domingo, 20 de octubre de 2019

El falso recetario de Leonardo Da Vinci


(Un texto de Ana Vega Pérez de Arlucea en el Heraldo de Aragón del 11 de agosto de 2018)

El supuesto recetario de Leonardo da Vinci, concebido como una broma editorial hace treinta años, se ha convertido casi en palabra de santo.

Vayan ustedes a cualquier librería o biblioteca y busquen en ella el libro 'Notas de cocina de Leonardo da Vinci'. ¿Está? Seguro que sí, y seguro que impepinablemente estará en la sección de gastronomía. Si piensan ustedes que dónde va a estar si no, siendo una obra de cocina, o si son orgullosos dueños de algún ejemplar y aún no le han pillado el truco, siento decirles que han sido víctimas de una broma. Las notas culinarias del pintor toscano son más falsas que una moneda de tres euros y no, el genio del Renacimiento no escribió recetas ni consejos sobre modales. Tampoco inventó las máquinas que aparecen en las ilustraciones del libro, ingenios basados en bocetos auténticos de da Vinci pero ideados para usos muy alejados de pelar patas, cortar fiambre o doblar servilletas.

¿Les he roto el corazón? ¿Se dan cuenta ahora de que llevan veinte años luciendo el libro en la estantería y creyéndoselo a pies juntillas? No se ruboricen porque no son los únicos. Resulta increíble la cantidad de gente que cree en la autenticidad de la obra, desde aficionados a la historia a admiradores del artista y supuestos expertos. Yo he visto libros de gastronomía seria que citan las 'Notas de cocina de Leonardo da Vinci' para decir que el florentino fue el pionero de la 'nouvelle cuisine' o que inventó el tenedor, y el mismo año pasado durante el Gastrofestival de Madrid se programó un taller de recetarios históricos con la dichosa obra como protagonista. Ay. Doble ay, si tenemos en cuenta que una búsqueda del título en internet nos ofrece como primer resultado un artículo ¡de hace siete años! donde José Carlos Capel destripa el engaño. Él, director en 1989 de la colección gastronómica de la editorial Temas de Hoy, fue quien decidió publicar la traducción al castellano de un simpático libro inglés titulado 'Leonardo's kitchen note books'. 

Y en un hecho tan inocente como editar un escrito y diseñar su portada está el quid de la confusión. Verán, la obra original salió a la venta en el Reino Unido en 1987 y en ella, en letras gordas de molde, se podía leer claramente que los supuestos apuntes gastronómicos de Leonardo habían sido editados y traducidos al inglés por Shelagh y Jonathan Routh. A ustedes esto no les dice nada, pero para que se hagan una idea es como si nosotros viéramos 'Las mil y una recetas de Velázquez' firmadas por Gila o Joaquín Reyes. Jonathan Routh (1927-2008) fue un humorista británico, muy conocido en su país por haber presentado durante años un programa de bromas con cámara oculta y por escribir libros cómicos como 'La guía del buen retrete', 'La guía de la taza de té' o 'El libro de la resaca'. Cuando en 1987 los lectores ingleses vieron su nombre en la portada de las dichosas notas de Leonardo, supieron a qué atenerse y lo consideraron como lo que era, una broma basada en lo que da Vinci podría haber escrito de haberse dedicado a cocinar.

Siguiendo la tónica de Routh de chotear al personal, las 'notas' están basadas en un supuesto (y falsísimo) códice manuscrito, encontrado según el humorista en 1981 en los archivos del Hermitage. Por supuesto no existe tal Codex Romanoff ni se le espera, pero Routh y su mujer Shelagh supieron coger ideas de diversos manuscritos auténticos y con unas máquinas de Leonardo por aquí y unas recetas de Scappi (verdadero cocinero italiano del XVI) por allá, montaron un descacharrante texto que hace reír a carcajadas. Todo, desde el prólogo de un hipotético doctor Albinesi hasta el sacacorchos para zurdos, pasando por la historia de que el pintor tuvo una taberna con Botticelli o sus consejos de etiqueta en la corte de Ludovico Sforza, son falsos. Sabiéndolo se puede pasar un buen rato leyendo la obra e incluso entresacar datos válidos sobre la alimentación en tiempos renacentistas, pero claro, la cuestión es que hay quien se lo ha creído de pe a pe.

¿Somos los españoles más crédulos que los ingleses? Igual sí, pero la clave está en que, al traducir el texto, la editorial española optó por quitar los nombres de los Routh de la portada y promocionar el libro como auténtico. Desde 1989 se han vendido chorrocientas ediciones jugando al despiste y recurriendo al atractivo de Leonardo como único autor. En España se quitaron encima las menciones a ingredientes postcolombinos como las patatas o el maíz, que podían dar al lector pistas sobre la burla. La edición incluye, eso sí, un pequeño guiño en la presentación escrita por el señor Capel en la que apunta que «el libro que ahora sigue es un juego de especulación y un ejercicio de presunción histórica». Es una frase entre miles, vale, pero los tritones fritos y el lomo de serpiente asado (¡esa secadora giratoria de servilletas!) también deberían dar que pensar. Pensar que nos la están dando de queso, claro. Si tienen el librito en casa, ríanse y al menos habrá valido la pena.

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