(Un texto de no-sé-quién
en el suplemento dominical de El Mundo del 16 de enero de 2011)
Del champán de los pobres
al petróleo del siglo XXI. Bastarán 30 años para que el chocolate pase de ser
el placer más popular del globo a un producto escaso de importancia estratégica.
El vuelco, aunque radical, es fácil de explicar: cada vez somos más quienes lo
consumimos y menos los que lo producen. Las ventas de este dulce aumentaron
considerablemente en mercados nuevos como China (un 18%) o Ucrania (12%), y
mantuvieron un ritmo de crecimiento apreciable en los tradicionales, como Reino
Unido (5,9%), Estados Unidos (2,6%) o Bélgica (3,2%). Sin embargo, las granjas
de Ghana y Costa de Marfil, de las que proviene el 60% del cacao mundial, se
están quedando vacías: los cultivadores se niegan a plantar.
"El cacao se está
convirtiendo en una fuente de riqueza realmente espectacular, por encima del
agua o del petróleo, y de aquí a unos años vamos a ver cómo las grandes
multinacionales del sector van haciendo acopio del producto porque, sin duda,
se va a convertir en un valor estratégico muy importante", declaraba
Francesc Gil, director del Museo del Chocolate de Barcelona, en unas jornadas
acerca del dulce celebradas a finales de 2010.
En la prensa británica -el
cacao cotiza en la Bolsa de Londres-, la alarma acerca de la previsible escasez
ha dado lugar a advertencias apocalípticas que convierten al chocolate en un
producto tan exclusivo como el caviar: una vulgar barrita de a euro podría
llegar a costar siete, lo que las haría desaparecer de las máquinas expendedoras.
Adiós al chocolate para todos.
¿Realmente es para tanto? Gil cree que no: ”Es difícil hacer
una previsión de cuánto se va a encarecer... Cada año su precio fluctúa mucho,
por la amplitud de las cosechas, el cierre de aduanas, los conflictos bélicos...
Entran en juego tantas variables que es difícil estar de acuerdo con afirmaciones
así”. En cualquier caso, la coyuntura no es todo lo dulce que debiera: el cacao
ha doblado su precio en los últimos seis años, alcanzando ahora la máxima cotización
bursátil de las últimas tres décadas. ¿Qué está pasando?
El 40% de la producción mundial procede de Costa de Marfil:
la planta requiere un clima tropical -gran humedad y entre 20 y 30 grados de
temperatura ambiental-, de ahí que florezca en los alrededores del Ecuador.
Tras décadas de productiva explotación de la tierra, unos 800.000 pequeños agricultores
están abandonando su cultivo por otros (el caucho, la palma) más rentables y
fáciles de obtener, ya que el fruto del cacao es escaso, frágil y requiere un tiempo
de fermentación y un tratamiento posterior que puede arruinar la materia prima
si no se realiza adecuadamente, lo que complica la venta de la cosecha.
Además, los árboles plantados en los años 60 y 70 han
envejecido y enfermado y el suelo está exhausto, con lo que se empobrece la
cantidad y calidad del fruto. Pero ni los políticos -que gravan el cacao con
los impuestos más altos- ni los granjeros -cuyos hijos prefieren emigrar a la
ciudad en busca de una vida más fácil- muestran interés en replantar. La preocupación
de las multinacionales que venden chocolate es evidente: Nestlé va a plantar 12
millones de árboles en la zona en los próximos 10 años, pero es una gota en el
océano.
"No te extrañe que todo esto sea un globo sonda para
que se genere más demanda", apunta el director del Museo del Chocolate.
"Al ser un producto estratégico, por una simple cuestión de oferta, que
disminuye, y demanda, que aumenta, se produce la especulación: acaparar y esperar
para vender a que la demanda suba para obtener más precio".
El pasado julio [de 2010], la prensa internacional daba la
voz de alarma ante una posible operación especulativa: Anthony Ward, al frente
de la firma de inversión Armjaro, compró cacao por valor de 1.000 millones de
dólares en el mercado londinense de futuros, quizá en un intento de crear escasez
que hiciera subir el precio, que ya ha aumentado un 150% desde 2008.
Lo cierto es que es terriblemente fácil intervenir en un mercado
controlado por muy pocos actores: mientras que siete países es del sur producen
el 85% del cacao, sólo cuatro empresas multinacionales (Mars Inc, Nestlé,
Hersey Foods, Cadbury Schweppes) controlan más del 50% de la industria del
chocolate. "Estas compañías imponen los precios en un monopolio brutal, siguiendo
la típica relación de dependencia comercial con países en vías desarrollo",
continúa Gil. En cuanto al consumo de chocolate, es una cuestión estrictamente
occidental: el 70% de las ventas se produce en Occidente y Europa se come el 40%
del cacao mundial, que en un 85% es importado de África.
Podemos, sin embargo, consumir chocolate que no venga de
África. Y de mayor calidad. Pero ese no es el que venden, a bajo precio, las
grandes corporaciones. "Existen tres clases de cacao”, apunta Jaime Urgellés,
maestro pastelero y asesor de empresas del sector: "El criollo representa
un 5% de la producción mundial y procede de Venezuela y Colombia. En África y
Brasil tenemos la variedad forastera, más abundante y resistente, pero con un
fruto más amargo (80% de la producción) y un híbrido de ambos, el e cacao trinitario,
que se planta en Indonesia, Sri Lanka y Madagascar".
En Venezuela, donde se obtiene uno de los mejores cacaos del
mundo, el sector se enfrenta a otro tipo de problemas. Los explica Jorge Redmon,
presidente de la firma venezolana Chocolates El Rey, una de las mejores
procesadoras de cacao del mundo después de las francesas Valrhona y Cluize.
"Llevamos más de 10 años tratando de transformar el sector y así
quintuplicar la producción en los próximos 15 años. Sin embargo, no hemos
logrado despertar el interés del Gobierno hasta ahora, que percibimos
movimientos en la dirección de expropiar para nacionalizar el sector. Y lo que
toma bajo control el Gobierno lo termina destrozando".
En nuestro país, las empresas dedicadas a la fabricación de chocolates,
chicles y caramelos facturaron 1.266 millones de euros el pasado año, lo que
supuso un aumento del 1,1% con respecto al ejercicio anterior, según datos de
Chocao, Asociación Española de Fabricantes de Chocolate y Derivados del Cacao.
En 2009, cada español gastó una media de 45,6 euros en dulces, 0,4 euros más
que un año antes, pero aún por detrás de Reino Unido, Alemania, Francia e
Italia. Y consumimos chocolate por costumbre (51%), placer (44%) y capricho (31%).
"El chocolate es como lo pintalabios: se recurre más a él en los tiempos
duros porque está al alcance de cualquier bolsillo y se trata de un placer
asegurado y económico", explica Francesc Gil.
Cacao Sampaka, una boutique del chocolate española presente
en Madrid, Barcelona, Bilbao, Valencia, Lisboa, Praga y Tokio, trae su cacao de
Venezuela, Brasil, Papúa, Guinea Ecuatorial, Santo Domingo y Cuba. Se trata de
atraer al gourmet, un perfil cada vez más frecuente entre los degustadores del
dulce. "El consumidor español es cada vez más exigente. Lo que más
vendemos es la tableta de chocolate negro 100%, la tableta de rosas y fresas de
chocolate blanco y la de gin-tonic, además
de bombones", destaca Nuria Ribera, portavoz de la empresa.
"La oferta se está especializando, al igual que ha
ocurrido y está ocurriendo con el mercado del vino", añade Francisco
García, amante del chocolate y profesor de Bioquímica y Biología Molecular de
la Universidad de Baleares. "Se están poniendo de moda los chocolates cru, elaborados a partir de cacao de una
única zona geográfica o incluso de una sola plantación". Lo mismo apunta
Francesc Gil: "Hemos negado a tal sofisticación que tenemos a nuestro alcance
un chocolate que viene de un pueblo muy concreto, como Chuao, en Venezuela, y con
su añada".
Pero, ¿es bueno recurrir con cierta frecuencia a este oscuro
manjar? La ciencia avala el consumo, pero moderado. María Jesús de la Nava,
directora de la Unidad de Nutrición y Obesidad Centros Instimed, lo confirma:
"Disminuye la tensión arterial y hasta en un 10% el llamado colesterol
malo, por lo que ayuda a prevenir enfermedades coronarias. Además es un alimento
muy rico en ácido fólico y minerales (calcio) y, por su alto contenido en
polifenoles, actúa como un antioxidante natural de la piel, produciendo un efecto
antienvejecimiento. Opino que debería recomendarse como sustituto de las golosinas
infantiles que sólo aportan grasas, recuperando así la merienda tradicional del
pan y chocolate".
Sin embargo, son los beneficios psicológicos los que le han
valido el sobrenombre del prozac natural:
“Es común que, cuando estamos bajos de ánimo recurramos a él porque tiene una
serie de compuestos, como la serotonina, el triptófano, el magnesio..., que
producen tranquilidad, serenidad, felicidad... La anandamina activa los mismos
receptores que la marihuana y, si se ingiere chocolate en exceso, puede producir
las mismas sensaciones que ésta: La sustancia que podría producir cierta adicción
o compulsión, aunque jamás me he encontrado un caso, es la fenilamina, similar
a la anfetamina", explica Elena Borges, psicóloga clínica.[…]
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