martes, 14 de enero de 2025

Los platos a los que sí les va bien el picante (y viene bien a tu salud)

(Un artículo de Ana en El Confidencial del 28 de septiembre de 2018)

Este tipo de especia es para muchos un doloroso placer que, además, puede ayudarnos a reducir grasas, al tiempo que hacernos sentir una mayor felicidad pues se liberan más endorfinas.

En ciertas culturas, como la mexicana, el picante es un modo de vida o, por lo menos, de entender la comida. En este país, el chile preside todos sus platos y apenas perciben ya sus envites pues están prácticamente vacunados. No obstante, los aficionados al picante quizás no sospechen sus tremendos beneficios pues, según ciertos estudios, la comida picante es una estupenda manera de mantener la figura. La capsaicina que hallamos tanto en las semillas como en las nervaduras ayuda a quemar grasas. Tanto es así que se vende como producto para adelgazar basándose en los resultados de un estudio de la Universidad de Oklahoma (Estados Unidos) en el que participaron 20 sujetos.

Eso sí, conviene que tengamos presente que el consumo de las variedades más picantes, como el 'reaper de Carolina', el pimiento más picante del mundo, no está exento de peligros. Así, este año, en un concurso celebrado en Nueva York, un hombre de 34 años ingresó en el hospital debido a un intensísimo dolor de cabeza. Según los expertos, ciertas personas pueden ser más sensibles a la capsaicina y experimentar efectos inesperados por el doloroso picante.

El neurólogo doctor Lawrence C. Newman, director de la unidad de dolor de cabeza en el centro hospitalario NYU Langone Health, explica muy claramente la intensidad de la cefalea que padeció el paciente: “En una escala del 1 al 10, se sale de las gráficas”.

Calificado como dolor
Lo cierto es que el picante no es un sabor, sino un dolor. En concreto, se define como un efecto de irritación, de picor, de escozor, provocado por la presencia de la capsaicina que, posteriormente, ocasiona pérdida de sensibilidad de la zona afectada. Este efecto está siendo aprovechado por la industria farmacéutica, que ya lo comercializa en formato de pastillas como analgésico para el dolor.

Además, resulta que su ingesta fomenta las sonrisas, pues nos ayuda a liberar endorfinas. Quizás a más de uno le hayan entrado ganas de ponerse a cocinar unos deliciosos platos con guindilla, pero no sabe exactamente por dónde empezar. No pasa nada, tenemos unas estupendas recetas para iniciarnos en esta clase de gastronomía. 

Vaya por delante que marida excelentemente con carnes, pescados, salteados, potajes e incluso en guisos tan castizos como unos callos. Por supuesto, aunque en México lo llaman chile o ají, en España lo conocemos por guindilla y es una especia más de nuestro repertorio.

Carne con chimichurri
El chimichurri es una salsa de origen argentino, aunque también goza de gran popularidad en otros países latinoamericanos. Con ella se puede aderezar cualquier tipo de carne y también es posible emplearla para preparar empanadas.

Ingredientes:
1 ½ tazas de hojas de perejil fresco
6 hojas de albahaca
Las hojas de 3 ramitas de orégano
4 dientes de ajo machacados
3 cucharadas de vinagre blanco
6 cucharadas de aceite
1 cucharada de guindilla molida
Sal y pimienta al gusto

Preparación. Trituramos todos los ingredientes juntos hasta que se forme una salsa. Luego la servimos con la carne o la guardamos en la nevera a la espera de que la carne esté lista. Es recomendable consumirla el mismo día.

Gambas al ajillo con mucha guindilla
Una tapa andaluza por excelencia, y que toda España ha hecho suya, son las gambas al ajillo que, además de abundante ajo y aceite, cuenta con su ración de guindillas. Si queremos restar picor al plato, extraer las semillas de la guindilla es una buen truco, pero hay que lavarse las manos a conciencia pues nos podemos
irritar los ojos si nos rascamos después.

Ingredientes:
1 kg de gamba congelada o fresca.
20 dientes de ajos.
2 guindillas secas.
Aceite de oliva virgen extra (unas 20 cucharadas).
Sal y pimienta negra recién molida (al gusto).
1 chorrito de vino blanco o incluso un toque de vinagre de Jerez.

Preparación. En una cazuela de barro (preferiblemente, pues así rezan los cánones) ponemos el aceite de oliva virgen extra con las guindillas. Pelamos los dientes de ajo y los cortamos en rodajas finas y añadimos las gambas. Tan solo un rato más al fuego y cuando observemos que todo se dora, estarán listas para degustar con una buena hogaza de pan.

Callos a la zamorana con guindilla
Otra receta en la que el picante le aporta el toque definitivo es esta de callos peleones gracias a la guindilla de su receta. Toda una vuelta de tuerca a este plato de casquería.

Ingredientes:
1 morro de ternera pequeño.
700 g de callos de ternera.
Caldo de carne (mejor si es casero)
1 o 2 guindillas (dependiendo de nuestro grado de atrevimiento y nuestra pasión por el picante).
1 cebolla.
1 pimiento rojo.
5 o 6 dientes de ajo.
Pimentón dulce.
Perejil.
2 hojas de laurel.
Comino molido.
1 cucharada de harina.
Aceite de oliva y sal.

Preparación. Lavamos bien los callos y el morro para que no queden restos de impurezas. Lo cocemos con aceite, laurel, cebolla, un par de dientes de ajo y sal. Cuando estén blandos, los sacamos, los escurrimos y los troceamos. En una cazuela de barro añadimos un generoso chorro de aceite con unos dientes de ajo.
Cuando observemos que ya están dorados, incorporamos la cebolla y el pimiento rojo y continuamos rehogando.

En un mortero, machamos los ajos restantes con un poco de perejil que verteremos en el sofrito. También toca añadir la guindilla (1 o 2), el pimentón, el comino y la harina. Lo removemos todo. Incorporamos el caldo de carne y aguardamos a que hierva. Trituramos la salsa con una batidora cuidando que no quede muy espesa ni tampoco muy ligera. Por lo tanto, si lo creemos adecuado, añadiremos más caldo. Por último, metemos en la cazuela los callos y el morro a fin de darles un hervor más antes de servir.

martes, 7 de enero de 2025

Los productos más caros que debes probar: merecen lo que cuestan

(Un texto de Julio Martín Alarcón en El Confidencial del 21 de junio de 2018. Por si faltan ideas para autohomenajearse a principio de año).

El pollo originario de Indonesia, el ayam cemani, parece sacado de la imaginación de un dibujante, pero es totalmente real y único. No solo todo su cuerpo es negro, de los plumajes al pico, sino hasta la propia carne y todas las vísceras incluyendo el corazón. Solo sus huevos son blancos. Es una de las rarezas y exquisiteces que por su sabor, su escasez, la dificultad de su crianza, cosecha o captura se han convertido en lujos que merece la pena intentar probar alguna vez.

En el caso del ayam cemani, solo su presencia impone en el plato. La pigmentación se debe a un gen que le produce fibromelanosis. Menos exóticos pero también muy apreciados y escasos, ya que están en peligro de extinción, son los denominados santiaguiños, un marisco galllego poco conocido en el resto de España y que es uno de los manjares más secretos de la despensa nacional. 

Aunque hubo un tiempo en el que fue incluso servido gratis como aperitivo en los pubs de Nueva York del siglo XIX, el caviar, las huevas del Esturión del mar Caspio, son también exquisitas, pero dentro de su propia categoría hay clases: el almas, de color blanco; el beluga y el sevruga, de color grisáceo, procedentes de Irán y Rusia, son los más cotizados.

Hay especias como el azafrán que siguen siendo un lujo para condimentos, o las trufas, cuya variedad blanca es muy cotizada. Existen también frutas que se escapan de lo habitual y tienen un gran éxito en el mercado. Además de la lima digitiforme considerada el caviar de los cítricos, hay frutas como el melón japonés yubari, de la isla de Hokkaido, que puede alcanzar más de 10.000 euros.

Santiaguiño
En Galicia se le denomina así porque en la frente del crustáceo se dibuja una figura que se asemeja a la Cruz de Santiago. Se trata de una rareza, los Scyllaridae, dentro de la más conocida familia de los Palinuroidea, como son las populares langostas. No tiene subespecies y es exquisito además de caro, porque, entre otras cosas, está en peligro de extinción. Su precio ronda los 100 euros el kilo y es poco común en las cartas de los restaurantes. Muy recomendable si lo ofrecen fuera de carta, pero es aconsejable preguntar por su precio antes.

Caviar almas
Las huevas del esturión han sido siempre un manjar. Especialmente las del Mar Caspio. Aunque hubo intentos en EEUU de explotar esturiones en el siglo XIX, como los del alemán Henry Schacht en el río Delaware, que hizo decaer su valor. El más apreciado por su sabor procede de las variedades sevruga y beluga, que producen Rusia e Irán principalmente. El más exclusivo sin embargo, es el almas o caviar blanco, cuyo nombre significa 'diamante' en ruso. Se obtiene de ejemplares de más de 100 años de edad y son carísimos. Un kilo puede superar los 20.000 euros y solo se puede comprar en la firma Caviar House & Prunier.

Trufa blanca
Denominada en italiano la trufa de la Alba Madonna, se encuentra en las regiones montañosas del norte de Italia, aunque las primeras datan de Istria, Croacia. Si la trufa negra es ya exquisita y única por su especial sabor, la variedad blanca es aún más rara y por tanto difícil de conseguir. Apreciada desde la antigüedad por los gourmet, solo se encuentra de forma salvaje, para lo que se emplean perros o cerdos entrenados.

Azafrán
El 'oro rojo' es el rey de todas las especias que existen. Aunque nos parezca un producto más normal, su cotización ha sido muy elevada desde hace siglos y se ha mantenido siempre en lo más alto. Un valor seguro. Su precio oscila ahora entre 5.000 y 200.000 euros el kilo. Mas que por sí misma, es una delicia indispensable para muchas recetas.

Melón yubari
Cosechado en la isla de Hokkaido, Japón, se trata de un híbrido de dos tipos de melón cantalupo. Su desorbitado precio, que puede rondar los 10.000 euros, se debe a que solo se puede cosechar en esa área concreta. Debido a la escasa oferta, su gran sabor y la gran demanda, este melón es además una exquisitez por su especial sabor dulce.

martes, 31 de diciembre de 2024

Roscones del mundo

(Un artículo de Alejandro Toquero en el Heraldo de Aragón del 26 de diciembre de 2020)

La dulce tradición navideña tiene versiones en distintos países europeos y americanos. Desde el día de Navidad hasta Reyes, distintos países incorporan esta dulce elaboración a su recetario tradicional.

En las saturnales romanas, unas fiestas dedicadas al dios Saturno para celebrar los días más largos tras el solsticio de invierno, se elaboraban unas tortas redondas hechas con higos, dátiles y miel. Bien podrían ser el origen del popular roscón de Reyes.

Tras la caída del Imperio Romano, las celebraciones paganas desaparecieron, pero no algunas costumbres como la de la torta que contenía un haba y que con los años fue adquiriendo la forma de rosca, que arraigó fuerte en Francia. En el siglo XVIII, un cocinero con ganas de contentar al pequeño rey Luis XV introdujo como sorpresa una moneda de oro.

En España también era muy conocida la tradición del roscón. Durante el reinado de Felipe V se incorporó la moneda como premio (con los años se cambió por una figurita de cerámica) a la vez que el haba se fue transformando en el símbolo de escasa fortuna que ha llegado a nuestros días.

En la actualidad, esta elaboración ha echado raíces en varios países. Y es que roscones del mundo hay unos cuantos, con sus particularidades pero con un argumento que se repite: es alrededor de la Navidad cuando tienen más protagonismo.

[…]

España es el punto de partida de este viaje, pero en nuestros países vecinos, Francia y Portugal, también tienen sus roscones. La Galette des Rois es la versión francesa, rellena de crema de almendras. Así lo confirma Anne-Laure Romeuf, propietaria de las tres tiendas de Le Petit Croissant de Zaragoza. «Hay varios tipos, pero el más clásico es el de hojaldre; hace unos años solo lo compraban los franceses, pero la gente lo ha probado y tiene mucho éxito, así que los hacemos pequeños y se llevan los dos», explica.

Anne-Laure comenta que en su país no se celebra la festividad de Reyes, «pero el 6 de enero la galette llega a todas las casas y lo habitual es que se deguste los domingos de enero». Asociado a su consumo hay un ritual: «Se saca a la mesa y si en la casa hay niños, uno se mete debajo mientras se hacen las porciones; el niño las asigna y al que le sale la sorpresa es coronado rey».

«Es uno de los productos de pastelería más complicados asegura, cuya garantía de éxito es la calidad del hojaldre, la mantequilla y las almendras, que en Aragón son magníficas». Anne-Laure también comenta un detalle que hay que tener en cuenta: "A mucha gente le gusta la galette caliente, así que se puede meter un poco al horno antes de comerla».

Como en Francia, también en Alemania y en Suiza se celebra este día con un dulce que contiene un elemento que trae suerte. Se trata del `Dreikönigskuchen', la Torta de los Reyes, un bollo de masa fermentada en forma de flor.

En Portugal, la tradición del bolo rei se remonta al siglo XIX. Tanto su forma como su elaboración recuerdan bastante a nuestro dulce de Reyes, pero en la masa se añaden frutos secos nueces y piñones y uvas pasas. Además, se aromatiza con vino de Oporto, un detalle que imprime carácter.

La dulce tradición navideña de los roscones en los Balcanes tiene nombre propio: cozonac. «Realmente no es un roscón -comenta Nicoleta Mariana, propietaria de la pastelería Romaneasca de Zaragoza-, es más parecido a un panettone; lo singular es el relleno de frutos secos y de una especie de fruta escarchada». Sobre todo, se consume el día de Navidad en países del este europeo como Rumanía, Bulgaria, Macedonia y Albania.

En Argentina también se elabora una rosca de Reyes. Lo más especial es que lleva crema pastelera y guindas por encima. En México siguen a pies juntillas la tradición española. Aunque el diseño del roscón tiene algunas diferencias respecto al español, los ingredientes son los mismos. Y los cristianos ortodoxos griegos comparten el 6 de enero el dulce de Reyes que se conoce como roscón de San Basilio.

Finalmente, en Estados Unidos -en Nueva Orleans, en concreto-, desde el 1 de enero hasta el martes anterior al Miércoles de Ceniza, se come roscón para festejar el llamado ‘Mardi Gras', que marca el último martes de carnaval. Lleva la figura de un bebé en su interior (símbolo de la vida) y se tiñe de morado, verde y amarillo, que simbolizan la justicia, la fe y el poder.

martes, 24 de diciembre de 2024

El besugo, rey de la Navidad desde hace 700 años

(Un artículo de Ana Vega Pérez de Arlucea en el Heraldo de Aragón del 21 de diciembre de 2019)

Este manjar del Cantábrico es desde hace siglos el protagonista de estas fiestas, ya que esta época del año es la mejor para su pesca.

«Besugo mata mulo y gana mulo». Esta críptica frase seguramente no signifique nada para ustedes, ni puedan desentrañar nada de ella aparte de su sentido literal, pero a mediados del siglo XVI fue un refrán muy conocido que servía para hablar de aquello que puede ser bueno y malo a la vez, o que trae en sí mismo pérdida y ganancia. El humanista toledano Hernán Núñez de Toledo lo incluyó en 1549 en sus 'Refranes o proverbios en romance', y el dicho se refería a las peculiaridades de la venta de besugos, que entonces todo el mundo conocía. Este pescado fresco se llevaba con tanta prisa desde los puertos del Cantábrico hasta la meseta que muchas caballerías perecían por el esfuerzo, pero el beneficio sacado de su venta era a su vez muy grande. El suficiente como para comprar nuevos mulos y reportar de paso una bonita ganancia al apresurado transportista.

Por el Arcipreste de Hita sabemos que los besugos de Bermeo ya eran cosa conocida en Guadalajara en torno a 1330, así que ya ven, queridos lectores: nos enfrentamos al hecho de que este pez lleva seguramente unos 700 años siendo la estrella de los menús navideños. No solamente porque sea un pescado sabroso y de textura inigualable, sino porque la Navidad es su medio ambiente natural.

Se pesca desde noviembre hasta principios de año y por una maravillosa casualidad del destino gastronómico coincide su mejor momento con las Pascuas invernales. Eso sucede ahora y también, lógicamente, ocurría hace siglos. Entre los refranes de Núñez hay, además del de los mulos, varios dedicados a este pez y uno de ellos deja claro que «en febrero, la castaña y el besugo no tienen zumo».

La temporada idónea era corta y había que aprovecharla al máximo, así que no era raro ver a los arrieros marchando a toda pastilla con las mulas cargadas de banastos besugueros y caminando noche y día sin parar. El objetivo era llegar a una ciudad grande -a ser posible Madrid, Toledo o Valladolid- y vender la mercancía antes de que un inesperado retraso o un día caluroso estropearan el cargamento.

Porque en aquellos tiempos puede que no fueran muy escrupulosos con la conservación de los alimentos, no, pero tampoco pensemos que los consumidores compraban algo que directamente apestara. Al menos no lo hacían los clientes ideales, aquellos capaces de aflojar la bolsa sin dolor y gastarse sus buenos maravedís en un besugo traído de Bermeo, Lekeitio, Santander, Laredo, San Sebastián o Vigo.

El besugo era un alimento de lujo, muy apreciado y digno de las mesas de los grandes señores. Tal y como lo define Sebastián de Covarrubias en su 'Tesoro de la lengua castellana' (1611), su carne es «delicada y sabrosa y libre de espinas, fuera de la que tiene en medio, que con facilidad se despide y aparta de la carne». No solo estaba bueno, sino que permitía presentar en los banquetes un pescado que se partía y se comía con facilidad. Recuerden que aún no estaba en boga el tenedor, de modo que cualquier comodidad a la hora de masticar con cierta elegancia era bienvenida. Por esa razón figura el besugo entre los pescados sencillos de trinchar y propios de un banquete noble que Enrique de Villena (1384-1434) eligió para ilustrar 'Arte cisoria', su obra sobre el arte de cortar.

Mientras que el pavo ha sido tradicionalmente en España la estrella del 25 de diciembre, el protagonismo de la cena del día anterior recaía fundamentalmente en el besugo. El 24 de diciembre estuvo marcado durante siglos en el calendario como vigilia religiosa de obligada abstinencia de carnes, de modo que en esa fecha y antes de que las campanadas de las doce dieran vía libre a la grasa animal, se comía una colación supuestamente ligera a base de pescado y verduras. Eran pues bienvenidos el bacalao en casa de los pobres y el besugo en la de los ricos, acompañados casi siempre de cardo, lombarda, berzas, sopa de almendra y turrones o mazapanes.

Para que se formen ustedes una idea sobre la hidalguía besuguera, sepan que Felipe III comía este pescado por Navidad. Francisco Martínez Motiño, jefe de cocina del rey, incluyó en 'Arte de cocina' de 1661 los besugos frescos como parte del opíparo banquete que se servía en palacio durante estas fiestas. ¿Cómo se preparaban? Pues de muy distintas maneras, pero como decía el cocinero real «de ninguna manera son tan buenos como cocidos con pimienta y naranja».

Se comían en escabeche, guisados, fritos o en empanada, además de asados, pero siempre con un punto de agrio emparentado con la moderna costumbre de acompañarlos con rajas de limón.

Domingo Hernández de Maceras, cocinero del Colegio Mayor de Oviedo en Salamanca y autor de otro 'Arte de cocina' publicado en 1607, explicaba que se asaban en parrillas untándolos con aceite y se servían después con una salsa hecha con ajo, especias, sal, miga de pan y agua o vinagre. 

Louis de Rouvroy, duque de Saint-Simon y embajador francés en España en 1721, contó en sus memorias que el besugo era prácticamente el único pescado fresco de mar que se comía en Madrid. «Viene de Bilbao por Navidad y todo el mundo se felicita cuando comienza a aparecer. Es excelente y si se puede se come tanto en días grasos como de abstinencia».

Los mulos y los arrieros pasaron a mejor vida en la segunda mitad del siglo XIX, cuando el ferrocarril permitió llevar mayor cantidad de capturas a la capital y también en mejores condiciones, gracias al uso de hielo y a la rapidez del viaje. Los madrileños se convirtieron masiva y fervientemente al besuguismo, hasta entonces rasgo de privilegiados, y eligieron usar una receta sencilla que hasta entonces había sido típica únicamente en la costa cantábrica: simplemente asado con limón y, si acaso, escoltado por cebolla y patatas panaderas.

Si lo comen ustedes esta Nochebuena, recuerden su ilustre historia. Y pasen una felicísima Navidad.

 

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