(Un texto de Santiago
Lascasas en el suplemento gastronómico del Heraldo de Aragón del 29 de junio de
2013)
Además de un monje franciscano y un tipo de
mono del centro y sur de América, el capuchino es una bebida compuesta a partes
iguales por un café expreso, leche caliente y leche emulsionada.
Para hacer un capuchino
en una cafetera tradicional de hostelería, o en casa con cafetera expreso, primero
haremos un café expreso normal en una taza de 150 ml, con 7 gr de café y 30 ml
de agua a 85 grados de temperatura. Una vez hecho el expreso pondremos en una
jarra metálica leche fría hasta la mitad, no más porque la leche adquiere volumen
y si llenamos demasiado se desbordaría, y fría porque así tiene más recorrido
térmico y damos más tiempo a que llegue a la temperatura deseada; limpiaremos la
lanzata del vapor dejándolo posar durante unos 2 segundos y sumergiremos la punta
de la lanza de vapor en la leche y accionaremos la salida de vapor.
A medida que la espuma sube
y el volumen de la leche crece, deberemos bajar la jarra manteniendo la punta siempre
sumergida e inclinándola para conseguir un remolino en la leche. No se debe
agitar y tampoco se debe oír el aire caliente que sale de la lanza. El ruido
excesivo es sinónimo de que el aire caliente sale de la jarra y la está llevando
a hervir, recalentándola y quemándola, el principal enemigo del capuchino. Continuaremos
con el vapor hasta que la temperatura de la leche llegue a 65-70º, notaremos
calor en las manos y deberemos parar de emulsionar cuando el volumen de la leche
se haya doblado.
Una vez tengamos la
leche emulsionada (conseguirlo requiere cierta práctica, no desespere) la compactaremos
golpeando ligeramente la base de la jarra sobre una superficie plana y la
verteremos encima del expreso, empezando en el centro. A base de práctica y paciencia,
podremos aprender a dibujar con la leche desde un simple corazón hasta palmas o
dragones.
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