martes, 30 de enero de 2024

Salsa brava (y sus patatas)

(Leído en Directo al Paladar)

En la gastronomía española ocupa un lugar de honor la salsa brava. Sí, esa que acompaña las patatas que de ella toman su nombre, las patatas bravas. Una de las tapas más populares de los bares del país cuyo origen -poco claro- apunta al Madrid de los años 50-60 del siglo pasado.

Dos bares madrileños que ya no están entre nosotros son reconocidos como los primeros en servir esta tapa. Casa Pellico, que estaba situado en la calle Toledo, y La Casona, en la calle Echegaray.

Además de sabrosa, la receta era sencilla y, posiblemente por ello, se popularizó rápidamente por el resto de la capital y, más tarde, del país, compitiendo con la salsa mayonesa y el kétchup sobre todo acompañando las patatas fritas de aperitivo.

La salsa brava se caracteriza por ese toque picante que la diferencia de muchas otras. Unas recetas lo toman del pimentón picante, otras de la pimienta de cayena, otras del tabasco, etc. Y es que, aunque muchos reclaman su salsa como la auténtica, lo cierto es que no existe referencia alguna a la receta exacta.

Cada maestrillo tiene su librillo y no hay más que probar esta ración en distintos bares para darse cuenta de ello. No hay dos salsas bravas iguales.

Y dentro de la incertidumbre sobre su origen y la autenticidad de esta fórmula, encontramos que -posiblemente- fue en Madrid donde se incorporó por primera vez el uso de tomate triturado como ingrediente principal, desplazando el caldo y la harina al destierro.

 

martes, 23 de enero de 2024

Some kitchen tricks

(Read on https://entertainment.digitaltrends.com)
 
Fresh avocados
If your avocados keep ripening too quickly, try storing them with fresh onion. Either red or yellow will work, although the yellow flavor is stronger and more likely to affect the taste of your avocado. Whichever you choose, though, it’ll stop the avocado from browning at such a rapid rate.
 
 

martes, 16 de enero de 2024

Sobre salsas

(Leído en Directo al Paladar, un gran blog de cocina)

Las salsas son elaboraciones culinarias que se utilizan para condimentar y potenciar el sabor de los alimentos que acompañan, aportando un valor añadido tremendo. Tienen la capacidad de transformar una receta "comsí comsá" en un platazo y conviene darles la importancia que merecen.

Aunque parezca un elemento secundario, una salsa puede estropear una receta o elevarla al séptimo cielo, y no todo el mundo sabe prepararlas correctamente.

Cuando se hace referencia a las salsas, no puede dejar de mencionarse a la gastronomía francesa. Las salsas madre o grandes salsas representan la esencia de la cocina clásica. La primera clasificación la realizó el chef francés Marie Antoine Carême en el siglo XVIII, quién en su obra L'art de la cuisine française estableció cuatro grandes salsafundamentales: la española, la velouté, la bechamel y la alemana.

Dos siglos más tarde otro chef francés, Auguste Escoffier, estableció un nuevo sistema de organización de las salsas, retirando la alemana y añadiendo dos más: la de tomate y la holandesa, que codificó en forma de receta en Le Guide Culinaire en 1903. A esta clasificación, base de la cocina moderna, le sigue una más actual que distingue las salsas entre grandes (española, bechamel, velouté y tomate) y pequeñas (mayonesa, holandesa, bearnesa y vinagreta).

Básicamente, el líquido necesita ser espesado de modo que cubra y aferre la comida en vez de quedar despegado de ella. El espesamiento puede ocurrir cocinando y reduciendo cosas como la salsa de tomate, que naturalmente se espesa a medida que se evapora la humedad, pero otras salsas necesitan un poco de ayuda.

Aquí es donde entra en juego el roux. Roux es básicamente cocinar la grasa y la harina juntas antes de agregar el líquido para que mezcla crezca. La grasa usada generalmente es la mantequilla, pero el aceite u otras grasas se pueden también utilizar. La grasa y la harina se cocinan juntas hasta obtener una pasta muy oscura, con un sabor ligeramente a nuez, cuando se agrega el líquido y se lleva a ebullición, la harina espesa el líquido y se obtiene una deliciosa salsa.

Cuatro de las cinco salsas madre son engrosados ​​por un roux, por lo que es importante saber en qué consiste y cómo se prepara.

 

 

martes, 9 de enero de 2024

"Pound cake" o bizcocho cuatro cuartos, o bizcocho de libra

(Un texto de Claudia Polo en El País del 29 de junio de 2023)

El sueño de cualquier repostero amateur con poco arte con las masas es una receta de bizcocho sencilla, que no requiera pesar muchos ingredientes, se mezcle y hornee sin vigilarla mucho. La tarta de libra sería el postre de sus sueños.

En 1700 se populariza en Inglaterra un bizcocho elaborado con una libra - 455 gramos- de harina, una de mantequilla, una de huevos y una de azúcar. Las grandes cantidades y el hecho de poderla preparar sin necesidad de tener una báscula a mano, la convertían en un pastel grande y pesado que podía alimentar fácilmente a un gran grupo de personas (seguramente lo que se necesitaba en Inglaterra en el siglo XVIII).

Aunque las proporciones se alteren para hacerla más pequeña, el nombre se queda y siempre se mantiene la misma cantidad de todos los ingredientes. Una manera sencilla de prepararlo es cascar primero los huevos –dos, tres o quince, si hay muchos invitados–, pesarlos, e incorporar la misma cantidad del resto de los ingredientes. El quatre-quarts es la versión francesa. Utiliza la misma regla, pero incluye un apunte que la mejora: batir los huevos con el azúcar hasta que queden montados. El resultado es perfecto: miga compacta, pero jugosa y blandita, con un sabor profundo a mantequilla y una textura sedosa.

Al final no necesitamos chiquicientas recetas distintas de bizcochos y tartas, con una nos vale. A partir de esta base se puede empezar a jugar con aromas y saborizantes para obtener distintas versiones según lo que necesitemos. Es ideal para rellenar, una vez enfriado el bizcocho, se corta sin problemas y aguanta cremas o mermeladas. Por encima puede cubrirse de alguna ganache o untarse con sirope. En esta versión al bizcocho se le añade jengibre fresco rallado, cardamomo y ralladura de limón, naranja y pomelo. Al sacarlo del horno, cuando todavía está caliente, se unta con un sirope elaborado con el zumo de los cítricos y azúcar. Si quiere servirse como postre, una rodaja tostada en mantequilla en una sartén y servida con una cucharada de nata montada o helado de nata, es una opción apañadísima.

Tiempo: 65 minutos

Dificultad: No dormirse mientras esté el horno encendido, el resto no tiene misterio

Ingredientes

Para unas 6-8 personas

  • 4 huevos (200 g)
  • 200 g de harina
  • 200 g de mantequilla a temperatura ambiente
  • 200 g de azúcar para el bizcocho y 100 g para el sirope
  • 1 limón
  • 1 naranja
  • 1 pomelo
  • 2 cucharadas de cardamomo molido
  • 1 cucharada de jengibre fresco rallado
  • 1 cucharada de levadura química
  • Una pizca de sal

Instrucciones

1. Calentar el horno a 180ºC con calor arriba y abajo. 
2. Batir la mantequilla con la mitad del azúcar (100 gramos) hasta que quede espumada. 
3. Batir los huevos con el resto del azúcar (100 gramos)  hasta que doblen su tamaño. Incorporar la primera mezcla a la segunda usando una espátula y mezclando con cuidado. 
4. Rallar la piel de los cítricos e incorporarla a la mezcla. Añadir el cardamomo y el jengibre. 
5. Tamizar la harina e incorporar en dos tandas removiendo con movimientos envolventes. 
6. Rellenar un molde alargado de 20 centímetros de largo y hornear 50 minutos. 
7. Exprimir los cítricos y cocinar junto al azúcar durante cinco minutos, hasta obtener la textura de un sirope líquido. Verter sobre el bizcocho al sacarlo del horno. 
8. Dejar enfriar y desmoldar.

martes, 2 de enero de 2024

Almidón resistente: por qué enfriar los carbohidratos es bueno para ti y para tu dieta

(Un texto de María Corisco en El Confidencial del 18 de octubre de 2018)

Arroz, patatas, legumbres... recalentados. Meter estos alimentos en la nevera después de haberlos cocinado es una excelente estrategia para alimentar tu microbiota.
 
Si alguna vez te has sometido a una dieta de adelgazamiento, lo más probable es que te hayan retirado las patatas, el arroz, las legumbres… ¿El motivo? Su alto contenido en hidratos de carbono de rápida absorción, es decir, con un índice glucémico alto. Y es un error, porque tener sobrepeso u obesidad no es una cuestión de comer o no cereales o patatas, y muy especialmente cuando están asados o cocidos. La clave: el almidón resistente, que es además un excelente festín para las bacterias intestinales y que puede,
incluso, ayudarnos a mejorar los problemas de inflamación provocados por el exceso de peso.

Pero empecemos por el principio. “El almidón es la forma en que las plantas almacenan su energía -explica Jesús Sanchís, dietista-nutricionista profesor e investigador de la Universidad de Valencia y coautor del libro ‘Alimentación prebiótica’ (Ed. Plataforma Actual). Este hidrato de carbono se presenta en los alimentos como si se tratara de un ‘ovillo’ formado por dos estructuras diferentes. Cuando cocinamos las patatas, boniatos o el arroz o los cereales, ese almidón se transforma y se hace muy biodisponible para los humanos”. Es lo que se conoce como gelatinización, que hace que nuestras enzimas lo digieran con facilidad y que sea rápidamente aprovechado por nuestras células. Unos copos de avena recién hechos para el desayuno, una patata que acaba de salir del horno, el arroz o el trigo sarraceno recién cocinados están llenos de almidón. Y nosotros lo absorbemos con suma facilidad.

Pero todo cambia con algo tan sencillo como enfriar estos alimentos: “Se modifica por completo su estructura, de forma que las cadenas de amilosa que se habían salido del ‘ovillo’ se enrollan entre sí produciendo la retrogradación del almidón”. Se forma así un almidón que resiste al proceso digestivo: las enzimas no son capaces de digerirlo, de romperlo en sus unidades mínimas (glucosa) y queda disponible para que bacterias, hongos y levaduras lo puedan fermentar. “Ya no seremos nosotros, sino nuestros microbios intestinales los que se den todo un festín”.

De ese modo, el almidón resistente se convierte en una especie de fibra que actúa como un prebiótico. Al fermentar, produce distintos gases y ácidos grasos de cadena corta (AGCC): acetato, propionato y butirato. “El papel del butirato es muy importante, ya que cumple funciones a nivel del sistema inmune, antitumorales y antiinflamatorias. La sociedad occidental, enferma de disbiosis, ha perdido bacterias productoras de butirato y el almidón resistente aumenta su población”.

Esto va a ser de especial interés en el caso de la obesidad y el sobrepeso, ya que se trata de patologías que van unidas a una inflamación crónica de grado bajo. “Si una persona quiere mejorar su peso -y no hablamos de cuestiones estéticas, sino de salud-, lo importante es tratar la inflamación. Y se puede conseguir aportando almidón resistente o fibra fermentable, que mejorará el sistema intestinal que tienen alterado”.

Cómo prepararlo
 
Aprendamos a prepararlo y a sacarle el máximo rendimiento. Para ello hay una serie de normas: el enfriamiento debe hacerse en nevera, ya que la temperatura óptima de retrogradación es de 4-5ºC. De los diversos modos de cocinados, cuenta Lucía Redondo, dietista-nutricionista, el ideal sería, en el caso de las patatas o boniatos, “la cocción al horno y con piel, ya que de este modo no pasa al agua nada del almidón; también es recomendable no partirlo en trozos pequeños, para que no quede demasiada superficie
expuesta. Una buena idea es llenar una bandeja del horno con boniatos o patatas y hornearlos; después, cuando ya están atemperados, se meten en la nevera. Así podemos tener algo preparado para poner en el plato en cualquier momento”. El arroz, las legumbres o la avena, lógicamente, tienen que ser hervidos. “Un consejo más: el arroz, mejor de grano largo”.

La pregunta es inmediata: ¿y tenemos que comerlo frío? No solo no hace falta, sino que, incluso, es preferible recalentarlo. Así se desprende de un experimento que realizó el célebre médico y periodista de la BBC Michael Mosley junto al doctor Chris Val Tulleken. Ellos utilizaron espaguetis y se los dieron a probar recién hechos, fríos o recalentados a tres grupos diferentes de voluntarios. Tras hacerles muestras de sangre cada 15 minutos, valoraron qué ocurría con los valores de glucosa en su sangre. El hallazgo
les sorprendió: “Vimos que, al recalentar el espagueti, el almidón se volvió todavía más resistente y hubo un incremento mucho menor en el nivel de glucosa”.

Hemos tocado un tema importante: el del almidón resistente y su relación con la insulina y el metabolismo de las grasas. En este sentido, la investigadora Nuria Salazar Garzo, del Instituto de Productos Lácteos de Asturias, apunta que “recientes estudios clínicos y en animales han demostrado que el almidón resistente mejora la resistencia a la insulina y los problemas asociados con el metabolismo de los lípidos”. Era una idea comúnmente aceptada que la microbiota se considerara un mediador clave en el efecto beneficioso al consumo de almidón resistente, pero en un estudio internacional, publicado en la revista 'Microbiome' y en el que colabora Salazar Gago, “demostramos que la administración de almidón resistente a dosis moderada mejora la resistencia a la insulina de manera independiente a la microbiota intestinal”.

Más allá de estos mecanismos, aún en investigación, lo que parece claro es que el almidón resistente podría ser útil para personas con resistencia a la insulina. Pensemos que muchas personas con diabetes no toman carbohidratos como el arroz o la patata por su elevado índice glicémico. “Pero al enfriarlos, en el proceso de retrogradación, se reduce este índice glicémico y, en consecuencia, la cantidad de glucosa que se va a aprovechar. Es una estrategia interesante”.

Un par de consejos más: el primero, "al recalentar estos alimentos, no hay que pasarse en la temperatura, porque se ha comprobado que, si se calienta demasiado, el proceso se revierte; hay artículos que recomiendan no exceder los 130ºC, mientras que otros ponen el límite en 170ºC". El segundo, tener cuidado si se sufre algún tipo de enfermedad intestinal. "A las personas con SIBO, por ejemplo, no les conviene el almidón resistente -advierte Jesús Sanchís-. En ese caso interesa eliminar microbios, por lo que no les interesan fibras fermentables. Si tienes hinchazón y gases, primero trátatelo".
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