Las siete novelas que
integran la serie En busca del tiempo
perdido son, además de la obra máxima de Marcel Proust, piezas
imprescindibles para entender la sociedad y los cambios, estéticos y morales,
de principios del siglo XX, antes de la Primera Gran Guerra. Su autor, Marcel
Proust, es, en sí mismo, una novela. Un dandi extravagante deseado por hombres
y mujeres que, para escribir su gran obra, mandó forrar de corcho su cuarto de
trabajo y evitar así los ruidos del ambiente y el vecindario. Dormía durante el
día y escribía por la noche para tratar de huir del asma crónico y demoledor
que lo acompañó los cincuenta años que vivió, desde 1871 hasta 1922. En lo que
sabemos de él, sólo tenía un gran capricho gastronómico: las judías verdes.
Esperaba con ansiedad la llegada de su temporada natural: «Me entusiasman -decía-
cortadas muy finas e impregnadas en abundante vinagreta: son como beber el
rocío de la mañana».
No le llevaremos la
contraria a Proust en su gusto vegetariano. Con excepción de las que, de un
color verde eléctrico, se servían "en los restaurantes" móviles de
Wagon Lits Cook, en los que la marquetería de la decoración era más atractiva
que los alimentos, las judías verdes son algo excelente que, gracias a los
invernaderos y los cultivos intensivos, ya tenemos al alcance todos los días
del año. La lástima es que en los restaurantes suelan servirlas como guarnición
mejor que como plato; pero, ya se sabe: las sopas y las verduras tienden a
desaparecer en la restauración española.
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