martes, 19 de septiembre de 2023

Sloppy Joe's: el bar gallego que triunfó en Cuba

 

(Un texto de Ana vega Pérez de Arlucea en el Heraldo de Aragón del 16 de febrero de 2019)

 

Fundado por el coruñés José Abeal, este local vio pasar a celebridades como Hemingway, Sinatra, Errol Flynn o el príncipe Alfonso de Borbón.

Cuando en 1904 Pepe Abeal se embarcó rumbo a Cuba seguramente soñaba con hacerse rico y famoso en tierras americanas. Con volver hecho un indiano y hacerse construir una casona en su pueblo natal de Ares (La Coruña) o, al menos, con ganarse la vida honradamente, igual que los miles y miles de españoles que en aquella época cruzaban el Atlántico en busca de una vida mejor. Lo que Pepe no sospechaba era que acabaría siendo célebre de punta a punta del nuevo continente pero no con su nombre auténtico, José Abeal Otero, sino con un apodo anglosajón, guasón y un tanto peyorativo: Sloppy Joe. Sloppy, adjetivo inglés que puede significar descuidado, desaliñado, mojado o incluso sucio, pasaría a ser el mote de aquel gallego fibroso y moreno y, de paso, el de su bar de cócteles en La Habana. En su honor se bautizarían también otros locales como el Sloppy Joe's de Cayo Hueso (Florida), el preferido de Ernest Hemingway, y uno de los bocadillos más populares de la comida rápida norteamericana, el sloppy joe o sándwich de carne picada y salsa.

¿Pero cómo pasó José Abeal a ser Sloppy Joe, el rey del cóctel? Nacido en 1886 y llegado a la capital cubana en 1904, pronto encontró trabajo de camarero en diversos clubes del centro de la ciudad. La Habana era entonces una ciudad efervescente, llena de oportunidades, a la que comenzaban a llegar inversores estadounidenses y en donde los españoles recién llegados encontraban cálida acogida y rápida aclimatación gracias a poderosos círculos regionales como el Centro Gallego, el Club Asturiano o el Foment Catalá. El oficio de cantinero o barman estaba en boga gracias a la llegada de los primeros turistas y a la apertura de diversos establecimientos de ambiente cosmopolita como el Hotel Plaza o el Sevilla, circunstancias que darían pie a la época dorada de la coctelería cubana. De allí saldrían el cubalibre, el mojito y el daiquirí, además de nombres tan míticos para la profesión como Constantino Ribalaigua (el catalán del Floridita) o Miquel Boadas. En torno a 1907 Pepe Abeal se fue a trabajar a Nueva Orleans, ciudad de larga tradición coctelera, y después a Florida, donde también se desempeñó poniendo copas tras las barras a la vez que aprendía a desenvolverse en inglés. Entre 1917 y 1919 las fechas varían según las versiones vuelve a La Habana y poco más tarde compra junto a un paisano suyo, Valentín García, una pequeña bodega en la esquina entre Ánimas y Zulueta, muy cerca del céntrico Paseo del Prado y enfrente mismo del elegantísimo Club Asturiano (ahora Museo Nacional de Bellas Artes).

Abierto con el nombre de La Victoria, el local fue al principio una mezcla de ultramarinos, bar y restaurante, un lugar en el que comer arroz con pollo acompañado de un buen trago. Pero Abeal tuvo buen ojo al volverse a Cuba en esas fechas y en 1920 entra en vigor en el vecino Estados Unidos la prohibición de bebidas alcohólicas o Ley Seca, que duraría hasta el año 1933. Enseguida empezaron a llegar bandadas de turistas yanquis, barcos repletos de gentes sedientas, hordas dispuestas a empinar el codo sin parar bajo el sol tropical.

En esa tesitura nuestro protagonista contaba con dos puntos de ventaja frente a la competencia: por un lado sabía inglés y conocía los gustos de los clientes norteamericanos y, por el otro, flanco desde el que hizo daño a posibles rivales llegados de Nueva York, conocía perfectamente las costumbres habaneras, el funcionamiento de la ciudad caribeña y sus ritmos. La Victoria se convirtió enseguida en punto de encuentro de los turistas anglosajones y a uno de ellos se debió el mote de Sloppy Joe. Lo contó Blanche Sindall McGraw, viuda de la leyenda del béisbol John J. McGraw, en 'The real McGraw' (1953), detallando cómo su marido congenió con José Abeal en los comienzos del negocio y cómo el gallego solía llevar camisas de manga muy larga que a veces acababa metiendo sin querer en los vasos. «Quítate esas mangas, Joe», decía McGraw, «¿cómo vas a atraer clientes si no paras de embarrar el lugar con esas mangas?». Humorísticamente comenzó a llamar a Abeal primero Dirty Joe (José el sucio) y luego Sloppy Joe (José el desaliñado), alias que velozmente se hizo popular entre toda la colonia norteamericana.

Ha habido otras teorías sobre el mote, desde que se lo puso un periodista agraviado jurando venganza hasta que llenaba demasiado las copas y el suelo se mojaba o que el hielo de los cócteles se derretía en el mostrador, montando un barrizal resbaladizo. Sea como fuere, el nombre de La Victoria pasó a mejor vida y en 1923 Abeal y su socio registraron la marca Sloppy Joe's para vender licores y tabacos. Reformaron el local montando la barra más larga de su época con 18 metros y capacidad para 40 banquetas y supieron aprovechar la llegada de los estadounidenses al máximo, convirtiéndose en el bar más popular entre los turistas y en la primera escala de su visita según llegaban a la ciudad. Dedicado casi exclusivamente a la clientela foránea, el Sloppy Joe's era una atracción turística en sí misma, un lugar en el que había siempre un fotógrafo para retratar a los sonrientes bebedores y donde uno se podía emborrachar sin temor a ser desplumado. En sus cocteleras gigantes se llegaron a hacer hasta cien daiquiris a la vez, espectáculo de carácter cuasi circense que fue reflejado en numerosos artículos de prensa enEE UU y trajo más y más turistas a sus puertas.

Frank Sinatra, Ernest Hemingway, Spencer Tracy, Errol Flynn, Nat King Cole, John Wayne, Clark Gable, Ava Gardner, Greta Garbo… Incluso el príncipe Alfonso de Borbón, hijo mayor de Alfonso XIII, que renunció a sus derechos dinásticos por casarse con una plebeya cubana. Todos ellos pasaron por aquel lugar y todos se tomaron un cóctel Sloppy Joe's, una de las pocas creaciones de este bar que han pasado a ser clásicos de la coctelería. José Abeal viajaba constantemente entre Cuba y Galicia y desde 1931 dejó prácticamente el negocio en manos de su cuñado Agustín Ríos, barman titular del Sloppy Joe's, y de otros empleados, todos gallegos, como Antonio Cubeira o Arturo Miño. En 1937 el Sloppy fue adquirido por la sociedad García, Ríos y Cía, formada por varios familiares y exempleados y así siguió abierto, pese a la vuelta definitiva de Pepe 'Sloppy Joe' a su tierra natal y a su muerte en España, hasta 1965. En 2013 volvió a subir la persiana, en el mismo lugar y con una decoración inspirada fielmente en la original, pero falta allí el espíritu del gallego que lo fundó, el hombre de las mangas y los tragos sin fin.

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