(Un texto de Carmela Díaz en El Confidencial del 20 de marzo de 2018)
Una de las grandes satisfacciones de un viajero consiste en explorar la gastronomía local. Descubrir productos y platos foráneos es un aliciente adicional de cualquier destino. Por eso vamos a viajar a través de los sabores. Daremos la vuelta al mundo en busca de especialidades culinarias procedentes de los cinco continentes.
Chipre: mezze
En este rincón mediterráneo que fusiona la cocina griega con la turca se toman muy en serio la comida. El
ritual gastronómico comienza con el mezze. Es un concepto similar a nuestras tapas que incluye aperitivos y platos como encurtidos, verduras, salchichas ahumadas, albóndigas con especias, humus, ensaladas y hasta veinte ingredientes más. En la costa, el mezze se elabora con pescados, pulpo y marisco, mientras que en el interior utilizan pollo, cerdo o cordero. A pesar de estar rodeados de mar, me gustó más esta segunda opción porque los pinchos de carne a las brasas están deliciosos.
Los acompañamientos. El vino con la denominación de origen más antigua del mundo, el Commandaria. Pero lo que me sorprendió fue el contundente aguardiente Zivania de los brindis. Un aviso: probadlo solamente si os gustan los orujos fuertes.
Sudáfrica: bobotie
Os confieso que cuando visito África siempre recelo de comer bien. Pero estoy equivocada: no solo las
recetas, sino los productos son estupendos. En la zona del Cabo la oferta gastronómica es de nivel y a precios muy por debajo de la media europea. Tenéis que probar el bobotie, un guiso que se cocina desde
el siglo XVII y se elabora con carne picada. Se decora con huevo, lleva frutos secos, chutney, bananas, y
se acompaña de plátanos fritos, arroz y verduras. Me recuerda a una lasaña, pero más exótica, especiada y contundente. A veces añaden sambal, un condimento que se prepara con varios tipos de chiles y
pimientos (en versión más suave o extrapicante).
Para comer cocodrilo y kudu acude a Mama África, el local más famoso del Cabo en el que probar carnes autóctonas, siempre animado y con música en directo. También te lo podrás traer a casa en forma de paté.
Malasia: curry laksa
Cuando viajas por el Sudeste Asiático, sabes que sucumbirás ante los noodles (buenísimos en los puestos callejeros malasios por menos de un euro) o el teriyaki, pero te agrada encontrar una gran variedad de sopas. Siempre sabrosas y condimentadas. No dejéis de probar la más típica, que tiene por nombre laksa. Es densa, lleva curry y se completa con pescado, gambas, berberechos, tofu y otros. Os recomiendo pedir la de fideos cocidos en leche de coco. Y probad los rotis, riquísimos 'pancakes' malasios dulces o salados que se elaboran como una pizza: estirando la masa y lanzándola al aire.
Para refrescarse. Combate la humedad -cercana al 90%- con la bebida clásica de Malasia (que también
he probado en Singapur), teh tarok. Se elabora con té negro y leche evaporada y condensada. Lo sirven
con espuma y lo escancian como la sidra.
Australia: barramundi
Llegando a las antípodas hay que saborear este pez originario de Australia y Nueva Guinea, que puede medir hasta dos metros y pesar 60 kilos. Se mueve entre agua dulce y salada, característica que le otorga una textura especial. Confieso que me recordó más a pollo que a pescado y que tiene un agradable regusto mantecoso. El barramundi se considera un superalimento magro y lo preparan horneado, a la plancha, a la barbacoa o con diversas salsas.
La cerveza de jengibre. Es obligatoria, bien distinta a la que estamos acostumbrados. Su sabor es dulce y
no suele llevar alcohol.
Chile: curanto
En la actualidad lo explotan como actividad para turistas, pero merece la pena acudir al ritual (si no te acompaña un grupo muy numeroso). El curanto es una preparación indígena con un método particular: se
excava un hoyo, se meten piedras y se hace una fogata. Cuando están al rojo vivo se introducen patatas,
carne de cerdo, de vacuno y mariscos. Los lugareños las tapan con hojas de nalca y una capa de tierra. Os aviso que durante la cocción se os abrirá el apetito: ¡los vapores huelen de maravilla, como a cocina casera! El resultado final son unos alimentos tiernos y sin apenas grasa. Las patatas me recordaron a las que asamos en chimeneas.
El postre. Si eres goloso, prueba el chumbeque. Es un dulce norteño, elaborado con capas de mieles de frutas, como lima o mango.
Perú: carapulcra
Una advertencia para los que visitéis el país andino próximamente: allí se come muy bien, tanto en los restaurantes de alta cocina limeños como en cualquier puesto informal. ¡Y las raciones son enormes! Más
allá de su archiconocido cebiche, os recomiendo probar un plato peruano con origen precolombino. La carapulcra es un potaje mestizo a base de papas, panceta, caldo de pollo, ají, maní, clavo y canela. Se sirve
con arroz blanco o yuca sancochada. Otro plato que resulta interesante es el tacu-tacu, ejemplo de cocina de aprovechamiento que se prepara con frijoles y arroz. ¡Ah! Y no olvides acompañar tus platos con alguna cerveza típica cusqueña.
Atrévete con el cuy. Su carne es sedosa y delicada. Pero cuando descubras que procede de un animalito que parece un peluche, te remorderá la conciencia.
Colombia: sancocho de gallina
¿Sabéis que la gastronomía colombiana cambia según sus pisos térmicos? Allí me explicaron que su cocina varía según el clima de las regiones: cálido, templado, frío y páramo. Sorprende la cantidad de sopas caseras, como el clásico sancocho. Es un guiso imprescindible en los paseos de olla, una excursión
de fin de semana por ríos y quebradas. Si puedes acompañar a una familia a esta especie de picnic criollo,
la experiencia será completa. Se elabora con carnes, tubérculos, verduras y condimentos. Os aconsejo
probarlo en leña porque le aporta un sabor ahumado más intenso.
Frutas desconocidas. Es emocionante probar el lulo, mangostino, arazá o borojó. Frutas que no encontrarás en otros lugares.
México: panuchos
Es imposible no enamorarte de este país. En cuanto lo pisas te atrapa para siempre. Su diversidad cultural
y sensorial se traslada también a la gastronomía. Entre sus antojitos culinarios más populares destacan los
panuchos. Son tortillas de maíz rellenas con frijol y pollo empanado, carne asada, cochinita pibil… Pero
tenéis que disfrutar los de relleno negro, elaborados con chilmole. Se presentan con una hoja de lechuga
sobre la tortilla y se acompañan de tomate, cebolla morada, aguacate y pepino. Un consejo: ¡echadle un
chorrito de salsa de chile habanero!
Para vegetarianos. Probad las exquisitas quesadillas de huitlacoche azul, un hongo que crece en el maíz.
Polinesia: chevrettes
La gastronomía de este paraíso isleño no es muy compleja, se basa en producto frescos y exóticos. Atención a la langosta a la vainilla… ¡Imperdible! Pero como plato tradicional hay que destacar los chevrettes. Se pueden elaborar con gambas o camarones recién pescados, a los que se les añade una salsa
cocinada con vainilla, ron, leche de coco y crema de leche. El marisco va pelado y salteado. Es una especialidad que requiere una cocción lenta hasta que la salsa alcanza bastante espesor. Los chevrettes están deliciosos: se sirven calientes acompañados de arroz y espinacas salteadas.
Un crustáceo extraño. El aspecto del varo no es muy apetecible (se parece a las galeras), pero tiene un
sabor potente.
Filipinas: pinakbet
¿Te imaginas llegar a este lejano archipiélago y encontrar chorizo filipino? Pues lo harás. Están influenciados por la gastronomía asiática e hispana. De los españoles han adoptado guisos (como la
paella), el adobo y la preparación de embutidos. Pero nos vamos a centrar en una popular receta de origen
indígena: el pinakbet, elaborado con longaniza, verduras y caldo de camarón. Me pareció un plato colorido y de sabor contundente. He de advertiros que en Filipinas la comida no suele llegar caliente a la mesa. Estas islas no son el paraíso para los vegetarianos, pero el poqui-poqui -berenjenas asadas que se preparan en forma de revuelto con tomate, cebolla y huevo- es una buena opción.
Sabores tropicales. En estas tierras vais a probar los mejores mangos, papayas y guayabas de vuestra
vida.