacimiento de Nuestro Señor, es una asociación con ritos de fecundidad, que en nuestro Aragón norteño se celebra con la elaboración de crespillos de borraja «para que se preñen las oliveras», localismo absurdo en nuestro mundo comunicado, porque no hay un rito culinario para que se preñen otros frutales. La Candelaria, fiesta de la Purificación de Nuestra Señora (2 de febrero), sustituye a la celebración de la diosa Ceres para pedir su apoyo en el cuidado de las cosechas mediante una procesión de antorchas (en nuestro caso candelas encendidas), recogiendo el esfuerzo comunal en forma de aportaciones de los vecinos de productos sencillos, generalmente tortas o empanadicos, para lograr la bendición. Curiosamente, la fiesta de la Inmaculada, puramente católica, no tiene ninguna comida especial asociada. Muchas advocaciones marianas locales se celebran con meriendas o comidas campestres sin fórmula fija.

LAS GRANDES FIESTAS. Navidad, la fecha del Nacimiento de Cristo, está clarísimo que corresponde al solsticio de invierno, fiesta del 'Sol Invicto' que renace. Se celebra con todo lujo familiar y como antaño la Nochebuena era de abstinencia, en algunos lugares aún conservan la costumbre de comer caracoles, que no vulneran la norma, «porque no son carne ni pescado». Los 'santos del fuego' (Antonio abad, 17 de enero; Sebastián, 20 de enero; Blas, 3 de febrero) son colofón del gran momento del Nacimiento y corresponden a celebraciones paganas de resurrección, por lo que en todos los casos se asocian con la confección de rosquillas, signo solar por excelencia.

La Pascua de Resurrección (primer domingo tras el plenilunio de primavera), aunque correspondería al momento de la resurrección del dios egipcio Atis, realmente no tiene raíz cultural importante; se celebra, en general, con todo tipo de comidas que contengan huevos, símbolo de resurrección, como cocas o monas de Pascua, además de cordero asado, recuerdo de la Pesaj de los hebreos en la noche de su liberación de Egipto. Todos le Santos es la fiesta que realmente intentó tapar al Halloween (1 de noviembre), la noche del norte europeo en que el mundo de los muertos se manifiesta a los vivos ahora se celebra haciendo gansadas como 'truco o trato' e imitando a los dibujos animados norteamericanos, pero entre nosotros tiene en los buñuelos y los huesos de santo su celebración gastronómica.

Por fin, Carnaval equivale a celebración de las fiestas Bacanales griegas o Saturnales romanas y es época de todo tipo de excesos en bebida y comida; la Iglesia lo situó, sabiamente, como preparación mundana a la Cuaresma (recuerdo de los 40 días de ayuno del Señor) aunque su sentido real es la preparación por el ayuno (poco gastronómico) de catecúmenos que iban a ser bautizados por Pascua.

martes, 27 de octubre de 2020

María Rosa, la primera autora gastronómica española


(Un texto de Ana Vega Pérez de Arlucea en el Heraldo de Aragón del 30 de junio de 2018)

En torno a 1740 María Rosa Calvillo de Teruel fue pionera en España en escribir un recetario.

En julio de 1969, la bibliotecaria e hispanista María Brey Mariño (1910-1995) recibió en su residencia de Berkeley, California, un paquete remitido desde España. Dentro había un cuadernito apaisado y amarilleado por el tiempo, con las hojas cosidas a mano: 'Libro de apuntaciones de guisos y dulces, por María Rosa Calvillo de Teruel'. El librero anticuario Luis Bardón se lo regaló pensando que le haría gracia y sin saber que se encontraba ante una verdadera joya, la muestra más antigua de literatura gastronómica femenina en español. María Brey (familiar por cierto de Mariano Rajoy Brey) atesoró el librillo y lo trajo consigo de vuelta a nuestro país, donándolo a su muerte a la biblioteca de la Real Academia Española. Y ahí siguió, calladito, hasta que el bibliógrafo Víctor Infantes se dedicó a estudiarlo y dató la fecha de su creación en torno a 1740 gracias a las características del papel y de la grafía.

En sólo 38 páginas y 99 recetas su autora pudo plasmar la cocina popular del siglo XVIII y de paso pasar a la historia como la primera mujer española en escribir un libro de recetas. Puede que a ustedes esto no les parezca tan importante, pero tengan en cuenta que la mayor parte de nuestra historia culinaria ha sido escrita por hombres; hombres que además disfrutaron de una carrera profesional y tuvieron la oportunidad de poder publicar una obra impresa. Nada tenían que ver con la humilde María Rosa Calvillo, quien apuntó sus recetas sin intención de ganar reconocimiento y seguramente cosió ella misma la encuadernación.

Ahora que resuenan los tambores del #metoo en las cocinas y comienza a denunciarse la escasa presencia femenina en la alta gastronomía, no viene nada mal recordar a quien es, (de momento y hasta que encontremos algún manuscrito anterior perdido en un cajón) la primera autora de un recetario en España. Autora acreditada, claro está, porque desde el siglo XV pululaban en ciertos hogares privilegiados colecciones de recetas que, incluyendo desde fórmulas culinarias hasta medicamentos o recetas cosméticas, valían lo mismo para un roto que para un descosido y eran transmitidas de madres a hijas como primorosa herencia familiar.

Estos tratados domésticos, de los que próximamente enseñaré aquí alguna receta fetén, estaban dirigidos a mujeres pero no necesariamente fueron escritos por ellas, de modo que nuestra amiga María Rosa tiene el honor de figurar como pionera en este tema. Llegó un poco tarde, la verdad, sobre todo teniendo en cuenta que en otros países europeos las féminas llevaban produciendo libros de cocina casi 150 años ¡y encima editados y puestos a la venta! La alemana Anna Wecker inauguró el club de gastrónomas ilustres en 1596, mientras que en Inglaterra esperaron hasta 1670 para publicar 'The Cook's Guide', de Hannah Wooley y siguiéndole las superventas británicas Eliza Smith (1727) y Hannah Glasse (1745), la sueca Margareta Elzberg (1751) y la austríaca Maria Anna Rudisch (1787).

María Rosa nunca aspiró a ver su obra en librerías y de tan humilde ni siquiera escribió su nombre como artífice del recetario. Una mano posterior tuvo que enmendar la cuestión y aclarar para la posteridad cuál era el nombre de la autora, apuntándolo en la portada. Por ciertos rasgos de expresión (morsilla, pedaso, papas) se intuye que nuestra protagonista era o vivía en Andalucía occidental, probablemente en Sevilla debido a indicaciones como «modo de hacer el dulce de Huevo en Utrera» o «cómo se hacen las tortas de Morón».

Sus recetas son variadas, sencillas y típicas de una casa pequeño-burguesa, muestra de una incipiente clase media que hacía embutidos en casa y tenía dinero suficiente para dedicarlo a especias como pimienta, clavo, azafrán y canela. En el libro encontramos (si damos por buena la fecha de 1740) las primeras referencias culinarias a productos americanos como las patatas, el pimiento tanto fresco como seco y los tomates. De María Rosa es por ejemplo la primera receta de chorizo como lo conocemos ahora, rojo, picante y con mucho pimentón. Igual que todas las madres y abuelas apuntó fórmulas que le habían pasado amigas o vecinas, y así encontramos en el cuaderno referencias al pastel de Mariquita, el cuajado de Antonia, los pájaros de la tía Felipa, las salchichas de doña Joaquina y el piñonate de María Manuela.

Si se animan, tienen a su disposición la copia digital del 'Libro de apuntaciones de guisos y dulces' en la biblioteca digital de Madrid, o en papel en una magnífica edición de Visor Libros (2013). De anticipo les dejo con una muestra de lo que se comía hace más de 270 años, una receta del puño y letra de una mujer que nunca pensó en pasar a la historia: 'Sopa fingida': Se pone un poco de aceite y se le echan unos ajos, se sacan antes de que estén muy fritos, se echa la sal y el agua con lo que hierve mucho hasta que se embebe dos dedos, después se aparta y en parando el hervor, se le echa un huevo batido con limón, se menea muy bien, se sazona y se le echa el pan dejándolas caldosas y que hiervan a la lumbre lenta hasta que queden sin caldo alguno.

sábado, 24 de octubre de 2020

Setas, la magia del otoño se puede conservar

(Un texto de Sergio y Javier Torres en la revista dominical de El Periódico de Aragón del 13 de octubre de 2019)



Estamos en plena temporada de estos deliciosos hongos, pero si los conservamos bien ahora, podremos disfrutar de ellos en cualquier momento del ario. 

Por fin ha vuelto el otoño, ese momento mágico del año en que los bosques más frondosos se llenan de esas joyas gastronómicas que por un corto periodo de tiempo la naturaleza nos regala. Setas y hongos como los níscalos, los rebozuelos, las lenguas de vaca, las trompetas amarillas o los boletus edulis -por citar sólo algunas de las variedades más preciadas-, que ahora llegan a nuestras mesas para aportar a los platos esos aromas y sabores terrosos, complejos, fúngicos... que a muchos nos vuelven locos.

Esos sabores se pueden preservar y disfrutar durante cualquier época del año, poniendo en práctica alguno de los métodos de conservación que permiten alargar la temporada de este tipo de alimentos. Por ejemplo, para quienes aún no lo sepan, las setas se pueden congelar -eso sí, antes de hacerlo hay que cocinarlas un poco para que no pierdan el sabor-; o también se pueden preparar escabechadas o confitadas al vacío como les proponemos en una de las recetas que sigue a continuación.

Otra opción es deshidratarlas. Para ello hay que cortarlas en finas láminas y extenderlas en una bandeja y ponerlas en el horno a 80°C o 90°C dándoles regularmente la vuelta hasta que estén prácticamente secas. Es un proceso lento, que requiere unas dos horas aproximadamente, pero que vale la pena para tener setas a mano todo el año.

Tanto si deciden decantarse por una como por otra opción -todas son válidas pero les recomendamos no olvidarse de hacerlo antes de que termine el otoño-, deben saber que las setas y hongos como mejor saben es frescos, y que hacer una escapadita al bosque durante esta época del año para recogerlas en personas es un auténtico placer. Eso sí, no se olviden de llevar cestas para que las esporas caigan a la tierra: no sólo tendremos setas el año que viene, sino que harán un gran favor al bosque.

SETAS EN CONSERVA

Ingredientes para dos personas:
Setas variadas (níscalos, rebozuelos, lengua de vaca, trompeta amarilla, boletus...), c/s
Un diente de ajo
Una ramita de tomillo
Una ramita de romero
Una hoja de laurel
Unas bolas de pimienta en grano
Un par de bayas de enebro
Castañas peladas, c/s

Para el escabeche:
Aceite de oliva virgen extra, c/s
Caldo de cocido, c/s
Vinagre de jerez
Sal, pimienta, c/s

Paso a paso
Limpiar muy bien las setas eliminando los posibles restos de tierra que puedan tener.
Disponer las setas lo más enteras posible dentro del tarro, alternandolas con las castañas peladas.
Preparar el escabeche en un cazo, añadiendo a éste un poco de aceite oliva, el ajo chafado, las bolas de pimienta, las bayas de enebro y las hierbas aromáticas. Calentar y agregar el caldo de ave, dejar que levante el hervor y fuera del fuego añadir el vinagre.
Disponer el escabeche dentro de bote con las setas.
Cerrar el tarro herméticamente, disponerlo en una olla de agua al baño María que lo cubra hasta la mitad. Con la olla tapada, llevar al fuego y deja cocinar sin que llegue a hervir durante 25 minutos.
Trascurrido el tiempo, retirar el tarro hermético con cuidado y colocarlo que se enfríe encima de un trapo. Una vez frío, colocarlo en la nevera.

Trucos
• Pueden usar estas setas para lo que más les guste: ensaladas, guisos, guarniciones o simplemente para picar.
• Gracias al vinagre y a la cocción hermética las setas se conservarán durante un largo periodo de tiempo sin ponerse malas.
• Pueden usar la variedad de setas que más les gusten y aromatizarlas con las hierbas que más les apetezcan. Nosotros hemos añadido unas castañas para que se empapen del sabor de las setas también.
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