jueves, 27 de julio de 2017

Civet, una receta clásica a base de cebolla, caza y sangre

(Un texto de Alejandro Toquero en el suplemento gastrónomico del Heraldo de Aragón del 14 de enero de 2017)

El civet es una elaboración culinaria casi en desuso, cuyo origen algunos autores sitúan en la Edad Media. Hoy en día son pocos los restaurantes que se animan a incluirlo en sus cartas, más que nada por lo complicado que resulta trabajar uno de sus ingredientes principales: la sangre.

Tradicionalmente, la sangre de los animales que protagonizaban este guiso era la que se utilizaba para ligar la salsa sin necesidad de emplear otros aglutinantes. De esta forma se conseguía el color oscuro tan característico del civet.

No resulta exagerado hablar de esta elaboración en tiempo pasado. Más que nada porque hoy en día no es fácil disponer de sangre de animales domésticos –y mucho menos de caza– para trabajarla en fresco. Desde luego, para los consumidores no está visible en los mostradores de las charcuterías y casquerías que venden menuceles. Y a los profesionales de la restauración tampoco les resulta sencillo adquirir sangre –fundamentalmente de cerdo, que es la que más se comercializa– con la que ligar un buen civet.

"Se puede conseguir, pero no es un producto que esté en el mercado". Eso al menos es lo que opinan los dos cocineros que han colaborado en este reportaje: Lucio Lanzán, de la Taberna El Broquel, y Alba Marín, jefa de cocina de Gastro Espacio Aída.

Lucio Lanzán explica que el civet es un plato muy sencillo. "El término a veces lleva a confusión porque se tiende a identificar con la palabra ciervo, cuando no es así". De hecho, aunque los de ciervo y de liebre son los más populares, también se pueden preparar con otras carnes como jabalí, pato, muflón, venado o corzo.

Pero es que, además, está la opción de elaborar civets de pescado. En Galicia, sobre todo, se utiliza la lamprea, una especie de 'vampiro marino' en peligro de extinción que se pesca en algunos ríos. "Es un pez tosco, con la carne bastante dura –comenta Alba Marín–; lo que hacían los pescadores era trocearlo y recoger la sangre que se utilizaba para espesar la salsa, como si fuera un guiso de caza".

Su protagonismo, hoy en día, prácticamente ha quedado restringido a algunas zonas de Galicia donde esta preparación, a la bordalesa (en su propia sangre), sigue siendo la más tradicional. También se elaboran civets de anguila e, incluso, con mariscos como la langosta.

Lucio Lanzán comenta que, durante la Edad Media, "la relevancia al civet se la dio la cebolla, una hortaliza que ya existía en Europa y cuya principal función era ablandar la comida, especialmente los guisos". De hecho, en la actualidad sigue cumpliendo ese mismo cometido.

De esta forma, el cocinero de la Taberna El Broquel resume esta preparación como "un guiso con mucha cebolla que con el paso del tiempo se fue sofisticando añadiendo verduras como zanahoria, nabo o puerro". Y al final, por supuesto, la sangre con la que se liga la salsa aprovechando la presencia de la proteína denominada albúmina. "Su peculiaridad reside en el hecho de que al calentarla y ponerla a una temperatura de entre 75 y 80 grados se consigue que vaya cuajando poco a poco, de forma que va espesando sin necesidad de utilizar otros aglutinantes como huevo, harina o maicena".

A Lucio Lanzán no le ha resultado difícil conseguir sangre líquida de cerdo para la receta que elabora. Su chichorrero de confianza, Carlos Valle, se la ha proporcionado con todos los registros sanitarios. Es la misma que él utiliza para elaborar morcillas, tortetas y bolas en su establecimiento de La Almozara. "Las empresas que la comercializan la someten a un proceso de batido en el que incorporan oxígeno y de esta forma no se coagula", comenta.

Lo que ya ha pasado a la historia es la presencia en las vitrinas de los tacos de sangre que él mismo vendió durante muchos años. "Era sangre que estaba cocida y se comercializaba en este formato; los clientes la preparaban encebollada y con un refrito de pimentón", prosigue. Pero esta escena, en Aragón, ya forma parte del pasado, aunque Carlos Valle asegura que él mismo ha sido testigo de que, por lo menos en Extremadura y en La Rioja, "se sigue vendiendo cortada a tacos y cocida".

Entre unas cosas y otras, lo cierto es que en la actualidad se ha perdido la costumbre de cocinar con este ingrediente como elemento aglutinador. Además, Alba Marín tiene la sensación de que, en general, "entre la gente hay una cierta aprensión al conocer que se ha empleado sangre para cocinar, aunque luego resulta que comemos embutidos como morcillas, bolas o tortetas sin ningún problema". Por eso, en la restauración actual ella ve que puede encajar dentro de "una propuesta de menús especializados o de una cocina tecnoemocional, como un detalle que sugiera pero sin ser tan protagonista como, por ejemplo, en un civet".

De alguna forma, es lo que esta cocinera ha intentado plasmar en su receta, para la que ha utilizado una crema de morcilla de la zona de León elaborada con sangre de ternera de menos de un año y que, en lugar de embutida, se comercializa pasteurizada en un tarro de cristal. Es una manera distinta de incorporar la sangre al recetario, proponiendo además un plato que supone una nueva versión del famoso Wellington.

En cualquier caso, civets se siguen elaborando, aunque la tendencia actual no va encaminada, precisamente, a resaltar el protagonismo de la sangre sino, más bien, todo lo contrario. En ese sentido, su evolución la pueden representar recetas como los guisos a la cordobesa o la liebre al cacao típica de Cataluña. "La base para preparar estos platos es la misma que la del civet, con la única diferencia de que no se utiliza sangre; en eso es en lo que hoy se ha convertido este guiso", explica Lucio Lanzán.

En estos casos, el vino tinto y el chocolate son los ingredientes que se emplean para conseguir la salsa oscura tan característica que se lograba con la utilización de la sangre. Además, en la receta que ofrece el cocinero de El Broquel ha recurrido a mantequilla en lugar de aceite, ya que "también contribuye a que se oscurezca la salsa, además de aportar al conjunto una nota láctica".

Lo que parece claro, en cualquier caso, es que hay tantos civets como cocineros dispuestos a preparar un buen guiso de caza con vino y cebolla. Y en cuanto a la utilización del vino, se elaboran indistintamente con tintos y blancos. Eso sí, conviene que sean de calidad para que su personalidad se refleje en el resultado final del plato.

También hay quien recurre a una buena picada, tan característica de la cocina catalana a la hora de elaborar salsas. En ella se mezclen frutos secos, pan tostado o frito, galletas, ajo, especias variadas y otros ingredientes. O al empleo de una copita de brandy. En definitiva, son muchas las posibilidades que existen para preparar civets actualizados en los que la sangre de distintos animales prácticamente ha desaparecido del catálogo de sus componentes.

viernes, 21 de julio de 2017

Ajo negro: saludable y potente en la cocina

(Extraído de un texto de Alejandro Toquero en el suplemento gastronómico del Heraldo de Aragón del 7 de enero de 2017)

El popular ajo no deja de reinventarse. Como más se consume es al natural y encurtido, pero hay que sumar una nueva presentación: el negro. Un producto fermentado que llega desde Japón para quedarse.

[...] Más allá de sus usos culinarios, su relevancia, aunque todavía escasa, tiene más que ver con las propiedades antioxidantes y protectoras del sistema inmunológico que se le atribuyen, así como la condición de energizante natural. Bien podría decirse que se trata de uno de esos 'superalimentos' cuya visibilidad cada vez resulta más notoria.

Los japoneses fueron sus descubridores y ellos son quienes más convencidos están de los beneficios que aporta uno de sus principales componentes, la alicina. [...]

"El ajo negro es el resultado de la transformación de uno fresco convencional a través de un proceso de fermentación natural a base de calor y humedad, que se controlan a lo largo de un periodo que puede ir de 20 días a tres meses, como es nuestro caso", explica Jesús.

"Como sucede con las uvas –prosigue–, al fermentarse se acaban convirtiendo en pasas de ajo, perdiendo el agua de su interior, pero conservando todas sus propiedades saludables y energizantes". Estudios realizados en Japón y en la Universidad de Castilla-La Mancha han puesto de relieve que las características del ajo fresco se multiplican de forma asombrosa en el negro, con el aliciente de que durante la fermentación, este último prácticamente pierde el desagradable olor que lo hace tan antisocial. Estos trabajos también han mostrado la elevada presencia de ocho aminoácidos esenciales para la salud, que favorecen el correcto funcionamiento del organismo.

[...] una cabeza de ajo negro y, a simple vista, solo se diferencia de una normal por el tono ligeramente tostado y la textura seca de la piel que lo recubre. Con una navaja corta la cabeza por la mitad y el olor tan característico de esta planta liliácea se deja notar pero no resulta demasiado fuerte.

Sorprende, eso sí, el color negro tan oscuro, casi carbonizado de los dientes, pero en cuanto a la textura, "ni mucho menos es la de un producto quemado que ha sido sometido a la acción del fuego o a un proceso de ahumado". Al contrario, son suaves al tacto, aunque eso sí, manchan ligeramente y a la hora de degustarlos resultan muy tiernos.

[...]

lunes, 17 de julio de 2017

El clarete de Phileas Fogg

(Un texto de Caius Apicius en el Heraldo de Aragón del 31 de diciembre de 2016)

¿Cuánto tiempo hace que no se bebe usted un clarete? Si me apuran, ¿cuánto hace que ni siquiera oye hablar del clarete? Es cierto que, salvo contadísimas excepciones, los claretes nunca gozaron de gran prestigio, aunque sí de bastante popularidad. 

El Diccionario, como siempre, pasa: "Especie de vino tinto, algo claro". Eso y nada, todo uno. Si va usted a mirar "rosado", el redactor, que debía de tener el día perezoso, se contenta con un "vino que tiene este color". Queda claro que el Diccionario, que sigue llamando "caldo" al vino, no vale para nada tampoco en este terreno. 

Decíamos que no tenía prestigio, pero sí popularidad. En algunos casos muy concretos, ambas cosas: pensemos en los claretes vallisoletanos de Cigales, que conocí cuando yo empezaba a ir de vinos con los amigos, en La Coruña, en la única taberna donde el vino de la casa, servido en jarras, era un buen clarete de Cigales. Por entonces, en todo lo que hoy es la Ribera del Duero eran típicos los claretes; también en La Rioja, donde en San Asensio les siguen haciendo fiesta.

Un clarete es el vino procedente de la mezcla de mostos blancos y tintos, mientras que el rosado se elabora con uva tinta cuya maceración con el hollejo, donde están los colorantes, se limita, normalmente por sangrado del mosto. Pero hubo claretes que tuvieron prestigio, ya lo creo que lo tuvieron. Sobre todo entre los ingleses, que siempre han sido muy suyos, y muy exigentes, con los vinos continentales. El otro día, releyendo "La vuelta al mundo en 80 días", de Verne, en busca de no sé qué dato, me di con esto: "Era la cristalería del Club (el Reform Club) la que contenía su sherry, su porto y su claret". Se refiere, claro, a los de Phileas Fogg.

No vamos a entrar ahora a explicar la condición de británicos que han tenido siempre los vinos de Jerez y de Porto; ellos han sabido beberlos siempre con mayor oportunidad y conocimiento que el resto de los consumidores, con las lógicas excepciones en las zonas de producción. Pero ¿el "claret"? Pues otro vino inglés. Hasta hace nada, los ingleses llamaron "claret" al vino tinto de Burdeos, de esa Aquitania tan ligada a la historia de Inglaterra por lo menos desde los tiempos de Ricardo Corazón de León y su madre, Leonor de Aquitania. Los ingleses, si no sus creadores (por aquí anduvieron ya plantando vides los romanos), sí que fueron sus grandes impulsores.

Y hete aquí que a los tintos bordeleses les llamaron "claret". Habrá que explicar que allá por el siglo XVIII los tintos no tenían la capa cerradísima actual. Piensen en cómo llaman al vino tinto los franceses (vin rouge), los ingleses (red wine), los italianos (vino rosso), los alemanes (Rotwein): vino rojo. Rojo. No negro, como sí le llaman vascos y catalanes.

Aún recuerdo los tiempos en los que, al describir un tinto, en fase visual, lo más frecuente era adjudicarle una capa rubí, del tipo "sangre de pichón". Hay diferencias con el clásico "ojo de perdiz" de los claretes castellanos, pero aún más con los actuales tintos oscurísimos, en los que ni la imaginación más calenturienta adivinaría un rubí, que es rojo brillante. Qué quieren que les diga; sin dejar de valorar los actuales, oscurísimos, tánicos y alcohólicos, en lo que valen, añoro aquellos riojas "rojo rubí, con menisco ocre" de doce grados y medio.

El hecho es que a los ingleses, y Fogg era, para Verne, el paradigma del gentleman, les gustaba mucho el vino de Burdeos. El tinto de Burdeos: el "claret". Que, en 1872, fecha de la más famosa de las vueltas al mundo, aún no había sido atacado por la filoxera; estaba a las puertas, pero aún no. Como es sabido, muchos bodegueros bordeleses, ante la plaga, trasladaron su actividad y saberes a los viñedos riojanos, y hubo, cómo no, "claret" riojano. Yo recuerdo siempre el de las prestigiosas Franco Españolas, que todavía hoy embotellan y etiquetan un muy apreciable Royal Claret.

Lo que me suena más raro es que Verne añada que Fogg perfumaba su "claret" con canela. No quiero pensar que lo tomase caliente; el vino caliente con canela y azúcar es una bebida invernal de lo más clásica. Aún recuerdo cómo nos confortó cuando lo declaramos bebida única en una lejana y gélida Nochevieja en Escalona del Alberche.

Pero, en vino, yo asocio automáticamente la canela con la garnacha, cepa ausente en las riberas del Garona; una mañana de sol, fría, en el Somontano, probando un tinto monovarietal de garnacha (magnífico) de Viñas del Vero, la sensación de dulcería, de canela, que llegó a mi nariz fue maravillosa. Quizá era lo que buscaba Fogg en su "claret" del Reform Club. 

viernes, 14 de julio de 2017

Cardo

(Extraído de un texto de Alejandro Toquero en el suplemento gastronómico del Heraldo del 10 de diciembre de 2016)

[...] Se sabe que egipcios y romanos lo apreciaban y que fue en la Edad Media cuando se extendió por Europa. En Aragón, donde más fuerte arraigó fue en la ribera del Huerva. Pero no solo en Cadrete. En Muel, Mozota, Botorrita o Mezalocha, pueblos por los que también pasa este río, se cultivan cardos de la misma calidad. A finales del siglo XVIII ya hablaba de ellos Ignacio de Asso al reseñar que la hortaliza que riega el Huerva, "en especial el cardo, es muy delicada".

[...] Con un cuchillo, se quita el perfil lateral de la penca, que es la parte más dura y fibrosa; se hace un corte, pero sin terminar de romper el tallo, con la mano se tira de arriba abajo para quitar los hilillos o filamentos y, por último, se hacen trozos de entre cinco y ocho centímetros; en cinco minutos está listo". Para que no se oxiden, Daniel Yranzo recomienda ponerlos en agua con perejil.

[...] Daniel Yranzo sugiere lo cuece dos veces, sustituyendo el primer agua, aunque no siempre es necesario. "Si a los cinco minutos de la cocción se prueba el agua y amarga, se retira y se pone otra vez; en esta ocasión, por supuesto, no hay que desecharla, ya que va a ser una estupenda base para preparar la salsa".

Sobre el tiempo que tiene que hervir, comenta que alrededor de 25 minutos, "pero es orientativo, ya que la verdura no es una ciencia exacta". Los tallos más tiernos, los del cogollo, Daniel aconseja prepararlos para su consumo en crudo, en ensalada, como se degusta el cardo rojo de Ágreda. "Hay que limpiarlos muy bien y trocearlos haciendo pequeños cortes en los dos bordes; los trozos se meten en agua con hielo y perejil para que no se oxiden; pasadas unas horas se habrán rizado sobre sí mismos y estarán listos". Él propone acompañar el cardo crudo con granada, ajo tostado, codorniz en escabeche y una vinagreta con un toque dulce de miel.

Mucho más laborioso es su cultivo, un trabajo casi artesanal, según explica Isidro Trueba. "Hay que taparlo para que el tallo no se ponga verde y amargue". Solo así, cubriéndolo con plásticos, se consigue el color blanquecino y se protege a la planta del frío.

[...]

martes, 11 de julio de 2017

La dieta más simple (es la más sana)

(Un texto de Marisol Guisasola en la revista Mujer de Hoy del 28 de septiembre de 2013)

Hemos revisado a conciencia decenas de planes de control de peso en busca de las dietas más seguras y sencillas y nuestra conclusión siempre es la misma: uno de los esquemas más fáciles de comprender y seguir a largo plazo es cumplir las recomendaciones del “plato saludable”, un esquema diseñado por expertos de la Universidad de Harvard (EE.UU.), que recomienda que al menos la mitad de la ingesta diaria corresponsa a frutas y verduras, un cuarto a cereales integrales y otro cuarto a proteínas de alta calidad. Este “plato saludable” señala pautas que te ayudarán a llevar una dieta más sana: por ejemplo que los cereales integrales y las legumbres son una elección mejor que las harinas blancas presentes en los productos procesados; o que el pescado, los frutos secos, el pollo o el pavo son alimentos protéicos más saludables que la carne roja o los lácteos. 

Los expertos de Harvard también explican que las grasas saludables (como el aceite de oliva virgen o los del pescado y los frutos secos) deben estar presentes en una dieta saludable, en las cantidades adecuadas. Un consejo que contradice la creencia generalizada de que todas las grasas son malas para la salud y el control de peso. De hecho, nuevos estudios indican que las dietas muy pobres en grasas se asocian a “ataques de hambre” y son muy difíciles de mantener.  
 
Claramente, los expertos apuntan a uno de los grupos alimentarios que más influyen en el exceso de peso actual: el de la comida basura, en la que se incluyen aperitivos, dulces... Todos ellos son alimentos muy densos en calorías y pobres en nutrientes que se consideran responsables de la actual epidemia de obesidad, especialmente del aumento de casos en adolescentes. Con todos esos principios, y teniendo en cuenta nuestras costumbres, hemos preparado una versión del “plato saludable”, para ti. Descubre cómo es y disfruta de sus ventajas.

¿Qué tomo para desayunar?
Las proporciones del plato saludable son las mismas en todas las comidas. Pero para ayudarte a elegir, ahí van unos consejos. En el apartado de frutas, puedes tomar un bol de melón y/o fresones y/o piña o macedonia. En el de hidratos, pan o cereales integrales. En el de verduras, un tomate. Como proteínas, decántate por un huevo pasado por agua, pechuga de pavo, queso fresco o salmón. Y para beber, café, té o infusión. Un vaso de agua con zumo de limón te ayudará a rehidratarte.

Juego de proporciones
Lo harás, si sigues bien las pautas. Las cantidades recomendadas son las que caben en un plato normal, sin desbordarlo (solo puedes pasarte con las frutas y las verduras). Si aumenta la proporción de verduras y frutas, el total de calorías consumidas disminuye también proporcionalmente. Al reducir el consumo de hidratos y tomarlos refinados, controlarás mejor el apetito y mejorarás el tránsito intestinal. Una ingesta suficiente de proteína magra te ayudará a mantener la masa muscular y a mejorar el metabolismo.
Este esquema te permite además dos o tres tentempiés diarios (de frutas, verduras, pequeñas cantidades de frutos secos, algún yogur desnatado) y cantidades ilimitadas de agua, té, infusiones, caldos de verdura desengrasados, además de tres tazas de café o té al día. Perderás peso y no pasarás hambre.

Caldo de crisis
Pon en una olla 1,5 l de agua, 4 zanahorias, 3 puerros, 1 rama de apio, 1 cebolla, 2 tomates, una carcasa de pollo y sal. Deja que hierva durante 45 minutos a fuego bajo. Una vez frío, guárdalo en la nevera. Toma una taza (frío o caliente) cuando sientas hambre. Al cuarto de hora de tomarla, notarás que tienes menos apetito.

Trucos 100% eficaces
Estos consejos de nutrición, avalados por estudios científicos, te resultarán muy útiles para completar tu dieta de una forma sana y eficaz:
  • Utiliza más especias y hierbas aromáticas. Realzarás el sabor, añadirás antioxidantes y necesitarás menos sal. 
  • Añade tantas verduras como pasta, arroz o patatas cuando prepares platos con esos alimentos. Así conseguirás más fibra y rebajarás la proporción de calorías.
  • Incluye frutos secos en ensaladas y postres. Son muy saciantes y ten en cuenta que apenas tres nueces al día o seis almendras o avellanas son beneficiosas para tu corazón. 
  • Recuerda el papillote. Una forma original de tomar frutas es envueltas en papel de aluminio y horneadas o bien asadas o en compota. Servidas con una cucharada de chocolate negro fundido, quedan exquisitas. 
  • Echa fruta también en la ensalada. Así te aseguras las cinco raciones recomendadas. 
  • No te olvides de las legumbres. Pepáralas siempre con muchas verduras: cebolla, puerro, tomate, ajo o pimiento verde. Un chorro de aceite de oliva virgen y sal es todo el aliño que necesitan. Si quieres conseguir un plato completo, puedes añadir gambas peladas, trocitos de pollo, almejas o chirlas. 
  • Apúntate a las alubias. Pobres en grasas y altamente saciantes, las alubias han demostrado reducir los niveles de colesterol y triglicéridos e, incluso, pueden ayudar a controlar el peso. Para evitar los gases, es mejor tomarlas en pequeñas cantidades y moverse después de comerlas.
  • Procura no tomar nada sólido después de cenar. Para muchas personas, es el momento más peligroso, hasta el punto de que pueden duplicar las calorías diarias. Beber una infusión después de la cena y lavarse los dientes prepara la mente para el descanso. Si la tentación es grande, come un bol de fruta. 
  • Toma té verde o té oolong. Ambos contienen teína y catequinas, que ayudan a estimular el metabolismo durante un par de horas. Además, hidratan y desintoxican.
  • Alíate con las manzanas. Se ha comprobado que, tomadas media hora antes de comer, reducen el apetito. Además, una manzana al día ayuda a controlar los niveles de colesterol. 
  • Jamás comas delante de la tele ni sentada en un sofá. Las personas que lo hacen tienden a comer menos sano e ingieren muchas más calorías que se sientan frente a una mesa. 
  • Levántate de la mesa nada más comer o aférrate a la botella de agua si lo haces en compañía y no puedes levantarte.
¿Cómo debo cocinar los platos?
  • Recupera la olla rápida. Con ella, puedes preparar un plato completo en apenas 10 minutos. Por ejemplo: echa un poco de aceite de oliva virgen, haz un refrito con una cebolla, dos dientes de ajo, dos tomates, medio calabacín, dos pimientos verdes y una zanahoria (todo ello muy picado). Añade una pechuga de pavo o pollo picada y una taza mediana de arroz integral. Remueve e incorpora cuatro tazas de agua y deja que hierva 10 minutos. Conseguirás un plato para cuatro personas. Solo te faltará tomar una pieza o un bol de fruta. 
  • Recurre al vapor. Esta forma de cocinar permite prescindir de las grasas, los nutrientes no se diluyen y los alimentos conservan sus sabores y aromas. Introdúcelos en la vaporera, perfumados con hierbas, especias, cebolla, ajo... Anímalos con un bol de salsa de tomate o una vinagreta. 
  • No te olvides del wok. Sirve para saltear, estofar, asar a fuego lento... todo con muy poca grasa. Algunos incluyen tapadera y rejilla que hace de grill y un cestillo para cocer al vapor. Mantiene las verduras enteras y crujientes, y las carnes y pescados con todo su sabor. Es el utensilio ideal si tienes poco tiempo. 
  • Piensa en las sartenes de cerámica. Permiten preparar verduras, carne, pescado, langostinos o huevos en minutos. Al contrario que las sartenes antiadherentes fabricadas con teflón, las de cerámica no liberan sustancias tóxicas al ser sometidas a altas temperaturas. 
  • Para comidas con amigos, usa la plancha. Con las eléctricas, no hace falta saber cocinar. Dispón en unos boles rodajas de verduras (calabacín, berenjena, pimiento, tomate...), carnes magras fileteadas finas, trozos de pescado o brochetas de marisco. Así cada comensal puede ir asando lo que prefiera sobre la plancha caliente. Acompaña estas recetas con guarniciones sanas (lechuga, canónigos, tomate, cebolla...) y unos cuencos con vinagreta o salsas ligeras para aderezar. El éxito está garantizado. Y lo mejor, con muy pocas calorías y muchos nutrientes. 
  • Usa el microondas. No solo para calentar, sino también para cocinar. Un tomate, unas rodajas de calabacín o de berenjena, unas verduras congeladas... se hacen en pocos minutos en este electrodoméstico con apenas un hilo de aceite y unas hierbas aromáticas. Incluso es posible preparar una tortilla de calabacín, cocinando primero en el microondas rodajas finas de calabacín con sal, aceite y un poco de ajo, y cuajando después la verdura con los huevos batidos en una sartén de cerámica. 
  • La varilla eléctrica. Es el utensilio perfecto para preparar purés, salsas de verduras, guacamoles, humus, salsas de yogur, gazpachos y postres de frutas. Una idea: bate un bol de fresones con un yogur desnatado, un chorrito de leche desnatada, una pera y medio plátano. Sírvelo frío en copas de cristal y adorna con chocolate negro y canela. 

¿Conseguiré mantener la pérdida de peso a la larga?
Si este es tu objetivo, estas tres pautas pueden ayudarte a cumplirlo. Eso sí, ponte seria y síguelas:
1. Aguanta nueve semanas. Para que un cambio en las pautas alimentarias se convierta en costumbre hay que mantenerlo en el tiempo. Según los psicólogos, son necesarios 65 días para que un hábito se consolide. Si permaneces firme durante ese periodo de tiempo, tus probabilidades de mantener la pérdida de peso aumentan enormemente.
2. Céntrate en el hoy y el ahora. Una vez dicho lo anterior, no te fijes en el peso final, sino en tu objetivo diario. Piensa en el hoy y el ahora. Anímate con frases como “hoy voy a comer sano, bien y sin pasar hambre”. Así, día a día, comida a comida, irás superando el reto de cambiar de alimentación.
3. Cambia tus hábitos tóxicos por costumbres sanas. En vez de sentarte delante de la televisión al llegar a casa, llama a una amiga y queda para dar un paseo, visitar un museo en su horario gratuito o ir de tiendas. O bien date un largo baño, arréglate las uñas, ordena tu armario y desecha todas esas cosas inútiles que entorpecen tu vida. Dicho de otro modo, busca el alivio del estrés en cosas diferentes de la comida. Sentarte delante de la televisión puede hacerte caer en la tentación.

Revoluciona tu despensa
Si has decidido comenzar este régimen, necesitas planificar una nevera y un congelador que te permitan cumplir con los principios del plato saludable. Debes prever:
  • Verduras de todo tipo: frescas, en bolsitas de ensalada ya preparada, congeladas, en conserva al natural, deshidratadas...
  • Frutas. Cuantos más colores, mejor. Los colores diferentes (rojo, anaranjado, morado...) en frutas y verduras indican la presencia de distintos antioxidantes protectores. 
  • Alimentos ricos en proteínas. Pavo y pollo sin piel; magro de cerdo; pechuga de pavo o pollo cocido; pescados y mariscos frescos y/o congelados; lácteos desnatados... 
  • Hidratos de carbono ricos en fibra. Legumbres secas o cocidas al natural (en conserva), arroz y pasta integrales, panes y cereales integrales... incluyen la fibra que ralentiza la absorción de los hidratos y evita los picos de azúcar.
  • Alimentos ricos en aceites saludables. Pequeñas cantidades de aceite de oliva virgen extra y de frutos secos se asocian a una mejor salud. Los pescados azules son la mejor fuente de grasas omega 3. También hay productos magros de charcutería enriquecidos con este ácido graso de pescado 
  • Especias aromáticas. Orégano, albahaca, tomillo... apenas tienen calorías y aportan sabor y sustancias protectoras. 

Tu plato saludable
Verduras
Cuantas más tomes, mejor. Las patatas no están incluidas en este apartado, pero sí lo están las setas y los champiñones, con poquísimas calorías y muchas sustancias protectoras. Recuerda que al menos la mitad del plato del día debe consistir en frutas y verduras. Utiliza para cocinar solo aceite de oliva virgen extra.
Frutas
Cómelas de colores diferentes. Calmarán tu deseo de dulce con pocas calorías. Además, después de comer, muévete. Intenta quemar 100 calorías al día caminando, haciendo Pilates... Solo con esta medida, perderás cinco kilos al año.
Proteínas
Opta por pescado y marisco, pollo o pavo sin piel, conejo y caza, legumbres y frutos secos. La ración es del tamaño de la palma de tu mano. Y recuerda: los huevos son una excelente fuente de proteína, con apenas 100 calorías por unidad. Tómalos cocidos, escalfados, revueltos o a la plancha.
Hidratos
Elige productos elaborados con cereales integrales (pan, pastas o arroz) y limita al máximo los hechos con harinas blancas. La ración diaria es el equivalente a un bol pequeño. Acompaña tu plato de bebidas como el agua, el té, el café... o un vaso de vino al día. Y limita los lácteos (siempre desnatados) a dos diarios.
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