(Leído en la revista CQ el 14 de abril de 2019)
Rescatamos las tres leyendas principales que se cuentan sobre la creación de este afortunado ejemplo de cocina norteamericana.[...]
Si algún sábado o domingo te has levantado tarde, posiblemente resacoso y con ganas de llevarte algo a la boca que resuelva de un golpe tu desayuno y tu comida, entonces es más que probable que conozcas los huevos benedict de primera mano. Ningún brunch con un poco de respeto por sí mismo puede dejar de incluir en el menú un plato que parece sofisticado, pero en realidad es tan sencillo como un muffin (también vale pan tostado) abierto por la mitad, un huevo pochado, bacon o jamón cocido y la famosa salsa holandesa recubriéndolo todo. De repente, ya dejas de tener hambre. Y, espera un momebto... ¿es posible que también tengas menos resaca?
Según el famoso restaurante neoyorquino Delmonico's, esa fue siempre la idea. Por si no lo conoces, este templo de la american cuisine fue el primer establecimiento de la ciudad que prometió alimentar a sus clientes durante las 24 horas del día, pues sus puertas no cierran nunca. Su carta asegura que los huevos benedict "fueron creados dentro de nuestros hornos en 1860", concretamente el mismo año que Delmonico's pasó de pastelería a restaurante. Serían, por así decirlo, su plato inaugural, y no ha dejado de figurar en su popular "power lunch" desde entonces.
Esta primera teoría tiene a su favor una prueba documental por la que las otras dos existentes serían capaces de matar: Charles Ranhofer, uno de los primeros chefs del resurante, publicó su receta personal para los Eggs à la Benedick en una fecha tan temprana como 1894, lo que la convierte en la primera referencia literaria a estos deliciosos huevos. El libro de Ranhofer, titulado 'The Epicurean', es considerado poco menos que la biblia de la cocina estilosa made in New York, luego muy poca gente se atrevería a llamar mentiroso a este cocinero..
Claro que hay quien sí lo hace. En 1942, la revista New Yorker publió una entrevista con el broker retirado Lemuel Benedict como parte de su legendaria columna 'Talk of the Town'. Aparte de hablar sobre sus días en Wall Street, este anciano contó la historia sobre cómo una buena mañana de 1894 irrumpió en el lobby del Hotel Waldorf y, un tanto desorientado, inició su camino hacia el restaurante. Lo que buscaba era nada más y nada menos que una cura para su resaca, razón que le llevó a pedir "una tostada con mantequilla, huevos pochados, bacon crujiente y un tarro de holandesa" nada más sentarse en su mesa. Benedict parecía tener las cosas tan claras que todo el mundo se sintió impresionado con su comanda, hasta el punto de que el Waldorf decidió incorporar ese plato al menú habitual del hotel.
Por tanto, aquí tenemos la segunda teoría : un broker resacoso apellidado Benedict improvisó durante una resaca descomunal durante el mismo año en que Ranhofer publicó 'The Epicurean'. De ser cierta, no tendríamos más remedio que aceptar que el chef de Delmonico's se pasó un día a desayunar por el hotel, vio los huevos benedictinos en su carta y procedió a copiarla para su propia cocina, sólo que cambiando la tostada con mantequilla por un muffin. ¿Confundido? Espera, que hay una tercera historia de orígenes.
En 1967, el New York Times publicó una carta escrita por un tal Edward P. Montgomery, en la que aseguraba que la receta fue un viejo secreto culinario que él recibió en persona de manos de su tío, un gran amigo del Comodoro Elias Cornelius Benedict. El tipo era casi la caricatura de un hombre de negocios neorquino de finales del XIX y principios del XX, sólo que su pasión por el dinero era superada por su pasión por la alta mar. La carta de Montgomery contaba cómo, cuando estaban en su yate, al comodoro y a su tío les gustaba desayunar unos buenos huevos pochados, si bien su forma de preparar la salsa holandesa era algo diferente a la de los demás.
(Oh, y por si te lo estás preguntando: la receta tradicional más aceptada suele incluir tres yemas de huevo, 150 gramos de mantequilla, un poco de zumo de limón, sal y pimienta. Lo bates y ya tienes una buena tarrina de orgullo holandés ).
De modo que hay tienes las tres leyendas principales que explican el origen de los huevos benedict. A nosotros se nos ocurre una suerte de teoría unificada : Delmonico's empieza a preparar una versión del plato antes que nadie, el broker resacoso la recuerda durante su desayuno en el Waldorf, el maître lo toma por un innovador y, tiempo después, E.C. Benedict se sorprende con el talento culinario de su amigo Montgomery, quien respeta demasiado al comodoro para decirle que la única razón por la que se le ha ocurrido preparar los huevos es porque luego puede convencerlo de que los ha bautizado en su honor. Sea como sea, están deliciosos. Eso es indiscutible.
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