(Extraído de un artículo de Nicole Heissmann y Christoph Koch en el XLSemanal del 24 de noviembre de 2019)
El consumo de leche -considerado históricamente como un alimento saludable para todas las edades- ha empezado a ser cuestionado desde diversos sectores. Analizamos algunos de los mitos sobre la leche.
1. La leche desnatada es más sana
No,
no es que sea más sana; es que la entera no es insana. Se pensaba que
las grasas eran malas, pero la ciencia apunta a que no es así. Ni
siquiera la desnatada y la entera se procesan de modo diferenciado. De
hecho, en la central lechera siempre se elimina toda la nata y luego se
añade a cada tipo de leche el porcentaje de grasa que estable.
2. La leche ecológica es más sana
La
leche y el queso son más sanos cuando contienen abundantes ácidos
grasos omega-3, que reducen los niveles de colesterol. Y, en este
sentido, la leche de las vacas que pasean y pastan contiene más omega-3
–aunque presenta menos yodo– que las de alto rendimiento, alimentadas
con piensos y soja. En términos de seguridad alimentaria, en todo caso,
no hay diferencias.
3. Protege contra las fracturas
El
calcio fortalece el esqueleto. Y con más de un gramo por litro, la
leche es una buena fuente de calcio. Los niños que consumen muchos
productos lácteos tienen mayor densidad ósea, pero no hay evidencia de
que sufran menos fracturas. De hecho, el calcio no se acumula y, si se
consume en exceso, genera un efecto contrario y se elimina más. Tampoco
parece que proteja contra la osteoporosis en el envejecimiento. La genética, la masa muscular, la actividad física y los niveles de vitamina D en sangre también influyen.
4. Los lácteos son mejores que la carne contra el cambio climático
No
de forma general. Es cierto que la producción de un litro de leche o de
yogur emite menos gases de efecto invernadero que la de un kilo de
carne de cerdo o de pollo, pero el queso también deja una huella
considerable 8,5 kilos de dióxido de carbono por kilo de queso). Y la
huella de la mantequilla, con 23,8 kilos de dióxido de carbono, es mayor
que la de la carne de ternera.
5. La leche te llena de flemas
Ya
en el siglo XII, el filósofo Moisés Maimónides aseguraba que la leche
producía «congestión en la cabeza», un mito que perdura hasta hoy. Que
después de beber leche sintamos la mucosa de la garganta reblandecida se
debe a la textura cremosa de la bebida. No hay indicios de que estimule
la producción de mucosidades
6. La uperisada casi no tiene vitaminas
Este tratamiento térmico que permite alargar la conservación de la leche destruye l 20 por ciento
de las vitaminas B y C. Es decir, el 80 por ciento sigue ahí. En
cualquier caso, la leche no es ni pretende ser la fuente principal para
adquirir estas vitaminas.
7. Las hormonas causan cáncer
Falso.
Es un bulo, también, que se le añadan hormonas externas. La incidencia
de las que contiene de forma natural en la aparición de ciertas
enfermedades no está demostrada. Más bien, su consumo parece reducir el
riesgo de desarrollar tumores de colon, mama o estómago.
8. En la producción de leche no muere ningún animal
Las
vacas solo tienen leche cuando dan a luz de forma regular. A los
terneros los separan al nacer, las hembras más viejas se envían al
matadero y los machos se venden para su engorde. Los ganaderos gallegos
venden los becerros de menos de 20 días de la raza frisona –la gran
productora de leche en España– a partir de 25 euros por cabeza. A veces,
ni siquiera compensa el coste de llevarlos a la lonja.
9. Los terneros de crianza ecológica se quedan con sus madres
En
las granjas ecológicas también separan a los terneros de sus madres.
Por ahora, son pocas las explotaciones que intentan criar a los becerros
con sus madres o con las llamadas ‘vacas nodrizas’.
10. La denominación ‘leche de pasto’ garantiza que la vaca pasa casi todo el tiempo en el prado
Este
término no está reconocido oficialmente. Las vacas de explotaciones
ecológicas deben tener acceso a los prados durante el verano, pero la
directiva de la UE sobre la materia no precisa el número de días.
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