martes, 3 de abril de 2018

Puerros: un secundario que aspira a protagonista

(Un texto de Alejandro Toquero en el suplemento gastronómico del Heraldo de Aragón del 31 de enero de 2015)

En las Cinco Villas se cultivan, transforman y comercializan gran parte de los puerros que se consumen en España en fresco, especialmente en los meses de frío. Tienen las hojas bien prietas, son consistentes y con ellos se preparan infinidad de recetas.

Al puerro, en la cocina, le pasa como a esos grandes actores secundarios que a lo largo de su carrera bordan papeles menores y ayudan a culminar grandes obras –culinarias en este caso–, pero cuyo protagonismo queda en un segundo plano. Y si ese puerro es de las Cinco Villas, esa sensación todavía se acrecienta. Históricamente, esta comarca ha sido considerada uno de los principales graneros de España. Pues bien, algo parecido podría decirse de esta hortaliza. De diciembre a febrero, más del 40% de la que se comercializa en fresco en todo el país procede de esta zona y del Valle del Ebro, pero este es un dato que apenas se valora.

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En España hay tres grandes zonas productoras: Segovia y Valladolid, donde está el mayor volumen; Andalucía, donde se cultiva cuando no hay en el norte, y las Cinco Villas y el Valle del Ebro. "En los días más duros del invierno –prosiguen– el puerro castellano se queda como en parada vegetativa, no se desarrolla". Y ahí es donde adquiere protagonismo el de Zaragoza.

En Andalucía también hay producción, "pero el nuestro tiene una mayor consistencia –señala José Miguel Gallizo–, el contraste de temperatura de la noche y el día hace que adquiera esa textura especial que también se aprecia en la alcachofa o en el brócoli; las hojas están bien prietas, con una textura que no tiene el del sur, que a la vista puede resultar más atractivo pero es más blando".

El puerro aragonés, en cualquier caso, no está asociado a una imagen de marca y ello hace que incluso en las propias Cinco Villas no haya calado la sensación de ser una hortaliza tan de la zona como, por ejemplo, el tomate. "De forma indirecta sí estamos presentes en toda España", prosiguen estos dos agricultores, pero el reto, sin duda, sería hacerlo más visible.

Algo debe tener el puerro para que desde esta discreción cuente con tantos defensores. Unos cuantos cocineros consultados, entre ellos Sara Ladrero, chef del restaurante Aragón, de Ejea de los Caballeros, traducen sus impresiones en sensaciones. Hablan de un magnífico neutralizador de sabores más fuertes; de la suavidad que aporta frente a la mayor agresividad de la cebolla o la acidez del tomate; de ese punto de dulzor e, incluso, de toques avainillados y afrutados. En definitiva, una hortaliza sutil como pocas, capaz de homogeneizar todos los ingredientes de una receta.

No debería ser difícil transformar a este gran actor de reparto en un aceptable protagonista de empresas mayores. Volviendo a la gastronomía, esta es la consideración que tienen, por ejemplo, espárragos y calçots. Mucha gente, de hecho, lo conoce como el espárrago de los pobres. Y es que un buen puerro cocido, de calidad, queda con una textura parecida y nada tiene que envidiarle.

Eso sí, a la hora de trabajarlo, Sara hace mucho hincapié en la limpieza. Ella los parte por la mitad, quita las dos primeras capas y los pasa bien por agua templada para que se vaya toda la tierra. "Si queda algo resulta muy desagradable en boca", asegura. En la comparación con los calçots tampoco sale mal parado. No en vano, son parientes cercanos, pertenecientes a la familia de las liliáceas.

El nombre no es una cuestión menor a la hora de hablar de esta hortaliza. Y es que no es lo mismo –y en esto coinciden unos cuantos cocineros– vender en un restaurante una crema de puerros que una vichyssoise. A un cocinero galo, chef del hotel Ritz de Nueva York, se le atribuye, precisamente, el nacimiento de esta sopa fría de puerro y patata.

Recetario a base de puerros


Porrusalda y vichyssoise, una de invierno y otra de verano, son las dos recetas en las que nuestro protagonista ha expresado todas sus virtudes. En el caso de la primera, encajando a la perfección con el punto más agresivo que aporta el bacalao. Pero hay vida más allá de estas dos preparaciones y de su condición de estupenda base de fondos de cocción, salsas y caldos.

Al margen del pastel de puerros y langostinos cuyo paso a paso aparece en estas páginas, la chef del restaurante Aragón sugiere que sencillamente frito, después de pasarlo por harina, huevo y pan rallado "es una delicia". El cocinero Joaquín Muñoz aporta otra propuesta fácil: cocido, con una salsa holandesa por encima y unos minutos de gratinado.

Cuando se trata de puerros hermosos, Joaquín propone cocer el bulbo largo, blanqueado y brillante, para hacerlo como si fueran canelones; o caramelizarlo como la cebolla para elaborar un pastel de verduras; o sencillamente presentado como guarnición de una receta de pescado o de carne.

Y, por supuesto, en ensaladas. Por ejemplo, en una con jamón muy fácil de elaborar. Se ponen a hervir, con mucha sal, ocho puerros medianos. En 15 minutos estarán listos. Para la vinagreta, mezclar 35 ml. de vinagre de Módena, sal y pimienta, y añadir, poco a poco, 100 ml. de un buen aceite. Los puerros ya cocidos y escurridos se colocan sobre una fuente y se cubren con la vinagreta girándolos cada cierto tiempo para que se impregnen por igual. En dos horas estarán perfectamente marinados. Para montar la ensalada se puede utilizar una base de canónigos o preparar una mezcla con rúcula o varias lechugas sobre las que se colocan los puerros. El plato se completa con unas pequeñas lonchas de jamón y el aderezo con la vinagreta sobrante.

Un buen resumen de su versatilidad lo ofrece el 'Larousse Gastronómico': "Fríos a la vinagreta o con mahonesa; calientes con bechamel; en salsa blanca; gratinados; braseados; con mantequilla fundida o con crema, así como en potajes y en tartas, pero también en buñuelos, a la griega, incluso rellenos. La parte blanca, cortada en brunoise, en juliana, a la paisana… figura a menudo en las guarniciones aromáticas, los caldos cortos y los fondos de cocción".

Y este relato concluye acudiendo al cocinero y escritor Ángel Muro. En el siglo XIX ya dejó escrito que "el puerro figura siempre en todo buen puchero, y mejora el caldo; sirve de base a la sopa de puerros, que es de todas las sopas, después de las hechas con caldo de carne, la mejor, la más sana y la más nutritiva de cuantas se hacen y pueden hacerse en la alta y baja cocina". En fin, que bien merecidos tendría el puerro, especialmente el de las Cinco Villas, todos los premios que se le pudieran conceder en la categoría de mejor actor secundario.



Los mejores y la mejor forma de consumirlos

A la hora de consumir los puerros conviene seguir algunas pautas. El bulbo blanco y alargado se corta en sentido longitudinal para separar bien sus láminas y eliminar la tierra que queda entre ellas. Las hojas verdes se pueden utilizar para la elaboración de sopas o clarificar caldos. Los de otoño e invierno son los más gruesos y de un sabor más fuerte, mientras que los de verano son más pequeños y suaves pero suelen tener un corazón leñoso que rebaja su calidad.

Cuando el tallo se endurece hay un truco para hacerlos comestibles. En una sartén tapada, con un buen trozo de mantequilla, se deja que suden sin prisas. Durante este proceso los almidones caramelizan lentamente y, al final, resultan muy dulces y delicados.

Una hortaliza que previene casi todo

El puerro casi fue antes un medicamento que un alimento. De hecho, en Europa, durante la Edad Media, se convirtió en una de las hortalizas más consumidas y salvó de la hambruna y de enfermedades como la peste a muchas personas. Hay decenas de viejos remedios que lo incluyen entre sus ingredientes. Hipócrates ya observó su acción curativa entre los enfermos con hemorragias nasales, que los griegos llamaban hemoptoicos.

Desde entonces hasta nuestros días, se le han atribuido numerosos poderes que van desde «hacer más fecundas a las doncellas» hasta curar las mordeduras de serpientes, pasando por la neutralización de hongos, el alivio del lumbago o de la embriaguez.

Al margen de estas consideraciones, su bajo valor calórico permite incluirlo en dietas de control de peso siempre que se cocine a la plancha, al horno, rehogado con poco aceite o en el microondas. Además, por su elevado contenido en fibra, aporta sensación de saciedad.

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