(La columna de Carlos Maribona en el XLSemanal del 3 de noviembre de 2019)
La cocina mexicana, cocina ancestral, la mejor de América, se vertebra
en torno al maíz, planta sagrada de los aztecas y base de la
alimentación de los mexicanos a lo largo de los siglos. Desde los
elotes, que son las mazorcas frescas y tiernas, hasta las hojas, con las
que se envuelven los tamales, pasando por el huitlacoche, el hongo
negro convertido en ingrediente de la alta cocina, el maíz resulta
omnipresente en la gastronomía mexicana. Pero es en las tortillas,
imprescindibles en cualquier mesa, donde tiene su papel más destacado.
En México se consumen a diario seiscientos millones de estas tortillas
en sus distintas presentaciones y tamaños: fritas en totopos, en
quesadillas, en enchiladas, en tiras para sopa, en los pozoles, caldos
infalibles para la resaca… Pero su principal aplicación está en los
tacos, en los que la tortilla se convierte en soporte de cualquier
ingrediente. Todo cabe en un taco: carne, pescado, verduras o insectos,
que se acompañan con salsas con distintos grados de picante. Los
mexicanos los comen con fruición en las populares taquerías. Algunas son
locales cerrados; otras, simples carritos que se instalan en las
calles, especialmente por la noche. Hay que tomarlos allí, pero si no
tienen ocasión de viajar a México pueden hacerse una idea probándolos en
sitios como la modestísima Taquería Mi Ciudad o en los más modernos
Mawey Taco Bar o Salón Cascabel; todos ellos, en Madrid.
No hay comentarios:
Publicar un comentario