viernes, 27 de junio de 2014

Cacao: un recurso escaso



(Un texto de no-sé-quién en el suplemento dominical de El Mundo del 16 de enero de 2011)

Del champán de los pobres al petróleo del siglo XXI. Bastarán 30 años para que el chocolate pase de ser el placer más popular del globo a un producto escaso de importancia estratégica. El vuelco, aunque radical, es fácil de explicar: cada vez somos más quienes lo consumimos y menos los que lo producen. Las ventas de este dulce aumentaron considerablemente en mercados nuevos como China (un 18%) o Ucrania (12%), y mantuvieron un ritmo de crecimiento apreciable en los tradicionales, como Reino Unido (5,9%), Estados Unidos (2,6%) o Bélgica (3,2%). Sin embargo, las granjas de Ghana y Costa de Marfil, de las que proviene el 60% del cacao mundial, se están quedando vacías: los cultivadores se niegan a plantar.

"El cacao se está convirtiendo en una fuente de riqueza realmente espectacular, por encima del agua o del petróleo, y de aquí a unos años vamos a ver cómo las grandes multinacionales del sector van haciendo acopio del producto porque, sin duda, se va a convertir en un valor estratégico muy importante", declaraba Francesc Gil, director del Museo del Chocolate de Barcelona, en unas jornadas acerca del dulce celebradas a finales de 2010.

En la prensa británica -el cacao cotiza en la Bolsa de Londres-, la alarma acerca de la previsible escasez ha dado lugar a advertencias apocalípticas que convierten al chocolate en un producto tan exclusivo como el caviar: una vulgar barrita de a euro podría llegar a costar siete, lo que las haría desaparecer de las máquinas expendedoras. Adiós al chocolate para todos.

¿Realmente es para tanto? Gil cree que no: ”Es difícil hacer una previsión de cuánto se va a encarecer... Cada año su precio fluctúa mucho, por la amplitud de las cosechas, el cierre de aduanas, los conflictos bélicos... Entran en juego tantas variables que es difícil estar de acuerdo con afirmaciones así”. En cualquier caso, la coyuntura no es todo lo dulce que debiera: el cacao ha doblado su precio en los últimos seis años, alcanzando ahora la máxima cotización bursátil de las últimas tres décadas. ¿Qué está pasando?
El 40% de la producción mundial procede de Costa de Marfil: la planta requiere un clima tropical -gran humedad y entre 20 y 30 grados de temperatura ambiental-, de ahí que florezca en los alrededores del Ecuador. Tras décadas de productiva explotación de la tierra, unos 800.000 pequeños agricultores están abandonando su cultivo por otros (el caucho, la palma) más rentables y fáciles de obtener, ya que el fruto del cacao es escaso, frágil y requiere un tiempo de fermentación y un tratamiento posterior que puede arruinar la materia prima si no se realiza adecuadamente, lo que complica la venta de la cosecha.
Además, los árboles plantados en los años 60 y 70 han envejecido y enfermado y el suelo está exhausto, con lo que se empobrece la cantidad y calidad del fruto. Pero ni los políticos -que gravan el cacao con los impuestos más altos- ni los granjeros -cuyos hijos prefieren emigrar a la ciudad en busca de una vida más fácil- muestran interés en replantar. La preocupación de las multinacionales que venden chocolate es evidente: Nestlé va a plantar 12 millones de árboles en la zona en los próximos 10 años, pero es una gota en el océano.
"No te extrañe que todo esto sea un globo sonda para que se genere más demanda", apunta el director del Museo del Chocolate. "Al ser un producto estratégico, por una simple cuestión de oferta, que disminuye, y demanda, que aumenta, se produce la especulación: acaparar y esperar para vender a que la demanda suba para obtener más precio".
El pasado julio [de 2010], la prensa internacional daba la voz de alarma ante una posible operación especulativa: Anthony Ward, al frente de la firma de inversión Armjaro, compró cacao por valor de 1.000 millones de dólares en el mercado londinense de futuros, quizá en un intento de crear escasez que hiciera subir el precio, que ya ha aumentado un 150% desde 2008.
Lo cierto es que es terriblemente fácil intervenir en un mercado controlado por muy pocos actores: mientras que siete países es del sur producen el 85% del cacao, sólo cuatro empresas multinacionales (Mars Inc, Nestlé, Hersey Foods, Cadbury Schweppes) controlan más del 50% de la industria del chocolate. "Estas compañías imponen los precios en un monopolio brutal, siguiendo la típica relación de dependencia comercial con países en vías desarrollo", continúa Gil. En cuanto al consumo de chocolate, es una cuestión estrictamente occidental: el 70% de las ventas se produce en Occidente y Europa se come el 40% del cacao mundial, que en un 85% es importado de África.
Podemos, sin embargo, consumir chocolate que no venga de África. Y de mayor calidad. Pero ese no es el que venden, a bajo precio, las grandes corporaciones. "Existen tres clases de cacao”, apunta Jaime Urgellés, maestro pastelero y asesor de empresas del sector: "El criollo representa un 5% de la producción mundial y procede de Venezuela y Colombia. En África y Brasil tenemos la variedad forastera, más abundante y resistente, pero con un fruto más amargo (80% de la producción) y un híbrido de ambos, el e cacao trinitario, que se planta en Indonesia, Sri Lanka y Madagascar".
En Venezuela, donde se obtiene uno de los mejores cacaos del mundo, el sector se enfrenta a otro tipo de problemas. Los explica Jorge Redmon, presidente de la firma venezolana Chocolates El Rey, una de las mejores procesadoras de cacao del mundo después de las francesas Valrhona y Cluize. "Llevamos más de 10 años tratando de transformar el sector y así quintuplicar la producción en los próximos 15 años. Sin embargo, no hemos logrado despertar el interés del Gobierno hasta ahora, que percibimos movimientos en la dirección de expropiar para nacionalizar el sector. Y lo que toma bajo control el Gobierno lo termina destrozando".
En nuestro país, las empresas dedicadas a la fabricación de chocolates, chicles y caramelos facturaron 1.266 millones de euros el pasado año, lo que supuso un aumento del 1,1% con respecto al ejercicio anterior, según datos de Chocao, Asociación Española de Fabricantes de Chocolate y Derivados del Cacao. En 2009, cada español gastó una media de 45,6 euros en dulces, 0,4 euros más que un año antes, pero aún por detrás de Reino Unido, Alemania, Francia e Italia. Y consumimos chocolate por costumbre (51%), placer (44%) y capricho (31%). "El chocolate es como lo pintalabios: se recurre más a él en los tiempos duros porque está al alcance de cualquier bolsillo y se trata de un placer asegurado y económico", explica Francesc Gil.
Cacao Sampaka, una boutique del chocolate española presente en Madrid, Barcelona, Bilbao, Valencia, Lisboa, Praga y Tokio, trae su cacao de Venezuela, Brasil, Papúa, Guinea Ecuatorial, Santo Domingo y Cuba. Se trata de atraer al gourmet, un perfil cada vez más frecuente entre los degustadores del dulce. "El consumidor español es cada vez más exigente. Lo que más vendemos es la tableta de chocolate negro 100%, la tableta de rosas y fresas de chocolate blanco y la de gin-tonic, además de bombones", destaca Nuria Ribera, portavoz de la empresa.
"La oferta se está especializando, al igual que ha ocurrido y está ocurriendo con el mercado del vino", añade Francisco García, amante del chocolate y profesor de Bioquímica y Biología Molecular de la Universidad de Baleares. "Se están poniendo de moda los chocolates cru, elaborados a partir de cacao de una única zona geográfica o incluso de una sola plantación". Lo mismo apunta Francesc Gil: "Hemos negado a tal sofisticación que tenemos a nuestro alcance un chocolate que viene de un pueblo muy concreto, como Chuao, en Venezuela, y con su añada".
Pero, ¿es bueno recurrir con cierta frecuencia a este oscuro manjar? La ciencia avala el consumo, pero moderado. María Jesús de la Nava, directora de la Unidad de Nutrición y Obesidad Centros Instimed, lo confirma: "Disminuye la tensión arterial y hasta en un 10% el llamado colesterol malo, por lo que ayuda a prevenir enfermedades coronarias. Además es un alimento muy rico en ácido fólico y minerales (calcio) y, por su alto contenido en polifenoles, actúa como un antioxidante natural de la piel, produciendo un efecto antienvejecimiento. Opino que debería recomendarse como sustituto de las golosinas infantiles que sólo aportan grasas, recuperando así la merienda tradicional del pan y chocolate".
Sin embargo, son los beneficios psicológicos los que le han valido el sobrenombre del prozac natural: “Es común que, cuando estamos bajos de ánimo recurramos a él porque tiene una serie de compuestos, como la serotonina, el triptófano, el magnesio..., que producen tranquilidad, serenidad, felicidad... La anandamina activa los mismos receptores que la marihuana y, si se ingiere chocolate en exceso, puede producir las mismas sensaciones que ésta: La sustancia que podría producir cierta adicción o compulsión, aunque jamás me he encontrado un caso, es la fenilamina, similar a la anfetamina", explica Elena Borges, psicóloga clínica.[…]

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