(Un artículo de Alberto C. Molina publicado en el suplemento
Crónica de El Mundo el 22 de agosto de 2010)
Poco más de 157 kilómetros separaban al explorador británico
Ernest Shackleton de su objetivo. En 1908, jamás un ser humano había estado tan
cerca de poner un pie en el Polo Sur. Entonces el frio extremo y la escasez de
provisiones le obligaron a desistir. A bordo del barco Nimrod, dejó atrás un camino
que el noruego Roald Amundsen culminó tres años después. También un campamento
base en el que su expedición abandonó 5.000 objetos. Entre ellos, 19 botellas de
whisky y de brandy que [más de 100] años después, han sido encontradas y desenterradas.
Una reliquia arqueológica en la más insospechada bodega del mundo: el subsuelo de
la Antártida, hasta 30 grados bajo cero. Licores fabricados con una fórmula perdida
en el tiempo y en el hielo que podría ser recuperada en un laboratorio para su
comercialización.
Enterradas en cajas de pino, y envueltas en papel y paja
para soportar temperaturas extremas, las botellas, el sueño de cualquier
coleccionista, se han conservado intactas bajo la cabaña que ocupó Shackleton. Auténtico
whisky on the rocks. Un equipo neozelandés
de la Sociedad para la Conservación del Patrimonio Histórico de la Antártida (NZAHT)
descubrió un par de esas preciadas cajas por casualidad en 2006. El olor que desprendían
hizo suponer que se trataba de bebidas alcohólicas. Pero no ha sido hasta ahora
cuando se ha podido confirmar qué sorpresas escondían en su interior. Licor de malta
congelado.
El hallazgo tuvo lugar en el Cabo Royds de la Isla de Ross,
en el litoral antártico más cercano a Nueva Zelanda. Fue el lugar elegido por
el irlandés Shackleton y sus 14 hombres para levantar en enero de 1908 este
campamento antes de encarar la etapa final de su travesía. Se trataba de contar
con un refugio donde resistir los 50 grados negativos del invierno antártico, y
en el que almacenar los víveres para no perderlos durante las incursiones en el
hielo: jamón york, mostaza, galletas... y whisky para combatir mejor el frío.
Un total de 12 cajas de alcohol fueron suministradas por la firma escocesa Mackinlay
para la expedición. O eso se creía. Algunas fueron descubiertas en los
alrededores del campamento y en el interior de la cabaña del jefe. Incluso
botellas, pero todas vacías.
La sociedad NZAHT, encargada de mantener en buen estado estos
restos históricos, realizó unos trabajos de conservación de la edificación en
2006. Era necesario retirar el hielo formado en la fachada y bajo el edificio.
Su estabilidad corría peligro. A través del hielo distinguieron un par de cajas
que identificaron con el whisky de la expedición. El desenterramiento se postergó
hasta 2010 porque el trabajo se limitaba al verano (en la Antártida solo dura
un par de semanas entre enero y diciembre) y había que asegurarse de no dañar
los cimientos con las excavaciones.
Entonces el equipo liderado por Al Fastier descubrió no dos,
sino cinco cajas en sus respectivos agujeros en la nieve. De whisky y de brandy,
para mayor sorpresa. Tres cajas de la primera y dos de la segunda, rotuladas
como «Chas Mackinlay & Co» y «The Hunter valley Distillery limited
AIlandale». «Fue un momento mágico y excitante», manifestó Al Fastier tras el
hallazgo. El hielo que las cubría y ocupaba su interior impidió abrirlas de inmediato
y comprobar si guardaban botellas en buenas condiciones. Tampoco podían
llevárselas todas, según el Tratado de Preservación Histórica. Firmado en 1961
por las 12 potencias que co-administran la Antártida, establece que nada puede salir
de sus fronteras salvo una muestra para su estudio.
Sólo una caja viajó hasta el Museo de Canterbury, en la ciudad
de Christchurch. Dos semanas han estado trabajando en la descongelación de las cajas
un equipo encabezado por Lizzie Meek. Se habilitó una sala a una temperatura constante
de cuatro grados para evitar cambios bruscos de temperatura y no echar a perder
el hallazgo. «Ha sido un proceso lento y delicado, pero estamos en condiciones de
confirmar que la caja contiene botellas intactas de whisky», declaró Meek. Un
buen estado apreciable incluso en las etiquetas de los vidrios, donde todavía se
puede leer «Mackinlay's Rare Old Highland Malt Whisky». Se trata de una fórmula
original que desapareció y podría ser recuperada a través de la extracción, el análisis
y la duplicación de una muestra en el laboratorio.
La NZAHT planea trabajar con la destiladora Whyte & Mackay,
actuales propietarios de Mackinlay. «Sería un regalo para los amantes del whisky»,
declara Richard Paterson, la persona elegida para dirigir el proceso. El licuador
jefe de la compañía adelanta a Crónica que en estos análisis serán necesarios
un mínimo de 200 mililitros. Serán extraídos a través de uno de los tapones con
jeringa. Tendrá lugar en Glasgow e lnvergordon a lo largo del mes de septiembre.
Cuando esto comience, las botellas originales abandonarán el Museo de Canterbury
[donde habrán permanecido expuestas al público durante un mes] para volver a su
particular cautiverio helado en el Polo Sur. Pero la fórmula de aquel licor que
Shackleton enterró seguirá viva para siempre. Un hito el suyo, el de la superación
humana, que bien merece un brindis: Gran Reserva Antártica 1908..
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