(La
columna de Martin Ferrand en el XLSemanal del 9 de mayo de 2010)
Hace 350 años, en 1650, recién llegado como profesor
de Medicina a la Universidad holandesa de Leiden, Franciscus Sylvius, alemán de
nacimiento y también conocido como Franz de la Boe, concibió y preparó la
primera ginebra de la historia. La intención del sabio no era crear una nueva
bebida, sino un fármaco adecuado para el tratamiento de las enfermedades
renales y, a tal efecto, mezcló un alcohol destilado de trigo, cebada y maíz con
aceite de enebro. No consta cuántos de sus pacientes aliviaron los males de sus
riñones; pero es un hecho que el destilado se asentó en el repertorio del
consumo humano hasta ser, hoy en día, la única bebida destilada que acerca su
consumo al del whisky. Uno de los modos más comunes de consumir la ginebra tuvo
también origen medicinal: el gin-tonic. Fue la receta de los médicos
regimentales británicos desplazados a La India para que la tropa consumiera su
ración diaria de quinina, inevitable para prevenir la malaria. Hoy el gin-tonic
se ha convertido en síntoma de distinción y muchos restaurantes compiten en la
variedad de marcas del destilado y de aguas tónicas disponibles para alegrar la
sobremesa de sus clientes. Ojo, sólo es -en puridad-ginebra la de alcohol
destilado de cereales. La G'Vine, que
se ofrece como «la mejor del mundo» no es ginebra, es de alcohol de vino. […]
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