(La columna de Martín
Ferrand en el XLSemanal del 12 de octubre de 2008)
El escaso conocimiento
de la Historia le ha hecho creer a mucha gente, especialmente en España, que
los diez siglos que median entre la caída del Imperio romano de Occidente y el
descubrimiento de América fue un tiempo lúgubre y miserable. En absoluto y,
menos todavía, en lo que respecta a las artes culinarias que, en esa época,
sentaron las bases de las que arrancan algunos de los puntos máximos de la modernidad.
Algunos reyes tuvieron que ver con ello. Carlos V de Francia, por ejemplo, el más
notable de los Valois, encargó a los sabios más notables de su tiempo, el
núcleo central del XIV - ¡un siglo antes de la invención de la imprenta! -,
libros que estudiaran a fondo todos los conocimientos de la época.
No quedó fuera de esos
encargos la gastronomía. A Guillaume Tirel, el gran cocinero que pasó a la inmortalidad
como Taillevent, le tocó escribir Le
Viander. El título completo de la obra -traducido- nos da idea de su
pretensión Taillevent, maestro cocinero
del rey de Francia, enseña a todo el mundo a preparar la comida de los reyes,
duques, condes, marqueses, barones, prelados y todo tipo de señores burgueses,
mercaderes y gentes de honor. El libro fue de los primeros en integrar la
Biblioteca Real de Francia.
Los grandes cocineros de
hoy, los que con muchas, pocas o ninguna estrella de Michelin buscan la
renovación de los sabores y el placer y la salud de la buena mesa, continúan la
labor didáctica que Carlos V de Francia le pidió a Taillevent. En esa línea, la
Comisión de Cultura del Congreso ha aprobado una proposición no de ley del
Grupo Socialista para instar al Gobierno a considerar la cocina como parte fundamental
del Patrimonio cultural español.
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