miércoles, 9 de abril de 2014

Tortilla francesa



(La columna de Martín Ferrand en el XLSemanal del 5 de abril de 2009)

Cuando la hija de nuestro Felipe IV, la infanta María Teresa, contrajo matrimonio con Luis XIV de Francia, el rey Sol, se trasladó a vivir a Versalles. Para no echar de menos ninguna de sus costumbres españolas, las culinarias entre ellas, se hizo acompañar de un largo séquito en el que se puede destacar la personalidad y la maña de su doncella principal, conocida como La Molina. Fue ella quien implantó en la corte de los Borbones lo que hoy conocemos como 'tortilla francesa'; Pero, que conste, la tortilla francesa es española. Francisco Martínez Montillo, que fue jefe de las cocinas de Felipe II, Felipe III y Felipe IV, la reseña en su monumental Arte de cocina; pastelería; vizcochería y conservería. La denomina 'tortilla de la Cartuja'.

La merecida gloria alcanzada por la cocina francesa en el último tercio del XIX y los dos primeros del XX -malos tiempos en la vida nacional- tienden a palidecer el hecho de que España, durante siglos, enseñó a comer a toda Europa. La Molina, al servicio de su señora, llevó también a Francia algo tradicional, en nuestra cocina y que, como ‘el consumido' -arrebatado de nuestras tradiciones con el sobrenombre de 'consomé'-, los galos hicieron suyo llamándolo feuiIletée, nuestro hojaldre. Incluso el famoso pot-au-feu, del que se dice que provienen todos los cocidos, de la escudella al madrileño, es una traslación de la muy típica y españolísima olla podrida.

Cuando Adolfo Suárez, gran conductor de la Transición y devorador especializado de tortillas francesas - ¡muy cuajadas!, insistía en su consumo casi exclusivo, no hacía otra cosa que concordar con nuestra propia Historia: Era un gesto de afirmación nacional.

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