lunes, 5 de marzo de 2018

Muerte súbita con frambuesas



(Un texto de Juan Barbacil en el suplemento gastronómico del Heraldo de Aragón del 26 de abril de 2014)

En el país de las grandes cervezas, Bélgica, se encuentra una de las más populares, la Mort Subite. Lejos de lo que se puede imaginar, su nombre proviene de un viejo juego de dados del siglo XVII. La versión con frambuesa es curiosa y estimulante. 

Mort Subite es una cerveza de tipo lambic inicialmente fabricada por la cervecería belga Kobbegen, fundada a principios del siglo XVII por Joris Van Der Hasselt. Esta particular denominación hace referencia a un juego de dados muy popular entre los trabajadores de la época que acudían a la Cour Royale de Bruselas, un tradicional bar que servía las lambic y gueuze de Joris a su clientela. Como el tiempo de descanso del que disponían era tan breve, debían acabar 'súbitamente' la partida en una última tirada para reincorporarse a su jornada laboral. El juego ganó tanta popularidad que el dueño acabó cambiando el nombre del local por el del juego y, de paso, lo puso también a la cerveza que despachaba.

Está elaborada a base de hierbas, trigo y lúpulo y es una mezcla de cervezas lambic viejas y jóvenes con añadido de frambuesas, en este caso. También está la versión sin la añadidura de ninguna fruta, quizá la más popular y clásica. Muestra un bonito color dorado oscuro con una capa de espuma cremosa y persistente. Se aprecian notas cítricas a la nariz y el toque de manzana recuerda a la sidra, algo muy habitual en este tipo de cervezas. Dulce en boca y ligera acidez en el paladar, lo que la hace muy equilibrada. Ideal con embutido y pan tostado. Su graduación alcohólica no excede los cinco grados.

UN ESTILO ANTIGUO. La cerveza lambic es un estilo de cerveza que se elabora exclusivamente en Bélgica, siendo además uno de los más antiguos. Se tiene referencia de ella desde hace más de 400 años. Es un estilo originario del Valle del Zenne, en los alrededores de Bruselas. La versión más aceptada es que el nombre lambic deriva de la ciudad de Leembek, donde se elabora. Este estilo incluye un grupo de cervezas de fermentación espontánea, que se hacen a partir de la lambic básica. Esta fermentación las convierte en unas de las cervezas más inusuales del mundo, ya que durante este proceso no se añade levadura, sino que se deja actuar a las levaduras salvajes del ambiente de la zona de donde proceden.

La lambic también es única en que el proceso de elaboración a veces dura varios años y para aromatizarla se utilizan distintas frutas, en vez de lúpulo. El lúpulo que se añade es viejo, cuando ya ha perdido todo su aroma y amargor pero aún conserva sus propiedades antisépticas naturales. La mayoría de la cerveza lambic se utiliza para mezclar y refermentar, añadiendo frutas y es difícil de conseguir tal cual, sin mezclar, fuera de su zona de origen.

Por mucho que los críticos gastronómicos se esfuerzan en conseguir que los viajeros vean Bélgica más allá de coles, mejillones, patatas fritas, chocolate y gofres, es innegable que el primer impacto culinario que recibe cualquiera que llegue a Bruselas tiene como protagonistas estos productos. Las calles que desembocan en la Grand Place, abarrotadas de locales, todos ellos con terrazas -haga frío o calor-, ofrecen las cacerolas negras de hierro con una tapa específica para poner los restos de los mejillones, rebosantes de ellos, con grandes cantidades de patatas fritas y unas buenas jarras de cerveza.

Cervezas buenísimas y muchas veces elaboradas en el propio local. Son distintas, diferentes y que combinan divinamente con este tipo de comida. Hay muchas alternativas a la hora de pedir una cerveza, y optar por una belga es siempre una muy buena elección. La calidad de las cervezas belgas es indiscutible, están consideradas como una de las mejores y más variadas del mundo.

Bruselas ha tenido una gran reputación por sus cervezas y los pequeños locales de ambiente acogedor en las que se servían. En las últimas décadas, con la concentración del mercado y el declive de estilos históricos, buena parte de esa tradición se fue diluyendo. Afortunadamente, con su nueva floreciente escena hostelera, la capital belga parece estar decidida a recuperar el tiempo perdido.

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