martes, 26 de marzo de 2019

‘Speakeasies’. La contraseña, por favor


(Un texto de Ixone Díaz Landaluce en el XLSemanal del 17 de enero de 2016)

En los años veinte, la Ley Seca puso de moda los 'speakeasies’ en Estados Unidos. Ahora, aquellos bares clandestinos resurgen en locales exclusivos que, a menudo, requieren de santo y seña. 

No hay letrero en la puerta ni evidencia alguna de que haya actividad en su interior. Unas veces están situados en los bajos de un callejón oscuro. Otras, en el almacén de un restaurante o una librería. Y, cuando por fin se encuentra el acceso secreto (a menudo gracias al chivatazo de algún parroquiano fiel), hay que facilitar una contraseña para acceder a su interior. Así son los speakeasies, los bares clandestinos que están arrasando en las capitales de medio mundo.

En realidad, estos locales nacieron en los años veinte con la aprobación de la Ley Seca y operaron hasta 1933, cuando por fin se derogó la norma en Estados Unidos. En su interior se servía alcohol (ilegal, por supuesto, y generalmente suministrado por las mafias) y se alternaba. Se convirtieron en espacios icónicos en los que siempre sonaba jazz y reinaba un ambiente de clandestinidad que le profería un puntito de morbo e irreverencia al asunto. Eso sí, las peleas y los escándalos estaban prohibidos. De hecho, los camareros pedían a los clientes que «hablaran bajito» (speak easy) por si algún policía vestido de paisano se había colado en el local y les arruinaba el negocio.

Y ahora, más de 80 años después de que dejaran de tener sentido, su espíritu ha renacido. Sin el alcohol ilegal, pero intentando recrear la sensación de clandestinidad, los speakeasies modernos son la enésima vuelta de tuerca al bar de toda la vida para atraer a la clientela más urbanita, cool y pudiente. Basta con una entrada secreta (camuflada, por ejemplo, tras la fachada de otro negocio) o una contraseña que sirva de salvoconducto a un local de atmósfera íntima y decoración detallista. Algunos incluso esconden las botellas de alcohol debajo de la barra como solía hacerse en la época de la prohibición. Lo habitual es que ofrezcan una buena carta de cócteles y un barman habilidoso, pero algunos de estos locales también sirven comida o acogen actuaciones y música en directo.

Nueva York es, sin duda, la capital mundial de los speakeasies. Pero la mayoría de ellos ya tienen poco de secretos y sus cuentas en Twitter, Facebook o Instagram echan humo. De hecho, muchos son inaccesibles sin una reserva previa. Otros, en cambio, se lo toman más en serio y cada cierto tiempo cambian su número de teléfono. Algunos de los más populares son 2nd Floor on Clinton, un bar escondido dentro de otro bar en el Lower East Side, o Apothéke, un antiguo fumadero de opio en Chinatown. En Londres también se han puesto de moda: desde el elegantísimo Nightjar hasta Evans and Peel Detective Agency, un local encantador escondido en un sótano. Pero también son tendencia en Buenos Aires (como Frank's, en el barrio bonaerense de Palermo), Sídney, Berlín o Los Ángeles.

LÁ VERSIÓN PATRIA. En España, la clandestinidad solo ha llegado de momento a Madrid y Barcelona. Pero en nuestro país los speakeasies son diferentes. Para empezar, fieles a su naturaleza secreta, no son fáciles de localizar, pues algunos ni siquiera tienen presencia en Internet o en las redes sociales. Tampoco es fácil contactar por teléfono. En cambio, confían en el 'boca-oreja' para seguir siendo tan íntimos como exclusivos. Además, la versión patria de estos locales va mucho más allá de los bares especializados en cócteles: algunos son restaurantes secretos, otros sirven brunch los fines de semana o están especializados en tés y tartas. En Barcelona, Mutis (una coctelería selecta con música en directo en el Eixample) y Chi-ton, un restaurante camuflado en una tienda de souvenirs al que se llega a través de un ascensor secreto, se han convertido en un pequeño mito en la Ciudad Condal.

EL ENCANTO CLANDESTINO. En Madrid, algunos de los locales más clandestinos son Junk Club (un espacio de aire kitsch en los bajos del restaurante La Musa, en la Latina) o Arquibar, que primero fue una imprenta y Juego un estudio de arquitectura en Conde Duque. Ahora es un lugar de culto pata los amantes del brunch de fin de semana. En este bistró de clientela eminentemente femenina se organizan encuentros de intercambio de idiomas, tertulias y sesiones de manicuras más gin-tonic. Algunas marcas comerciales también se han apuntado a la moda. Es el caso de El jardín Secreto de Salvador Bachiller, situado en la terraza del edificio de la calle Montera. «Se trata de un espacio para hacer un alto en el camino mientras se hacen compras», explica Cristina de la Cruz, responsable de social media de la casa de complementos. Otros, como Kikekeller, en Malasaña, son un speakeasy casi por accidente. «Empezamos siendo una tienda-galería donde exponíamos nuestros diseños y organizábamos exhibiciones», explica Celia Montoya, socia de Kikekeller. Y se les ocurrió abrir un local en la parte trasera del local. Ese es, precisamente, el espíritu de los speakeasies: lo exclusivo de lo inesperado, el encanto de lo clandestino.

Algunos garitos:
En Madrid: KIKEKELLER. www.kikekeller.com
En Barcelona: SPEAKEASY BCN. www.speakeasy-bcn.com
En Londres: PURL. www.purl-london.com
En Nueva York: BATHTUB GIN. www.bathtubginnyc.com
En Berlín: REINGOLD. Cms.reingold.de
En Los Ángeles: LA DESCARGA. www.ladescarga.com (con cita previa)
NO VACANCY
DIRTY LAUNDRY
En Sídney: THE BARBER SHOP. www.thisisthebarbershop.com

No hay comentarios:

Publicar un comentario

Free counter and web stats