(Un
artículo publicado en el XLSemanal del 13 de junio de 2010)
El
ritual obliga a tomarse un Santini al
atardecer en Boca del Infierno. Estamos a 20 kilómetros de Lisboa y esta
heladería a las afueras de Cascais, fundada por Attilio Santini en 1949, es el inicio
-o el final- de esta historia.
El heladero de Cortina d’Ampezzo vino siguiendo al rey
italiano, que en el exilio creó una corte paralela. El lugar se convirtió en
refugio de los Borbones, los Saboya... La republicana costa de Lisboa fue así,
en la primera mitad del siglo XX, la mayor corte de Europa.
Pero Lisboa y su costa nunca fueron el final del
trayecto. Para muchos, como Lord Byron o Hans Christian Andersen, la costa era
una parada antes de sus largos viajes al continente americano. Lo que ocurre es
que llegaban y se quedaban. ¿Otro ejemplo? Calouste Gulbenkian. El rico
empresario turco pasó por España (nadie le hizo caso), llegó a Portugal y
repitió la historia. Claro, que él también era rey (aunque fuera del petróleo).
Los lugareños hablan del clima, presumen de lo virgen del paisaje, donde
todavía se pueden coger percebes en sus rocas intermareales.
Pero también hay datos. El litoral de Guincho (al
noroeste de Cascais) tiene nueve kilómetros de playas salvajes -reino de los
surfistas-. Cierra este paraíso de arena y olas inmensas el punto más
septentrional de la Europa continental, el cabo de Roca. Pero tierra adentro
puede tino encontrarse con Sintra, considerada entre los lugares más hermosos y
deseables de Portugal desde la época de la ocupación árabe. Para los más
peques, el escenario de una película de Disney. El palacio de Pena (léase,
'Peña' en castellano) es el triunfo del 'neo'. Por aquí, neogótico; por allí, neomanuelino;
más atrás, neoislámico; y algo neorrenacentista para rematar.
Pasear por su parque lo libera a uno de almenas y
gárgolas. Y al atardecer, cuando los turistas han desaparecido, es la hora del
viajero; tiempo de recorrer las calles adoquinadas de la vieja ciudad. El
Palacio Nacional de Sintra está cerrado, pero sus características chimeneas blancas
se convierten en una pantalla donde ver proyectada la magia del paso del Sol a
las estrellas.
Seguimos de ruta por el interior; Mafra es parada
obligada. Su famosa biblioteca, a la vez que palacio, encontró hueco para un
convento. Construido por el extravagante Joao V, supuestamente como disculpa
para sus excesos sexuales, es también protagonista de la novela Memorial del convento, de José Saramago.
Aquí, todo es barroco en arquitectura y hay sabiduría antigua guardada en más
de 40.000 volúmenes de delicada piel en las cubiertas con relieves en oro.
Más allá de los libros, los decovictims encontrarán una colección de muebles donde los cuernos
de reno y alce toman todo el protagonismo. Un dato: el sillón con cornamenta de
Yves Saint Laurent se vendió en subasta por 28 millones de dólares y de lo que
sí podemos estar seguros es de que en él no se sentó ningún rey con corona. Los
atractivos de la zona (playa y montaña) y su cercanía a Lisboa la hacen
atractiva, aunque la gastronomía es también un valor en alza: sencillos
chiringuitos al borde del mar, cocina de autor o la culinaria tradicional a
base de cochinillo que se sirve en Óbidos. Porque en esta tierra, por unos días,
te pueden tratar a cuerpo de rey.
Rey por unos días, o por unas horas -depende de la
tarjeta de crédito-, es posible sentirse en el hotel Tivoli Palacio de Seteais.
El escenario, un palacio del XVIII. Visítelo aunque sea para tomar un gin-tonic
al atardecer y escabúllase por sus estancias. Si al día siguiente quiere
repetir la experiencia, otro escenario de lujo a la misma hora es el hotel
Albatroz, en Cascais. Sentir el mar rompiendo sobre su ventanal es uno de los
atractivos del hotel Farol Design. Mucho diseño con ciertos aires minimalistas
se encierran en lo que fue una antigua mansión del XIX. Lo mejor, su piscina.
Como lo es también en otro hotel un poco más alejado de la ciudad de camino a
Sintra: el hotel Arribas.
Su enorme piscina es la mejor opción para los días
de viento en la playa. Aquí, el aire -decorativamente hablando- es de los
setenta. La última locura del diseño no ha llegado, pero el sitio se mantiene actualizado
por su privilegiada ubicación. Tierra adentro, el hotel convento de Sao
Saturnino. Enclavado en la sierra de Sintra, su arquitectura encalada en blanco
evoca un pasado monacal.
La cocina más creativa de Portugal se encuentra en
una taberna en Oeiras: 2780 Taberna tiene entre sus fogones a Nuno Barros, un
antiguo ingeniero dispuesto a revolucionar la cocina tradicional portuguesa.
La costa: está salpicada por todo tipo de
chiringuitos. Y los hay de todo pelaje. A Monte Mar se va a tomar los filetes
de merluza con arroz de berberechos. El servicio puede parecer un poco distante
con los no lugareños, pero el enclave y este simple plato merecen la parada.
También en Guincho, O Faroleiro. ¿Adivinan su
especialidad? El pescado. Si se deciden por carne, en Croa la encontrará a la
brasa. Está al final de Praia Grande.
Un poco más hacia el norte, en el pueblo de Azenhas
do Mar, se encuentra un restaurante con piscinas o piscinas con restaurante
(del mismo nombre) donde, mientras se come o se disfruta del sol, se puede
disfrutar viendo cómo los pescadores llegan del mar trayendo en sus barcas el pescado
fresco.
[…]
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