(La columna de Carlos Maribona en el XLSemanal del 16 de junio de 2019)
¿Será el aguacate un nuevo ingrediente de la dieta mediterránea? Es muy
probable. Esta dieta, tan valorada en el mundo, es el resultado de una
interacción entre muy diversos pueblos a lo largo de los siglos. Algunos
de los productos que la componen han estado en los países que circundan
el Mare Nostrum desde tiempos inmemoriales, pero otros han ido llegando
progresivamente en muy diferentes épocas. ¿Alguien puede imaginar ahora
la dieta mediterránea sin el tomate?
El Descubrimiento de América
generó un intercambio entre ambas orillas del Atlántico. Y entre otros
muchos productos nos llegaron aquellos tomates y estos aguacates. El
primer documento escrito que habla de ellos es el de Martín Fernández de
Enciso (Suma de geografía) en 1519, quien los describe como un
fruto que «cuando se parte para comerlo es de color amarillo, lo que
hay dentro es como la mantequilla, tiene un sabor delicioso y deja un
gusto tan blando y tan bueno que es algo maravilloso». Denominada ‘la
fruta de la vida’, resulta bastante peculiar, ya que en lugar de
carbohidratos, como ocurre en las otras frutas, contiene grasas
saludables. El clima de zonas como Granada y Málaga es un gran aliado
para que España se haya convertido en pocos años en el mayor productor
de Europa, más del ochenta por ciento del total de la Unión Europea. Ya
saben. Es sano y lo tienen muy cerca.
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