(Leído en Muy Interesante de julio de 2017)
Forma
parte de nuestra realidad culinaria desde la más tierna infancia: madres y
abuelas son las grandes especialistas. ¿También a ti te dejaban decorarla para
darle el toque final? Ahora puedes hacer mucho más que eso: aquí tienes las
bases científicas para preparar una ensaladilla rusa muy sabrosa.
Corría el año 1864 cuando
en los fogones del restaurante Hermitage, en la plaza Trubnaya de Moscú
(Rusia), a un cocinero franco-belga se le ocurrió una guarnición brillante. Lucien Olivier
-así se llamaba- montó una torre de hortalizas, carnes y mariscos aderezados con una especie
de mayonesa preparada
con aceite de oliva, vinagre y yema de huevo: El resultado lo bautizó como ensalada rusa o
ensalada Olivier, y hay que reconocer que causó furor: convirtió el restaurante
en una de las joyas de la Rusia zarista. La receta fue copiada y, años más
tarde,
se
hizo universal. En España es la tapa fría más popular. Ni nos acordamos ya de sus orígenes.
De hecho, la principal hortaliza de nuestra ensaladilla rusa, la patata
cocida, ni siquiera estaba
presente en la que ideó Olivier. A la hora de escoger los mejores tubérculos,
hay que tener en cuenta que no todas las patatas son iguales. Existen
variedades harinosas, que tienen gran cantidad de almidón seco y poca agua, y
que funcionan muy bien en puré o fritas, pero que se deshacen si las empleamos
en ensaladas. Y luego están las céreas, con menos almidón, que mantienen la
firmeza tras cocinarlas. Estas últimas son idóneas para la ensaladilla.
Especialmente las de las variedades Spunta, Kennebec y Monalisa, fáciles de
encontrar en el mercado.
Tampoco hay que perder de vista que el tamaño de las patatas debe ser
similar, para que lleguen todas al punto ideal de cocción al mismo tiempo. Y conviene
cocinarlas con piel para conservar el sabor y los nutrientes. ¿Nutrientes? Pues
sí. Porque, a pesar de su
mala fama, las patatas contienen importantes cantidades de vitamina C y de
potasio.
El segundo elemento clave de la ensaladilla rusa es la mayonesa. Consiste en una emulsión,
es decir, gotas de un líquido -aceite- dispersas en otro -el agua del huevo-
que dan lugar a una salsa espesa. Las gotas de grasa, por mucho que se
rompan al batir, tienden a unirse de nuevo entre sí. Lo único que se lo impide es la lecitina de la
yema del huevo, un emulsionante natural que funciona mejor si la yema está templada que si
acabamos de sacarla de la nevera. Una sola yema emulsiona hasta dos litros de aceite. La clara no
tiene fuerza emulsionante, pero aporta un alto porcentaje de agua y proteínas que sirven de
estabilizadores.
La mayonesa se prepara añadiendo poco a poco la fase dispersa -unos
200 ml de aceite- a la fase continua -un huevo-, sin dejar de batir. A mitad de
su preparación, es recomendable añadir una cucharada de vinagre o de zumo de limón. En
esencia, porque comienza a haber casi tanta cantidad de aceite como de agua, y
existe el riesgo de que, al seguir añadiendo aceite, las gotas se unan y
la salsa se corte.
El resto de ingredientes los decide cada cocinero. En la versión
española más castiza, a las patatas cocidas y la mayonesa se les añade
guisantes, pimientos, zanahorias, huevos cocidos y atún. Aunque también hay ensaladillas con
melva, pollo, aceitunas, pepinillos encurtidos, cebolla, tomates cherry,
judías verdes, pimientos morrones, langostinos e incluso salmón. Si consultamos
qué dice el foodpairing -técnica culinaria ideada por el Científico
Bernard Lahousse para combinar alimentos basándose en sus similitudes
químicas-, incluso pega añadirle pepino, melocotón, yogur y jengibre.
Eso sí, no todos los ingredientes son bien recibidos por los más
clásicos. Hace unos años, con un poco de guasa y otro poco de culto a la
esencia de esta tapa, un grupo de amigos puso en marcha el Observatorio de la
Ensaladilla Rusa. Y mantienen una importante actividad a través de la cuenta de
Twitter @EnsaladillaODER, a la que los consumidores de esta tapa mandan
imágenes tomadas en distintos establecimientos. Los miembros de este
observatorio puntúan negativamente las recetas que incluyen tomate, lechuga, aceitunas,
perejil, surimis de pescado o vinagre balsámico. Y también se oponen
rotundamente a que se presenten en forma de bolas de helado. Para gustos,
ensaladillas.
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