jueves, 19 de agosto de 2021

Bistec

 (La columna de Martín Ferrand en un XLSemanal del 2019, según creo)

La Puerta del Sol de Madrid fue, en el XIX, el verdadero ombligo de la capital de España. Llegaron a convivir en ella diez cafés de postín que albergaban en sus veladores todo el muestrario humano de la ciudad. Uno de los más famosos fue el ya olvidado Café de Levante, en el número 5 de la plaza. Llegó a ella desde su lugar fundacional en la calle de Alcalá y entre sus clientes más famosos destacaba Manuel Fernández y González, el escritor más popular de su tiempo. Sus novelas por entregas tuvieron tanto éxito de ventas que llegó a ser propietario de un coche de caballos, tirado por cuatro briosos corceles, que lucía en su portezuela, envueltas en laureles, las iniciales de su nombre: MFG. 

El escritor, que terminó en la más absoluta pobreza, se reía de sí mismo negando la vanidad y aseguraba que las iniciales era su marca de fábrica: Mentiras Fabrico Gordas. En el Café de Levante escribió una de sus obras más conocidas, de la que siguen haciéndose ediciones, El cocinero de su majestad. Llegaba a mediodía y tras zamparse el 'bistec de la casa', la especialidad del local, con una salsa de mostaza se ponía a escribir. El bistec —según el DRAE, «una lonja de carne de vaca soasada en parrilla o frita»— fue una estrella en la culinaria del siglo pasado. Hoy, con el más modesto nombre de `filete', sobrevive en los menús de bajo precio. 

Es notable el que sirven en Las Bridas (calle. José Abascal, 59), uno de los bares más clásicos de Madrid, en el que el bistec se adorna con unos ajos fritos y se guarnece con patatas. En las mesas del local mantienen tertulia José Luis Balbín, Javier Vázquez, Joaquín Ruiz Jiménez y otras gentes de bien, pero ya nadie escribe nada.

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