jueves, 15 de diciembre de 2016

Pauwel Kwak, no sin su copa



(Un texto de Juan Barbacil en el suplemento gastronómico del Heraldo de Aragón del 1 de noviembre de 2014)

Hay cervezas que destacan por su aroma, otras por su sabor… pero hay una que destaca por su copa: la Pauwel Kwak. Y más que por su copa, por el soporte de esta. El soporte es de madera y en él encaja la copa de cristal, que es ancha por arriba y por abajo y estrecha en su parte central.

Y si es curiosa la copa y el soporte, más lo es su origen. Esta cerveza belga surge hacia 1800. En esa época una de las profesiones existentes era la de palafrenero, que consistía en conducir un carruaje en el que se llevaban personas de un condado a otro. El inventor de esta cerveza tenía una taberna llamada The Hoorn en una carretera muy transitada que unía Gante y Malinas y por la que habitualmente paraban los palafreneros. Las personas que iban en el carruaje se bajaban en la taberna para refrescarse, pero una ley de Napoleón prohibía a los conductores beber junto a los pasajeros y les obligaba a permanecer en el carruaje mientras les esperaba. El tabernero, llamado Pauwel Kwak, inventó un soporte en el que la copa no se movía y de esta manera el palafrenero podía beber sin problemas. El soporte y la copa eran muy similares a los de la actualidad. Los conductores se encargaron de hablar de ella por todo el país, lo cual supuso que se convirtiera en un tipo de cerveza típica de la zona de Dendermonde. Esta cerveza es actualmente fabricada por la cervecera Browerij Bosteels en Bélgica.

Su color es ambarino y destaca por tener una espuma espesa y turbia, que se debe en gran da a la forma de bocina de la copa. De hecho, hay que tener cuidado al verter la cerveza ya que si no se echa bien quedará mucha espuma y poca cerveza. El método correcto de verter la cerveza es echando una parte de la cerveza con la copa inclinada y una vez que reposa echar el resto para que se genere la espuma.

En boca destacan los aromas fuertes, que se evaporan rápidamente. Los aromas que se aprecian son malta tostada, tierra y regaliz y también aparece un ligero aroma a vino. En boca aparece el sabor a plátano caramelizado, turrón y sabores frutales que vienen dados por las tres maltas con las que se elabora y el añadido posterior del lúpulo. Marida con embutidos, foie, codorniz, liebre y con quesos jóvenes y suaves.

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