(Leído en el suplemento
económico del Heraldo de Aragón del 14 de septiembre de 2013)
Entre Asia Menor y
Oriente Medio crecieron los primeros perales, pero fue en la antigua Roma donde
más apreciaron esta fruta, según se recoge en testimonios escritos de la época.
Catón enumera seis variedades y Plinio cita nada menos que 40, señalando que había
peras que pesaban hasta una libra y se reservaban para la mesa de los
patricios. Además, se tenía especial celo en transmitir sus bondades. «Injerta
tus perales, tus herederos recogerán el fruto», aconseja Virgilio en ‘las Bucólicas’.
Por la acción del hombre, la pera se fue transformando en el producto dulce al
paladar que hoy conocemos y ya desde aquellos tiempos se consumía, además de
cruda, cocinada e incluso desecada al sol.
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