jueves, 20 de octubre de 2022

De la buena pitanza en el Madrid del s. XVII

(Leído en un folleto -El Barrio del siglo XXI- de febrero de 2009)

El madrileño del siglo XVII se pirraba por los despojos de carnero y cerdo: cabeza, vísceras y sesos. Los más baratos eran los del cerdo. Los sábados, las cabezas, asaduras y vientres eran para los monarcas y los señores del Concejo.

El consumo de pescado marcaba profundamente la posición social y el desahogo económico. Las clases altas lo tomaban fresco, de río o incluso de mar, que lo transportaban los maragatos, arrieros que monopolizaban este tipo de comercio. El pescado fresco se acababa enseguida y se usaba el escabeche: de ostras, de besugos y de salmón principalmente. Para los sectores más humildes estaba el pescado seco: el cecial (especie de merluza) y el abadejo (similar al bacalao). Se vendía remojado y era un género muy solicitado en Cuaresma.

El desayuno popular tenía en los torreznos el manjar más demandado. Lope de Vega cantaba las bondades de este producto:

"Quien con un torrezno asado

se desayune, o con migas,

al doctor le da cien higas"

Todo ello bien regado por los vinos de San Martín de Valdeiglesias, Navalcarnero o Arganda. La clase media se aficionó al chocolate, mientras que el campesinado y trabajadores siguieron fieles a los torreznos.

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