sábado, 6 de enero de 2018

El roscón, una dulce despedida



(Un texto de Ana Marcos en la revista Tiempo del 9 de diciembre de 2016)

Los roscones no pasan de moda. Es la gran fiesta de los Reyes Magos, cuya celebración con este bollo típico parece ser que se inició en la Antigüedad, cuando en España reservaban especialmente algunas gavillas con cuyos granos molidos se elaboraba un pan especial para estas fechas señaladas. Incluso, en ocasiones, llegaba a ser bendecido por el párroco local.

Panes de característica forma que algunos afirman se debía a que las mujeres se lo colgaban del brazo cuando lo llevaban a bendecir. Sobre su evolución en el tiempo y su composición actual, existen muy distintas versiones. Para algunos historiadores la preparación de este dulce tuvo un nacimiento pagano por su forma de rueda, asociada a los simbolismos solares. Otros atribuyen su aparición a una fiesta que se daba el día de Epifanía a los niños pobres; al que le tocaba el haba –hoy, la sorpresa– era el elegido para acudir a la iglesia, donde se representaba el auto sacramental de la adoración de los magos. Una teoría diferente atribuye su invención a un repostero de origen aragonés en la corte de Luis XV; el baturro habría ideado el bollo con motivo de una grandiosa comida celebrada entre monarcas. De acuerdo con su señor, introdujo una moneda de oro especialmente acuñada para la ocasión y, al ser felicitado por su creación culinaria, decidió llamar a su bollo “rosca de reyes”.

Existe una tercera versión menos favorable con la persona a la que le tocaba la leguminosa: se convertía en el destinatario durante toda la jornada de las burlas de sus compañeros; de ahí la frase hecha de “tonto del haba” o la costumbre que se remonta hasta nuestros días de que a aquel que le toque la sorpresa del roscón tiene que pagarlo.

La sorpresa

Con unos u otros orígenes, esta antiquísima fiesta popular se extendió al ámbito doméstico como un ritual especial que simbolizaba el fin de las navidades y una dulce despedida. El haba se sustituyó por diversos pequeños objetos de más valor y al que le caía en suerte la “sorpresa” presidía la última fiesta navideña. Es curioso comprobar cómo en algunas confiterías siguen teniendo la costumbre de esconder en el roscón, además de la sorpresa, una figurilla que otorga el título de rey al que la encuentra y que acabará luciendo la corona de cartón que venden con el redondeado bollo. Lo genuino es tomarlo con chocolate y sin ningún tipo de relleno, tan de moda últimamente. En cualquier caso, cada vez se impone más prepararlo en casa, ya que el ahorro puede llegar a un 40% respecto al precio en pastelerías y divertirnos en familia intentando dar forma a este curiosos bollo hace las delicias de grandes y mayores.

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