(Un texto de Fátima Uribarri en el XLSemanal del 17 de marzo
de 2019)
El Museo de la Comida Asquerosa expone, en Suecia, los
platos más sorprendentes del mundo. En realidad, quieren estimular el cambio
del paladar y abrirlo a nuevos sabores.
Zumo de ojo de oveja; corazón palpitante de cobra en su
sangre; pene de buey… Parecen ingredientes de pócimas de hechicería, pero son
delicias que se comen en diversas partes del mundo: el ojo de oveja lo toman en
Mongolia para aliviar la resaca; el corazón de la cobra, en Vietnam; y el pene
de buey es muy apreciado en China por sus propiedades afrodisiacas. «El asco es
siempre subjetivo. Depende de dónde te has criado. Es como si nos hubieran
adoctrinado desde pequeños sobre lo que es repugnante y lo que no lo es»,
explica Andreas Ahrens, director del Museo de la Comida Asquerosa, de Malmö
(Suecia). Este espacio, ubicado en un antiguo matadero, ofrece un curioso paseo
por los olores, texturas (está permitido tocar) y sabores de preparaciones como
el surströmming, un arenque fermentado
(y apestoso) que se toma en Suecia; el casu marzu, que
es un queso infestado de gusanos procedente de Cerdeña; o el hákarl, tiburón envejecido que se
toma en Islandia.
La entrada al museo está impresa en una previsora bolsa para
el vómito. El centro propone una reflexión sobre cambios de hábitos
alimentarios para reeducar nuestro paladar y orientar nuestra alimentación
hacia productos que no deterioren el medioambiente.
Algunos ejemplos
El casu marzu está
infestado de larvas vivas de moscas. Se come en Cerdeña. En Córcega toman otro
parecido.
El murciélago frito se toma en el sudeste asiático. Es muy crujiente.
Dicen que sabe como el pollo.
El balut es un huevo
de pato con embrión. Es una delicia en Filipinas, Camboya y Vietnam. Se toma
cocido.
En Mongolia dicen que el zumo de ojo de oveja alivia la
resaca. En Japón comen ojos de atún, fritos con ajo o con salsa de soja.
El pene de buey es muy apreciado en China por sus
propiedades afrodisiacas. Lo toman crudo o frito. Lo comparan con el marisco.
La leche de yegua fermentada se consume en Turquía, Rusia y
Mongolia. Su olor y su sabor agrio repelen a los occidentales.
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