(Extraído de un artículo de Mariano Millán en el Heraldo de Aragón del 11 de enero de 2025)
El origen de este bocado es titubeante. No obstante, todas las fuentes miran a Francia cuando se pregunta por sus raíces. Según e! Diccionario Gastronómico de Larousse, 'croquette' es una pequeña porción crujiente, como reflejó Francisco Abad Alegría, colaborador de este suplemento. Además, la mayoría de las voces mencionan a Marie-Antonin Caréme como su artífice, quien se considera uno de los 'padres' de la alta cocina francesa, el chef de reyes.
Sirvió a Napoleón y a Jorge IV, fue enviado a trabajar con el zar Alejandro I, estuvo en la corte de Viena, en la embajada de Inglaterra y en casas de miembros de la nobleza. Precisamente, se estima que así se introdujeron las croquetas en los hogares de la aristocracia. Caréme preparó estas delicias para un banquete real que se celebró el 18 de enero de 1817 y las llamó 'croquetes á la royale'.
Dejando a un lado las referencias internacionales, en España se encuentran citas en los apuntes gastronómicos de Alejandro Dumas, cuando visitó el país como enviado a la boda de la infanta Luisa Fernanda con el duque de Montpensier en 1846. Entonces habló de las «croquetas de patata». Y Emilia Pardo Bazán determinó que la croqueta se había enriquecido al aclimatarse en España: «La francesa es enorme, dura y sin gracia. Aquí, al contrario, la hacen bien; se deshacen en la boca, de tan blancas y suaves».
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