(La columna de Martín
Ferrand en el XLSemanal del 15 de agosto de 2010)
François Bazaine,
mariscal de Francia, después de una brillante carrera militar en Argelia,
Crimea y México y de un sonoro fracaso coma responsable del Ejército galo en la
Guerra franco-prusiana de 1870, termino sus días en Madrid. Protegido por
Alfonso XII se instalo en la capital de España en una guardilla del barrio de
Malasaña en donde, como cuenta Carmen Llorca, a quien debo mucho de lo poco que
sé de Historia, prácticamente vivía de la caridad pública. Pasaba días sin comer
más que una sopa de ajo que le facilitaba algún vecino de buen corazón y mala
memoria, ya que el barrio de la paupérrima residencia del gabacho había sido el
escenario principal del 2 de Mayo madrileño. Un rencoroso comerciante parisién,
que había perdido a su hijo en la batalla de Saint-Privat-la-Montagne, le
apuñaló en la calle de Fuencarral y, de resultas y siempre pobre, falleció en
un hospital de caridad en 1888.
Se me vino esa historia
a la memoria esta pasada semana mientras disfrutaba, en Santander, de las artes
coquinarias de Paco Quirós que, en Cañadío (Gomez Oreña, 15), junto con su
mujer y brillante sumiller Teresa Monteoliva, ha instaurado uno de los puntos
de mayor interés gastronómico de toda Cantabria. Tenía a la vista una singular,
excepcional, marmita de bonito hija de un afortunado accidente. En el fragor del
combate ante los fogones, Quirós se confundió de cazuela y, en lugar de fumé de
pescado, le añadió a la marmita una sopa de ajo triturada que es uno de sus
platos clásicos. El azar produjo un nuevo y notable plato de 'fusion' cántabro-castellana.
Laus Deo.
No hay comentarios:
Publicar un comentario