(Un artículo de Alejandro Toquero en el suplemento
gastronómico de El Mundo del 8 de junio)
La sepia aporta mucho sabor, ya sea en solitario o
acompañando a otros ingredientes. En un arroz, junto a unas patatas o como
argumento principal en la elaboración de unas albóndigas, lo cierto es que
cunde mucho y enseguida da un toque marinero. El mercado la ofrece limpia o
'sucia'.
La correcta identificación de la sepia, como la de
tantos parientes suyos moluscos cefalópodos, puede dar lugar a confusión ya que
ejemplares sépidos hay unos cuantos, cada uno con su nombre científico. Una
ceremonia de la confusión que todavía puede ser mayor si nos encontramos con
productos que se venden como 'trozos de sepia', cuando en realidad son tiras de
potón del Pacífico, de mayor tamaño y menor calidad.
Resumiendo mucho, lo que habitualmente nos vamos a
encontrar en el mercado son dos tipos de sepias. El pescadero José Luis López
explica las principales diferencias: «Casi el 90% de la que se vende llega
limpia, sin tripa ni piel; en función de los caladeros de donde provenga, se
congela en origen, se limpia y se comercializa en bolsas con hielo y agua».
Luego está la 'sucia', que se vende fresca, cuyas
capturas normalmente se realizan en las cercanas costas del Cantábrico y, al
sur de la Península, en las de Cádiz y Huelva, además del litoral mediterráneo.
«Yo diría que es más dura, como más tersa, pero mucho más sabrosa», prosigue.
En su pescadería la tiene casi todo el año y a sus clientes les recomienda que
la prueben. «Cuando lo hacen -concluye-, lo habitual es que no regresen a la
otra».
Este pescadero ha llegado a vender sepias frescas
que pesaban hasta seis kilos y medio, aunque normalmente no son tan grandes. Lo
que sí llevan, como el calamar, son las bolsas de tinta, «magníficas para
preparar con ellas un arroz negro», que aportan un sabor muy diferente al de la
tinta que habitualmente se comercializa para este tipo de preparaciones.
Entre una y otra sepia apenas hay diferencia de
precio. La variación no es muy grande a lo largo del año, de forma que su coste
puede oscilar entre 8,5 y los 10 euros el kilo. Eso sí, la 'sucia' tiene más
desperdicio que la otra, ya que hay que limpiarla y se produce una merma. «Hay
que quitar la tripa, las vísceras y la telilla que tienen, pero no es una tarea
complicada; además, por supuesto, del hueso o la concha interna que las abuelas
solían poner entre los barrotes de las jaulas de los canarios para que
fortaleciesen el pico», comenta José Luis López.
A este molusco cefalópodo lo conoce bien Juan Pablo Chaves,
propietario y cocinero del restaurante El Puerto de Santa María, de Zaragoza.
Trabaja mucho la sepia, fundamentalmente en dos preparaciones. Una de ellas,
enharinada, como las rabas o calamares a la andaluza. Al hablar de este
producto, Chaves se refiere al choco, que es como se le conoce en el sur,
aunque no es su único nombre. En el Cantábrico, por ejemplo, la denominación más
habitual es la de jibia.
Pero con toda seguridad, son las albóndigas de sepia
y gambas las que más éxito tienen en su establecimiento […] un clásico de la
cocina andaluza, una de las reinas del tapeo en el sur de España junto a
pescados como el cazón. «La preparación es igual que si fueran unas albóndigas
de carne, con el choco y las gambas bien picados», comenta Juan Pablo. Normalmente
las suele presentar con una salsa verde, marinera o encebolladas, y alguna vez
también con tomate.
A la fama de esta receta contribuyó sobremanera el
escritor Manuel Vázquez Montalbán, reconocido gastrónomo, que no dudaba en
recomendarla cuando le preguntaban por algún plato para quedar bien. La
preparación de estas albóndigas aparece en el libro 'Las recetas de Carvalho',
su personaje más emblemático, y a ellas seguramente recurría en alguna de sus
noctámbulas creaciones en la cocina.
En Aragón, como más se consume la sepia es preparada
a la plancha y acompañada de una salsa alioli, tal y como sucede en el litoral mediterráneo.
Es un clásico del tapeo aunque Juan Pablo Chaves no lo ofrece en su
establecimiento. «Este molusco tiene su punto de plancha; mi consejo es hacerlo
poco aunque el grosor de la carne invite a tenerlo más tiempo en el fuego; si
te pasas, el resultado final no es ni parecido», asegura.
Para él, puesta en comparación con el calamar, la
sepia le resulta más sabrosa, «siendo que el calamar es un producto tal vez más
fino y que al final te deja en la boca como un regusto dulzón».
En toda la geografía española, de norte a sur, hay
platos muy señalados que se preparan con este cefalópodo, como los chocos con
habas de Huelva; las empanadas de choquitos de Redondela (Pontevedra) con los ejemplares
más pequeños; el arroz del señorito, un clásico de la costa levantina, o el
arroz negro con sepia, que en Cataluña tiene mucha tradición, y que hoy en día en
cualquier establecimiento que prepare arroces es uno de los fijos.
Con arroz o formando parte de los ingredientes de
una fideuá encaja perfectamente, tal vez por esa capacidad que tiene la sepia
para transmitir su sabor a otros productos sin necesidad de muchas compañías.
De esta forma, unas sencillas patatas, unos garbanzos o unos guisantes con sepia
adquieren la categoría de extraordinarios platos de cuchara, sabrosos y
contundentes. Hasta los espaguetis han encontrado en nuestra protagonista una
receta de fama internacional: 'al nero di seppia', es decir, elaborados con la
tinta de este cefalópodo; una preparación que ha evolucionado hacia los
espaguetis 'de luto', listos para cocinar 'al dente' y que están muy buenos
acompañados, por ejemplo, de un sencillo sofrito de ajo y cebolla al que se
pueden añadir unas gambas y un poco de cayena.
En fin, que la sepia da mucho juego en la cocina, y
como apunta el pescadero José Luis López, «hay que atreverse con otros
habitantes del mar que no sean el gallo, la pescadilla, la anchoa o la sardina»,
ya que, además, se trata de una buena alternativa para aquellas personas que no
sean muy amigas del pescado, ya que sus propiedades nutritivas son parecidas.
MOLUSCO DE HÁBITOS NOCTURNOS
La sepia se alimenta de hierbas del fondo marino,
crustáceos y langostas. Suele esconderse de la luz del día y cazar por la
noche. De hecho, es de noche cuando camuflada utiliza los tentáculos para
sorprender a sus presas. Sus mayores enemigos, además del hombre, son los
congrios y las morenas, ya que para el resto de especies pasa desapercibida
entre las arenas y las corrientes marinas. El agua, las proteínas y las grasas
son los nutrientes más abundantes en la composición de la sepia. Su carne
aporta tan sólo unas 82 calorías por cada 100 gramos, un 17% de proteínas y
menos del 1,5% de grasa. Respecto a su contenido en vitaminas, destacan la B3 o
niacina y la B12. De sus minerales, los más abundantes son el fósforo, el
potasio y el magnesio.
CARNE BLANCA, BRILLANTE, FIRME Y HÚMEDA
La sepia se puede adquirir fresca, ya sea
completamente limpia o entera, y también congelada. Para saber si está fresca,
su carne de color blanco nacarado o blanco pálido debe ser brillante, la
consistencia tiene que ser firme y, al tacto, estar húmeda y suave. En general,
es un producto del agrado de los más pequeños. No obstante, es más difícil de
digerir que la mayoría de los pescados, por lo que se recomienda no introducir
este molusco en su dieta hasta los dos o tres años y en pequeñas cantidades.
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