(Un texto de Juan Barbacil en el Heraldo de Aragón del 4 de julio de 2015)
Bien preparada y con poco alcohol es idónea para aplacar la sed en la época estival.
El origen de la sangría es tan confuso como su elaboración, siempre adaptada al paladar de quien la prepara, si bien nadie discute que sus ingredientes básicos son el vino y las pulpas o cáscaras de diversos frutos, sobre todo cítricos, y que se trata de la bebida española por excelencia. Sin embargo, en 1788 el padre Esteban Torres afirmaba en su 'Diccionario del castellano' que la sangría era una "bebida inventada por los ingleses que se toma mucho en las colonias inglesas y francesas de América".
El término parece provenir de la voz inglesa 'sangaree', la cual, a su vez, se inspiró en la española 'sangre' para denominar este refresco por su color.
La sangría generalmente es una bebida que contiene un poco de alcohol pero existen modos de prepararla sin alcohol, lo que es mejor para beberla en verano.
La fórmula de la sangría
Empezamos cogiendo un buen recipiente, echamos un litro de vino tinto joven, después sacamos el jugo de un limón y lo mezclamos con el vino. Añadimos una naranja y un limón, ambos troceados en gajos, y acto seguido incorporamos trozos de frutas variadas, como manzana, melocotón y plátano, y las mezclamos en el recipiente con el vino tinto.
Disolvemos cuatro cucharadas de azúcar en agua caliente para que se derrita un poco e incorporamos al vino, removiendo para que se mezclen lo mejor posible utilizando una cuchara de buen tamaño o una varilla rígida de las que se usan para hacer cócteles. Por último añadimos una copa de licor de naranja (Curaçao, Triple Seco o Cointreau) y removemos todo muy bien.
Dejamos reposar unas 2 o 3 horas en la nevera para que se enfríe todo bien y para que la fruta deje todo su sabor. Al servir completamos el vasito de sangría con unos cubitos de hielo y un poco de gaseosa o soda para que mantenga el carbónico y el hielo no se derrita.
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