martes, 13 de agosto de 2013

Bocadillos



(La columna de Martín Ferrand en el XLSemanal del 25 de julio de 2010)

La obsesión viajera del verano, a caballo entre las prisas y la moderación en el gasto, impone el imperio del bocadillo como 'plato' principal en comidas y cenas. La gama es inmensa porque dentro de un pan caben lo mismo una finísima rodaja de mortadela barata que una hermosa loncha de jamón ibérico. 

A escala mundial, el bocadillo por antonomasia, del que se consumen varios cientos de millones cada día, es la hamburguesa, cuya invención se le atribuye a un tal Charlie Nagreen, que, en Seymor (Wisconsin), empezó a prepararlas y venderlas en 1885 en las ferias de verano. 

En nuestros días, McDonald' s y Burger King ofrecen en los cinco continentes lo que podríamos llamar el 'plato típico del planeta Tierra', el más universal de todos ellos. Con sus patatas fritas y su guarnición de col y lechuga, con queso ó con pepinillos, con mostaza o kétchup, son un estimable sucedáneo de un almuerzo. 

Para mí, el rey de los bocadillos es, con menos universalidad que la hamburguesa, el llamado 'pepito de ternera', que, por supuesto, tiene autor. Cuenta Teodoro Bardají, uno de los grandes cocineros españoles de la primera mitad del siglo XX, que a finales del XIX el pepito nació en Madrid en el mítico Café Fornos, propiedad de José Fornos, en la esquina de la calle de Alcalá con la de los Peligros, para atender la demanda de su hijo Pepito. Es «un filete pequeño de solomillo, asado sobre la plancha, encerrado en un panecillo abierto por la mitad y servido recién hecho». Como aclara Bardají, el pan se impregna del jugo de la carne y resulta «propio de lores y príncipes». El sándwich es otra cosa, un bocadillo en estado de merecer.

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