martes, 26 de agosto de 2014

Marmita



(La columna de Martín Ferrand en el XLSemanal del 15 de agosto de 2010)

François Bazaine, mariscal de Francia, después de una brillante carrera militar en Argelia, Crimea y México y de un sonoro fracaso coma responsable del Ejército galo en la Guerra franco-prusiana de 1870, termino sus días en Madrid. Protegido por Alfonso XII se instalo en la capital de España en una guardilla del barrio de Malasaña en donde, como cuenta Carmen Llorca, a quien debo mucho de lo poco que sé de Historia, prácticamente vivía de la caridad pública. Pasaba días sin comer más que una sopa de ajo que le facilitaba algún vecino de buen corazón y mala memoria, ya que el barrio de la paupérrima residencia del gabacho había sido el escenario principal del 2 de Mayo madrileño. Un rencoroso comerciante parisién, que había perdido a su hijo en la batalla de Saint-Privat-la-Montagne, le apuñaló en la calle de Fuencarral y, de resultas y siempre pobre, falleció en un hospital de caridad en 1888.

Se me vino esa historia a la memoria esta pasada semana mientras disfrutaba, en Santander, de las artes coquinarias de Paco Quirós que, en Cañadío (Gomez Oreña, 15), junto con su mujer y brillante sumiller Teresa Monteoliva, ha instaurado uno de los puntos de mayor interés gastronómico de toda Cantabria. Tenía a la vista una singular, excepcional, marmita de bonito hija de un afortunado accidente. En el fragor del combate ante los fogones, Quirós se confundió de cazuela y, en lugar de fumé de pescado, le añadió a la marmita una sopa de ajo triturada que es uno de sus platos clásicos. El azar produjo un nuevo y notable plato de 'fusion' cántabro-castellana. Laus Deo.

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