(La columna de Carlos Maribona en el XLSemanal del 28 de enero de 2018)
En su delicioso Breviario de la fabada, recientemente
reeditado, Paco Ignacio Taibo define este plato emblemático de la cocina
asturiana como «la sencillez representada por un cerdo que se acuesta
suavemente sobre unas fabes». Cerdo y fabas son, a partes iguales,
protagonistas de este guiso tradicional que, sin embargo, no es
excesivamente antiguo, ya que su origen está entre finales del siglo XIX
y principios del XX. Obviamente las mejores legumbres para hacer este
plato son las acogidas a la denominación específica Faba de Asturias. Y,
con ellas, productos del cerdo que conforman el denominado ‘compango’:
morcilla ahumada y chorizo asturianos, tocino y lacón. Ingredientes
imprescindibles porque, como escribió José Antonio Fidalgo, «no se puede
hacer una fabada con alubias blancas redondas, chorizos de Cantimpalos y
morcilla de Burgos, pongamos por caso». La fabada es un plato que
Asturias ha exportado a toda España y a otros rincones del mundo. Desde
hace ocho años se celebra un campeonato bajo el pretencioso nombre de La
Mejor Fabada del Mundo, al que se presentan restaurantes de todos los
rincones del país, aunque en todas las ediciones celebradas el ganador
ha sido siempre un establecimiento asturiano: el pasado año, Casa Chema.
Aunque no se presente al campeonato, mi fabada favorita es la de Casa
Gerardo, establecimiento centenario donde los Morán siempre cierran su
menú con este guiso.
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