domingo, 30 de enero de 2022

Maizales

(La columna de Carlos Maribona en el XLSemanal del 2 de agosto de 2020)

En los muchos años que tengo, nunca había visto tanta cantidad de maíz plantado como este verano. Al menos en el Occidente de Asturias, que es por donde me muevo en estas fechas. Como ocurre con los campos de trigo de Castilla, en la rasa costera hay zonas donde lo único que alcanza la vista es un paisaje verde de maizales, bien poblados de esas estilizadas espigas en cuyo interior empiezan a crecer las mazorcas, que los asturianos llaman ‘panoyas’ y que se secan (más bien se secaban) luego, agrupadas en ristras, en los hórreos. Ingrediente básico en la dieta de los mexicanos y otros pueblos del entorno, desde su llegada a España tras el segundo viaje de Colón el maíz se convirtió en un producto fundamental para los habitantes de la Cornisa Cantábrica. Para alimentar a las vacas y sobre todo como sustento de las familias rurales. A falta de trigo, este cereal resulta idóneo para hacer harinas de las que salen panes de color amarillo, tan densos como duraderos y que felizmente se están recuperando. También empanadas de masas recias que soportan todos los rellenos. Hace unos días pude probar una de arenques que era tradicional en Navia, ahora prácticamente desaparecida. La llaman allí ‘bollo de arenques’ y, aunque se le añaden hojas de berza para reducir la grasa, es un bocado contundente. El maíz también como base de los tortos asturianos o de los talos vascos, que tanto recuerdan a las tortillas mexicanas.

jueves, 27 de enero de 2022

La demanda de vainilla ha disparado su precio y se ha convertido en un problema global

 (Un artículo de Ixone Dían Landaluce en el XLSemanal del 28 de julio de 2019)

A esto saben los helados y las papillas infantiles, algunos perfumes, las cervezas artesanas… La demanda de vainilla, el sabor más popular del mundo, se ha disparado y ya vale tanto como la plata. Prácticamente solo se produce en Madagascar y se ha convertido en un problema global.
 
La vida moderna sabe y huele a vainilla. Está en los cereales que tomamos por las mañanas, en los productos lácteos, en las papillas para bebés, en las galletas y en los dulces. En la tableta de chocolate que cae durante la maratón nocturna de series y hasta en las cervezas artesanas. Se usa también para aromatizar las bebidas carbonatadas más populares y para crear perfumes y cosméticos.

La lista es infinita. Según la revista Scientific American, se calcula que hay más de 18.000 productos en el mercado global que contienen aroma de vainilla. Aunque la temporada alta de esta especia es sin duda el verano, pues la vainilla se utiliza sobre todo para hacer helado.

Un dato es suficiente para calibrar su impacto económico: el 29 por ciento de los helados que se consumen en Estados Unidos son de vainilla, el sabor más popular del mundo en un mercado global que mueve más de 70.000 millones de dólares cada año. Pero su omnipresencia esconde una realidad inquietante.

La de un país pobre, Madagascar, que sufre las peores consecuencias de cultivarla y la de un mercado en permanente esquizofrenia que un día la comercializa a 20 dólares el kilo y al día siguiente multiplica su precio por 20, incluso superando al de la plata. En los últimos años, la vainilla también se ha convertido en un problema global.

Originaria del estado mexicano de Veracruz, donde los indígenas totonacas ya la cultivaban y se referían a ella como tlilxochitl (‘flor negra’), solían mezclarla con una bebida de cacao y maíz. Los españoles se encargaron de exportarla. La aristocracia europea empezó a utilizarla en la cocina y la repostería, lo que la convirtió en la especia más sofisticada del continente. Aunque los franceses trataron de cultivarla en las islas Bourbon (la actual Reunión), durante años no tuvieron éxito. No es extraño. Su cultivo es un auténtico arte. Pero también un trabajo tan sofisticado como arduo y estresante.

La vainilla es una orquídea que tarda tres años en florecer. Cuando por fin lo hace, sus delicadas flores amarillas apenas sobreviven doce horas antes de marchitarse. Y eso ocurre solo una vez al año. En esa breve ventana de tiempo, la flor debe fertilizarse porque sin polinización no hay vaina… y sin vaina no hay vainilla. Y a falta de la abeja melipona, que se encargaba de hacer ese trabajo de forma natural y gratuita en el estado de Veracruz, ese delicado proceso se hace ahora a mano, utilizando una fina caña de bambú.

Nueve meses más tarde, cuando las vainas aún están verdes y antes de que empiecen a amarillear, se recogen. Después empieza el proceso de curación. Un dato ilustra la complejidad del proceso: para conseguir un kilo de vainas secas y duras de color café, hace falta polinizar 600 flores. Una a una.

«El cultivo de la vainilla es muy laborioso y su demanda se ha disparado porque los consumidores quieren ingredientes naturales en sus alimentos. Al mismo tiempo, las mejores zonas para su crecimiento son muy vulnerables: están asediadas por los desastres naturales y la inestabilidad política», explica Kirk Trofholz, CEO de Nielsen-Massey Vanillas, empresa dedicada a la venta de la especia desde 1907. La industria de la vainilla es una de las más volátiles del mundo: si en 2010 la vainilla se pagaba a 20 dólares el kilo, en 2017 (después de que el ciclón Enawo destruyera un tercio de las cosechas en Madagascar) llegó a alcanzar los 500.

En realidad la montaña rusa de precios arrancó en el año 2000, cuando otro huracán arrasó Madagascar y la mayoría de sus cosechas. Tres años después, con la producción bajo mínimos, llegó a pagarse a 600 dólares el kilo. Entonces, los productores de alimentos y helados empezaron a utilizar vainilla artificial y su demanda se desplomó. Como la pescadilla que se muerde la cola, eso provocó el consiguiente derrumbe de los precios y para los campesinos dejó de ser rentable cultivarla. Y cuando en 2015 las grandes compañías alimentarias como Danone percibieron que los consumidores demandaban sabores naturales y volvieron a introducir la vainilla en sus fórmulas, era imposible cubrir la demanda. Así, entre constantes fluctuaciones y estrategias especuladoras, funciona el mercado mundial de la vainilla.

En el último año, su precio ha oscilado entre los 400 y los 500 dólares el kilo. El mercado, según los expertos, está entrando poco a poco en un período de mayor estabilidad. «La volatilidad de los últimos años se debe a que su producción está muy concentrada en un solo país. Por eso, el suministro es tan vulnerable comparado con el de otros ingredientes. También tiene que ver con ciclones, las inundaciones e incluso con la conflictividad social», explica Daniel Aviles, analista de Mckeany-Flavell, consultoría especializada en edulcorantes, chocolates y especias como la vainilla.

Efectivamente, aunque la especia se cultiva en países como la India e Indonesia y en algunas islas del Índico y del Caribe, el 85 por ciento de la vainilla que se comercializa en el mundo procede de Madagascar. Se estima que más de 80.000 granjeros viven de su cultivo. Sin embargo, eso no evita una sangrante paradoja: pese a los desorbitados precios que la especia ha alcanzado en los últimos años, Madagascar sigue siendo uno de los países más pobres del mundo y el 76 por cierto de su población vive en condiciones de extrema pobreza. De hecho, el cultivo de vainilla se ha convertido en una fuente inagotable de problemas en el país africano. Por un lado, hay mafias que se dedican a robar las cosechas.

No hay que olvidar que un kilo de vainilla equivale, más o menos, al salario medio anual de un habitante de Madagascar. Según el diario The Guardian, en algunas zonas los ladrones dejan notas amenazantes a los agricultores para que preparen su botín. Para evitarlo, algunos campesinos cosechan la vainilla antes de tiempo y otros guardan las vainas en contenedores en lugar de curarlas. En los últimos años, esas prácticas han afectado seriamente la calidad de las cosechas. Además, en algunas zonas del país, los granjeros se han tomado la justicia por su mano y han asesinado a sangre fría a los ladrones.

Asimismo, la volatilidad de la industria está cuestionando su propia supervivencia. «Paradójicamente, los precios altos ejercen mucha presión sobre la producción por el miedo a los robos y porque muchos agricultores cosechan demasiado pronto, una práctica que el Gobierno de Madagascar está tratando de frenar aplicando leyes específicas», añade Daniel Aviles. Además, cuando el precio se desploma, los granjeros pierden el interés por cultivarla y, cuando se dispara, las grandes compañías renuncian a utilizarla en sus fórmulas. Por eso, las más interesadas en arreglar el problema y estabilizar los precios son precisamente las multinacionales. Grandes empresas como Danone, la fabricante de perfumes Firmenich, la francesa Veolia o Mars Inc. (especializada en chocolates) están invirtiendo decenas de millones de dólares al año en proyectos para enseñar prácticas sostenibles a los agricultores y combatir a las mafias mientras se comprometen a comprar la vainilla directamente de las cooperativas de granjeros evitando a los intermediarios. Pero este tipo de soluciones no son exclusivas de las grandes empresas.

Aunque Madagascar prácticamente monopoliza el mercado mundial, otros países como Uganda o Tanzania, pero también estados norteamericanos como Hawái o Florida, están empezando a apostar muy fuerte por la especia. Incluso México está tratando de recuperar un cultivo que se abandonó cuando el estado de Veracruz apostó por producir petróleo. Nadie quiere perderse la fiebre de la vainilla.

El nuevo oro

La vainilla es una orquídea planifolia en forma de liana que trepa por los árboles. Tarda tres años en crecer lo suficiente para florecer.

Las vainas se escaldan en agua caliente, se envuelven en mantas para que suden y luego se secan al sol. Después se atan en manojos. Los indígenas del estado mexicano de  Veracruz -de donde es originaria-  la llamaban ‘flor negra’. Los españoles se encargaron de exportarla.

Se han llegado a pagar 600 dólares por un kilo de vainilla. Esta planta solo se cosecha una vez al año y su cultivo es muy laborioso y las mejores zonas para su crecimiento están asediadas por desastres naturales.

El 85 por ciento de la vainilla del mundo procede de Madagascar, donde más de 80.000 granjeros viven de su cultivo y secado.

Un kilo de la especia equivale al salario medio anual de Madagascar.

lunes, 24 de enero de 2022

El origen del vermut

(Extraído de un texto de Juan Barbacil en el Heraldo de Aragón del 14 de mayo de 2016, sobre El Bandarra)

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Los enólogos de cada marca utilizan normalmente entre 50 y 80 ingredientes diferentes para elaborar el vermut.  Esto hace que sea uno de los brebajes con una gama más amplia de matices, sabores y olores. Y edulcorantes como el azúcar y el caramelo, que le aporta ese característico color dorado.

Aunque es una bebida que ha dado la vuelta al mundo, su origen es típicamente europeo. Lo encontramos en dos grandes familias: el negro y el blanco. El vermut negro tiene su origen en Italia y es más dulce, en cambio el blanco, creado en Francia, es más seco y tiene una graduación alcohólica más alta.

El origen más remoto del vermut lo encontramos en la época Clásica, ya en la antigua Grecia mezclaban y macerar el vino con especias, drogas y plantas aromáticas para elaborar brebajes medicinales. Aunque todavía podríamos ir más atrás, hasta 1700 ac, donde se hacían licores con ajenjo, una hierba que fue descubierta y utilizada por la civilización egipcia.

El primer referente histórico del incipiente vermut lo encontramos en 1549, cuando Constantino Cesare De Notevoli, en su obra 'Ammaestramenti dell’agricoltura', nos habla de una receta de vino con absenta que tenía fines terapéuticos y curativas.

Unos años después, en 1570, es Giovanantonio Soderini quien escribe que el vermut es de origen alemán y húngaro, haciendo referencia a una bebida aromatizada preparada en los Balcanes, concretamente en Bulgaria, y que se llamaba Polí.

El origen histórico más reciente y que nos conecta con la actual vermut, lo encontramos fechado y escrito en 1773, cuando el médico italiano Villifranchi publicó la obra 'Enología Toscana, óseos Memoria sopra y vini', donde explica por primera vez la elaboración de un licor a partir de la mezcla del vino con la absenta, que él llama “Absinthiamtum” o “Absinthianumvinum”.

Fue entonces, desde finales del siglo XXIII, que estos vinos aromatizados son conocidos con el nombre de “vermut”, nombre derivado del alemán “wermut”, palabra que significa ajenjo, que es principal ingrediente en la elaboración de bebidas como el vermut y la absenta.

Aunque en algunos documentos y escritos de los siglos XVII y XVIII ya encontramos elaboraciones y recetas que conectan con el vermut, no será hasta finales del siglo XXIII cuando esta bebida coge un vuelo comercial y definitiva.

viernes, 21 de enero de 2022

La cocción de las alcachofas y los 'calçots', todo un arte

(Un reportaje de Alejandro Toquero en el Heraldo de Aragón del 9 de febrero de 2019)

Consejos para tratar con dos hortalizas de temporada: alcachofas y calçots. Para cocer las alcachofas existen varios métodos y cada cocinero tiene sus preferencias, mientras que los calçots se pueden asar a la brasa o al horno.

Resulta curioso comprobar cómo para cocer alcachofas no existe un patrón demasiado estandarizado. Tres cocineros consultados confirman esta idea, ya que las trabajan de formas muy diferentes. Hace unos años, el método más extendido era el denominado 'cocción por blanqueta'.

En una olla destapada se ponía aceite, harina y se revolvía, añadiendo, a continuación, un poco de limón y de vino blanco. Todo ello se batía bien para, seguidamente, incorporar agua abundante y que quedase como un caldo blanco. Las alcachofas se añadían peladas y se cocían al punto de sal consiguiendo de esta forma una tonalidad verde clara.

Aquel método se desechó porque los cocineros se ensuciaban las manos y si tocaban otros productos después de pelarlas, estos amargaban. Frente a esta técnica de cocina, Sergio Andrés, del restaurante Antonio, aconseja seguir los siguientes pasos: poner al fuego una cazuela con abundante agua; cuando se alcance el punto de ebullición, meter las alcachofas sin limpiar y cocer alrededor de 6 minutos, tapando pero dejando una rendija para que escape el vapor.

Cuando haya pasado este tiempo, se retira la olla pero se deja que el agua se enfríe con las alcachofas dentro. De esta forma, se terminan de hacer. Pueden estar hasta una hora dentro del agua. Seguidamente, ya se pueden quitar los pétalos con la mano. Si no se van a utilizar el mismo día, Sergio Andrés recomienda cubrirlas con aceite, ya limpias, y así aguantan 4 ó 5 días en el frigorífico.

Santiago López, cocinero de El Chiringo, utiliza el siguiente método: en una cazuela grande añade en el agua fría un poco de harina, sal, limón y aceite de oliva. Limpia las alcachofas y las va incorporando al agua. Las pone a cocer y si son de un tamaño mediano y de temporada, en dos o tres minutos están listas.

Sin embargo, esta no es una regla exacta, ya que las que son más grandes deberán estar cociendo durante más tiempo. «Las saco con la rasera, les toco el culete y si se nota blando pero que no se rompe, están en su punto», asegura. En su caso, aconseja guardarlas en el agua de la cocción, donde pueden aguantar 4 días en el frigorífico.

Finalmente, Rubén Martín, cocinero de Casa y Tinelo, realiza el siguiente paso a paso: pone el agua a hervir en una cazuela grande y allí las tiene, sin pelar y sin tapar, entre 18 y 20 minutos desde que se reanuda la ebullición.

Transcurrido este tiempo, las pasa a un recipiente con agua fría, las escurre y ya se pueden pelar y utilizar en la cocina. En cualquier caso, en el frigorífico, sin pelar, asegura que aguantan dos o tres días.

Calçots a la brasa y al horno

Hace 20 años que el restaurante Maza Etxea antes Neguri abrió sus puertas y 19 desde que los calçots hicieron acto de presencia en su cocina. Desde entonces, no han fallado. De diciembre a abril, son un clásico que atrae a muchos clientes y eso que cada vez son más los establecimientos en la capital aragonesa que incluyen esta propuesta en sus menús o para tomarlos como tina ración.

El chef de este establecimiento, Iván Maza, asegura que a la hora de trabajarlos «no hay muchos secretos». Ahora mismo, es el mejor momento de la temporada, que coincide con los meses que van de enero a marzo. «Los de diciembre todavía están sin hacer, son finos y no tienen mucho sabor, mientras que en abril las cebolletas ya empiezan a salir con palos y a picar un poco», explica el cocinero.

Brasa y parrilla. A este profesional le gusta que el calçot sea gordo. Es el que utiliza habitualmente, pero reconoce que para hacer en casa «tal vez sea mejor uno de grosor medio».

En los hogares que cuenten con una brasa y con parrilla recomienda asarlos de esta forma. «Se tienen que quemar, por lo que tiene que ser un fuego vivo; cuando hacen un ruido que parece un silbido es cuando ya están listos». Entonces, hay que retirarlos de la parrilla y directamente envolverlos en papel de periódico durante unos cinco minutos, aproximadamente. «Es importante que suden para que se acaben de ablandar por dentro».

Así los prepara él en el restaurante y así recomienda hacerlos si hay una brasa accesible. Sin embargo, esto no es lo más habitual en los domicilios, así que el horno es una buena alternativa a la brasa. «Lo primero que hay que hacer es limpiarlos bien, quitar los pelos de la raíz y recortarlos para que quede solo lo blanco y un par de dedos de la parte verde», explica Iván Maza.

A continuación, se precalienta el horno a 180 grados y se dejan en la bandeja, bien distribuidos, unos 20 minutos. «Al sacarlos, igual que si se hacen a la brasa, conviene envolverlos en papel de periódico. Opcionalmente, se pueden marcar un poco a la plancha para que parezca que se han quemado, pero la verdad es que se hace bastante humo en la cocina».

La técnica para comerlos no es difícil. «Con dos dedos se agarra por la parte de la raíz y con la otra mano se cogen las hojas centrales y se tira hacia arriba; de esta forma sale solo», asegura. La salsa romescu es la compañía más habitual para estas cebollas tiernas, aunque hay quien las come con alioli, pero es un sabor bastante más fuerte.

martes, 18 de enero de 2022

16 de enero, día de la croqueta

(Extraído de un texto de El Mundo de hace un par de días)

A pesar de lo que mucha gente piensa, la croqueta es una receta de origen francés que llegó llegó a España a finales del siglo XIX, de la mano de Louis Bechamel, cocinero del rey Luis XIV. Pero, el gran inventor de la croqueta fue Antoine Cámere, en 1817. Durante la preparación de una cena para el archiduque de Rusia tuvo la idea de recubrir la salsa bechamel con una capa crujiente. El nombre del plato fue croquettes a la royal.

RECETA DE CROQUETAS DE JAMÓN PARA 5-6 PERSONAS

Ingredientes:

  1. 1 o 2 blíster de jamón en taquitos (al gusto)
  2. 2 vasitos de agua llenos de harina
  3. 2 vasitos llenos de leche
  4. Nuez moscada (al gusto)
  5. Pan rallado
  6. 1 huevo

Elaboración:

  • En una sartén con un poco de aceite ponemos el jamón.
  • Añade la harina. Si te hace falta añadir un poco de aceite, hazlo.
  • Ve incorporando la leche. Y más harina. Y otro poco más de leche... Así hasta terminar los dos vasitos. La textura debe quedar cremosa. No cemento pero tampoco líquida. Recuerda que a eso, al día siguiente, habrá que darle forma...
  • Añade nuez moscada si te gusta el sabor.
  • Echa la masa en platos o recipientes parecidos. Deja que se atemperen y al frigo.
  • Al día siguiente, es momento de darles forma: hay que convertir esa masa más endurecida ya, en croquetas rebozadas con pan rallado y huevo. Hay quien hace doble rebozado de pan rallado para que tengan más consistencia (y calorías). Si la masa es manejable, con uno solo basta. Siempre hay que acabar con pan rallado, no con huevo.
  • Sartén con aceite generoso a fuego más bien fuerte para freírlas. Después, ponlas en un papel de cocina para que absorba bien el aceite sobrante. El paso siguiente es... ¡Ñam!

Para que el resultado sea perfecto, puedes seguir estos trucos de chefs profesionales.

  • Borja Segura, de Alma of Spain: "Para que la bechamel nos salga bien y no sea demasiado difícil volear luego las croquetas, podemos guiarnos por la regla de 100 gramos de harina por litro de leche".
  • ¿Se te deshacen las croquetas cuando las manipulas? Ricardo Romero, del madrileño restaurante Colósimo y sus riquísimas Croquetas de Puchero, tiene un remedio: "Una vez que tenemos empanadas las croquetas las metemos en la nevera unas 8 horas antes de freírlas, así evitaremos que se rompan".
  • Victor Conus, de La Mesa de Conus, pone el acento en la roux, es decir, la mezcla de grasa y harina. Recomienda mezclar muy muy bien la harina con la mantequilla, dorando ambas en su justa medida. A él, además, le gusta añadir cebolla rallada (no picada) bien dorada y mezclar los tres ingredientes. Es decir, su paso a paso sería: un poquito de aceite, pochar la cebolla rallada, añadir la mantequilla y luego la harina. Mezclar bien y luego se va añadiendo la leche un poco templada.
  • Iván Saéz, de Dsncj Bistró y La Tajada, que siempre tienen croquetas en su carta, también da un consejo: " Para que queden más cremosas, sustituyo una parte de la leche por nata y para darle más textura, le añadimos huevo rallado"

sábado, 15 de enero de 2022

Calisson d'Aix-en-Provence

(Extraído de un texto de Taste France complementado con datos sacados de france.fr)

Desde el siglo XV, el calisson deleita el paladar de los habitantes de Provenza. Según cuenta la leyenda local, el confitero del Roy René (el rey René) fabricó este dulce a base de almendra para la boda del soberano en 1454. A la joven reina Juana de Laval que le preguntó cuál era el nombre del pastel, le respondió en provenzal que se trataba de “mimos”: “Di calin soun”

Cinco centímetros, 12 gramos. Una superficie crujiente, un corazón tierno, una forma oblonga. La elaboración de los calissons tradicionales se basa en tres ingredientes: almendras del Mediterráneo, melones confitados de Apt y jarabe de azúcar natural. Le Roy René personaliza su receta con un toque de corteza de naranjas confitadas.

La masa amarilla que va a formar el cuerpo tierno del calisson se obtiene mediante el amasado y la cocción a fuego lento de una mezcla triturada de frutas confitadas y almendras peladas enriquecida con un jarabe de azúcar calentado. En la artesa se le añade un extracto de aceite esencial de almendra amarga que destila en el taller el perfume característico del calisson. Luego, la masa se deja reposar durante 3 días, envuelta cuidadosamente en el taller antes de pasar entre las manos de las pasteleras. 

Una capa fina y mate cubre siempre el calisson: es el glaseado real. Se obtiene batiendo claras de huevo con agua en un aparato especial. El glaseado blanco es la marca de los calissons tradicionales que suponen la mitad de la producción de los talleres de Le Roy René. Para otras recetas, el glaseado puede ser de otros colores que coincidan con los perfumes que se unen al sabor de la almendra.  

La confitería de Le Roy René fabrica cerca de dos tercios de los calissons producidos en Aix-en-Provence. Desde 1630, cada año son bendecidos el primer domingo de septiembre en la iglesia de San Juan.

En 2016, estuvieron a punto de convertirse en «Kalisong» bajo el ambicioso impulso de un empresario chino que intentó registrar la marca «Calisson d'Aix». Esta desventura me recuerda a los contratiempos de Willy Wonka: ¿no cerró las puertas de su fábrica después de que sus secretos de fabricación fueran robados por competidores envidiosos? Para salvar sus negocios, los productores de calissons no recurrieron a los umpa lumpas, sino a los tribunales. Fueron capaces de dejar de lado sus diferencias históricas y presentaron un expediente para obtener una Indicación Geográfica Protegida (IGP). El lugar de producción, el peso, el tamaño y la composición del calisson de Aix se rigen ahora por un pliego de condiciones que lo protege de cualquier intento de apropiación. 

miércoles, 12 de enero de 2022

¿Se puede evitar que el aceite salpique al freír?

 (Leído en el Heraldo de Aragón del 30 de octubre de 2018)

La pereza de limpiar el aceite desparramado por la cocina y el miedo de sufrir quemaduras se van a acabar con estos trucos sencillos pero infalibles.

Si bien es cierto que no es la técnica culinaria más saludable, freír con aceite de oliva virgen extra tiene beneficios. Según un estudio de la Universidad de Jaén, el 'oro líquido' conserva un valor nutricional bueno aunque se eleve a las temperaturas que exigen las frituras perfectas. Una gran noticia para los amantes de las croquetas gourmet y las empanadillas caseras que, sin embargo, vuelve abrir el debate que más asusta a los amateur culinarios: ¿es posible freír sin sufrir quemaduras y poner la cocina perdida?

La sartén importa. Si se eligen recipientes muy planos es mucho más fácil que el aceite al calentarse salga disparado en todas las direcciones. Lo mejor es utilizar una muy honda, tipo 'wok', ya que las gotas hirviendo chocarán contra sus paredes y no contra nuestra piel. Además, es conveniente asegurarse de que la sartén está completamente seca antes de utilizarla; de no ser así, el aceite comenzará a salpicar.

La temperatura, bajo control. Aunque pueda parecer que los termómetros de cocina solo se utilizan en Masterchef, es una herramienta culinaria muy útil a la que hay que sacarle más partido. Controlar que la temperatura del aceite sea excesivamente elevada nos salvará de las quemaduras en manos, brazos y, a veces, cara.

Sal en el aceite. Este condimento es un gran absorbente de la humedad, por eso, si se le añade al aceite caliente segundos antes de echar cualquier alimento que contenga agua sin estar congelado (pescados, verduras, huevos...), la sal se encargará de que los líquidos se evaporen de forma brusca y salpicando en todas direcciones

Cuidado con los congelados. Si bien es cierto que para que las croquetas congeladas no se rompan al hacerlas hay que meterlas en aceite caliente nada más sacarlas del envase, hay que tener cuidado con la cantidad de hielo que las rodea. Si este no está pegado al producto y se ve alguna placa de mayores proporciones, lo mejor es retirarla para evitar que se funda con el calor y se ponga perdida la cocina de aceite y agua.

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