jueves, 3 de julio de 2014

La tapa, para tapear



(Un texto de Francisco Abad Alegría en el suplemento gastronómico del Heraldo de Aragón del 20 de abril de 2013)

La comida de tapas como identidad española: ya hacía tiempo que se barruntaba, pero no es hasta 2010 aproximadamente cuando se hace explícita la llamada a rebato para señalar la comida de tapas como algo genuinamente español. Las tapas son españolas; aceptamos pulpo (como animal de compañía). Las tapas son únicamente españolas; aceptamos pulpo, de momento, aunque nos parece que suena a exagerado. Pero eso de que comer de tapas sea algo genuinamente español, ni hablar. Es una contradicción en su misma esencia. La tapa, por definición, no es una forma de comer, sino una forma de... tapear. Diversas iniciativas, respaldadas generalmente por personajes nacionales de la cocina y la gastronomía, han unido sus voces para exaltar la comida de tapas española, algo que realmente nunca ha existido (pero que puede existir a partir de ahora, de acuerdo): el Concurso Internacional de Tapas para Escuelas de Cocina, que comienza a funcionar en 1999 en Valladolid; el Concurso de Tapas de American Express en Madrid, que comienza su andadura en 2011 y prosigue en 2012; o la ofensiva de promoción del tapeo como cultura española que surge en Andalucía a partir de 2011. El apoyo a tales iniciativas desde la Academia Española de Gastronomía ha sido explícito y mantenido. Coincide, por ejemplo, con la ofensiva del mediático cocinero José Andrés, que abre en Beverly Hills su restaurante El Bazaar en 2009, donde la comida es básicamente conformada por tapas españolas. La relación con las instituciones oficiales españolas es explicita y evidente.

La Academia Española de Gastronomía reitera con motivo de la elevación o refundación de la Academia como Real, en 2010, que una de las aportaciones de la cocina española al mundo es la enorme libertad con que se come en nuestra tierra. Parece que la afirmación resulta un poquito exagerada Desde luego, si se refiere a la introducción de la comida de tapas en la vida cotidiana, habría que matizar entre España y algunos españoles. Una afirmación llamativa como (literal) que en la cocina las tapas tienen gran impulso gracias a los clientes de 2S a 4S años, que tienen esa forma de comer más social y ya no se sientan a tres o cuatro platos sino que van a un bar a tratar varias cosas y a conocer gente, alrededor de una comida de tapas, se entiende, resulta probablemente excesiva. Sin duda, los académicos saben de lo que hablan, pero de ahí a extrapolar la comida de tapas como forma normal de comer en la España moderna, va un abismo. Cuando se ponen en medios afines a este pensamiento paralelismos con algunas cocinas orientales, como la tailandesa, diciendo que son copias de la cocina española de tapas, la dislocación de la realidad y de la elocuencia de los datos históricos contradicen tajantemente lo escrito y declarado. La cocina española nunca ha sido comida de tapas y si lo es en los actuales momentos, habrá que demostrarlo; yo, al menos, no lo veo por ninguna parte. No es absurdo comer de tapas, aunque eso contradice el sentido de tapa, pero no es un patrón español típico, salvo que se pretenda introducir un nuevo concepto venal de la gastronomía, en cuyo caso cada cual puede hacer lo que le convenga, pero sin reclamar identitarismos que difícilmente se pueden sustentar en datos objetivos.

Tapas y pinchos son de inmemorial recuerdo, como se ha dicho. Pero de puro inmemorial, se transforman en inmemoriado, es decir, remoto origen que se puede seguir perfectamente en las hemerotecas. Las antiguas tradiciones se desenmascaran cuando se acude a las fuentes de noticias y se puede leer entre líneas qué ha ocurrido y las causas lejanas y próximas de lo acaecido. Sin afán de exhaustividad, citemos algunos concursos de tapas y pinchos en España, espigados no sistemáticamente de los noticieros, y la cosa quedará bastante clara, especialmente si se pone en relación con los momentos críticos de la hostelería en la atribulada economía de nuestros últimos veinte años.

1995. Comienza su camino el Concurso Nacional de Tapas y Pinchos Ciudad de Valladolid, en el mes de noviembre; participan representantes de establecimientos de restauración de toda España, elaborando en público sus creaciones, bajo una enorme carpa alzada al efecto, donde se puede valorar la técnica de cada uno y degustar los resultados. Sigue siendo una de las convocatorias más serias del tema. La Asociación de Cafés y Bares de Zaragoza organiza el primer Concurso de Tapas y Pinchos en la capital aragonesa, otorgándose premios a la tapa más original, la más aragonesa y la más mediterránea; el concurso sigue celebrándose desde entonces, a principios del mes de noviembre. Desde el mismo año, durante las Jornadas de Exaltación de la Verdura que se celebran en Tudela (Navarra), se organiza una Ruta Gastronómica del Pincho, con protagonismo de las verduras y hortalizas de temporada, durante el mes de mayo. También Madrid inicia su Feria de la Tapa de Madrid, en junio de este año, concentrando a cocineros que preparan sus creaciones en el Palacio de los Deportes, para que el público pueda degustar las creaciones tradicionales e innovadoras. La Feria tiene el patrocinio del Ayuntamiento, la Asociación de Empresarios de Hostelería de la ciudad y el grupo Mahou-San Miguel.

1996. Se inaugura la Feria de la Tapa de Sevilla, patria real del concepto, con diversos premios a lo largo de los años, que en el primero de la convocatoria se centra en la tapa más creativa.

1998. Durante el fin de mayo y principio de junio, se inicia la celebración de la Semana del Pincho de Bilbao, con premios muy atractivos que suponen una inmersión en la forma de convivialidad que implica el tapeo: a la mejor barra de pinchos, al elaborado con el mejor producto del terruño, al mejor pincho con pan, a la mejor tortilla y a la mejor tapa clásica. Afortunadamente, la cosa sigue. En junio del mismo año se convoca el primer Campeonato de Guipúzcoa de Pinchos, en San Sebastián. En este caso se otorgan premios al mejor pincho, al más original y al que mejor utiliza productos con denominación certificada del País Vasco. En Santiago de Compostela da comienzo en noviembre el Concurso de Tapas. La base de las nuevas creaciones es el magnífico abasto gallego de carnes, pescados y mariscos.

1999. La Semana del Pincho de Pamplona comienza su andadura en abril-mayo, externalizando la iniciativa del hotel Maisonnave, que desde 1992 organizaba internamente un Concurso de Tapas avalado por la Asociación de Empresarios de Hostelería de Navarra. Se otorgan premios al mejor pincho, al pincho mejor elaborado con productos de denominación de origen Navarra y a la mejor trayectoria profesional de los baristas o posaderos concursantes, con el apoyo de la sociedad gastronómica Gazteluleku, además del Ayuntamiento de Pamplona y el Instituto de Calidad Agroalimentaria de Navarra.

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