(Un texto de Juan Barbacil en el suplemento gastronómico del
Heraldo de Aragón del 21 de diciembre de 2013)
Es común en muchos países cerveceros la elaboración de
cervezas especialmente diseñadas para esta época del año. Cervecerías grandes y
pequeñas encuentran en Navidad el momento propicio para sacar al mercado algunas
experiencias únicas.
[…] Algo parecido ocurre cuando viajas por las capitales
alemanas y disfrutas en los mercadillos navideños de especialidades cerveceras
especialmente fabricadas para la ocasión.
Hay quien atribuye la popularización de la cerveza de
Navidad, aumentando la producción y haciéndola así más accesible, a John
Martin, empresario inglés que se estableció en Amberes hacia 1909 para iniciar
la importación a Bélgica de las cervezas inglesas y escocesas de la época. Desde
entonces, la tendencia de las cervezas navideñas se fue extendiendo y cada vez
fueron más los productores que decidieron incorporarlas a sus ofertas.
En Bélgica, por ejemplo, como país de las grandes y más
especiales cervezas del mundo, en el que además el consumo es notable, los ejemplos
son multitud. Parece ser que el inicio de las cervezas de Navidad en territorio
belga se remonta a principios de 1900, una época feliz en la que cualquier
población del país podía tener una o más cervecerías establecidas dentro de su
municipio. La fabricación de la cerveza y sobre todo, su distribución, tenían
ciertas limitaciones propias de la época y la mayor parte de la cerveza se consumía
en el entorno más inmediato al centro de la producción. La elaboración de la
cerveza en general se iniciaba hacia finales de septiembre, alrededor del día
de San Miguel, cuando los maestros cerveceros procedían a realizar un brazaje especial,
dedicándole sus mejores materias primas y especiándolo fuertemente para ser consumido
durante las fiestas de fin de año. La cerveza tenía tiempo de madurar durante
varias semanas y estaba lista por los alrededores de la fiesta de San Nicolás. El
producto resultante, generalmente de producción muy limitada, se ofrecía como
obsequio al personal que trabajaba en la cervecería, a sus mejores clientes y
el exceso, si se daba el caso, se vendía a los habitantes del pueblo.
La cerveza de Navidad belga no es lo que podemos definir
como un estilo particular. La única característica común que podemos observar
en ellas es que su volumen alcohólico suele estar por encima de los 7º,
destinados a calentar el paladar y el estómago del aficionado durante las frías
noches del invierno.
Aunque nos refiramos a estos productos bajo el nombre común de
cervezas de Navidad, no corresponden estrictamente a un estilo uniforme de
rígidos patrones. Las hay rubias y oscuras, tirando a dulces por la alta dosis de
cereal o azúcar añadido, pero también amargas por la acción de una carga extra
de lúpulo. Lo que si tienen en común, además del mencionado contenido
alcohólico elevado, son sus etiquetas atiborradas de tópicos navideños.
En Baviera se elaboran cervezas especiales para la Navidad. Son
más fuertes y dulces que las convencionales, pero, a diferencia de otras
bebidas típicas de esta época, no contienen ingredientes como la canela o la
naranja. Hay, aproximadamente, unos 500 tipos y son todo un éxito de ventas.
En todos los países del centro de Europa se encuentran
especialidades de esta época del año y lo mejor es disfrutarlas allí mismo,
sintiendo el frío y protegiéndote de él, bien sea junto a las estufas de los
mercadillos callejeros, o en las pintorescas abadías, junto a guisos
contundentes y siempre rodeados de un ambiente entrañable tan propicio estos
días. Feliz Navidad cervecera a todos.
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