viernes, 6 de noviembre de 2020

Agua, la bebida 10

(Un texto de Antonio Orti en el suplemento dominical de El Periódico del 5 de agosto de 2018)

Beber agua fresca de una fuente es una experiencia única con la que ninguna otra bebida puede competir. Y el consumo diario de agua es la principal recomendación de los expertos para mantener la salud. Sin embargo, y pese al dicho "más claro que el agua", con el calor se reavivan algunos mitos que los expertos intentan sofocar.

Un ejemplo es la creencia de que empantanarse con ingentes cantidades de agua sirve para depurar el organismo, desintoxicarlo. Pero no existen pruebas científicas que sostengan que beber más agua de la necesaria suponga un beneficio extra para la salud. Es decir, no contribuye a mantener la piel más hidratada, no retrasa la aparición de las arrugas ni tampoco beneficia la función renal (salvo para prevenir la reaparición de piedras en el riñón).

Eso sí, beber menos agua de la necesaria puede provocar fatiga y dificultad para concentrarse, aunque estos síntomas sean muy poco frecuentes entre personas sanas que habitan en lugares donde resulta fácil acceder al agua. Entonces, ¿cuánta agua hay que beber? La respuesta es "depende". En realidad, no existe una recomendación formal respecto a la cantidad, pues varía en función de la persona, las características de la alimentación y el tipo de actividad llevada a cabo.

No obstante, si hay un mito que se niega a desaparecer es que hay que beber ocho vasos de agua al día, es decir, unos dos litros. "La inmensa mayoría de las personas sanas cubren de manera adecuada sus necesidades de hidratación diaria, guiándose únicamente por su sensación de sed", que debe apaciguarse con agua, afirma el dietista y nutricionista Julio Basulto. Recuerda que ninguna entidad científica reputada suscribe que haya que beber ocho vasos de agua al día.

Abel Mariné, catedrático emérito de Nutrición y Bromatología de la Universidad de Barcelona, señala que aunque se recomiende tomar dos litros de agua al día, esto no significa que haya que vivir pegado a un vaso, pues también los alimentos proporcionan agua: el contenido de agua varía entre el 85 y el 95% en las hortalizas frescas (como el tomate), el 80-86% de las frutas, el 80% de los pescados magros o el 75% de los huevos. También hay agua en el café, la leche, la horchata y el gazpacho, por ejemplo. O un arroz cocido puede contener entre un 70-80% de agua (las pastas tienen un 60-70%), por lo que si una persona lleva una alimentación saludable (es decir, rica en verduras y frutas y pobre en productos procesados), más de un litro de agua lo aportan los alimentos que ingiere.

"El agua posibilita el transporte de nutrientes, contribuye a la regulación de la temperatura corporal y colabora en el proceso digestivo", recalca Mariné, para remarcar su importancia. Este experto recuerda que el agua es el componente mayoritario del cuerpo humano, hasta el punto de que al nacer somos un 75% agua, mientras que a partir de los 50 años el porcentaje disminuye al 56%, en el caso de los hombres, y al 47%, en las mujeres, diferencia atribuible a que nutrir y amamantar un bebé exige más grasa corporal.

LA PELIGROSA AGUA 'CRUDA'

En EE.UU. está de moda el agua cruda (raw water), la que brota de algunos manantiales privados y no es tratada químicamente ni filtrada. "El agua sin tratar puede contener bacterias, virus y parásitos", advierte Abel Mariné. Y purines y metales pesados. Los promotores del agua viva justifican su elevado precio (unos 15 € el litro) aduciendo que no esterilizarla mantiene "los microbios saludables" del líquido, aunque ningún estudio serio respalde tal supuesta ventaja. E incluso sus defensores admiten que si no se bebe rápido, la luz solar y el calor pueden provocar que esta agua se vuelva "como la de una pecera", apuntaba The New York Post. Julio Basulto califica de "ridículo" que el agua cruda hidrate más que la del grifo o que retrase el envejecimiento, como prometen algunas empresas que la comercializan.

PARA DEPORTISTAS  

Nieves Palacios, responsable del servicio de Medicina, Endocrinología y Nutrición del Consejo Superior de Deportes, señala que un fallo frecuente de los deportistas es no hidratarse de manera adecuada. "Una forma de saber cuánta cantidad de líquido hay que beber, es pesarse antes y después de entrenar. La diferencia se aproxima al líquido perdido a través del sudor que hay que reponer", señala. Y precisa que todos los deportistas tienen que comenzar la actividad física bien hidratados. La recomendación para las personas que entrenan de forma intensa durante más de una hora es beber cada 15-20 minutos unos 200 centilitros.

¿'DETOX'?  

¿Un vaso de agua con una rodaja de pepino, un chorrito de limón y menta elimina las toxinas causadas por las comidas pesadas, el exceso de alcohol...? la idea la puso de moda en EE.UU. el doctor televisivo Mehmet Oz y la pregonan algunos famosos. El error de partida es creer que estamos intoxicados: hamburguesas o refrescos no dejan un residuo específico que pueda ser secretado. "El agua no purifica, sino que hidrata", recuerda Basulto.

3 FALSOS MITOS

Beber agua en las comidas engorda. El agua tiene 0 calorías, se tome antes, durante o al final de la comida. Un ensayo de la American Chemical Society del año 2010 concluyó que quienes bebieron dos vasos de agua de 230 mililitros justo antes de que llegara el primer plato consumieron luego entre 75 y 90 calorías menos en esa comida.

Beber agua contribuye a retener líquidos. Algunas personas con sobrepeso achacan su problema a que retienen líquidos, cuando en realidad acumulan lípidos, escrito con "p", grasas. Salvo que exista un problema renal, coronario o circulatorio, el sobrepeso y la obesidad se caracterizan por la acumulación de sólidos (tejido adiposo).

Las mujeres que amamantan deben beber más agua para producir más leche. A juicio de Basulto, "no hay pruebas suficientes para sostener esta afirmación". Para el autor de Se me hace bola o Mamá come sano (DeBolsillo), los bebes de hasta seis meses no necesitan beber agua porque la toman de la teta de sus madres o de los biberones. "A partir del sexto mes, el consejo es ofrecer agua al bebé, pero sin obligarle", dice.

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